30 de abril de 2017
Crédito: TelesurTv
Ricardo Arturo Salgado Bonilla
Ricardo Arturo Salgado Bonilla
El
capitalismo ha “mutado” mucho desde que Marx definiera
magistralmente su funcionamiento y su naturaleza. Estas mutaciones lo
han ido haciendo cada vez más monstruoso y agresivo. El capital, en
su necesidad de cumplir su misión básica de reproducirse, provoca
desbalance, especulación, profundiza la miseria y distorsiona al
trabajo hasta ponerlo como una especie de acto caritativo del que
posee todo para con el miserable.
La
maquinaria mediática cumple un papel hegemónico fundamental,
sustentando el control ideológico absoluto del capital en las
sociedades modernas que veneran el individualismo antropófago y el
consumo desquiciado. En esta construcción, ha creado estigmas sobre
asuntos vitales para el desarrollo de las sociedades, como la lucha
de clases, la que es marcada como un tabú, un asunto de
“trasnochados” y “congelados” que solo incitan “al odio
injustificado de los que no tienen nada contra la gente que si fue
bendecida con bienes abundantes”.
El
asunto de la lucha de clases ocupa un lugar central en el análisis
necesario de la realidad de nuestras sociedades. A medida que se
profundizan las contradicciones de clase, debido a las enormes
desigualdades que produce el sistema, se vigorizan las condiciones
que provocan contradicciones profundas entre los que no tienen nada y
los grandes especuladores que, en nuestro continente, han dejado de
lado la producción y la diversificación, por el lucrativo asunto de
la economía más allá de la producción.
El
papel de la ideología en todo esto ha alcanzado efectos dramáticos;
muchos trabajadores son seguidores fanáticos del culto al “libre
mercado”, y, peor aún, miles de ellos no se sienten “pobres”.
La idea positiva de la “movilidad social”, sigue siendo una
esperanza, aunque el capitalismo voraz, mueve si a las clases, pero
las mueve hacia abajo. No se debe olvidar nunca que el capitalismo
tiene actores, sujetos, y que son los grandes capitalistas los que
juegan hoy a destruir la humanidad.
Las
organizaciones sindicales se convirtieron hace mucho tiempo en un
bastión de la dominación capitalista. Limitadas por un entorno
restringido a las reivindicaciones, han dejado de lado su tarea
fundamental de clase que es derrotar definitivamente el capitalismo
que explota a los trabajadores. Nuevamente, la ideología dominante
ha probado su efectividad, ahí donde ha logrado trazar una línea
divisoria entre las luchas de reivindicación y la lucha política.
Debemos estar claros que la misión de la clase trabajadora no es
negociar dadivas; es arrancar el poder a los capitalistas.
Por
supuesto, la falta de un debate clarificador sobre el asunto de la
lucha de clases, limita la discusión a esferas privilegiadas, y deja
a las grandes masas expuestas a los conceptos de manuales de hace un
siglo. El pequeño burgués descrito muchas veces hace cien o ciento
cincuenta no se parece ni remotamente a lo que debería ser un
pequeño burgués hoy. Tristemente vemos como muchas personas se
confunden y se sienten “distintos” de la chusma, y que llegan a
sentirse enemigos de los más pobres, porque estos son:
“malvivientes”, “mareros”, “criminales”, y quien sabe que
otros estereotipos que aíslan unos de otros a quienes deberían
construir una sociedad diferente.
La
preminencia de la ideología capitalista provoca incluso que muchas
personas olviden sus orígenes humildes, al apenas cambiar de
vestuario y adquirir algún tipo de bien, usualmente prohibido a su
clase. Muchos de los que han recibido apoyo de los gobiernos
progresistas, después de unos años, olvidan que todas esas son
conquistas y que deben defenderlas. En algunos casos, la experiencia
amarga los ha llevado a constatar lo trágico que resulta ir a
elecciones a votar contra sus propios intereses.
Y
es que, a pesar de todos los avances sociales, sigue pendiente
la tarea ideológica, la construcción de hegemonía. En otras
palabras, la erradicación de los antivalores sembrados por décadas
por grupos privilegiados que no renunciaran nunca a recuperar y
profundizar sus obscenos privilegios. No es casual que gran parte de
la tarea de los medios hegemónicos sea demonizar la “ideología”,
claro está, aquella que esta contra sus intereses.
Los
trabajadores latinoamericanos llegan al primero de mayo del año
2017, cien años después de la victoria de la primera revolución
obrera del mundo, con una tarea monumental por delante; entender que
su tarea no es solamente protestar y conseguir migajas, sino
confrontar y derrotar a su antagonista de clase, en todos los campos,
sobre todo en el ideológico, que le permitirá la construcción de
hegemonía.
Una
tarea importante es comprender que el análisis de la lucha de clases
no se trata de tener unos moldes y meter a cada persona, y aquellos
que no caben en el de proletario, se convierte automáticamente en
nuestro enemigo. Es más importante identificar los intereses de
clase, y determinar un curso de acción en función de ellos. Es un
momento apropiado para que nos atrevamos a ser críticos y creativos,
a construir nuestra teoría revolucionaria; que nos atrevamos a dejar
atrás los simplismos y reduccionismos; que terminemos con la brecha
entre los que piensan y los que actúan, eso solo beneficia al
enemigo.
Nunca
olvidar que la tarea no se limita a marchar y quejarnos, sino a crear
toda una concepción nueva de la vida. Y siempre recordar la
naturaleza inequívoca de clase que tienen las contradicciones
sociales, económicas y políticas en nuestras sociedades.
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