17 de julio de 2017
Crédito: LaIguanaTv
Frente
a la crisis en Venezuela, el presidente estadounidense Donald Trump
ha amenazado con imponer sanciones económicas “fuertes y rápidas”
a menos de que el presidente Nicolás Maduro desista de su plan de
una Asamblea Constituyente.
Pero
el mandatario estadounidense parece seguro de enfrentar un
contragolpe de Caracas, donde las críticas contra el “imperialismo”
estadounidense han sido la respuesta preferida del gobierno a la
presión del Norte.
Trump,
al igual que su predecesor Barack Obama, se enfrenta a la difícil
tarea de gestionar la larga y tóxica relación entre los dos países.
Ninguno mantiene embajadores en sus respectivas capitales desde 2010.
Pero
mientras el gobierno demócrata de Obama logró al menos reducir
ligeramente las tensiones, la relación se ha agravado drásticamente
desde que el multimillonario republicano asumió el poder en enero.
“Todas
las opciones están sobre la mesa”, dijeron altos funcionarios de
la Casa Blanca el martes, subrayando la advertencia que Trump había
emitido un día antes.
“Estados
Unidos no permanecerá de brazos cruzados mientras Venezuela se
derrumba”, señaló Trump en un comunicado el lunes. “Si el
régimen de Maduro impone su Asamblea Constituyente el 30 de julio,
Estados Unidos tomará fuertes y rápidas acciones económicas”.
“CONVERTIRSE
EN UN DICTADOR”
El
presidente estadounidense llamó a su contraparte venezolano un “mal
líder que sueña con convertirse en un dictador”.
Y
altos funcionarios del gobierno que hablaron con periodistas el
martes denunciaron lo que llamaron un régimen “dictatorial” en
Caracas y exigieron un “restablecimiento” de la democracia.
En
el Congreso de Estados Unidos, el senador republicano Marco Rubio
exigió recientemente “el pleno restablecimiento del orden
democrático y el respeto de los derechos básicos en Venezuela
mientras el régimen de Nicolás Maduro continúa su asalto contra el
pueblo venezolano y las instituciones democráticas del país”.
Las
manifestaciones anti Maduro en Venezuela han dejado cerca de 100
muertos desde el 1 de abril, en medio del casi colapso de la economía
de esta nación rica en petróleo y de los pasos del mandatario que
según los opositores equivalen a una toma del poder.
Tanto
la Casa Blanca como varios legisladores estadounidenses expresaron su
apoyo al plebiscito simbólico del pasado domingo en Venezuela,
patrocinado por la oposición, en el que 7,6 millones de personas
exigieron el fin de los planes para una Asamblea Constituyente cuyo
objetivo es elaborar una nueva constitución.
Moises
Rendon, analista del Centro de Estudios Estratégicos e
Internacionales (CSIS) de Washington, escribió en un reciente
artículo que “la acción más importante para Estados Unidos, los
países de la región y el mundo es no reconocer al gobierno que
salga de la Asamblea Constituyente ilegítima”, a la que calificó
de “estilo soviético”.
Pero
algunos analistas advierten que una línea demasiado dura de Estados
Unidos podría ser contraproducente.
Geoff
Thale, del grupo de análisis WOLA (Washington Office on Latin
America), dijo a la AFP que es “muy escéptico de que las sanciones
unilaterales de Estados Unidos sean eficaces. Es más probable que
hagan sentir al gobierno que no tiene otra opción que resistir, y
ofrecen al gobierno un grito nacionalista contra Estados Unidos”.
“LA
GENTE MORIRÁ DE HAMBRE”
David
Smilde, especialista en Venezuela en la Universidad de Tulane en
Nueva Orleans, Luisiana, señaló que “es posible que el gobierno
venezolano se vea fortalecido por las sanciones de Estados Unidos. No
hay manera de aplicar sanciones económicas en Venezuela ahora sin
hacer la situación humanitaria mucho peor. La gente morirá de
hambre”.
Las
sanciones estadounidenses, agregó, “desencadenarían un enorme
resentimiento entre los venezolanos” y “nunca serán bien
recibidas por otros países de la región”.
La
participación de Estados Unidos en América Latina carga con una
enorme mochila. Estados Unidos ha sido acusado durante mucho tiempo
de intervencionismo -incluso “imperialismo”- en lo que Washington
a veces ha visto como su “patio trasero”.
Maduro,
por su parte, ha amenazado con una respuesta “muy firme” a “las
amenazas del imperialismo”. Su ministro de Relaciones Exteriores,
Samuel Moncada, denunció lo que calificó como “la insolente
amenaza de un imperio xenófobo y racista”.
Pero
a pesar de que la temperatura diplomática entre los dos países está
cerca de cero, las relaciones económicas han sido cercanas: Estados
Unidos sigue siendo el principal importador del petróleo venezolano,
y varias multinacionales estadounidenses, incluyendo el gigante
automotor General Motors, han invertido fuertemente durante décadas
en lo que que vieron como un El Dorado sureño.
Los
funcionarios de la Casa Blanca que hablaron con periodistas el martes
parecían conscientes del impacto potencial que las sanciones
económicas estadounidenses podrían tener en los negocios de su
país.
En
opinión de Smilde, las nuevas medidas punitivas de Estados Unidos
–tras las sanciones lanzadas en febrero por el gobierno de Trump
contra el vicepresidente venezolano Tareck El Aissami, acusado de
tráfico de drogas– podrían incluso empujar a Caracas a los brazos
de “Rusia y China”.
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