09 de febrero de 2017
Crédito: alai
Agencia Latinoamericana de Información
Angel Guerra Cabrera
Agencia Latinoamericana de Información
Angel Guerra Cabrera
José
Martí nos enseñó y Fidel Castro nos reafirmó que patria es
humanidad. Ambos y la práctica revolucionaria nos educaron sobre el
peligro que representa para nuestros pueblos el imperialismo de
Estados Unidos. También ambos admiraron mucho a México. Me indigna
día a día la arrogante y brutal embestida del gobierno del norte
contra este país, supuestamente su estrecho aliado. Como me alienta
el renacimiento del patriotismo popular juarista y cardenista que,
ahora es muy evidente, décadas de neoliberalismo no han podido
erradicar.
Con
Trump y adláteres todo es más claro y hiere a flor de piel la
dignidad humana porque es burdo y grosero al extremo. Aunque haya
tantas incógnitas por despejar, el peligro de saqueo y agresión es
mayor. Agrava mis presentimientos sobre lo que pueda hacer contra
nuestra América y, en particular, contra Cuba y los países del
Alba, el equipo de multimillonarios y generales belicosos aupado al
timón de Estados Unidos por una ola derechista sin precedente.
Hay
un temprano movimiento de resistencia de costa a costa contra ese
gobierno, iniciado por la admirable marcha de las mujeres desde la
misma toma de posesión del magnate. Movimiento únicamente
comparable al gigantesco contra la guerra en Vietnam, que, junto al
heroísmo de los vietnamitas, fue lo que logró ponerle fin al
conflicto.
Pero
una orden presidencial me mueve a la mayor preocupación por la
gravísima amenaza que anuncia para el futuro muy cercano: la
revocación por Trump de los decretos de Obama que frenaron la
construcción de los oleoductos Keystone XL y Dakota.
Sobre
el primer ducto, que conduciría petróleo de esquisto desde Alberta,
en Canadá, al golfo de México, cuyo procesamiento ocasiona severos
daños medioambientales, Obama argumentó que no estaba en el interés
nacional ya que no reducía los precios de la gasolina al consumidor
y perjudicaba el liderazgo de Estados Unidos cuando estaban por
celebrarse la cumbre sobre el clima en París. No era para menos. Por
exigencia del imperio los acuerdos de la tan esperada reunión ni
siquiera fueron vinculantes, como era la intención de los
anfitriones y de varios gobiernos de Europa y el mundo.
En
cuanto al segundo, que atravesaría tierras de la tribu sioux,
destinado a facilitar y estimular la peligrosísima extracción de
petróleo de esquistos en Carolina del Norte era una espada de
Damocles enfilada contra la vida. Amenazaba, en violación de varias
leyes estadounidenses e internacionales, contaminar el agua del lago
Oahe, vital no solo para los indígenas sino para otros muchos
pobladores de una extensa zona; y arrasar tierras sagradas de culto
para los primeros, que hizo estallar un gran movimiento de
resistencia y protestas, duramente reprimidas, pero obligó a ordenar
su paralización por el entonces presidente.
300
tribus y cientos de organizaciones que apoyan a los sioux de Standing
Rock prometen una dura batalla legal y en tribunales contra el
proyecto. Michael Brune, director de la moderada organización
ambientalista Sierra Club censura a Trump por poner las ganancias de
las corporaciones contaminantes “sobre el bienestar del pueblo y el
derecho a consumir agua limpia y segura”.
La
decisión de iniciar con estos dos oleoductos la construcción de una
madeja de ellos, muestra claramente la bestial agresión a la madre
tierra y a la humanidad que lleva en sus entrañas este gobierno de
Estados Unidos, cuyo presidente ha dicho que el cambio climático es
una “farsa” china mientras todos sus miembros relacionados con el
sector energético niegan el aval científico al hecho y se oponen a
las energías alternativas porque mermarían las ganancias de las
grandes petroleras. Al frente de ellos Rex Tillerson, salido de su
oficina de presidente de Exxon a la de secretario de Estado, típico
de este gabinete. Ha hecho toda su carrera dentro de esa corporación,
responsable histórica por gran parte del calentamiento global, cuyos
fondos han financiado a los negacionistas del cambio climático y
servido para perseguir a científicos incómodos. Augura una política
exterior al servicio del big oil, que hará caso omiso del acuerdo de
París y agravará los cada vez más alarmantes datos científicos
sobre el calentamiento global.
Con
su penetrante visión de futuro, dos grandes preocupaciones y
ocupaciones de Fidel en las últimas décadas fueron los peligros del
cambio climático y de una guerra nuclear, como principal amenaza a
la vida sobre la Tierra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario