29 de enero de 2017
Germán Saltrón Negretti
En
tiempos de la globalización capitalista, los gobiernos promueven la
construcción de muros, para evitar la emigración de personas de un
país a otro. Algunos de los muros de este siglo XXI son vestigios
de la guerra fría, o por nacionalismos o rivalidades productos de
antiguas guerras, el Paralelo 38, el muro entre Israel y Palestina,
el de Ceuta en España o los menos conocidos como el de Tailandia o
Botswana. En cambio las fronteras comerciales se abren cada vez más
y los medios de transporte hacen posible la interacción entre
habitantes de regiones del mundo que nunca antes en la historia
habían convivido. Sin embargo, otros países optaron por levantar
barreras físicas para separarse de otros Estados o aislar una
región.
Estos
muros se promueven con el mismo argumento, el peligro que representan
los otros seres humanos. La idea de construir un muro se vende a la
población como una medida de seguridad. En Marruecos, el llamado
"muro de la vergüenza", que fue construido con piedras y
bolsas de arena a lo largo de 2.400 kilómetros del Sahara occidental
para evitar la entrada de independentistas, rodeada de campos de
minas. España ha construido muros en Ceuta y Melilla para separar
estos enclaves europeos de la población africana. Las vallas
ubicadas en la parte norte de Marruecos fueron financiadas por la
Unión Europea, estaban constituidas por una doble muralla paralela
de tres metros de alto, alambre de púas, detectores de movimiento y
cámaras.
Luego
del asalto masivo de inmigrantes africanos que intentaban alcanzar
las costas españolas, el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero
dobló la altura de la cerca hasta los seis metros. Israel inició en
2002 la construcción de una barrera que atraviesa Cisjordania con el
pretexto de librar a sus ciudadanos de los ataques de terroristas
palestinos. El fallo del Tribunal Internacional de La Haya en julio
de 2004 la declaró ilegal y ordenó que fuera derribada, pero esta
medida fue ignorada por Israel hasta ahora. La guerra promovida por
EE.UU contra Siria que ha ocasionado la migración de más de 2
millones de personas que huyen a Europa.
El
muro con más críticas es el que construyó Estados Unidos en la
frontera de 3.000 kilómetros que comparte con México, para contener
las oleadas de inmigrantes ilegales. No contento con esto, Donald
Trump prometió en su campaña electoral continuar otro en la
frontera con México de 3.000 kilómetros más. Lo que sorprende del
sistema capitalista mundial es la libre circulación del dinero que
va y viene a velocidades supersónicas y las trabas se construyen
para las personas. Algo detestable que explica que el sistema
capitalista que gobierna al mundo, tiene forma humana pero se
comporta peor que los animales salvajes.
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