20 de marzo de 2017
Crédito: alai
Agencia Latinoamericana de Información
Kintto Lucas
Agencia Latinoamericana de Información
Kintto Lucas
Como
el hombre aquel que se compró un bumerang nuevo y nunca pudo dejar
el viejo porque cuando lo bota siempre regresa, así se presenta la
historia electoral de Ecuador y en particular de lo que se
autodenomina izquierda ecuatoriana, o izquierdas ecuatorianas.
Las
elecciones son, al fin de cuentas, una pequeña imagen de la realidad
política del momento, que es también parte de un proceso histórico,
de un proceso mucho mayor a los diez años que dura el gobierno de
Rafael Correa.
La
izquierda ecuatoriana ha vivido electoralmente de prestado y no ha
logrado crear una base popular propia, y eso se puede analizar desde
Velasco Ibarra a Rafael Correa, pasando por Rodrigo Borja, Frank
Vargas, Fredy Ehlers, Lucio Gutiérrez, León Roldós o Paco Moncayo.
El
error de algunas izquierdas fue creer que yendo de prestado estaban
haciendo la “revolución”, sin entender las limitaciones de los
procesos. Otras en cambio, se han sumado reiteradamente de forma
oportunista a candidatos prestados para ver cómo conseguían algún
puestito o sostener parte de sus pequeñitas agendas grupales o
personales en caso de triunfo.
Hoy
vivimos en un mundo de ficción donde unos creen que están haciendo
la revolución y construyendo el socialismo. Algunos incluso creen
que el destino de la humanidad pasa por Ecuador, hasta hablan de un
nuevo “Stalingrado”. Otros creen, en cambio, que están
combatiendo el comunismo. Que están en una nueva cruzada contra el
comunismo. También están los que creen combatir el fascismo. En el
caso ecuatoriano es parte del barroco que también se expresa en
todas las fanescas partidistas. Hemos llegado a un punto en que todos
los partidos o movimientos, sin excepción, son una especie de
fanesca que va desde la izquierda a la derecha.
Hoy
algunos representantes de las izquierdas ponen énfasis en su
realidad personal o grupal, no piensan, ni miran más allá. Aquellos
que fueron atacados por el gobierno creen que lo fundamental es
oponerse a todo lo que tenga algún vínculo con éste. Aquellos que
se beneficiaron del gobierno creen que lo fundamental es defender
todo incluso acciones retrogradas. Unos y otros caminan en defensa de
sus pequeños intereses, y finalmente, terminarán perdidos en el
camino de la historia.
Por
fuera de la ficción que viven unos y otros, está la realidad, están
los grandes intereses que se esconden detrás de la política y en
particular de cualquier elección. Los intereses que buscan sacar
partido de una u otra propuesta electoral. El poder real. Por otra
parte, están las grandes masas populares que intentan enderezar su
destino impuesto de antemano, más allá de lo electoral. Cuando
llegan las elecciones, esas masas populares esperan que gane alguno
que no sea tan malo en el camino permanente de intentar enderezar ese
destino impuesto. Finalmente, nos guste o no, a fuerza de buscar
encaminar su destino, los pueblos son estrategas.
Ahora,
ante la disyuntiva de la segunda vuelta electoral entre Lenin Moreno
y el banquero Guillermo Lasso, hay quienes, individualmente desde
algunas izquierdas, asumen diversos análisis para justificar el
apoyo a una de las dos opciones o no votar por ninguno de los dos
candidatos finalistas, y no logran mirar más allá del pequeño
metro cuadrado en que se mueven.
No
hay como equivocarse al elegir entre Lenin Moreno y Guillermo Lasso.
Moreno representa una opción democrática, con todas las
limitaciones que puede expresar su candidatura. Se puede votar por
Lenin de una forma crítica, sin dar cartas en blanco, aceptando que
es necesario luego acompañar el proceso y, si se desvía, luchar por
enderezarlo. O incluso resistirlo. Votar por Lasso e inventar
explicaciones para hacerlo es, por lo menos, un error estratégico
muy grave para cualquier izquierda.
Sin
olvidar ninguna crítica al gobierno, en este momento es necesario
asumir sin ambigüedades el apoyo a Lenin Moreno. Conozco a Lenin y
sé que es un demócrata (más allá de que la palabra demócrata
encierre muchas limitaciones); creo que es alguien que puede tender
puentes, incluso hacia sectores con los cuales se han dinamitado y es
difícil volverlos a levantar; es una persona que tiene la tolerancia
necesaria para llevar adelante un proceso democrático, no
revolucionario (y por favor no ahuequemos más la palabra
revolución). La necesidad de mantener una postura digna en defensa
de la integración latinoamericana y de los procesos democráticos es
fundamental en la realidad actual. Es una necesidad estratégica que
Moreno puede mantener. En el ámbito político y económico,
seguramente en lo esencial el gobierno de Lenin Moreno será similar
al de Tabaré Vázquez en Uruguay, con las diferencias económicas y
políticas propias de cada país. Eso es bastante en la realidad
actual.
Sin
creer que en Ecuador la situación se pueda asemejar a un
“Stalingrado chiquito”; sin pensar que un gobierno modernizador
capitalista puede hacer cambios estructurales; sin haberme ilusionado
que una Constitución como la ecuatoriana sea un documento
revolucionario; convencido que no se hace ninguna revolución desde
la institucionalidad; sabiendo que los verdaderos cambios sociales se
hacen desde la lucha social no desde la burocracia; aceptando los
graves “errores” del gobierno que van desde no haber estatizado
una de las grandes telefónicas en lugar de renovar el contrato en
2008 hasta haber firmado el TLC con la Unión Europea que en el
mediano plazo será catastrófico para las pequeñas y medianas
economías campesinas; aceptando que dentro del gobierno y en los
alrededores se esconden muchos oportunistas y acomodados que se dicen
de izquierda y otros tantos de derecha; y criticando duramente los
casos de corrupción; no podemos confundirnos al elegir entre Moreno
o Lasso.
Podemos
ser muy críticos con un proceso que se desvirtuó en los últimos
años y que incluso tomó algunas medidas que se pueden catalogar
como neoliberales, pero no podemos entregar directamente el futuro
político del país a la derecha más reaccionaria y al capital
financiero nacional e internacional, ayudando a sumar un nuevo aliado
a la derecha latinoamericana que se va reposicionando y
reconsolidando.
Ni
ayer, ni hoy, ni mañana, habrá justificación válida para votar a
Guillermo Lasso desde la izquierda, o desde alguien o algo que se
denomine de izquierda. Quienes creen en eso, se equivocan. En tanto
que quienes están convencidos de que no debe apoyarse a ninguno de
los dos candidatos deberían asumir, como lo hacíamos en otros
momentos históricos, una campaña franca por el voto nulo. Dejar su
postura política abierta a la ambigüedad, abre paso a
interpretaciones tendenciosas y hace que su postura quede
cuestionada.
En
1992 cuando apoyé y defendí la rebelión liderada por Hugo Chávez
contra el 90 por ciento de la izquierda uruguaya, y años después
cuando reforcé mi apoyo al proceso bolivariano desde Ecuador cuando
solo dos o tres lo apoyábamos, fue pensando estratégicamente, sin
creer que haría la revolución. Aunque luego Chávez demostró un
liderazgo que no han tenido quienes venían desde la izquierda. Un
liderazgo que será difícil de igualar, sobre todo por su capacidad
de mirar estratégicamente América Latina y el mundo.
No
apoyé a Correa en la primera vuelta del 2006, apoyé a Macas y
volvería a hacerlo; creí en la Constitución y me comprometí con
su aprobación incluso teniendo muchas críticas en los cambios de
última hora en la redacción final y sabiendo que tenía muchas
limitaciones en el tema laboral; participé en el gobierno convencido
de que la política internacional marcaría una diferencia, y así
fue por los menos en el período por el que yo puedo responder;
renuncié (ni me botaron ni di un paso al costado) cuando vi que el
gobierno se encaminaba a firmar el TLC y vi además que la
restauración conservadora no venía solo de afuera sino desde
adentro; siempre me pareció un cuento lo del socialismo del siglo
XXI o socialismo del buen vivir o tantos inventos sin sustento
teórico ni práctico; y nunca usufructué de una mínima prebenda en
el gobierno o fuera de él. Si bien mucho de eso no tiene
importancia, cuando uno asume una postura en momentos como el que
vive Ecuador y América Latina es importante dejar claros algunos
antecedentes. Ojalá todos los actores políticos y siempre puedan
aclarar sus antecedentes.
El
2 de abril, mi voto por Lenin Moreno es un voto pensando
estratégicamente en el futuro de América Latina, ni más ni menos.
Un voto estratégico desde la izquierda.
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