25 de marzo de 2017
Crédito: Rebelion
Tony Robinson
Tony Robinson
Hacia
finales de octubre ocurrió algo histórico en las Naciones Unidas.
A
pesar de la enorme presión de Estados Unidos, 123 naciones, todas
con igual posición en la Asamblea General de la ONU, votaron
por iniciar un proceso en 2017 para negociar la prohibición de las
armas nucleares. ¿Por qué no circulan estas noticias como un
reguero de pólvora? ¿Por qué no hay celebraciones en las calles?
Bueno,
una razón es que ya nadie toma en serio la amenaza que son las armas
nucleares contra la humanidad. Y cuando decimos “nadie” nos
referimos a los principales medios de comunicación, los que dan al
tema casi ningún espacio en sus periódicos, estaciones de radio,
sitios web y estaciones de televisión. Por lo tanto, “nadie” en
este caso significa los magnates de los medios de comunicación que
están en alianza con los bancos, los políticos y el complejo
militar-industrial para mantener el statu quo durante el mayor tiempo
posible, independientemente de las consecuencias para la humanidad,
dado que estas personas sólo son capaces de pensar en la cantidad de
dinero que pueden hacer en el presente y tal vez en unos años en el
futuro.
Otra
razón (en realidad, una extensión de la primera) es que la mayoría
de la gente seguramente piensa que las armas nucleares ya son
ilegales. Si las armas químicas y biológicas son ilegales, si las
minas terrestres y las bombas de racimo son ilegales, ¿no lo serán
también desde hace años las armas nucleares, siendo éstas mucho
más destructivas? ¿Acaso el mundo no eliminó las armas nucleares
cuando cayó el Muro de Berlín?
Bueno,
en realidad, no. A pesar de la oferta
que Gorbachov ofreció a Reagan para erradicar las armas
nucleares, nunca sucedió, aunque hubo reducciones en el número de
bombas a través de varios tratados. Hoy en día, Estados
Unidos y Rusia tienen alrededor de 14.000 bombas (dependiendo
de a cuál de las estimaciones realizadas se crea), que es mucho
menos de las 80.000 a las que se llegó durante la guerra fría, pero
siendo aún un gran número, si se entiende que 100
bombas lanzadas sobre ciudades conducirían a un invierno
nuclear que eliminaría al 25% de la población mundial, y quién
sabe a cuántas otras especies, y esencialmente llevaría a cualquier
superviviente al suicidio.
Pero,
independientemente del silencio mediático y de la falta de
celebraciones en las calles, ya se hizo historia, y de una manera
extraordinaria.
Desde
el final de la conferencia de revisión del TNP de 2010 -la
conferencia quinquenal que examina los progresos del Tratado de No
Proliferación Nuclear para ver cómo se está desarrollando el
desarme y recomendar nuevas medidas- algunos gobiernos y la sociedad
civil han reorientado el debate sobre el desarme alejándolo de las
supuestas “preocupaciones de seguridad” del P5 y de
las “preocupaciones
humanitarias”: el hecho de que una guerra nuclear sacará a los
seres humanos y probablemente a todas las formas de vida -excepto
quizás unos cuantos insectos de vida corta y bacterias – de la faz
de la tierra.
En
otras palabras, de acuerdo con esta nueva estrategia,
independientemente de las preocupaciones de seguridad, si una guerra
nuclear estalla, todos perdemos. Einstein dijo: “No sé con qué
armas se librará la III Guerra Mundial, pero la IV Guerra Mundial
será combatida con palos y piedras”. Sin embargo, con los nuevos
conocimientos disponibles gracias a los avances de la ciencia
climática, Einstein puede haber sido demasiado optimista: no habrá
una IV Guerra Mundial, nunca.
El
TNP era un gran trato: los que no tienen armas nucleares, nunca las
conseguirán; los que tienen armas nucleares se desharán de ellas, y
todos tendremos el derecho a desarrollar energía nuclear. Fue una
gran idea en ese momento (1968) porque nadie entendió completamente
los peligros de la energía nuclear, algo que sólo impactó a la
conciencia humana con los accidentes en Three Mile Island y los
desastres posteriores en Chernobyl y, más recientemente, en
Fukushima.
El
problema con la gran negociación es que no se ha cumplido 47 años
después, y los países que carecen de armas nucleares están hartos
de ser mantenidos como rehenes por los estados con armas nucleares
ante la amenaza de una enorme violencia nuclear. Y no importa que los
P5 digan de ellos mismos que son países “responsables”; sus
doctrinas de seguridad permiten el uso de estas armas y, como un
ladrón de banco blandiendo una pistola alrededor, no importa si hay
balas en ella o no, el hecho de que él o ella tenga una en la mano
constituye el uso.
El
proceso de aprobación de esta resolución ha
sido difícil. A pesar de la supuesta igualdad de los Estados
miembros en la ONU, hay claramente algunos estados que son más
iguales que otros. Los P5 tienen un veto en el Consejo de Seguridad,
y las diferencias económicas son tales que los países desarrollados
son capaces de manipular a los países en desarrollo.
Sin
embargo, para el deleite de todos en el movimiento antinuclear de la
sociedad civil y entre los 57
gobiernos que patrocinaron la resolución, muy pocos países se
sometieron a la presión y 123 países votaron por iniciar
negociaciones el próximo año.
Y
la posición de los Estados poseedores de armas nucleares y de los
que existen en virtud de un acuerdo de defensa denominado “paraguas
nuclear”, nunca ha estado más dividido. De los nueve países con
armas nucleares, cinco (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia e
Israel) votaron en contra de la resolución, tres (China, India y
Pakistán) se abstuvieron y uno (Corea del Norte) votó a favor de la
resolución.
De
los estados paraguas nucleares, los Países Bajos se obligaron a
abstenerse como resultado de una
campaña de la sociedad civil cada vez más eficaz en el
parlamento holandés, absteniéndose también Armenia, Bielorrusia y
Kirguistán.
Japón
votó en contra de una prohibición: algo que constantemente deja a
los observadores sorprendidos dado que es el único país con
conocimiento directo de lo que significa tener una bomba lanzada
sobre sus ciudades.
Al
final de la votación, los países usaron sus ya conocidos discursos
para apoyar sus posiciones. Algunos países dijeron que temían que
el nuevo proceso podría debilitar el TNP, a pesar de que los países
de apoyo han expresado una y otra vez que esta resolución no hará
más que fortalecer el artículo
VI del TNP. Otros dicen que el nuevo proceso es divisivo,
contentándose con el statu quo en el cual nada se ha movido en las
conversaciones de desarme en 47 años: El Tratado
de Prohibición de Pruebas no ha entrado en vigor, el Tratado
de Material Fisible no ha sido escrito, EE.UU. se ha
retirado del Tratado de Misiles Antibalísticos y todavía estamos
esperando discusiones sobre una
zona libre de todas las armas de destrucción masiva en el Medio
Oriente. Además de esto, todos los países que poseen armas
nucleares están elaborando planes para modernizar sus arsenales, o
están en proceso de modernizarlos, a un costo
astronómico para la economía mundial y los pobres del
mundo.
El
nuevo tratado ciertamente no pondrá un arma nuclear fuera de uso el
día de su ratificación, pero hará que sean efectivamente ilegales
ante los tribunales internacionales y las corporaciones
multinacionales y los bancos que no desearán que el público en
general sepa que están involucrados con algo ilegal, por lo que el
tratado aumentará la presión
para que vayan desprendiéndose. Las campañas de la sociedad
civil para estigmatizar las armas nucleares serán enormemente
impulsadas y ningún político podrá decir nunca que el TNP otorga a
su país el derecho legal de mantener armas nucleares y, en última
instancia, es por ello que los Estados Unidos (y sus amigos) estaban
tan ansiosos por evitar que esta resolución sea presentada a la
Asamblea General.
Y
es por eso que su aprobación es tan histórica. Aquellos que por
décadas han acusado a otros estados de ser naciones “irresponsables”
y “parias”, ahora se encontrarán en el extremo receptor de esas
acusaciones, y por una muy buena razón.
Tony
Robinson. Activista del Movimiento Humanista, co-director de
Pressenza y autor del libro "Café con Silo: la busqueda del
sentido de la vida" .
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