11 de enero de 2017
Crédito: La Jornada
Alfredo Jalife-Rahme
Alfredo Jalife-Rahme
En
el primer Foro Oslo del Premio Nobel de la Paz participaron los dos
máximos geoestrategas vivientes de Estados Unidos (EU): el
israelí-alemán-estadunidense Henry Kissinger (93 años) y el
polaco-canadiense-estadunidense Zbigniew Brzezinski (88 años), con
el tema EU y la paz mundial después de la elección presidencial
(https://goo.gl/LtgX3n).
Ya
revisé la postura involutiva de Brzezinski, quien ha pasado de la
unipolaridad de EU a un G-2, que China rechazó, y ahora no tiene más
remedio, pese a su sicopatológica rusofobia, que aceptar el
reacomodo global de un G-3: EU/Rusia/China (https://goo.gl/JFxEQl).
Donald
Trump –quien se inclina por un etéreo G-2 de EU y Rusia, mientras
adopta una postura hostil contra China– recibió con bombo y
platillo a Kissinger, polémico ex asesor de Seguridad Nacional de
Nixon y Ford.
Kissinger
insinúa un sutil G-2 de EU con Rusia, sin incorporar a China a un
G-3 (https://goo.gl/mxIu9i).
Intenta operar la misma ruptura de 1971, pero esta vez a la inversa,
cuando atrajo a China a una alianza subrepticia con EU frente a la
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, lo cual, como reconoce
en sus voluminosos libros, otorgó profundidad estratégica a China y
a EU, para que éste se apoderase de Medio Oriente.
Hoy
Kissinger, ¡46 años más tarde!, parece apoyar una alianza de EU y
Rusia, esta vez, contra China. En su reciente ponencia en Oslo,
diagnostica la lamentable (sic) condición del sistema internacional
(https://goo.gl/5SG60z)
simbolizada por la competencia latente entre cuatro cosmogonías del
orden mundial: 1. El orden europeo de Westfalia de 1648 (¡de hace
365 años!); 2. El islámico (¡supersic!); 3. El chino, y 4. El
estadunidense. El trípode de su orden global se basa en las leyes
internacionales, el balance de poder y la soberanía. Se desprende
que Rusia forma parte del orden europeo de Westfalia que exalta la
soberanía nacional: resultado de la guerra de 30 años entre
católicos y protestantes.
Emite
la perogrullada de que ninguna de las cuatro cosmogonías de su orden
mundial, título de su más reciente libro (https://goo.gl/ZNKYx8),
goza de legitimidad universal cuando cada modelo es tentado a
maniobrar para sus ventajas regionales (¡supersic!) o globales.
Arguye que una batalla entre regiones (¡supersic!) puede ser aún
más destructiva de lo que ha sido la batalla entre naciones, a
partir de lo cual deduce cuatro escenarios, como posibles
catalizadores para una conflagración a gran escala o sujetos para la
búsqueda de la paz.
Su
secuencia llama la atención.
Primer
escenario: deterioro de las relaciones de EU y China, que sucumben en
la Trampa de Tucídides y que la historia determina entre el poder en
turno (EU) y el poder ascendente que lo desafía (China). En el
epílogo de su libro Sobre China (https://goo.gl/P1dUjl),
Kissinger concluye en el Memorándum Crowe la inevitabilidad de una
guerra entre Washington y Pekín, como sucedió –y sigue sucediendo
mediante el Brexit que rechaza la superpotencia geoeconómica de
Alemania en la Unión Europea– entre Londres y Berlín en la
Primera Guerra Mundial. Ya había abordado la metáfora geopolítica
de la Trampa de Tucídides (https://goo.gl/4GIhm7).
Segundo
escenario: ruptura de las relaciones entre Rusia y Occidente (sic)
que resulta de la paradoja de la incomprensión mutua entre culturas
paralelas (¡supersic!). La cultura rusa es europea –basta visitar
el Museo del Hermitage en San Petersburgo, asistir al Ballet Kirov y
abrevar de su prodigiosa literatura (Pushkin, Dostoievski, Tolstói,
etcétera), y muy superior a la estadunidense: excrecencia de la
matriz europea cuando los zelotes neoconservadores straussianos, ya
no se diga los Bush/Clinton/Obama, han exorcizado todo lo que tenga
que ver con Rusia, lo cual epitomiza un suicidio cultural de
Occidente (whatever that means).
La
esquizofrenia de la falaz taxonomía cultural y su nociva propaganda
con técnica Hasbara en EU –intoxicado por el entretenimiento
hollywoodense y sus multimedia que controlan Soros/Haim Saban–
coloca a Japón, con su respetable cultura singular, en ese
Occidente, mientras anatemiza a Rusia. Entretenimiento no es cultura.
Tercer
escenario: continuo debilitamiento de la relevancia (sic) estratégica
de Europa debido a la pérdida de un sentido de misión global. Nadie
más que Gran Bretaña (GB) y su relación especial con EU –antes
del Brexit y el trumpismo– contribuyeron al debilitamiento
deliberado de Europa, que incluye nolens volens a Rusia: summum
civilizatorio de la prodigiosa cultura occidental desde el
Renacimiento humanista. El problema de la otrora relación especial
de GB y EU fue haber perpetrado su suicidio con la cataclísmica
globalización financierista del thatcherismo/reaganomics que
abandonó su quintaescencia humanista.
Cuarto
escenario: escalada del conflicto en Medio Oriente en una búsqueda
competitiva por la hegemonía entre los países árabes sunitas y la
revolucionaria Irán. Vale la pena rememorar que las dos potencias
nucleares anglosajonas, EU/GB, se han consagrado a amarrar navajas en
Medio Oriente: como en la guerra de Irán e Irak cuando vendían
armas a ambas partes para que se degollaran, no se diga ahora con los
esquemas de balcanización de Israel (https://goo.gl/jIhLhS).
Ya
que Kissinger cita a Emmanuel Kant en su famoso libro de La paz
perpetua, se recuerda que uno de los máximos filósofos modernos de
Occidente en su libro seminal Crítica de la razón pura del siglo
XVIII, consideraba al islam de su época, ya en su decadencia (según
el padre de la sociología, Ibn Khaldun, del siglo XIV) como una
religión de paz, lo cual suena hoy inverosímil, debido a la
propaganda israelí-anglosajona de demonización. Hoy la fuerza del
islam es demográfica –mil 600 millones de feligreses esparcidos en
57 países– pero carece lamentablemente de rumbo geoestratégico.
Kissinger
admite la prevalencia contemporánea del interés nacional,
curiosamente, un concepto que ignora el “México neoliberal
itamita”.
Sustenta
que en el mundo interconectado de hoy, el interés nacional debe
conectarse con y estar limitado por una visión de orden mundial. En
el “México neoliberal itamita”: ni una ni otra…
A
nivel nuclear, acepta implícitamente la tripolaridad de
EU/China/Rusia y su especial obligación para prevenir que las armas
nucleares se vuelvan convencionales. Concluye, igual que su más
reciente libro, que el mundo debe adaptarse al sistema de Westfalia o
a su renovación y cuya alternativa sería el caos, por lo que
aconseja sus recetas unilaterales a las cuatro grandes superpotencias
globales:
1.
A EU: que reconozca que el mundo enfrenta un cambio tectónico
(¡supersic!) en la estructura global; 2. A China: que la eminencia
es hasta cierto grado tanto relativo como condicional –en su
hermenéutica, significaría no provocar a EU a una guerra nuclear–;
3. A Rusia: el respeto que busca debe permitir estructuras
verdaderamente soberanas a lo largo de sus fronteras –lo cual, EU
no permite a México– y 4. A Europa: la diversidad es
circunstancial, pero la política necesita de una visión –cuando
EU nunca dejó prosperar en forma autónoma sus estructuras
civilizatorias.
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