18 de enero de 2017
Crédito: TelesurTv
Carlos Aznarez
Carlos Aznarez
Festeja
el pueblo puertorriqueño con conciencia de Patria. Festeja también
desde alguna estrella donde, siempre irreverente, se halla instalado
ese gran revolucionario independentista llamado Filiberto Ojeda Ríos,
asesinado cobardemente por el FBI en tiempos pasados. Su vieja
trompeta acompañará al coro rebelde integrado por Don Pedro Albizu
Campos, José Antonio Corretjes, Eugenio María de Hostos, Blanca
Canales y Lolita Lebrón, felices por la noticia. Todos y todas
ellas, con el puño en alto y abrazando la bandera por la que tanto
han dado, incluso su vida, hoy se suman a la celebración. No es para
menos, un hermano de sangre, tenaz, inclaudicable guerrero dispuesto
a jugarse siempre por los más humildes, le ha ganado la pulseada al
Imperio.
Oscar
López Rivera, lo sabe todo el mundo, va a recuperar su libertad en
pocos meses, producto de un “indulto” que no es tal sino del
fruto de una aguerrída y masiva movilización popular, tanto en
Puerto Rico como a nivel internacional.
No,
nos engañemos: de la misma manera que Obama, el carnicero de los
pueblos de Medio Oriente, bajó la cabeza recientemente ante la
gallardía del pueblo cubano y tuvo que reconocer que el bloqueo
sirvió de poco y nada a los intereses de sus criminales promotores,
ahora hay que ver este logro de la libertad de Oscar en la verdadera
dimensión de lo que significa. Y no es más que una nueva
demostración que la férrea unidad del pueblo boricua, más allá de
sus diferencias, ha podido arrancar de las cárceles yanquis a uno de
sus mejores hijos.
Cabe
recordar que cuando mencionamos a Oscar como un patriota, lo
planteamos no sólo por las afrentas y dolorosas penalidades sufridas
en prisión en estos últimos 36 años, sino por todo su trabajo en
pos de una sociedad más inclusiva, menos racista y sobre todo, por
luchar denodadamente por romper las cadenas coloniales que atan a su
país con el Imperio. En 1981, Oscar fue detenido por su
pertenencia a las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN) y
condenado a 55 años de cárcel, a los que en 1988 se le agregaron
otros 15 años adicionales, como producto de los juicios-farsa que se
ejecutan a diario en los Estados Unidos.
Antes
de ello, cuando como muchos jóvenes boricuas fue obligadamente
reclutado para combatir en Vietnam, pudo comprobar in situ lo que
significaba la bestialidad descargada por el imperialismo
contra otros pueblos. Pero fue a su regreso a Chicago, cuando, con
militante conciencia comenzó la lucha por los que Fanon denominó
“condenados de la tierra”.
Todas
las iniciativas por mayor justicia social, vivienda, educación,
salud para los excluidos de la población latina y afroamericana
tuvieron a Oscar como uno de sus grandes impulsores. Fogueó su
temple emancipador en innumerables actos de desobediencia civil y de
enfrentamiento contra quienes de manera descarada explotaban a sus
hermanos. En cada una de esas ocasiones la respuesta a demandas
pacíficas y más que lógicas, siempre fue la represión, las
detenciones, las torturas a quienes osaban rebelarse allí mismo, en
el corazón del monstruo.
Cuando
en 1976 se enrola en las FALN y pasa a la clandestinidad, Oscar sabía
que esa decisión, la de ser un revolucionario, se tomaba para toda
la vida, y que indudablemente podía traer aparejado lo que luego se
descargó sobre su cuerpo. Esa consecuencia, surgida de entender que
la pelea por la independencia exige de grados superiores de
compromiso pero también de dignidad, lo llevó a que en 1999 cuando
Clinton amnistió a varios presos políticos puertorriqueños, Oscar
rechazara esa concesión debido a que otros de sus mejores compañeros
aún deberían permanecer en la cárcel. Con ese fuerte gesto en su
mochila, se dispuso a seguir mostrándole los dientes a los enemigos
de su pueblo, con la confianza que su libertad se produciría por la
presión que pudieran hacer los hombres y mujeres por los que él
había entregado tantos años de militancia.
Como
ocurre con esos muros que los poderosos construyen para separar
pueblos o silenciar verdades, la constancia de la movilización
popular comenzó a perforar de a poco lo que aparentaba ser imposible
de derribar. El rostro sonriente de Oscar se entremezclaba con
cientos de banderas puertorriqueñas, las y los jóvenes que en
su momento se lanzaron a las calles a homenajear a Filiberto y a los
Macheteros, supieron organizar miles de actos, marchas, acciones
culturales, en los que el pensamiento de Oscar, sus reflexiones
patrióticas ("Amo a mi patria a pesar de que es la colonia más
antigua del mundo. Y es por eso que sigo diciendo que amar a Puerto
Rico no cuesta nada. Lo que sería costoso es si la perdemos”.)
vigorizaba todos ellos y ayudaba para sumar más y más voluntades
tanto adentro como fronteras afuera.
La
constante solidaridad de Cuba con la causa puertorriqueña ayudó a
que la campaña mundial por Oscar adquiriera una dinámica que
posibilitó que su caso, en el marco de tantos y tantos prisioneros
antiimperialistas, se comenzara a convertir en símbolo de exigencia
de libertad para todos ellos y ellas. Así fue, que recientemente,
cuando Oscar cumplió 74 años, la movilización popular alcanzó un
clímax que ni el propio patrón del Imperio pudo ignorar. Y de allí,
no lo dudemos, de esa fuerza incontenible que es la de pelear por las
causas justas surge este mezquina concesión de míster Obama, que en
vez de abrir ya las puertas de la prisión, posterga hasta mayo esa
alegría que todos hoy festejamos por anticipado.
Volverás
Oscar a tu amada Nación puertorriqueña, lo harás invicto como los
grandes luchadores y luchadoras, y cuando llegues a pisar esa tierra
por la que sigues luchando te confundirás en mil abrazos, y entre
ellos, en primera fila verás a otro guerrero como tú, que también
se alzó en armas y masticó durante décadas la bronca carcelaria y
que ahora sigue batallando sin descanso a pesar de los años. Se
llama Rafael Cancel Miranda, y ha sido uno de los más insistentes
con sus escritos y poemas en reclamar tu libertad a escala
internacional. Te bañarás en multitudes Oscar, en merecidos
agradecimientos por haber sido tan fuerte como un roble, y lo que es
más importante, tu nombre será vitoreado por esas nuevas
generaciones que más temprano que tarde serán las llamadas a
conseguir la impostergable independencia, por la que patriotas como
tú fueron marcando el camino. Ese día, desde todos los confines de
Nuestra América, gritaremos: ¡Viva Puerto Rico libre!, no tengas
dudas Oscar.
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