29 de noviembre de 2016
Crédito: RT
Con la llegada de Trump al poder, todo son incógnitas. Una de ellas consiste en que aún no se sabe hasta qué punto Donald Trump llevará a cabo la agresiva política arancelaria de la que tanto alardeó durante su campaña, que giraba en torno a ejes fuertemente nacionalistas, uno de los cuales, en el ámbito económico, era el proteccionismo comercial que se correspondía con su exitoso lema 'America first' ("América Primero").
Una
de las claves de la campaña de Trump fue prometer una política
comercial proteccionista con la producción nacional. Sin embargo, en
algunos casos, ésto podría ser muy arriesgado.
Foto: Reuters |
Con la llegada de Trump al poder, todo son incógnitas. Una de ellas consiste en que aún no se sabe hasta qué punto Donald Trump llevará a cabo la agresiva política arancelaria de la que tanto alardeó durante su campaña, que giraba en torno a ejes fuertemente nacionalistas, uno de los cuales, en el ámbito económico, era el proteccionismo comercial que se correspondía con su exitoso lema 'America first' ("América Primero").
En
concreto, uno de sus más agresivos anuncios fue el de su
intención de rectificar la injusticia percibida en el comercio con
China imponiendo una tarifa del 45% a todas las importaciones
provenientes del gigante asiático. Además, en un apartado la página
web de la campaña Trump - Pence, puede leerse un plan de 7
puntos para "reconstruir la economía americana luchando
por el comercio libre". Dos de esos siete puntos aluden a China,
en términos de verdadera batalla legal:
-
"Instruir al Representante de Comercio de los Estados Unidos
para que presente cargos en los casos comerciales contra China, tanto
en este país como en la Organización Mundial del Comercio (OMC). El
comportamiento injusto de China con los subsidios está prohibido por
los términos de su ingreso en la OMC".
-"Utilizar
todos los poderes presidenciales legítimos para solucionar los
conflictos comerciales si China no detiene sus actividades ilegales,
incluido el robo de secretos comerciales estadounidenses; así como
la aplicación de aranceles compatibles con los artículos 201 y 301
de la Ley de Comercio de 1974 y el artículo 232 de la Ley de
Expansión Comercial de 1962".
Una
amenaza temeraria
La
respuesta de China no ha sido precisamente sutil. A través del medio
de comunicación controlado por el gobierno, el diario Global Times,
advirtió a mediados de noviembre que en caso de que Trump cumpla sus
amenazas, ocurrirá lo siguiente: "Remesas de pedidos para
Boeing serán reemplazadas por Airbus. Las ventas de coches
estadounidenses y de iPhones sufrirán un revés, y las importaciones
de soja y maíz de EEUU se paralizarán. China también puede limitar
el número de estudiantes americanos en el país (...). Si Trump echa
por tierra el comercio entre EEUU y China, un número de industrias
estadounidenses se verán afectadas. Finalmente, el nuevo presidente
será condenado por su imprudencia, ignorancia e incompetencia".
ay
que tener en cuenta que para una empresa como Apple, en la que casi
el 20% de sus ingresos trimestrales provienen de China,
un desencuentro comercial importante entre EE.UU. y China sería
desastroso. Tal como afirma el portal The Verge, "la relación
simbiótica entre los Estados Unidos y China es más profunda que el
evidente y generalizado consumo estadounidense de bienes chinos (...)
Lo que haría que una guerra comercial [entre ambos países] fuese
realmente catastrófica para los Estados Unidos no es sólo que
artículos como los iPhones serían más caros de producir y por
lo tanto de comprar para los consumidores locales; es que China
podría decidir que no quiere comprar ninguno. Y eso probablemente
provocaría el mayor cambio en la economía mundial desde la crisis
financiera de 2008".
Lo
más probable, sin embargo, es que Donald Trump -tal como le
recomienda su equipo de asesores- retroceda en sus temerarias
intenciones y todo quede en una bravuconada populista de campaña
electoral. Lo más conveniente para los Estados Unidos, en el
escenario económico actual y real, sería ver en China un aliado
comercial, y no una amenaza.
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