04 de junio de 2017
Crédito: alai
Agencia Latinoamericana de Información
Emilio Marín
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Emilio Marín
El
presidente chino mantiene unido su gobierno y moderniza su ejército,
sin invadir ni amenazar a nadie. Trump hace todo lo contrario: tiene
conflictos internos, incluso en las FFAA, y amenaza la paz mundial,
por ejemplo en Corea.
El
contraste entre los mandatarios de los países más poderosos del
mundo va quedando más claro durante 2017, cuando Donald Trump asumió
en Washington y Xi Jinping está cumpliendo cinco años como
secretario general del Partido Comunista de China (como presidente
desde marzo de 2013).
Esas
diferencias son políticas, ideológicas, del contenido de clase de
los respectivos gobiernos y también de estilo y características de
ambos líderes. Eso va mucho más allá de la inexperiencia de uno en
la Casa Blanca y el quinquenio de maduración del otro en Beijing,
luego de haber sido secretario del PCCh en Hebei en 1982 y gobernador
de Fujian en 2000.
De
Trump se sabe que no logra unificar al partido republicano en el
Senado para rematar el programa médico Obamacare, un mal menor para
los norteamericanos de menores recursos. El magnate dejaría sin
cobertura a 24 millones de esas personas y por eso no todos los
senadores levantan la mano por esa contrarreforma.
Trump
tampoco logra cohesión de su gabinete. El nuevo director de
comunicaciones, Anthony Scaramucci, provocó la renuncia del vocero
de prensa, Sean Spicer. Scaramucci sólo duró diez días pues fue
despedido luego de descalificar al saliente jefe de gabinete, Reince
Priebus. Siete altos cargos que dejaron de serlo en el corto lapso
que Trump gobierna: el consejero de Seguridad Nacional, Mike Flynn;
el predecesor de Scaramucci, Mike Dubke; Priebus; el director del
FBI, James Comey; el portavoz de la Casa Blanca, Spicer; y la fiscal
general en funciones, Sally Yates. Y está caminando en la cornisa el
fiscal general Jeff Sessions, por haberse excusado de defender al
presidente en el escándalo de supuestas relaciones con Rusia.
Alguien
se puede preguntar si, no obstante, el presidente mantiene buena
relación con su indispensable aparato militar. Sólo en parte. Una
diferencia hubo a raíz del cambio de postura de Trump respecto a los
militares de diferentes orientaciones sexuales. En la campaña
electoral había posado de tolerante hacia la comunidad LGBT, pero en
los últimos días se despachó con que ninguno podría quedarse en
el servicio. “Nuestras Fuerzas Armadas deben centrarse en la
victoria decisiva y arrolladora, y no pueden ser lastradas con los
enormes costes médicos y la perturbación que implicarían los
transexuales”, argumentó el homofóbico.
56
generales y almirantes cuestionaron ese veto porque causaría
significativas alteraciones y privaría de talento a las misiones.
Unos 6.600 militares serían afectados por una prohibición que dejó
de tener vigencia en 2011. Trump genera conflictos en su frente
interno, incluso en el castrense.
Sol
sale por el Este
La
situación política, económica y militar de China resulta muy
diferente. Se encaminan al XIX Congreso del Partido Comunista, en un
clima de unidad y cohesión en torno al plan de llegar a 2020 con una
prosperidad básica para sus 1.360 millones de habitantes. Dentro de
eso está el objetivo de sacar en tres años a 70 millones de la
pobreza, en particular de zonas rurales. Según el Banco Mundial, el
país ya lo hizo con 700 millones en los últimos 25 años, metas que
el resto de los países no pueden lograr no sólo porque sus
poblaciones son inferiores en número sino porque la naturaleza de
sus gobiernos es diferente a la épica maoísta de “servir al
pueblo”.
El
próximo congreso del PCCH ratificará la meta de llegar al
centenario de la revolución, en octubre de 2049, como un país
socialista modernizado.
Y
para lograrlo no entra en sus mentes agredir a otros ni someterlos
como es tan habitual en Estados Unidos y sus socios europeos. Su
filosofía es ganar-ganar. Su mayor proyecto económico comercial y
de infraestructura es la moderna Ruta de la Seda, que involucra a 60
países y un tercio de la economía mundial, interrelacionándose
mucho más con el resto de Asia, Europa y África.
Ese
proyecto, que reunió en Beijing en mayo a un centenar de gobernantes
y entidades del mundo, fue propuesto por Xi en 2013. Y lo han asido
firmemente los dirigentes del partido y el estado. Ellos trabajan en
unidad, no idílica ni perfecta, pero con un nivel de cohesión que
contrasta con el desorden generalizado en la Casa Blanca. “Hay un
gran desorden bajo los cielos”, sintetizaría una típica frase
oriental.
¿Aspirará
Xi a un segundo mandato? Tiene 63 años de edad y está cumpliendo su
primer turno en Beijing. Alentado por los logros, es muy posible que,
como su predecesor Hu Jintao y otros, sea votado para cinco años
más.
Con
el mazo dando
El
1 de agosto se cumplieron los 90 años del Ejército Popular de
Liberación (EPL), fundado en 1927 con el levantamiento de Nanchang.
Ocurrió cuando el Kuomintang de Chiang Kai-shek traicionó la unidad
con el Partido Comunista y los objetivos conjuntos de la revolución
agraria comenzada tres años antes, y pasó a masacrar militantes en
Shanghai y otras ciudades. Los sobrevivientes se fueron a las
montañas de Chingkang, donde se nuclearon restos de unidades
militares sublevadas, campesinos armados, etc.
Luego
de soportar cinco campañas de cerco y aniquilamiento del Kuomintang,
ese núcleo revolucionario que tenía dos brazos (el 8° Ejército y
el Nuevo Cuarto Cuerpo de Ejército) tuvo que salir rumbo al norte,
so pena de ser aniquilado. Recorrió en un año 12.500 kilómetros,
combatiendo con sentido de autodefensa, buscando una base de apoyo
segura, que logró en Yenán y ya bajo la dirección de Mao Tsé
tung.
En
1934 luchaba en dos frentes: contra el Kuomintang y contra los
invasores japoneses que ocupaban cuatro provincias del norte chino.
Mao reclamaba y practicaba una política de frente unido Antijaponés,
que Chiang no aceptó hasta 1937.
Después
de derrotados los japoneses en 1945, recomenzó la nunca acabada
guerra civil revolucionaria y el EPL derrotó a los “nacionalistas”
que se refugiaron en Taiwán con la ayuda de la flota norteamericana.
De
los 40.000 soldados, más bien guerrilleros, que seguían a Mao en
Yenán, a Beijing llegaron alrededor de un millón, para crear la
República Popular en octubre de 1949. Hoy el EPL tiene 2 millones de
soldados, aunque en los últimos dos años la reforma de Xi, que
procura más calidad antes que cantidad, se propuso disminuir en
300.000 efectivos.
El
30 de julio pasado el ejército conmemoró su aniversario con un
desfile de 12.000 efectivos, con armas nuevas, en la base de Zhurihe,
de la región autónoma de Mongolia Interior. Se expusieron 600
piezas de equipos militares, de las que la mitad eran versiones
nuevas.
Según
el cable de Xinhua, “entre ellas se encontraban los misiles
tierra-aire HQ-9B, capaces de interceptar misiles balísticos
tácticos enemigos, y el misil SAM HQ-22, diseñado para interceptar
misiles de aviones de ala fija y de crucero. También se pudieron ver
los misiles aire-buque YJ-83K, que pueden operar en cualquier
condición meteorológica y altitud y alcanzar con precisión a
múltiples blancos fuera del campo visual. El YJ-83K está diseñado
para golpear principalmente a buques y flotillas de superficie de
tamaño mediano y grande”.
La
agencia china detalló que “el punto culminante de la parada fueron
los misiles convencionales y nucleares de la Fuerza de Misiles del
EPL, como el balístico Dongfeng-26, que puede ser disparado con poca
antelación y equipado con una ojiva nuclear; los misiles balísticos
Dongfeng-21D terrestres, 'asesinos de portaaviones', y el misil
convencional Dongfeng-16G, diseñado para ataques de precisión”.
La
modernización demanda educación superior. El EPL cuenta con 43
instituciones, incluyendo la Universidad de Defensa Nacional y la
Universidad Nacional de Tecnología de Defensa, 35 especializadas en
servicios armados específicos y seis de fuerzas de policía armada.
El
1/8, 90° aniversario de esa fuerza, el presidente Xi pronunció un
discurso en una reunión especial en Beijing. Por un lado ratificó
la modernización del EPL, que ha pasado de ser una fuerza de
servicio único de “mijo más rifles” a un ejército con
servicios plenamente desarrollados y completada básicamente la
modernización.
Por
otro lado quedó claro que la política dirige al fusil: “el
ejército popular debe asegurar firmemente el liderazgo del PCCh y el
sistema socialista, proteger la soberanía nacional, la seguridad y
los intereses de desarrollo así como la paz regional y mundial”.
El
orador insistió en que China quiere la paz y nunca busca la agresión
o expansión, pero que mantiene la confianza en derrotar todas las
invasiones. “Nadie debe esperar que nosotros pasemos el mal trago
del daño a nuestra soberanía, seguridad o intereses de desarrollo”,
declaró, por lo cual pidió al EPL estar preparado “para la guerra
mediante la forja de unas fuerzas de élite y poderosas que estén
siempre listas para la lucha, aptas para el combate y seguras de
vencer”. Hay varios modelos y opciones para garantizar la paz y la
seguridad así como prevenir la guerra, pero los medios militares
deben seguir siendo la garantía definitiva, concluyó.
Más
claro, échele agua. ¿Habrán tomado nota Trump y las mentes más
calenturientas del Pentágono, ocupadas como están en amenazar a
Corea del Norte y Venezuela?
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