martes, 1 de agosto de 2017

¡Dime a quien bendices y te diré en quien crees!

 24 de julio de 2017
Crédito: Correo del Orinoco
Ramón Blasco

A medida que avanza la humanidad, y que el antagonismo entre las clases sociales se agudizan, y la confrontación política se hace frecuente en nuestra sociedad, la iglesia católica venezolana al igual que pasa en el resto del mundo, deja cada vez más claro su verdadera misión, caracterizada por flagrantes contradicciones entre la “chachara” que de domingo a domingo le lanzan a quienes ellos llaman sus fieles, y las posturas que asumen muchos de sus acomodados representantes cuando las realidades y necesidades del pueblo pobre requiere del apoyo, la solidaridad y la “misericordia” de “ sus representantes de Dios en la tierra”.

Los venezolanos hemos podido apreciar algunas posturas y obras de estos “misioneros del Señor”, como por ejemplo la presencia de un Monseñor avalando el golpe de estado contra la democracia venezolana, declaraciones y opiniones de curas, cardenales y obispos contra el gobierno, mítines de los curas en misas de domingo, convirtiendo las iglesias en centros de guarimbas y de propaganda sucia contra el gobierno revolucionario.

Si esto ya es bastante anormal por no corresponder esta conducta con la misión tan cacareada que se le atribuye a la iglesia para con el pueblo, algo que se sale de toda imaginación posible, es la bendición por parte de unos curas a unas bandas de mequetrefes, terroristas y marionetas serviles de la contrarrevolución, lo que reafirma mi negativa a prestarme a creer en algo que a lo largo de la historia no ha servido sino de sostén y bastardos argumentos al servicio de los poderosos que oprimen, engañan y explotan los sentimientos y la fe de los pueblos del mundo.

Como creerle una homilía, un sermón o cualquier mensaje cristiano a un cura que es capaz de bendecir a unos bandoleros, incendiarios, asesinos y violadores de los derechos humanos, incluso la vida de quienes suponen o sospechan, piensan distinto a ellos. ¿ Dónde quedan los valores morales y éticos de quienes se dicen representantes de Dios y que son capaces de bendecir a unos desalmados, que si algo tienen de cristianos, tendremos que aceptar que cristo si aró en el mar cuando anduvo por aquí en la tierra.? La postura asumida por algunos obispos, arzobispos, cardenales y curas ante el conflicto político que vive la patria, echa por tierra toda la filosofía y la fundamentación de la iglesia, que según ella profesa luchar por la justicia junto a los oprimidos, pero en la práctica vemos que en su mayoría muchos de sus ministros piensan más en sus bienes patrimoniales, derechos y privilegios , antes que ayudar a la humanidad a liberarse de la pobreza, de la miseria y la opresión de los poderosos contra el débil.

Por sus obras los conoceréis”, reza la frase de Jesús dirigida a sus apóstoles, y verdad que los curas que bendijeron a los terroristas incendiarios nadie los conocía; ahora ya sabemos quienes son y de lo que son capaces estos curas hijos de… Dios, quienes infringiendo los más sagrados sentimientos de fe cristiana y burlándose de quienes creen en ellos y sus verborreas domingueras, utilizan esa fe para su guión terrorista y golpista, aliándose a quienes a todas luces son unos asesinos y matones, ante los cuales Judas es un niño de pecho.

Qué más le faltará a la iglesia católica para demostrar realmente lo vacío de un discurso que constantemente llama al sacrificio, a poner la otra mejilla y auxiliar al prójimo cuando su práctica no se corresponde con su prédica. José Martí el gran héroe cubano decía: ¡Hacer es la mejor forma de decir!, y según la misma iglesia católica Jesús dijo: “ No todo el que dice ¡Señor¡ ¡Señor! Entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi padre, que está en los cielos”.

Tenemos curiosidad por saber cuál será la opinión allá en Roma ante la conducta de unos curas que son peores que los desalmados guarimberos, ya que estos no esconden su conducta debajo de una cruz ni detrás de la vida de Jesús; tampoco en el supuesto sacrificio espiritual que por siglos dicen practicar quienes hoy se dan la mano con estos malandros asesinos del pueblo venezolano. Debo reconocer haber conocido y trabajado en algunas comunidades con curas apegados a una práctica social en la que si es posible ver la presencia del Dios de los pobres, humildes, un Dios cercano a los humanos que siente hambre y dolor por el amigo, muy distinto al Dios de Trump, Obama, de Macri, Temer, Santos, Capriles, Maria Corina, Leopoldo y la Tintori , Mendoza y demás especímenes que en nombre de Dios, amasan grandes fortunas, roban la tierra del campesino, eliminan las pensiones a los pobres, privatizan la salud y la educación, y si faltaba algo, ahora la iglesia, plataforma y base de sustentación del capitalismo, bendice criminales y piromaníacos. ¿Cómo creer en la fe de Baltazar Porras, en su amor por los pobres después de haber llamado “mis muchachos” a quienes asaltan, atemorizan y destruyen a quienes suponen adversarios políticos.?. ¿ No son los comunistas “come- muchachitos” los que acaban con la propiedad privada, que expropian y asesinan? ¡Hay una diferencia!, ¡claro que la hay!, entre un socialismo que llama al diálogo y a la paz, que trabaja por la convivencia entre los venezolanos y unos hijos…. Del Señor, que utilizan a la chinita, a la Divina Pastora, las misas de domingos y todos los días, para vomitar su odio y ruindad, simulado bajo una sotana y una cruz en el pecho. Hay una diferencia entre los muchachos de Baltazar Porras y los muchachos de la revolución. Mientras los muchachos de B. Porras ponen barricadas en urbanizaciones para cobrarle a los vecinos que necesitan salir de allí, los muchachos de la revolución visitan casa por casa, viendo las necesidades de la población para ayudarlos y oír sus propuestas.

Mientras los muchachos de B. Porras trancan autopistas y asaltan cuarteles militares, los muchachos de la revolución, en perfecta unión cívico- militar, apoyando y asesorando a los productores y campesinos para producir más y mejor. Mientras los muchachos de B. Porras asesinan a guardias nacionales y a sus propios compañeros, los muchachos de la revolución, en barrios, pueblos y caseríos, atienden en Barrio Adentro a los venezolanos que requieren atención médica.

Mientras los muchachos de B. Porras se drogan para salir a llenar las calles de Venezuela de terror, zozobra, odio, y tristeza, los muchachos de la revolución se preparan en gimnasios, pistas, canchas y piscinas, teatros y sinfónicas, para salir a representar a Venezuela y demostrar que no en vano se han ganado el nombre de la generación de oro. Basta ver lo que son capaces de hacer los muchachos de B. Porras, para darnos cuenta que Satanás le ganó la partida con esos muchachos y que para recuperarlos de las manos del diablo, le hará falta algo más que una bendición…. Exorcismo con ellos. Definitivamente la decadente religión católica a través de los años, continúa decepcionando a muchos de sus seguidores, aquellos para quienes el primer atributo de Dios es el amor: es por eso que les es difícil digerir posturas como la de estos curas que tenemos en nuestro país, quienes aún a estas alturas no entienden aquello de “amaos los unos a los otros”.

De la actuación de estos emisarios de Dios se podrán decir muchas cosas, pero sus conductas son tan ajenas a sus misiones y funciones, que por mucho que se pueda decir o escribir sobre estos embaucadores mercantilistas de la fe, sicarios del sentimiento y la creencia de los pueblos, no será suficiente para ilustrar la gran contradicción en ellos, entre el decir y el hacer. Por todo esto, lo único que se le ocurre pensar a uno es que estos curas opositores en lo único que han creído siempre es en el bienestar y la comodidad que les deja predicar siempre al favor del poderoso. Por eso su fe tiene precio y se la venden al mejor postor, porque los fieles, los devotos, las ovejas descarriadas, no compran fe, solo exigen seguir el ejemplo del carpintero de Nazaret que anduvo, luchó, sufrió y murió entre los pobres. Sortarios estos curas, que este gobierno socialista no se parece en nada a aquel que enfrentó Jesús.

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