19 de octubre de 2016
Crédito: RT
Carlos Santa María
Carlos Santa María
En
las elecciones presidenciales estadounidenses se juega en gran parte
el destino del planeta, por lo cual la selección del próximo
mandatario es crucial y su proceso requiere un análisis muy serio.
Como
se ha develado, Donald Trump ofrece un proyecto encaminado a
desarrollar a EE.UU. desde su interior, concentrando los esfuerzos en
la creación de empleo, limitación
de inmigrantes, desarrollo de la empresa y negocios, evitando los
conflictos militares, pues son un desangre presupuestario. Hillary
Clinton ha planteado su compromiso con los sectores más poderosos
del país, junto a los cuales realizará un nuevo despegue económico
y político a través de la inversión y la guerra.
Sin
embargo, los programas completos de ambos candidatos no son el eje
central de la campaña, puesto que se ha convertido en un 'show'
mediático donde se ha apelado a sentimientos y emociones, junto con
denuncias, como fuente.
Al
respecto, existen tres consideraciones que se deben analizar.
Una,
los candidatos son rechazados por más de la mitad de la población
estadounidense.
Y
la razón fundamental es que no representan al estadista en tanto
figura política que comprende y dirige una nación con seriedad,
sino que se han convertido en personajes banales inmersos en una
pelea de barrio donde los insultos y las recriminaciones están por
encima de la discusión sopesada de proyectos sociales, económicos,
espirituales y humanos, que son los que requiere entender una nación.
Dos,
el tema moral ha reemplazado a la investigación para definir
candidaturas.
Ante
la falta de profundidad en el estudio de las propuestas a la primera
magistratura se ha puesto en primer orden el comportamiento humano
como criterio de selección, magnificando conductas que en otro
momento serían propias de la vida cotidiana.
El
hecho de que Trump se haya referido a mujeres que aceptan todo cuando
se trata de famosos es verdadero, pues en el plano de artes como el
cine, al igual que en el área empresarial o política, los favores
sexuales o la coacción son parte integrante de dichos sectores:
negarlo es parte de una cultura hipócrita. Sin ir más lejos, Bill
Clinton representa exactamente lo que dijo el magnate aspirante.
No
obstante, la opositora ha empleado este motivo como fuente de su
ataque: todas las mujeres han sido señaladas como prostitutas
potenciales, lo cual es una exacerbación absurda y desconoce el
valor de la mujer como persona en su integridad real. De igual modo,
los correos
filtrados por WikiLeaks han demostrado que Hillary posee una
conducta moral reprobable pues, además de burlarse de inmigrantes,
latinos y personas de sectores bajos, posee una perspectiva clasista
que aborrece a quienes no están en su círculo íntimo. Cohonestar
la infidelidad puede ser más "amoral" que decir la verdad
y, en esa dirección, el género femenino queda en entredicho.
Tres,
el ciudadano elector estadounidense no posee una información
confiable de lo que ocurre realmente en este proceso pues,
decididamente, los Medios y Wall Street se han aliado con Clinton
para detener a un candidato que dice lo que desea ya que no está
atado a un sistema donde los favores se pagan luego de obtener la
presidencia del país.
En
este sentido, independientemente de la estatura ética, las
posiciones que se enmarquen en el respeto a las soberanías y lo
innecesario de fomentar conflictos bélicos en otros continentes es
rechazado por las organizaciones para las cuales la guerra es la
fuente de su riqueza.
En
síntesis, la elección se ha configurado como un problema moral y no
esencial donde parece más peligrosa la sexualidad lasciva por sobre
las actividades criminales de intervención, genocidio y tortura.
Es
arriesgado, aunque necesario, proponer una predicción que va más
allá de la selección de Trump o Clinton. Así, este periodo de la
nación norteamericana parece proveer las condiciones para una crisis
interna que se puede traducir en secesiones regionales, incremento de
la violencia social, aumento de la pobreza y la indigencia en salud,
manejo cuestionado de los Medios, avance de la crítica política
antisistema, fuerte represión y control gubernamental que, entre
otros, pueden crear una situación de "desarmonía social
funcional".
El
pronóstico más serio va ligado a que la selección de una
mandataria puede conducir a una espiral belicista de incalculables
consecuencias, ya iniciado por un Premio Nobel de la guerra como lo
ha sido Barack Obama quien, ante su incapacidad para enfrentarse y
derrotar al terrorismo de Daesh y Al Qaeda, opta por la amenaza de la
disuasión atómica. Pese a ello, su terror a bases militares
alternativas en América Latina provee un grado de disuasión a la
confrontación en mayor escala, aunque siempre existe la posibilidad
de una bandera falsa a través de ataques nunca reconocidos o "por
error".
Finalmente,
utilizando la misma técnica empleada en España con el tema
Venezuela, el hecho que Donald Trump realice un elogio de Vladimir
Putin como estadista reconocido mundialmente, se ha manipulado
aprovechando toda la propaganda anti rusa realizada por décadas en
el cine, la televisión y la prensa belicista, apelando al
inconsciente colectivo que no comprende que su principal enemigo es
aquel que ha conducido a Estados Unidos a una contradicción
interna muy fuerte y , posiblemente, a su debacle por una guerra
nuclear producto de las ambiciones anti ciudadanas de Wall Street.
Todo
indica que la Tercera Guerra Mundial ya está en curso. El planeta
sabrá a qué atenerse muy pronto.
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