26 de noviembre de 2016
Crédito: Informador.mx
El
comunismo se había derrumbado en Europa y la ayuda soviética para
la isla fue cortada. La comida escaseaba. Los cortes de energía
eléctrica silenciaban los televisores que normalmente sintonizaban
una telenovela por las noches. Las fábricas se deterioraban en el
calor tropical.
El
título de un libro estadounidense parecía ser preciso: "La
hora final de Castro". Era 1992.
Sin
embargo, la "hora final" de Castro se convirtió en
semanas, meses y finalmente años. Incluso cuando China y Vietnam
abrazaron el libre mercado, Castro se aferró a sus creencias
socialistas y el supuesto dinosaurio del comunismo siguió gobernando
por otra década y media. En el camino se convirtió en el padrino
del resurgimiento de la izquierda en América Latina, guiando a una
nueva generación de líderes: Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales
en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador.
Ningún
otro líder del Tercer Mundo generó tanta hostilidad de Estados
Unidos, y por tanto tiempo. Castro llevó al planeta al borde de la
guerra nuclear en 1962, envió decenas de miles de tropas para ayudar
a gobiernos izquierdistas en África y alentó movimientos
guerrilleros que lucharon en Latinoamérica contra gobiernos
respaldados por el gobierno estadounidense.
Soportó
el embargo de Estados Unidos y sobrevivió a 10 presidentes
estadounidenses que promovían un cambio de régimen en Cuba.
Finalmente renunció 11 meses antes de que Barack Obama llegara a la
Casa Blanca, pero no por presiones de ese país, sino por una grave
enfermedad.
Por
más que haya conservado su actitud desafiante, su poder comenzó a
diluirse a mediados de 2006, cuando fue afectado por problemas
gastrointestinales que casi le cuestan la vida. En aquel momento,
cedió primero provisionalmente y luego de manera definitiva la
jefatura de Estado a su hermano Raúl. Se jubiló definitivamente 19
meses después, cuando Raúl pasó a ser oficialmente el presidente
de Cuba. En el 2011 dejó su último cargo público, el de jefe del
Partido Comunista, el que también quedó en manos de Raúl.
Y
el viernes finalmente murió.
Hasta
el final, Castro fue una figura divisiva. Para muchos fue un defensor
de los pobres que junto con Ernesto "Che" Guevara convirtió
una violenta revolución en un ideal romántico, un símbolo de
liberación que derrocó a un dictador y trajo educación y salud a
las masas. Para los exiliados que deseaban la muerte de Fidel, él
personificaba un régimen represivo que encerró a opositores
políticos, suprimió las libertades civiles y destruyó la economía
de la isla.
Cientos
de miles de cubanos comenzaron a huir al norte casi inmediatamente
después de que la revolución de Castro comenzó a virar la Cuba
capitalista hacia un estado socialista, lo cual desanimó a
reformistas que pensaban que sólo buscaba sacar del poder a
Fulgencio Batista y restaurar la democracia.
El
éxodo transformó no sólo a Cuba, sino también partes de Estados
Unidos, sobre todo el sur de Florida, que se convirtió en el centro
del sentimiento anticastrista. Conforme ganaron fuerza política, los
exiliados cubanos se opusieron a suavizar el embargo contra la isla.
Para aquellos a cuyas familias les confiscaron sus bienes, Castro no
era más que un tirano.
Aunque
fuera amado u odiado, no hubo duda que Castro jugó un papel
fundamental en la escena mundial durante gran parte del siglo XX,
siempre desde la isla, más pequeña que Pennsylvania, y que una vez
fue visto como un lugar para ir a jugar y tomar el sol.
Los
"barbudos", como los rebeldes eran conocidos, marcharon
triunfantes hacia La Habana días después de que Batista huyó el 1
de enero de 1959. Los Estados Unidos fueron de los primeros países
en reconocer al nuevo gobierno. Sin embargo, la imagen de los
insurgentes pronto se ensombreció cuando tribunales improvisados
mandaron a funcionarios del antiguo régimen al pelotón de
fusilamiento.
Castro
se indignó por las críticas de Estados Unidos, que consideró
injustas. Ese tono lo uso una y otra vez durante las siguientes
décadas, convencido hasta el final de la justicia de su revolución.
El
hombre que se convertiría en un símbolo global del comunismo fue el
hijo de un El
comunismo se había derrumbado en Europa y la ayuda soviética para
la isla fue cortada. La comida escaseaba. Los cortes de energía
eléctrica silenciaban los televisores que normalmente sintonizaban
una telenovela por las noches. Las fábricas se deterioraban en el
calor tropical.
El
título de un libro estadounidense parecía ser preciso: "La
hora final de Castro". Era 1992.
Sin
embargo, la "hora final" de Castro se convirtió en
semanas, meses y finalmente años. Incluso cuando China y Vietnam
abrazaron el libre mercado, Castro se aferró a sus creencias
socialistas y el supuesto dinosaurio del comunismo siguió gobernando
por otra década y media. En el camino se convirtió en el padrino
del resurgimiento de la izquierda en América Latina, guiando a una
nueva generación de líderes: Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales
en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador.
Ningún
otro líder del Tercer Mundo generó tanta hostilidad de Estados
Unidos, y por tanto tiempo. Castro llevó al planeta al borde de la
guerra nuclear en 1962, envió decenas de miles de tropas para ayudar
a gobiernos izquierdistas en África y alentó movimientos
guerrilleros que lucharon en Latinoamérica contra gobiernos
respaldados por el gobierno estadounidense.
Soportó
el embargo de Estados Unidos y sobrevivió a 10 presidentes
estadounidenses que promovían un cambio de régimen en Cuba.
Finalmente renunció 11 meses antes de que Barack Obama llegara a la
Casa Blanca, pero no por presiones de ese país, sino por una grave
enfermedad.
Por
más que haya conservado su actitud desafiante, su poder comenzó a
diluirse a mediados de 2006, cuando fue afectado por problemas
gastrointestinales que casi le cuestan la vida. En aquel momento,
cedió primero provisionalmente y luego de manera definitiva la
jefatura de Estado a su hermano Raúl. Se jubiló definitivamente 19
meses después, cuando Raúl pasó a ser oficialmente el presidente
de Cuba. En el 2011 dejó su último cargo público, el de jefe del
Partido Comunista, el que también quedó en manos de Raúl.
Y
el viernes finalmente murió.
Hasta
el final, Castro fue una figura divisiva. Para muchos fue un defensor
de los pobres que junto con Ernesto "Che" Guevara convirtió
una violenta revolución en un ideal romántico, un símbolo de
liberación que derrocó a un dictador y trajo educación y salud a
las masas. Para los exiliados que deseaban la muerte de Fidel, él
personificaba un régimen represivo que encerró a opositores
políticos, suprimió las libertades civiles y destruyó la economía
de la isla.
Cientos
de miles de cubanos comenzaron a huir al norte casi inmediatamente
después de que la revolución de Castro comenzó a virar la Cuba
capitalista hacia un estado socialista, lo cual desanimó a
reformistas que pensaban que sólo buscaba sacar del poder a
Fulgencio Batista y restaurar la democracia.
El
éxodo transformó no sólo a Cuba, sino también partes de Estados
Unidos, sobre todo el sur de Florida, que se convirtió en el centro
del sentimiento anticastrista. Conforme ganaron fuerza política, los
exiliados cubanos se opusieron a suavizar el embargo contra la isla.
Para aquellos a cuyas familias les confiscaron sus bienes, Castro no
era más que un tirano.
Aunque
fuera amado u odiado, no hubo duda que Castro jugó un papel
fundamental en la escena mundial durante gran parte del siglo XX,
siempre desde la isla, más pequeña que Pennsylvania, y que una vez
fue visto como un lugar para ir a jugar y tomar el sol.
Los
"barbudos", como los rebeldes eran conocidos, marcharon
triunfantes hacia La Habana días después de que Batista huyó el 1
de enero de 1959. Los Estados Unidos fueron de los primeros países
en reconocer al nuevo gobierno. Sin embargo, la imagen de los
insurgentes pronto se ensombreció cuando tribunales improvisados
mandaron a funcionarios del antiguo régimen al pelotón de
fusilamiento.
Castro
se indignó por las críticas de Estados Unidos, que consideró
injustas. Ese tono lo uso una y otra vez durante las siguientes
décadas, convencido hasta el final de la justicia de su revolución.
El
hombre que se convertiría en un símbolo global del comunismo fue el
hijo de un capitalista.
Ángel
Castro llegó desde la provincia española de Galicia para lugar
contra la independencia cubana y se estableció en la nueva nación
en 1902 como un trabajador sin tierra. Reclutó trabajadores para las
compañías azucareras estadounidenses y luego compró una próspera
plantación.
Décadas
después, la plantación sería una de las primeras propiedades
confiscadas por el gobierno de su hijo bajo un programa de reforma
agraria.
Fidel
Castro nació el 13 de agosto de 1926, hijo de Lina, la doncella,
amante y a la postre segunda esposa de Ángel, el padre. Ambos
tenían raíces en Galicia, España. Castro se crió en una vivienda
de dos pisos, construida en madera. Asistió a una escuela que
constaba de una sola aula, en una plantación, y aprendió a cazar.
Alguna vez, atendió el bar en un establecimiento de la familia,
junto a la carretera.
Más
tarde, Castro relató que la vida entre los hijos descalzos de los
campesinos pobres ayudó a formarle la conciencia social. De acuerdo
con algunos relatos, discutía con su padre, al plantearle la
inconformidad sobre el trato que recibían los trabajadores del
campo.
Castro
asistió a escuelas católicas en la ciudad oriental de Santiago y
luego en La Habana, donde se le nombró el mejor deportista de su
institución, por su habilidad para el basquetbol. Le encantaba
también el beisbol, aunque es falsa la leyenda de que llegaron a
echarle el ojo los cazatalentos de las Grandes Ligas.
Cuando
estudiaba derecho en la Universidad de La Habana, Castro se sumergió
en el ambiente de caos político que reinaba. Se unió a "grupos
de acción", formados por estudiantes, que solían involucrarse
en actos violentos. Fue arrestado pero nunca acusado formalmente por
el asesinato del líder de otro grupo en 1948.
Se
unió a los intentos por derrocar al dictador dominicano Rafael
Trujillo, y participó en las protestas realizadas en Colombia tras
el asesinato de un candidato presidencial en esa nación.
Luego,
se volvió abogado activista con ambiciones de ocupar un escaño en
el Congreso de Cuba hasta que Batista organizó un golpe de Estado,
el 10 de marzo de 1952, con lo que se imposibilitaron las elecciones
previstas.
Fidel
y Raúl Castro respondieron organizando un ataque casi suicida al
cuartel Moncada en Santiago, el 26 de julio de 1953. Más de 60 de
los 119 participantes en ese asalto murieron, la mayoría torturados
después de su captura. Castro sobrevivió sólo gracias a que el
soldado que lo apresó lo llevó a una estación policial y no a los
cuarteles donde otros fueron muertos.
Castro
fue encarcelado, pero ganó simpatías por la respuesta sangrienta de
Batista al asalto.
Liberado
mediante amnistía, huyó junto con Raúl a México, y comenzó a
reclutar un pequeño ejército rebelde. Viajó también a la ciudad
de Nueva York a fin de recaudar dinero para su causa. Entre quienes
se le unieron en la Ciudad de México figuró Ernesto "Che"
Guevara, un médico argentino que había atestiguado el derrocamiento
de un presidente electo de Guatemala, mediante una operación
encubierta por la CIA.
En
1956, Castro zarpó con 82 combatientes en el "Granma", una
endeble embarcación diseñada para dar cupo a una docena de
personas, rumbo a Cuba. Las fuerzas de Batista fueron alertadas y
avistaron el barco antes de que atracara. Salvo 12, los rebeldes
fueron muertos o arrestados antes de que pudieran huir a la cercana
Sierra Maestra.
Pero
la guerra de guerrillas contra el régimen de Batista se volvió
gradualmente imparable, y culminó el 8 de enero de 1959, con el
ingreso de los rebeldes a La Habana, en medio de una muchedumbre
jubilosa. Para las generaciones de jóvenes que atestiguaron ese
momento, Castro se convirtió en un ícono histórico conocido
simplemente como Fidel. Durante décadas, la izquierda en América
Latina consideró a Castro prácticamente infalible.
Cientos
de miles de personas acudieron a los discursos de Castro, escuchando
durante horas su voz enérgica y persuasiva. En sus alocuciones, lo
mismo repasaba la historia mundial que enumeraba estadísticas
provinciales sobre la zafra, gastaba bromas sobre sus rivales y
tronaba contra la injusticia del capitalismo. Su discurso de 269
minutos ante la Asamblea General de Naciones Unidas impuso un récord
como el más largo, una marca que parece imposible de romper.
Poco
después de la Revolución, Castro puso la mirada fuera de la isla.
"¡Cuánto
necesitan América y los pueblos de nuestro hemisferio una revolución
como la que ha tenido lugar en Cuba!", destacó Castro días
después de su triunfo.
"¡Cómo
se necesita que los millonarios que se han enriquecido robando el
dinero del pueblo pierdan todo lo que se han robado!", añadió.
"¡Cómo necesita América que sean fusilados los criminales de
guerra de sus países!"
La
mayoría de los levantamientos inspirados por el gobierno cubano en
el extranjero fracasó, incluido el intento de Guevara por llevar la
revolución a Bolivia, donde fue capturado y muerto en 1967.
Pero
los rebeldes ayudados por Cuba derrocaron al gobierno nicaragüense
en 1979 y lucharon hasta la firma de tratados de paz en la década de
1990 en El Salvador y Guatemala.
Castro
sigue siendo un héroe para muchos africanos, por enviar a más de
350 mil cubanos para que se unieran a la guerra civil en Angola
contra una facción apoyada por Estados Unidos y por el gobierno
segregacionista de Sudáfrica.
Incluso
a una edad muy temprana, Castro parecía obsesionado con Estados
Unidos, algo natural en una nación pobre, ubicada apenas a 150
kilómetros (90 millas) de la potencia económica. Estudió inglés
en Santiago y practicó escribiendo una carta al presidente Franklin
D. Roosevelt en 1940. La misiva se conserva actualmente en el Archivo
Nacional de Estados Unidos.
"Presidente
de Estados Unidos. Si usted quisiera, deme un billete verde de 10
dólares estadounidenses", señala el texto, firmado por "Su
amigo, Fidel Castro.
La
carta añade "si quiere hierro para producir sus barcos, le
mostraré las mayores minas de hierro en la tierra, se encuentran en
Mayarí, en oriente de Cuba".
Quizás
sólo Castro supo cuándo abrazó el socialismo.
Cuando
luchaba contra Batista, negó constantemente ser comunista, y muchos
simpatizantes cubanos, periodistas extranjeros y compañeros de lucha
le creyeron. En aquella época, Raúl era considerado el radical de
la familia.
El
gobierno estadounidense cortó la ayuda al régimen de Batista en sus
últimos días. Pero ni siquiera los funcionarios estadounidenses más
recelosos de cualquier influencia soviética estaban seguros de qué
hacer con el líder rebelde.
Cuando
Castro visitó Estados Unidos como nuevo presidente de Cuba en abril
de 1959, denunció el comunismo, cortejó a la prensa, se reunió con
el entonces vicepresidente Richard Nixon y pasó su mano por entre
los barrotes para acariciar a un tigre en el zoo del Bronx.
En
un memorándum de cuatro páginas al presidente Dwight D. Eisenhower,
Nixon escribió que Castro era "o increíblemente ingenuo con
respecto al comunismo o está bajo la disciplina comunista".
Pero también manifestó que el líder de 32 años mostró "esas
cualidades indefinibles que hacen de él un líder.
Pensemos
lo que pensemos de él, va a ser un gran factor en el desarrollo de
Cuba y muy posiblemente en el de los asuntos de Latinoamérica en
general".
Inicialmente
muchas empresas estadounidenses querían trabajar con el gobierno
revolucionario, incluyendo Coca-Cola, que publicó un anuncio en una
revista celebrando "la resurrección de las libertades
democráticas en nuestro país".
La
popular revista cubana Bohemia dio la bienvenida a Castro y aseguró
a sus lectores que el mandatario nunca abrazaría el comunismo. Un
año más tarde, el editor de Bohemia huía del país mientras el
gobierno tomaba el control de todos los medios independientes y de
gran parte de la economía y las organizaciones sociales.
El
gobierno estadounidense, preocupado por el giro a la izquierda de
Castro, comenzó a imponer restricciones económicas y a respaldar
tramas para derrocarlo. Fue un momento muy tenso en la Guerra Fría y
Washington temía que Castro hubiera desatado un virus político que
podía infectar a otras naciones latinoamericanas.
"El
Comandante" se acercó todavía más rápido a la órbita
soviética. Fábricas e incluso tiendas de barrio se transformaron en
empresas estatales. Las granjas se colectivizaron. Los que en su día
eran sindicatos obreros independientes fueron absorbidos por el
sistema del Partido Comunista. Se vetó la existencia de otros
partidos. Cada vecindario tenía su "Comité de Defensa de la
Revolución" para mantener a la población vigilada.
Muchos
padres cubanos temían tanto la educación comunista que se separaron
de sus hijos. Unos 14 mil niños fueron enviados a Estados Unidos con
programa de la iglesia católica conocido como Operación Pedro Pan.
Cuando
Fidel Castro visitó las Naciones Unidas en septiembre de 1960, las
relaciones con Washington eran tan malas que su delegación tuvo
problemas para encontrar un alojamiento adecuado. Terminó
pernoctando en el decrépito Hotel Theresa de Harlem, donde se reunió
con el líder soviético Nikita Krushov.
Los
exiliados formaron guerrillas para intentar derrocar a Castro, y la
CIA los reclutó, entrenó y organizó para la invasión de Bahía
Cochinos en abril de 1961. Fue una debacle para Estados Unidos y un
triunfo para Castro, quien se subió a un taque para dirigir parte de
la defensa de la isla. Más de mil 200 soldados invasores fueron
capturados, un centenar fue asesinado y la operación quedó anulada.
Ese
fue el momento escogido por el combativo líder para declarar
oficialmente a Cuba como un país socialista. Para final de año,
había adoptado la burocracia y los libros de texto soviéticos.
Abrió una guerra contra el rock and roll y envió a sacerdotes,
homosexuales y a otras personas consideradas sospechosos a campos de
trabajo.
Los
funcionarios estadounidenses podían hacer poco al respecto. Las
advertencias de Cuba al mundo sobre una invasión estadounidense
resultaron ser ciertas, y las declaraciones de EU negando su
implicación, mentiras.
Washington
no volvió a arriesgarse con una operación militar de gran calibre
para derrocar a Castro.
En
su lugar, recurrió a endurecer sus sanciones para asfixiar a la
economía cubana. El presidente John F. Kennedy instauró lo que se
conoce como embargo estadounidense el 7 de febrero de 1962, ampliando
restricciones ya existentes. La medida seguiría en vigor el resto de
la vida de Castro.
Las
autoridades estadounidenses también respaldaron de forma encubierta
numerosos intentos para acabar con su némesis. Según las cuentas
cubanas, Fidel fue objeto de más de 630 intentos de asesinato de
exiliados cubanos o del gobierno estadunidense.
Mientras
tanto, Castro afianzaba su relación con Moscú, aceptando recibir a
miles de "asesores" militares soviéticos y silos con
misiles nucleares, una decisión que llevó al mundo al borde de la
destrucción. Cuando se supo de la presencia de los misiles, el
gobierno de Kennedy ordenó el bloqueo de la isla y exigió su
retirada a Moscú.
El
enfrentamiento, conocido como Crisis de los Misiles de Cuba, terminó
ante las objeciones de Fidel con la decisión soviética de retirar
las ojivas.
Pese
a su decepción por lo que consideró una debilidad y traición de
Krushov, Castro guió a su país a un modelo socialista más
soviético e intensificó su represión sobre la disidencia.
En
1964 reconoció que en la isla había 15 mil presos políticos. Este
número se reduciría a unos cientos en sus últimos años en el
poder, aunque activistas por los derechos humanos siguieron
denunciando acoso y detenciones de opositores. Su hermano Raúl cerró
un acuerdo con la iglesia católica en 2010 que supuso la liberación
de docenas de intelectuales y comentaristas condenados siete años
antes a largas penas de cárcel.
Fidel
abrió las puertas de Cuba a fugitivos estadounidenses, desde el jefe
de propaganda de Panteras Negras Eldridge Cleaver al financiero
Robert Vesco, todos ellos, según dijo, estadounidenses perseguidos.
Bajo
el comunismo, la isla se convirtió gradualmente en una especie de
gran proveedor de educación, salud y comida subsidiada, que exigía
lealtad.
Para
los descontentos, no había lugar a donde ir sino al extranjero,
dividiendo a muchas familias.
Incluso
algunas de las hermanas de Castro, hijas y antiguas parejas dejaron
la isla. También lo hizo su primera esposa, Mirta.
Cientos
de miles arriesgaron sus vidas en embarcaciones improvisadas tratando
de llegar a la Florida. Un número desconocido falleció en el
intento en el estrecho de Florida.
Por
lo general, Castro usó la emigración a su favor. En 1980 anunció
que Cuba dejaría de impedir las salidas no autorizadas y más de 100
mil isleños aprovecharon el momento. Los Estados Unidos se vieron
afectados por la repentina ola migratoria, mientras que Castro se
deshizo de los disidentes potenciales, así como unos cuantos
criminales, en lo que se conoció como el éxodo del Mariel.
Castro
siguió una estrategia similar en 1994, cuando el país enfrentaba
dificultades económicas, y dejó salir a cientos de miles de
disidentes hacia Florida.
Cinco
años después logró dividir a Estados Unidos de nuevo, cuando el
niño Elián González llegó a las costas de Florida. Las tensiones
entre el padre cubano y familiares en Miami se resolvieron cuando un
equipo de asalto del gobierno de Estados Unidos se llevó al pequeño.
El gobierno de Clinton dijo que sólo cumplía la ley después de que
tribunales estadounidenses fallaron a favor del padre, sin embargo,
los exiliados vieron el regreso de González a Cuba como una victoria
de los Castro.
La
ola de emigrantes en los primeros años de la revolución incluyeron
a muchos doctores y profesionistas, lo cual fue una importante
pérdida para una sociedad que había sido una de las más
desarrolladas, aunque también desiguales, en América Latina.
La
respuesta de Castro fue poner en el centro de las prioridades la
capacitación de médicos, además de construir escuelas y formar
ejércitos de maestros voluntarios para acabar con el analfabetismo.
En
sus últimos años en el poder, Cuba tenía un excedente de doctores,
y una necesidad de dinero, que se establecieron misiones médicas al
extranjero para atender a los pobres en zonas remotas de Venezuela,
Bolivia y Centroamérica a cambio de dinero y concesiones
comerciales.
A
lo largo de su gobierno, Castro fue la espina para Estados Unidos,
indoblegable incluso después de la desaparición de la Unión
Soviética, que había sido guía de Cuba, su principal aliado y
primer socio comercial. Por décadas, Cuba había seguido los
lineamientos de Moscú en temas internacionales, hasta que se rebeló
ante la apertura de Mijaíl Gorbachov en la década de 1980 conocida
como "glasnost".
Con
el colapso de la Unión Soviética, el 85% del comercio de Cuba
desapareció junto con un estimado de cuatro mil millones de
subsidios anuales. La vivienda, la asistencia médica, la educación
y el transporte se mantuvieron gratuitos, o casi, aunque hubo
problemas con la comida y la vestimenta. La isla pasó por varios
años de dificultades extremas que se conoció eufemísticamente como
el "Periodo especial".
Los
moradores de los apartamentos comenzaron a criar cerdos y pollos en
los inmuebles. La televisión estatal daba consejos sobre la forma de
preparar un "filete" hecho con cáscara de toronja. Los
agricultores reemplazaron los tractores por bueyes.
La
disciplina social se fracturó también. Los atracos, otrora
inexistentes, se convirtieron en un problema. Y los revolucionarios,
orgullosos de haber eliminado la prostitución rampante en la década
de 1950, hacían muecas de desagrado, mientras numerosas jóvenes con
ceñidos pantaloncillos esperaban en las calles a que parara cerca de
ahí un turista con dólares que pudiera pagarles una cena, ropa o un
escape del aburrimiento.
Por
la noche, numerosos jóvenes, hambrientos y vestidos con raídas
camisetas permanecían inmóviles durante horas en el malecón de
concreto de La Habana, mientras miraban fijamente la marea que
llegaba y retrocedía hacia Miami.
Fue
el momento más difícil de la Revolución de Castro. El líder
respondió haciendo algo que, para alguien como él, era
verdaderamente revolucionario: ceder.
Permitió
que germinaran algunas semillas de una economía de libre mercado. Se
legalizaron varios empleos privados de pequeña escala. Se autorizó
que los cubanos usaran dólares. Se alentó a que los exiliados
enviaran dinero a sus parientes en la isla. Fue posible que los
productores agrícolas vendieran sus cultivos directamente a los
consumidores. Se estimuló a que la gente viajara como turista desde
el extranjero.
En
paralelo a las reformas económicas, hubo una apertura social, aunque
limitada y desigual.
Un
país que alguna vez estuvo vedado a los fanáticos del rock erigió
una estatua de John Lennon y condenó el hostigamiento a los gays,
con lo que ganó eventualmente elogios por sus actitudes más
tolerantes. Incluso, Castro se disculpó por su intolerancia del
pasado a los homosexuales. Fue una de las pocas ocasiones en las que
reconoció un error personal.
El
ateísmo de la era soviética quedó a un lado, y el papa Juan Pablo
II visitó la isla. Se levantó la prohibición a la imagen de Santa
Claus y a los árboles de Navidad, lo mismo que a las manifestaciones
de la santería, de influencia africana.
Castro,
quien llegó a estudiar con los jesuitas, comenzó a pronunciar
discursos en los que hablaba de Jesucristo como un revolucionario.
Aparecieron
pequeños restaurantes privados en las salas y traspatios de algunas
viviendas. Se abrieron en las aceras puestos comerciales que ofrecían
cortes de cabello, emparedados o reparación de relojes.
La
inversión extranjera ayudó a impulsar la producción de petróleo y
níquel. Castro encontró además un nuevo benefactor en Chávez,
quien compartió parte de la vasta riqueza petrolera de Venezuela en
la forma de generosos acuerdos que apoyaron la economía cubana.
Pero
en cuanto la crisis se mitigó, Castro condenó la desigualdad que, a
su juicio, había comenzado a generarse incluso por una forma tan
limitada de capitalismo. El gobierno comenzó a tomar una tajada más
grande de las remesas. Muchos negocios privados fueron gravados o
regulados hasta su extinción. Años después, economistas e incluso
el hermano de Castro consideraron un error crítico ese cambio de
postura.
Después
de que Raúl impulsó reformas más drásticas en 2010, Fidel elogió
esos esfuerzos pese a su aversión previa hacia el libre mercado.
Dijo incluso a un periodista estadounidense que "el modelo
cubano ya no funciona ni siquiera para nosotros". Después,
aseguró que se había malinterpretado esa declaración.
En
2006, un padecimiento gastrointestinal grave casi le costó la vida a
Castro, quien debió ceder el poder a Raúl. Sin embargo, la
presencia de Fidel siguió siendo relevante. Firmó cientos de
artículos, reproducidos por todos los diarios cubanos y leídos de
manera íntegra en los noticiarios nocturnos.
Pero
durante cuatro años, no se vio en público al convaleciente Castro.
Ello cambió en 2010, cuando hizo una serie de apariciones e incluso
pronunció discursos, visiblemente fortalecido.
Volvió
a alejarse de la mirada pública, tras lucir frágil en un congreso
del Partido Comunista, realizado en abril de 2011. Renunció entonces
de manera formal a su último puesto oficial, como líder del
partido.
Entrevistado
en aquel año por la televisión venezolana, Castro se burló de los
rumores que apuntaban a que sufría una enfermedad grave o estaba
desahuciado.
Fidel
Castro llegó al poder en momentos en que las colonias europeas en
África y Asia lograban su independencia. La guerra de Vietnam
comenzaba apenas, y buena parte de América Latina era regida por
dictadores.
Castro
eligió el bando perdedor en la Guerra Fría y, para cuando llegaba
el ocaso de su presencia en el poder, las raíces democráticas en la
región se habían extendido tanto que Cuba era el único rincón de
América que carecía de al menos algún nivel de gobierno
multipartidista.
Pero
Castro sobrevivió para atestiguar cómo una oleada de gobiernos de
izquierda asumiría en el continente. Algunos, como los de Venezuela,
Bolivia, Ecuador y Nicaragua, le rindieron un homenaje especial.
Asimismo,
vivió lo suficiente para ver el momento en que Raúl Castro y Barack
Obama alcanzaban un hito en diciembre de 2014, al anunciar en
discursos simultáneos por la TV que sus países restablecerían las
relaciones diplomáticas rotas hacía más de medio siglo. Castro
nunca quiso estatuas de sí mismo ni edificios que llevaran su
nombre. Sin embargo, diarios estatales y grandes carteles mostraron
con frecuencia la imagen del líder después de que enfermó.
"No
existe culto a ninguna personalidad revolucionaria viva",
sentenció el 1 de mayo de 2003. "Los que dirigen son hombres y
no dioses".
Ahora,
sus simpatizantes más fervorosos estarán en libertad para erigir
esos monumentos. Y con dedicatoria a quienes consideran que debió
ser encarcelado, Castro eligió desde hace mucho tiempo su propio
epitafio, en su alegato para el juicio posterior al asalto al Cuartel
Moncada.
Decenas
de sus compañeros habían sido capturados y torturados hasta la
muerte. Él mismo enfrentaba la posibilidad de pasar años en
prisión.
"Condenadme,
no importa, la historia me absolverá", dijo a sus jueces.
Ángel
Castro llegó desde la provincia española de Galicia para lugar
contra la independencia cubana y se estableció en la nueva nación
en 1902 como un trabajador sin tierra. Reclutó trabajadores para las
compañías azucareras estadounidenses y luego compró una próspera
plantación.
Décadas
después, la plantación sería una de las primeras propiedades
confiscadas por el gobierno de su hijo bajo un programa de reforma
agraria.
Fidel
Castro nació el 13 de agosto de 1926, hijo de Lina, la doncella,
amante y a la postre segunda esposa de Ángel, el padre. Ambos
tenían raíces en Galicia, España. Castro se crió en una vivienda
de dos pisos, construida en madera. Asistió a una escuela que
constaba de una sola aula, en una plantación, y aprendió a cazar.
Alguna vez, atendió el bar en un establecimiento de la familia,
junto a la carretera.
Más
tarde, Castro relató que la vida entre los hijos descalzos de los
campesinos pobres ayudó a formarle la conciencia social. De acuerdo
con algunos relatos, discutía con su padre, al plantearle la
inconformidad sobre el trato que recibían los trabajadores del
campo.
Castro
asistió a escuelas católicas en la ciudad oriental de Santiago y
luego en La Habana, donde se le nombró el mejor deportista de su
institución, por su habilidad para el basquetbol. Le encantaba
también el beisbol, aunque es falsa la leyenda de que llegaron a
echarle el ojo los cazatalentos de las Grandes Ligas.
Cuando
estudiaba derecho en la Universidad de La Habana, Castro se sumergió
en el ambiente de caos político que reinaba. Se unió a "grupos
de acción", formados por estudiantes, que solían involucrarse
en actos violentos. Fue arrestado pero nunca acusado formalmente por
el asesinato del líder de otro grupo en 1948.
Se
unió a los intentos por derrocar al dictador dominicano Rafael
Trujillo, y participó en las protestas realizadas en Colombia tras
el asesinato de un candidato presidencial en esa nación.
Luego,
se volvió abogado activista con ambiciones de ocupar un escaño en
el Congreso de Cuba hasta que Batista organizó un golpe de Estado,
el 10 de marzo de 1952, con lo que se imposibilitaron las elecciones
previstas.
Fidel
y Raúl Castro respondieron organizando un ataque casi suicida al
cuartel Moncada en Santiago, el 26 de julio de 1953. Más de 60 de
los 119 participantes en ese asalto murieron, la mayoría torturados
después de su captura. Castro sobrevivió sólo gracias a que el
soldado que lo apresó lo llevó a una estación policial y no a los
cuarteles donde otros fueron muertos.
Castro
fue encarcelado, pero ganó simpatías por la respuesta sangrienta de
Batista al asalto.
Liberado
mediante amnistía, huyó junto con Raúl a México, y comenzó a
reclutar un pequeño ejército rebelde. Viajó también a la ciudad
de Nueva York a fin de recaudar dinero para su causa. Entre quienes
se le unieron en la Ciudad de México figuró Ernesto "Che"
Guevara, un médico argentino que había atestiguado el derrocamiento
de un presidente electo de Guatemala, mediante una operación
encubierta por la CIA.
En
1956, Castro zarpó con 82 combatientes en el "Granma", una
endeble embarcación diseñada para dar cupo a una docena de
personas, rumbo a Cuba. Las fuerzas de Batista fueron alertadas y
avistaron el barco antes de que atracara. Salvo 12, los rebeldes
fueron muertos o arrestados antes de que pudieran huir a la cercana
Sierra Maestra.
Pero
la guerra de guerrillas contra el régimen de Batista se volvió
gradualmente imparable, y culminó el 8 de enero de 1959, con el
ingreso de los rebeldes a La Habana, en medio de una muchedumbre
jubilosa. Para las generaciones de jóvenes que atestiguaron ese
momento, Castro se convirtió en un ícono histórico conocido
simplemente como Fidel. Durante décadas, la izquierda en América
Latina consideró a Castro prácticamente infalible.
Cientos
de miles de personas acudieron a los discursos de Castro, escuchando
durante horas su voz enérgica y persuasiva. En sus alocuciones, lo
mismo repasaba la historia mundial que enumeraba estadísticas
provinciales sobre la zafra, gastaba bromas sobre sus rivales y
tronaba contra la injusticia del capitalismo. Su discurso de 269
minutos ante la Asamblea General de Naciones Unidas impuso un récord
como el más largo, una marca que parece imposible de romper.
Poco
después de la Revolución, Castro puso la mirada fuera de la isla.
"¡Cuánto
necesitan América y los pueblos de nuestro hemisferio una revolución
como la que ha tenido lugar en Cuba!", destacó Castro días
después de su triunfo.
"¡Cómo
se necesita que los millonarios que se han enriquecido robando el
dinero del pueblo pierdan todo lo que se han robado!", añadió.
"¡Cómo necesita América que sean fusilados los criminales de
guerra de sus países!"
La
mayoría de los levantamientos inspirados por el gobierno cubano en
el extranjero fracasó, incluido el intento de Guevara por llevar la
revolución a Bolivia, donde fue capturado y muerto en 1967.
Pero
los rebeldes ayudados por Cuba derrocaron al gobierno nicaragüense
en 1979 y lucharon hasta la firma de tratados de paz en la década de
1990 en El Salvador y Guatemala.
Castro
sigue siendo un héroe para muchos africanos, por enviar a más de
350 mil cubanos para que se unieran a la guerra civil en Angola
contra una facción apoyada por Estados Unidos y por el gobierno
segregacionista de Sudáfrica.
Incluso
a una edad muy temprana, Castro parecía obsesionado con Estados
Unidos, algo natural en una nación pobre, ubicada apenas a 150
kilómetros (90 millas) de la potencia económica. Estudió inglés
en Santiago y practicó escribiendo una carta al presidente Franklin
D. Roosevelt en 1940. La misiva se conserva actualmente en el Archivo
Nacional de Estados Unidos.
"Presidente
de Estados Unidos. Si usted quisiera, deme un billete verde de 10
dólares estadounidenses", señala el texto, firmado por "Su
amigo, Fidel Castro.
La
carta añade "si quiere hierro para producir sus barcos, le
mostraré las mayores minas de hierro en la tierra, se encuentran en
Mayarí, en oriente de Cuba".
Quizás
sólo Castro supo cuándo abrazó el socialismo.
Cuando
luchaba contra Batista, negó constantemente ser comunista, y muchos
simpatizantes cubanos, periodistas extranjeros y compañeros de lucha
le creyeron. En aquella época, Raúl era considerado el radical de
la familia.
El
gobierno estadounidense cortó la ayuda al régimen de Batista en sus
últimos días. Pero ni siquiera los funcionarios estadounidenses más
recelosos de cualquier influencia soviética estaban seguros de qué
hacer con el líder rebelde.
Cuando
Castro visitó Estados Unidos como nuevo presidente de Cuba en abril
de 1959, denunció el comunismo, cortejó a la prensa, se reunió con
el entonces vicepresidente Richard Nixon y pasó su mano por entre
los barrotes para acariciar a un tigre en el zoo del Bronx.
En
un memorándum de cuatro páginas al presidente Dwight D. Eisenhower,
Nixon escribió que Castro era "o increíblemente ingenuo con
respecto al comunismo o está bajo la disciplina comunista".
Pero también manifestó que el líder de 32 años mostró "esas
cualidades indefinibles que hacen de él un líder.
Pensemos
lo que pensemos de él, va a ser un gran factor en el desarrollo de
Cuba y muy posiblemente en el de los asuntos de Latinoamérica en
general".
Inicialmente
muchas empresas estadounidenses querían trabajar con el gobierno
revolucionario, incluyendo Coca-Cola, que publicó un anuncio en una
revista celebrando "la resurrección de las libertades
democráticas en nuestro país".
La
popular revista cubana Bohemia dio la bienvenida a Castro y aseguró
a sus lectores que el mandatario nunca abrazaría el comunismo. Un
año más tarde, el editor de Bohemia huía del país mientras el
gobierno tomaba el control de todos los medios independientes y de
gran parte de la economía y las organizaciones sociales.
El
gobierno estadounidense, preocupado por el giro a la izquierda de
Castro, comenzó a imponer restricciones económicas y a respaldar
tramas para derrocarlo. Fue un momento muy tenso en la Guerra Fría y
Washington temía que Castro hubiera desatado un virus político que
podía infectar a otras naciones latinoamericanas.
"El
Comandante" se acercó todavía más rápido a la órbita
soviética. Fábricas e incluso tiendas de barrio se transformaron en
empresas estatales. Las granjas se colectivizaron. Los que en su día
eran sindicatos obreros independientes fueron absorbidos por el
sistema del Partido Comunista. Se vetó la existencia de otros
partidos. Cada vecindario tenía su "Comité de Defensa de la
Revolución" para mantener a la población vigilada.
Muchos
padres cubanos temían tanto la educación comunista que se separaron
de sus hijos. Unos 14 mil niños fueron enviados a Estados Unidos con
programa de la iglesia católica conocido como Operación Pedro Pan.
Cuando
Fidel Castro visitó las Naciones Unidas en septiembre de 1960, las
relaciones con Washington eran tan malas que su delegación tuvo
problemas para encontrar un alojamiento adecuado. Terminó
pernoctando en el decrépito Hotel Theresa de Harlem, donde se reunió
con el líder soviético Nikita Krushov.
Los
exiliados formaron guerrillas para intentar derrocar a Castro, y la
CIA los reclutó, entrenó y organizó para la invasión de Bahía
Cochinos en abril de 1961. Fue una debacle para Estados Unidos y un
triunfo para Castro, quien se subió a un taque para dirigir parte de
la defensa de la isla. Más de mil 200 soldados invasores fueron
capturados, un centenar fue asesinado y la operación quedó anulada.
Ese
fue el momento escogido por el combativo líder para declarar
oficialmente a Cuba como un país socialista. Para final de año,
había adoptado la burocracia y los libros de texto soviéticos.
Abrió una guerra contra el rock and roll y envió a sacerdotes,
homosexuales y a otras personas consideradas sospechosos a campos de
trabajo.
Los
funcionarios estadounidenses podían hacer poco al respecto. Las
advertencias de Cuba al mundo sobre una invasión estadounidense
resultaron ser ciertas, y las declaraciones de EU negando su
implicación, mentiras.
Washington
no volvió a arriesgarse con una operación militar de gran calibre
para derrocar a Castro.
En
su lugar, recurrió a endurecer sus sanciones para asfixiar a la
economía cubana. El presidente John F. Kennedy instauró lo que se
conoce como embargo estadounidense el 7 de febrero de 1962, ampliando
restricciones ya existentes. La medida seguiría en vigor el resto de
la vida de Castro.
Las
autoridades estadounidenses también respaldaron de forma encubierta
numerosos intentos para acabar con su némesis. Según las cuentas
cubanas, Fidel fue objeto de más de 630 intentos de asesinato de
exiliados cubanos o del gobierno estadunidense.
Mientras
tanto, Castro afianzaba su relación con Moscú, aceptando recibir a
miles de "asesores" militares soviéticos y silos con
misiles nucleares, una decisión que llevó al mundo al borde de la
destrucción. Cuando se supo de la presencia de los misiles, el
gobierno de Kennedy ordenó el bloqueo de la isla y exigió su
retirada a Moscú.
El
enfrentamiento, conocido como Crisis de los Misiles de Cuba, terminó
ante las objeciones de Fidel con la decisión soviética de retirar
las ojivas.
Pese
a su decepción por lo que consideró una debilidad y traición de
Krushov, Castro guió a su país a un modelo socialista más
soviético e intensificó su represión sobre la disidencia.
En
1964 reconoció que en la isla había 15 mil presos políticos. Este
número se reduciría a unos cientos en sus últimos años en el
poder, aunque activistas por los derechos humanos siguieron
denunciando acoso y detenciones de opositores. Su hermano Raúl cerró
un acuerdo con la iglesia católica en 2010 que supuso la liberación
de docenas de intelectuales y comentaristas condenados siete años
antes a largas penas de cárcel.
Fidel
abrió las puertas de Cuba a fugitivos estadounidenses, desde el jefe
de propaganda de Panteras Negras Eldridge Cleaver al financiero
Robert Vesco, todos ellos, según dijo, estadounidenses perseguidos.
Bajo
el comunismo, la isla se convirtió gradualmente en una especie de
gran proveedor de educación, salud y comida subsidiada, que exigía
lealtad.
Para
los descontentos, no había lugar a donde ir sino al extranjero,
dividiendo a muchas familias.
Incluso
algunas de las hermanas de Castro, hijas y antiguas parejas dejaron
la isla. También lo hizo su primera esposa, Mirta.
Cientos
de miles arriesgaron sus vidas en embarcaciones improvisadas tratando
de llegar a la Florida. Un número desconocido falleció en el
intento en el estrecho de Florida.
Por
lo general, Castro usó la emigración a su favor. En 1980 anunció
que Cuba dejaría de impedir las salidas no autorizadas y más de 100
mil isleños aprovecharon el momento. Los Estados Unidos se vieron
afectados por la repentina ola migratoria, mientras que Castro se
deshizo de los disidentes potenciales, así como unos cuantos
criminales, en lo que se conoció como el éxodo del Mariel.
Castro
siguió una estrategia similar en 1994, cuando el país enfrentaba
dificultades económicas, y dejó salir a cientos de miles de
disidentes hacia Florida.
Cinco
años después logró dividir a Estados Unidos de nuevo, cuando el
niño Elián González llegó a las costas de Florida. Las tensiones
entre el padre cubano y familiares en Miami se resolvieron cuando un
equipo de asalto del gobierno de Estados Unidos se llevó al pequeño.
El gobierno de Clinton dijo que sólo cumplía la ley después de que
tribunales estadounidenses fallaron a favor del padre, sin embargo,
los exiliados vieron el regreso de González a Cuba como una victoria
de los Castro.
La
ola de emigrantes en los primeros años de la revolución incluyeron
a muchos doctores y profesionistas, lo cual fue una importante
pérdida para una sociedad que había sido una de las más
desarrolladas, aunque también desiguales, en América Latina.
La
respuesta de Castro fue poner en el centro de las prioridades la
capacitación de médicos, además de construir escuelas y formar
ejércitos de maestros voluntarios para acabar con el analfabetismo.
En
sus últimos años en el poder, Cuba tenía un excedente de doctores,
y una necesidad de dinero, que se establecieron misiones médicas al
extranjero para atender a los pobres en zonas remotas de Venezuela,
Bolivia y Centroamérica a cambio de dinero y concesiones
comerciales.
A
lo largo de su gobierno, Castro fue la espina para Estados Unidos,
indoblegable incluso después de la desaparición de la Unión
Soviética, que había sido guía de Cuba, su principal aliado y
primer socio comercial. Por décadas, Cuba había seguido los
lineamientos de Moscú en temas internacionales, hasta que se rebeló
ante la apertura de Mijaíl Gorbachov en la década de 1980 conocida
como "glasnost".
Con
el colapso de la Unión Soviética, el 85% del comercio de Cuba
desapareció junto con un estimado de cuatro mil millones de
subsidios anuales. La vivienda, la asistencia médica, la educación
y el transporte se mantuvieron gratuitos, o casi, aunque hubo
problemas con la comida y la vestimenta. La isla pasó por varios
años de dificultades extremas que se conoció eufemísticamente como
el "Periodo especial".
Los
moradores de los apartamentos comenzaron a criar cerdos y pollos en
los inmuebles. La televisión estatal daba consejos sobre la forma de
preparar un "filete" hecho con cáscara de toronja. Los
agricultores reemplazaron los tractores por bueyes.
La
disciplina social se fracturó también. Los atracos, otrora
inexistentes, se convirtieron en un problema. Y los revolucionarios,
orgullosos de haber eliminado la prostitución rampante en la década
de 1950, hacían muecas de desagrado, mientras numerosas jóvenes con
ceñidos pantaloncillos esperaban en las calles a que parara cerca de
ahí un turista con dólares que pudiera pagarles una cena, ropa o un
escape del aburrimiento.
Por
la noche, numerosos jóvenes, hambrientos y vestidos con raídas
camisetas permanecían inmóviles durante horas en el malecón de
concreto de La Habana, mientras miraban fijamente la marea que
llegaba y retrocedía hacia Miami.
Fue
el momento más difícil de la Revolución de Castro. El líder
respondió haciendo algo que, para alguien como él, era
verdaderamente revolucionario: ceder.
Permitió
que germinaran algunas semillas de una economía de libre mercado. Se
legalizaron varios empleos privados de pequeña escala. Se autorizó
que los cubanos usaran dólares. Se alentó a que los exiliados
enviaran dinero a sus parientes en la isla. Fue posible que los
productores agrícolas vendieran sus cultivos directamente a los
consumidores. Se estimuló a que la gente viajara como turista desde
el extranjero.
En
paralelo a las reformas económicas, hubo una apertura social, aunque
limitada y desigual.
Un
país que alguna vez estuvo vedado a los fanáticos del rock erigió
una estatua de John Lennon y condenó el hostigamiento a los gays,
con lo que ganó eventualmente elogios por sus actitudes más
tolerantes. Incluso, Castro se disculpó por su intolerancia del
pasado a los homosexuales. Fue una de las pocas ocasiones en las que
reconoció un error personal.
El
ateísmo de la era soviética quedó a un lado, y el papa Juan Pablo
II visitó la isla. Se levantó la prohibición a la imagen de Santa
Claus y a los árboles de Navidad, lo mismo que a las manifestaciones
de la santería, de influencia africana.
Castro,
quien llegó a estudiar con los jesuitas, comenzó a pronunciar
discursos en los que hablaba de Jesucristo como un revolucionario.
Aparecieron
pequeños restaurantes privados en las salas y traspatios de algunas
viviendas. Se abrieron en las aceras puestos comerciales que ofrecían
cortes de cabello, emparedados o reparación de relojes.
La
inversión extranjera ayudó a impulsar la producción de petróleo y
níquel. Castro encontró además un nuevo benefactor en Chávez,
quien compartió parte de la vasta riqueza petrolera de Venezuela en
la forma de generosos acuerdos que apoyaron la economía cubana.
Pero
en cuanto la crisis se mitigó, Castro condenó la desigualdad que, a
su juicio, había comenzado a generarse incluso por una forma tan
limitada de capitalismo. El gobierno comenzó a tomar una tajada más
grande de las remesas. Muchos negocios privados fueron gravados o
regulados hasta su extinción. Años después, economistas e incluso
el hermano de Castro consideraron un error crítico ese cambio de
postura.
Después
de que Raúl impulsó reformas más drásticas en 2010, Fidel elogió
esos esfuerzos pese a su aversión previa hacia el libre mercado.
Dijo incluso a un periodista estadounidense que "el modelo
cubano ya no funciona ni siquiera para nosotros". Después,
aseguró que se había malinterpretado esa declaración.
En
2006, un padecimiento gastrointestinal grave casi le costó la vida a
Castro, quien debió ceder el poder a Raúl. Sin embargo, la
presencia de Fidel siguió siendo relevante. Firmó cientos de
artículos, reproducidos por todos los diarios cubanos y leídos de
manera íntegra en los noticiarios nocturnos.
Pero
durante cuatro años, no se vio en público al convaleciente Castro.
Ello cambió en 2010, cuando hizo una serie de apariciones e incluso
pronunció discursos, visiblemente fortalecido.
Volvió
a alejarse de la mirada pública, tras lucir frágil en un congreso
del Partido Comunista, realizado en abril de 2011. Renunció entonces
de manera formal a su último puesto oficial, como líder del
partido.
Entrevistado
en aquel año por la televisión venezolana, Castro se burló de los
rumores que apuntaban a que sufría una enfermedad grave o estaba
desahuciado.
Fidel
Castro llegó al poder en momentos en que las colonias europeas en
África y Asia lograban su independencia. La guerra de Vietnam
comenzaba apenas, y buena parte de América Latina era regida por
dictadores.
Castro
eligió el bando perdedor en la Guerra Fría y, para cuando llegaba
el ocaso de su presencia en el poder, las raíces democráticas en la
región se habían extendido tanto que Cuba era el único rincón de
América que carecía de al menos algún nivel de gobierno
multipartidista.
Pero
Castro sobrevivió para atestiguar cómo una oleada de gobiernos de
izquierda asumiría en el continente. Algunos, como los de Venezuela,
Bolivia, Ecuador y Nicaragua, le rindieron un homenaje especial.
Asimismo,
vivió lo suficiente para ver el momento en que Raúl Castro y Barack
Obama alcanzaban un hito en diciembre de 2014, al anunciar en
discursos simultáneos por la TV que sus países restablecerían las
relaciones diplomáticas rotas hacía más de medio siglo. Castro
nunca quiso estatuas de sí mismo ni edificios que llevaran su
nombre. Sin embargo, diarios estatales y grandes carteles mostraron
con frecuencia la imagen del líder después de que enfermó.
"No
existe culto a ninguna personalidad revolucionaria viva",
sentenció el 1 de mayo de 2003. "Los que dirigen son hombres y
no dioses".
Ahora,
sus simpatizcapitalista.antes más fervorosos estarán en libertad para erigir
esos monumentos. Y con dedicatoria a quienes consideran que debió
ser encarcelado, Castro eligió desde hace mucho tiempo su propio
epitafio, en su alegato para el juicio posterior al asalto al Cuartel
Moncada.
Decenas
de sus compañeros habían sido capturados y torturados hasta la
muerte. Él mismo enfrentaba la posibilidad de pasar años en
prisión.
"Condenadme,
no importa, la historia me absolverá", dijo a sus jueces.
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