miércoles, 7 de diciembre de 2016

¿Fisura entre el Vaticano y la CEV?

05 de diciembre de 2016
Crédito: Panorama
José Vicente Rangel


1) Venezuela vive momentos en los cuales cada quien debe exponer sus puntos de vista de manera directa y clara. No guardarse nada. Ya que a pesar de lo que dicen los voceros de la derecha, de que el país está gobernado por una dictadura, aquí se puede decir todo sin riesgo a ser sancionado por  expresarse libremente. 

     2) Hago esta introducción debido al tema que abordaré. Se trata de la posición que se observa en la Iglesia católica. Que, por cierto, no es nueva. Desde que el movimiento bolivariano accedió al poder en 1.999, se evidenció una actitud hostil de parte de la institución religiosa. 

El Gobierno de Chávez se posesionó con amplio respaldo popular y anunciando reformas en materia económica, social e institucional, entre otras, la apertura del proceso constituyente para dotar al país de una Carta Magna verdaderamente democrática. Pero la cúpula de la Iglesia, por inercia, arremetió contra el gobierno revolucionario. Sin haber recibido ataque alguno y sin siquiera aguardar a que plasmaran algunos de los cambios. Lo hizo simplemente por inercia, y por una tradición donde juega papel decisivo la relación con el empresariado, el bipartidismo puntofijista desalojado por el chavismo, y una visión anacrónica de la realidad venezolana.

     3) Es incompatible con la limitación de espacio de una columna periodística, reseñar la frontal posición de la Iglesia católica contra un proceso renvindicador del ser humano, de amplio contenido social. Son tantos los ataques que la jerarquía de la Iglesia llegó al extremo de participar en aventuras como el golpe del 11 de abril, al igual de otras situaciones que la opinión pública conoce y que no vale la pena repetir.

Lo del momento es lo que importa. La Conferencia Episcopal Venezolana que preside monseñor Diego Padrón, se ha convertido en la referencia opositora por excelencia al presidente  Maduro. Prácticamente es parte de la cúpula de la MUD. Sus voceros reiteran a diario una línea de acción sesgada, identificada con todos los factores que adversan al Gobierno. 

Tal actitud es la misma que mantienen los dos cardenales, tanto Urosa como el nuevo purpurado Porras y lo mismo pasa con el rector de la Universidad Católica Andrés Bello, el sacerdote jesuita José Virtuoso. Incluso, este conjunto de personas e instituciones mantiene una posición más próxima a los radicales de la oposición  que a los moderados.

     4) El peso de la actitud adoptada por la jerarquía eclesiástica sobre las decisiones de la oposición es considerable y viene definiendo al sector en el proceso de diálogo que reclama el 80% de los venezolanos y en los desarrollos que se observan en la Mesa. Ésta está sometida a fuertes presiones. Llama poderosamente la atención que quienes dirigen a la Iglesia en el país —los factores ya señalados— asuman una postura diametralmente opuesta a la que mantiene El Vaticano. 

Mientras Francisco envía mensajes destinados a fortalecer el diálogo, a no impacientarse en la Mesa, en enfatizar esta ruta como la única alternativa que garantiza la paz, los voceros de la Jerarquía —CEV, cardenales, Ucab— disparan contra el diálogo, exceden lo ataques al funcionamiento de la Mesa y estimulan las posiciones extremas. Con lo cual siembran incertidumbre en torno al sector que apoya la mayoría nacional, que cuenta con la bendición del Sumo Pontífice. ¿Quién le pone el cascabel al gato? ¿Qué hacer, y a quién invocar, para que la voluntad y la palabra de Francisco sean respetadas? ¿Acaso surge una fisura en la relación El Vaticano y la CEV?

Miquilena


Luis Miquilena fue un luchador a tiempo completo. Combinó un valor temerario con un severo pragmatismo para actuar en política. Resumió el coraje del venezolano y, al mismo tiempo, la capacidad para perseverar en la adversidad. Fui su amigo y me jacto de haberlo sido. Ambos hicimos un largo recorrido por la política, compartiendo posiciones y disintiendo. Me consta su vocación por lo social como lo fundamental de la lucha popular. Fue siempre blanco de los gobiernos de turno. 


Un prisionero de siempre. Vivió crueles experiencias. Fue el preso más torturado de la Venezuela contemporánea. Durante la dictadura de Pérez Jiménez la Seguridad Nacional lo destrozó físicamente en la cámara de tortura —el episodio lo recoge Miguel Otero Silva en su novela La Muerte de Honorio, en la figura del periodista sometido al más cruel de los suplicios—, pero no logró doblegarlo.

Desafió a los verdugos y calló todo cuanto sabía. Que, por cierto, era mucho. Fue de los pocos que defendió a Medina Angarita. Le pidió armas en el Cuartel Ambrosio Plaza donde estaba el presidente, para enfrentar a los golpistas el 18 de octubre. Miquilena había concebido un plan que, de haberse realizado, habría frustrado aquella aventura impulsada por los adecos y los militares. El plan —urdido con al anarquista y excombatiente de la guerra  civil española Manuel Trueba—, contemplaba diversas acciones de calle con grupos civiles debidamente armados. Pero Medina se negó. Le agradeció el gesto y le dijo que él “era un hombre que vivía su hora menguada”.

Miquilena ayudó a Chávez en su proyecto. Su apoyo fue inestimable por el aporte como organizador nato y sus conexiones con diversos sectores sociales. Jugó un papel clave en la victoria del 6 de diciembre de 1998 y en los primeros años de gestión presidencial de Chávez. Hasta que surgieron divergencias en la implementación del proyecto revolucionario. Esto lo llevó a dar un paso del cual discrepé, y, por algún tiempo, nuestra relación se vio afectada como suele suceder muchas veces en política. Pero luego la relación se recompuso y estuve muy cerca de él en la postrimería de su vida. Fue, sin duda, un adversario temible y un amigo como pocos. Mi condolencia a Yhajaira, su esposa, extraordinaria mujer, a sus hijos y demás familiares. Paz a su alma.

Claves secretas


•No quiero que pase la oportunidad de consignar en esta columna mi solidaridad con Fidel Castro. Sin duda el más inteligente y consecuente dirigente revolucionario de la región. Por haber llegado al poder a través de la guerrilla se cree que su único atributo era el empleo de las armas. No fue así: su recurso más importante fue la palabra. La forma novedosa de su discurso. La orientación que impartía con su verbo.


Ante él no cabe ambigüedad: se le odia o se le admira. Lo prueba la manera como reaccionó el mundo ante su muerte; el reconocimiento de medios y personalidades, así como sus detractores en Miami. Fidel reveló la imagen auténtica de Latinoamérica. Su identidad. Con él la región dejó de ser patio trasero para ser tomada en cuenta. Logró la proeza de resultar victorioso ante la conjura de 11 presidentes de EE UU  que apelaron a todo para derrocarlo o asesinarlo. Bajo su conducción su patria sobrevivió al más cruel bloqueo que haya soportado un pueblo. Obama lo reconoció cuando dijo que la política de EE UU hacia Cuba fue el mayor error en que incurrieron los gobiernos de esa nación. Su memoria perdurará en la historia.


A confesión  de parte: “No se espanten si el gobierno de Maduro se queda hasta el 2.018” (Henry Ramos Allup:
26/11-16)… 



Idea, organismo que reúne a 23 expresidentes de la región (hay de todo en el grupo: genocidas, ladrones y oportunistas inmorales),  sostiene que “el diálogo como formalidad prostituye a la democracia”. Lo declaran para atacar el dialogo que se realiza a Venezuela. Claro: prefieren los golpes de Estado.

La masacre de Barlovento la trataré a fondo en la columna del próximo lunes. Por ahora digo, una vergüenza. Un hecho despreciable.

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