05 de diciembre de 2016
Crédito: Panorama
José Vicente Rangel
José Vicente Rangel
1)
Venezuela vive momentos en los cuales cada quien debe exponer sus
puntos de vista de manera directa y clara. No guardarse nada. Ya que
a pesar de lo que dicen los voceros de la derecha, de que el país
está gobernado por una dictadura, aquí se puede decir todo sin
riesgo a ser sancionado por expresarse libremente.
2)
Hago esta introducción debido al tema que abordaré. Se trata de la
posición que se observa en la Iglesia católica. Que, por cierto, no
es nueva. Desde que el movimiento bolivariano accedió al poder en
1.999, se evidenció una actitud hostil de parte de la institución
religiosa.
El
Gobierno de Chávez se posesionó con amplio respaldo popular y
anunciando reformas en materia económica, social e institucional,
entre otras, la apertura del proceso constituyente para dotar al país
de una Carta Magna verdaderamente democrática. Pero la cúpula de la
Iglesia, por inercia, arremetió contra el gobierno revolucionario.
Sin haber recibido ataque alguno y sin siquiera aguardar a que
plasmaran algunos de los cambios. Lo hizo simplemente por inercia, y
por una tradición donde juega papel decisivo la relación con el
empresariado, el bipartidismo puntofijista desalojado por el
chavismo, y una visión anacrónica de la realidad venezolana.
3)
Es incompatible con la limitación de espacio de una columna
periodística, reseñar la frontal posición de la Iglesia católica
contra un proceso renvindicador del ser humano, de amplio contenido
social. Son tantos los ataques que la jerarquía de la Iglesia llegó
al extremo de participar en aventuras como el golpe del 11 de abril,
al igual de otras situaciones que la opinión pública conoce y que
no vale la pena repetir.
Lo
del momento es lo que importa. La Conferencia Episcopal Venezolana
que preside monseñor Diego Padrón, se ha convertido en la
referencia opositora por excelencia al presidente Maduro.
Prácticamente es parte de la cúpula de la MUD. Sus voceros reiteran
a diario una línea de acción sesgada, identificada con todos los
factores que adversan al Gobierno.
Tal
actitud es la misma que mantienen los dos cardenales, tanto Urosa
como el nuevo purpurado Porras y lo mismo pasa con el rector de la
Universidad Católica Andrés Bello, el sacerdote jesuita José
Virtuoso. Incluso, este conjunto de personas e instituciones mantiene
una posición más próxima a los radicales de la oposición que
a los moderados.
4)
El peso de la actitud adoptada por la jerarquía eclesiástica sobre
las decisiones de la oposición es considerable y viene definiendo al
sector en el proceso de diálogo que reclama el 80% de los
venezolanos y en los desarrollos que se observan en la Mesa. Ésta
está sometida a fuertes presiones. Llama poderosamente la atención
que quienes dirigen a la Iglesia en el país —los factores ya
señalados— asuman una postura diametralmente opuesta a la que
mantiene El Vaticano.
Mientras
Francisco envía mensajes destinados a fortalecer el diálogo, a no
impacientarse en la Mesa, en enfatizar esta ruta como la única
alternativa que garantiza la paz, los voceros de la Jerarquía —CEV,
cardenales, Ucab— disparan contra el diálogo, exceden lo ataques
al funcionamiento de la Mesa y estimulan las posiciones extremas. Con
lo cual siembran incertidumbre en torno al sector que apoya la
mayoría nacional, que cuenta con la bendición del Sumo Pontífice.
¿Quién le pone el cascabel al gato? ¿Qué hacer, y a quién
invocar, para que la voluntad y la palabra de Francisco sean
respetadas? ¿Acaso surge una fisura en la relación El Vaticano y la
CEV?
Miquilena
Luis Miquilena fue un luchador a tiempo completo.
Combinó un valor temerario con un severo pragmatismo para actuar en
política. Resumió el coraje del venezolano y, al mismo tiempo, la
capacidad para perseverar en la adversidad. Fui su amigo y me jacto
de haberlo sido. Ambos hicimos un largo recorrido por la política,
compartiendo posiciones y disintiendo. Me consta su vocación por lo
social como lo fundamental de la lucha popular. Fue siempre blanco de
los gobiernos de turno.
Un
prisionero de siempre. Vivió crueles experiencias. Fue el preso más
torturado de la Venezuela contemporánea. Durante la dictadura de
Pérez Jiménez la Seguridad Nacional lo destrozó físicamente en la
cámara de tortura —el episodio lo recoge Miguel Otero Silva en su
novela La Muerte de Honorio, en la figura del periodista sometido al
más cruel de los suplicios—, pero no logró doblegarlo.
Desafió
a los verdugos y calló todo cuanto sabía. Que, por cierto, era
mucho. Fue de los pocos que defendió a Medina Angarita. Le pidió
armas en el Cuartel Ambrosio Plaza donde estaba el presidente, para
enfrentar a los golpistas el 18 de octubre. Miquilena había
concebido un plan que, de haberse realizado, habría frustrado
aquella aventura impulsada por los adecos y los militares. El plan
—urdido con al anarquista y excombatiente de la guerra civil
española Manuel Trueba—, contemplaba diversas acciones de calle
con grupos civiles debidamente armados. Pero Medina se negó. Le
agradeció el gesto y le dijo que él “era un hombre que vivía su
hora menguada”.
Miquilena
ayudó a Chávez en su proyecto. Su apoyo fue inestimable por el
aporte como organizador nato y sus conexiones con diversos sectores
sociales. Jugó un papel clave en la victoria del 6 de diciembre de
1998 y en los primeros años de gestión presidencial de Chávez.
Hasta que surgieron divergencias en la implementación del proyecto
revolucionario. Esto lo llevó a dar un paso del cual discrepé, y,
por algún tiempo, nuestra relación se vio afectada como suele
suceder muchas veces en política. Pero luego la relación se
recompuso y estuve muy cerca de él en la postrimería de su vida.
Fue, sin duda, un adversario temible y un amigo como pocos. Mi
condolencia a Yhajaira, su esposa, extraordinaria mujer, a sus hijos
y demás familiares. Paz a su alma.
Claves
secretas
•No quiero que pase la oportunidad de consignar en
esta columna mi solidaridad con Fidel Castro. Sin duda el más
inteligente y consecuente dirigente revolucionario de la región. Por
haber llegado al poder a través de la guerrilla se cree que su único
atributo era el empleo de las armas. No fue así: su recurso más
importante fue la palabra. La forma novedosa de su discurso. La
orientación que impartía con su verbo.
Ante
él no cabe ambigüedad: se le odia o se le admira. Lo prueba la
manera como reaccionó el mundo ante su muerte; el reconocimiento de
medios y personalidades, así como sus detractores en Miami. Fidel
reveló la imagen auténtica de Latinoamérica. Su identidad. Con él
la región dejó de ser patio trasero para ser tomada en cuenta.
Logró la proeza de resultar victorioso ante la conjura de 11
presidentes de EE UU que apelaron a todo para derrocarlo o
asesinarlo. Bajo su conducción su patria sobrevivió al más cruel
bloqueo que haya soportado un pueblo. Obama lo reconoció cuando dijo
que la política de EE UU hacia Cuba fue el mayor error en que
incurrieron los gobiernos de esa nación. Su memoria perdurará en la
historia.
•A
confesión de parte: “No se espanten si el gobierno de Maduro
se queda hasta el 2.018” (Henry Ramos Allup:
26/11-16)…
•Idea,
organismo que reúne a 23 expresidentes de la región (hay de todo en
el grupo: genocidas, ladrones y oportunistas inmorales), sostiene
que “el diálogo como formalidad prostituye a la democracia”. Lo
declaran para atacar el dialogo que se realiza a Venezuela. Claro:
prefieren los golpes de Estado.
•La
masacre de Barlovento la trataré a fondo en la columna del próximo
lunes. Por ahora digo, una vergüenza. Un hecho despreciable.
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