21 de diciembre de 2016
Crédito: alai
Agencia Latinoamericana de Información
Vicente Berenguer
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Vicente Berenguer
Todos
hemos escuchado o leído alguna vez la expresión “otro mundo es
posible”. Inmediatamente viene a nuestras mentes un mundo más
justo, más solidario...un mundo en el que nos organizamos de una
manera menos egoísta y más empática, en definitiva un lugar mejor.
Y es que “mundo” alude a lugar o podríamos decir que a nuestro
hogar. Es sin duda una gran meta esta y algo a lo que deberíamos
aspirar la especie humana, a poder vivir en un espacio más favorable
para todos sin olvidar por supuesto a los animales y a las plantas, a
los ecosistemas y al conjunto de la naturaleza que somos todos. Sin
embargo, esta visión de un lugar o mundo mejor hace que dirijamos
nuestras miradas hacia el exterior pasando por alto el paso necesario
antes de poder lograr tan ansiado objetivo, y es una mirada hacia
nosotros mismos.
Porque
muchos anhelamos un modelo social más solidario y lo visualizamos:
lo concebimos en nuestra imaginación y comprendemos que es posible
ese mundo al cual algunos aspiramos: “otro mundo es posible”. Sin
embargo, a menudo no consideramos que ese otro mundo es un mundo
humano, que se trata de qué tipo de “hogar” construimos y por
tanto de lo que en el fondo se trataría es de que para que otro
mundo sea posible otro ser humano ha de ser posible ya que lo primero
será sin duda consecuencia de lo segundo. De este modo, lo esencial
es reparar primero en el tipo de ser humano que somos, es decir,
dirigir la mirada al interior de nosotros mismos (al interior de la
sociedad) para una vez realizado el análisis poder cambiarla, poder
transformarnos. El asunto radica pues en mirar hacia el interior para
poder transformar posteriormente nuestras relaciones humanas y
construir otro mundo: se trata de conocer cómo somos y qué tipo de
ser humano queremos ser.
Deseamos
un mundo mejor y creemos muchos de nosotros, sí, que “otro mundo
es posible”, pero como decimos la clave es advertir que la cuestión
no es otra que “otro ser humano es posible”. Solemos pensar que
somos como somos, que la especie humana es como es pero no reparamos
en que nuestra forma de ser, pensar y sentir es en gran medida el
resultado de muchos factores entre los que se encuentran el sistema
educativo que nos proporcionan, el sistema económico-político y en
general el medio ambiente al que nos “someten” incluyendo a los
medios de comunicación, el tipo de contenidos que se emiten por la
televisión etc. Todos estos factores van conformando y construyendo
lo que somos, van moldeando al ser humano o sociedad pudiéndose
construir por tanto muchos tipos de seres humanos y por ende muy
distinto tipos de sociedades, desde las más insolidarias e injustas
hasta las más solidarias y favorecedoras para el desarrollo de
nuestro potencial humano. Así, dependiendo del tipo de Educación
recibida (Educación que englobaría al total de los factores:
sistema educativo, medios de comunicación, valores, instrucción que
favorezca o no la crítica y la reflexión...y en general a todo el
medio ambiente) da como resultado un tipo de ser humano concreto. Así
es que el ser humano actual caracterizado, en general, por el
egoísmo, la insensibilidad, el materialismo y la falta de respeto
hacia la naturaleza es un producto del sistema, es el resultado de
haber recibido una falsa educación desde que se nace y también de
haber sido sometido a un pésimo medio ambiente el cual, salvo
microclimas, nos acompañará durante toda nuestra vida.
Sabemos
pues que los humanos no somos como somos sino que somos como nos
vamos haciendo. Es un error capital el pensar que nuestro modo de ser
es algo estable, fijo, incluso algo determinado. Y es un error en lo
que se refiere a nuestra individualidad y también al conjunto de la
sociedad. Con respecto a nuestra individualidad debemos tomar
consciencia de las implicaciones de saber que no somos algo estable y
fijo sino que nos vamos haciendo. Conocemos la famosa frase del
oráculo de Delfos “Conócete a ti mismo” y estamos muy de
acuerdo con ella: debemos hacer autoexamen, conocernos,
comprendernos, pero no debemos caer en el error de creer que somos
algo definitivo o acabado ya que esta falsa creencia impedirá
cualquier cambio individual o colectivo. No se trata pues de
conocerse a sí mismo (o no se trata solo de ello) sino de algo más:
la cuestión estribaría en comprender que la consigna no es quedarse
en el conocerse a sí mismo sino en el “hacerse a sí mismo”.
Así, pasamos del “Conócete a ti mismo” al “Hazte a ti mismo”,
y es que estamos, aunque lo ignoremos, permanentemente haciéndonos a
nosotros mismos dependiendo de las actividades que se realizan y del
medio ambiente al que estemos expuestos. Somos en buena parte, en
nuestra individualidad, el producto del sistema educativo, de los
valores o falsos valores recibidos a través de múltiples
mecanismos, de la cultura imperante y también hasta somos el
producto de las personas que nos rodean. No somos como somos sino que
somos como nos vamos haciendo, y será nuestra responsabilidad el
irnos rodeando en la medida de lo posible de un medio ambiente, de
una Educación con mayúsculas, que favorezca el desarrollo de lo sí
somos: seres humanos, humanos de verdad. Es crucial reparar en que
estamos en permanente construcción.
Nos
vamos haciendo a lo largo de nuestras vidas y no somos algo fijo ni
determinado, y así, dependerá en gran medida de los factores antes
citados –dependerá del medio ambiente– el tipo de humanos que
vayamos a ser. Con lo cual no es algo ni natural ni predeterminado el
que la sociedad en general se mueva por parámetros egoístas,
materialistas o superficiales: es algo que se deriva de la Educación
recibida (“Educación” con mayúsculas ya que nos estamos
refiriendo al medio ambiente en general). Por tanto otro ser humano
será posible si se modifican los factores a los que aludimos, si se
nos proporciona un medio ambiente saludable, positivo y que fomente
nuestro desarrollo en lugar del medio actual, medio nefasto que en
lugar de construir seres humanos dignos de ser llamados humanos
fomenta seres vacíos y sin sensibilidad.
Exijamos
pues el tener derecho a un medio ambiente enriquecedor ya que se
trata de que inevitablemente nos vamos haciendo: demandemos un
sistema educativo que forme personas críticas y empáticas; exijamos
una televisión y unos medios que nos aporten valores enriquecedores,
neguémonos a visualizar contenidos que nos deshumanicen y apostemos
en cambio, sabiendo que nos vamos haciendo a nosotros mismos cada
día, por rodearnos de textos, de libros, de películas, de personas,
de colectivos...que ayuden a que crezcamos como humanos, que fomenten
o permitan que nuestras capacidades se puedan desarrollar. Porque si
se trata de hacerse a uno mismo, si la cuestión de fondo es que otra
sociedad diferente de la actual es posible, deberemos reparar en todo
aquello que nos va formando y exigir que las bases desde las que se
nos forma o “construye” sean radicalmente cambiadas. Porque otro
mundo será posible solo si otro ser humano es posible.
Vicente
Berenguer, asesor filosófico
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