17 de agosto de 2016
Crédito: Aporrea.org
Vicenç Navarro
Vicenç Navarro
Sin
lugar a dudas, EEUU está viviendo una situación política de enorme
importancia, que puede llegar a afectar no solo a aquel país, sino
también a todo el mundo, como consecuencia de la centralidad que el
gobierno del Estado federal de EEUU tiene en el orden (mejor dicho,
desorden) internacional. La novedad en esta situación es la
existencia de un candidato a la presidencia del gobierno federal (el
candidato republicano, el Sr. Donald Trump) que ha sorprendido a la
estructura de poder político de EEUU y de sus aliados, por
representar una sensibilidad política que tal establishment percibe
como amenazante.
Es interesante señalar que hay elementos
comunes y semejanzas históricas entre lo que pasó en Europa en los
años treinta, con el surgimiento del nazismo y del fascismo en este
continente, y lo que pasa ahora en EEUU. Ni que decir tiene que la
historia nunca se repite miméticamente. Nunca lo ocurrido en el
pasado se reproduce ahora en el presente de una forma idéntica. Pero
tal observación no niega la posibilidad de que existan elementos
parecidos y situaciones en común entre los años 30 en Europa y
ahora en EEUU. Veamos los datos.
Qué pasa hoy en EEUU
En
la manera como los medios de información presentan la situación
política en aquel país, los candidatos aparecen en el centro de la
atención mediática, tanto en las primarias de cada partido (el
Demócrata y el Republicano), como ahora en la carrera hacia la
presidencia de EEUU entre el candidato republicano Donald Trump y la
candidata demócrata Hillary Clinton. De esta manera, la gran
atención mediática se ha dirigido hacia las características
personales de Donald Trump y de Hillary Clinton. Y el que, con mucho,
ha atraído mayor atención mediática ha sido el primero, Donald
Trump, al que se presenta como un político atípico que rompe con
todos los moldes del comportamiento convencional, que le convierte en
una personalidad sumamente mediática y teatral, que confronta y
ridiculiza la cultura de lo "políticamente correcto",
mostrando su desprecio hacia las minorías y hacia las mujeres, a las
que presenta como los máximos beneficiarios de la política social
federal destinada a corregir la discriminación de raza y de género
existente en aquel país. Sus conferencias de prensa se convierten en
shows teatrales en los que el candidato Trump, en un tono provocador
y muy desafiante, se presenta como el defensor de la clase
trabajadora blanca en contra del establishment político y mediático
del país. La enorme atención mediática hacia este candidato
refleja el interés hacia una figura fuera de lo común que clara y
abiertamente se presenta como antiestablishment. Como bien dijo un
dirigente de la mayor cadena televisiva de EEUU, CBS, "Trump
puede que sea un desastre para EEUU, pero ha sido excelente para la
industria televisiva". En realidad, por paradójico que parezca,
Trump ha sido claramente promovido por las mayores compañías de
televisión de EEUU. ¿Por qué? Usted, lector, no podrá entender
esta paradoja leyendo la prensa, oyendo los medios radiofónicos o
viendo la televisión del país, que se centran en las
personalidades.
¿Por qué la aparición de Donald Trump y
su éxito?
Los medios no dan respuesta a esta pregunta
clave. Para responderla se necesita analizar la situación social y
económica de EEUU y el gran deterioro del bienestar y calidad de
vida de la clase trabajadora de este país, causado predominantemente
por las políticas públicas llevadas a cabo por el gobierno federal
de EEUU, tanto su rama ejecutiva (incluyendo todos los gobiernos
desde los años ochenta) como su rama legislativa (la Cámara de
Representantes y el Senado, ambos controlados antes por el Partido
Demócrata y más tarde por el Partido Republicano). Un punto en
común en todas estas políticas ha sido el inspirarse en la doctrina
neoliberal, iniciada por el Sr. Ronald Reagan (y por la Sra. Margaret
Thatcher en el Reino Unido) y seguida por todos los otros presidentes
desde entonces: Bush padre, Clinton, Bush hijo y Obama.
El
punto esencial de tal doctrina neoliberal ha sido el de liberalizar
la economía, lo que quiere decir favorecer la movilidad de capitales
e inversiones a nivel mundial, eliminando cualquier tipo de freno o
regulación que pueda entenderse como proteccionista, es decir, que
obstaculice dicha movilidad. Como ya he indicado en varias ocasiones,
tal movilidad favorece al mundo de las grandes empresas a costa de
las pequeñas y medianas empresas y también a costa de la gran
mayoría de la clase trabajadora, la cual, al desplazarse sus puestos
de trabajo a otros países con salarios más bajos, se queda sin
trabajo. La evidencia de que el impacto de los llamados tratados de
libre comercio ha sido sumamente negativo para el bienestar de la
clase trabajadora es enorme. Desde que el presidente Clinton firmó
el tratado de libre comercio en 1994 entre EEUU, Canadá y México
(NAFTA por sus siglas en inglés), quince fábricas por día han
dejado EEUU en busca de países con salarios más bajos y con menor
protección social. Como consecuencia, seis millones de puestos de
trabajo en el sector manufacturero han desaparecido. Un ejemplo entre
miles es United Technologies Corporation (UTC), en Indiana, que
pagaba a sus trabajadores 20 dólares por hora. En México, pagaba
solo 3 dólares. UTC despidió en Indiana a más de mil trabajadores
y se desplazó a México. Y así miles de fábricas, primordialmente
del sector manufacturero, que era el centro de la clase trabajadora
bien pagada. Hay que aclarar que UTC, cuando decidió desplazarse a
México, no tenía pérdidas. Todo lo contrario, tenía unos
beneficios considerables. Pero la dirección de la empresa consideró
que los beneficios serían incluso más elevados en caso de situarse
en México. En realidad, tal desplazamiento de puestos de trabajo ha
sido la mayor causa de destrucción de empleo en los Estados
industriales de EEUU (mucho mayor que la creada por la revolución
digital o robótica). En Estados como Ohio, Michigan, Pensilvania y
otros, el porcentaje de la población trabajadora en los sectores
manufactureros ha descendido desde la aprobación del NAFTA de una
manera muy notable (en Ohio, 300.000 puestos de trabajo en la
manufactura, pasando de representar tales puestos un 24% a solo un
15%; un tanto semejante en Michigan, donde pasaron del 24% a un 16%;
y así en otros Estados industriales).
El gran coste de
los tratados de libre comercio para la clase trabajadora
Esta
movilidad de empresas facilitada por los tratados de libre comercio
ha sido devastadora para los trabajadores de la manufactura (que
estaban entre los mejor pagados en EEUU). Zonas enteras de este país
han pasado de estar en una buena situación económica a una
situación desastrosa. Y la calidad de vida de grandes sectores de la
clase trabajadora manufacturera ha sido afectada muy negativamente.
En realidad, la esperanza de vida de la clase trabajadora blanca
(años de vida que una persona vivirá como promedio) se ha reducido
durante estos años de neoliberalismo.
Y de ahí el enorme
enfado de esta clase trabajadora de EEUU con el establishment
político, y muy en especial contra el establishment federal, al cual
se le percibe correctamente como el instrumento de la clase
corporativa (los directivos, propietarios y gestores de las grandes
corporaciones o empresas que se desplazan a otros países), que se ha
beneficiado enormemente de la globalización de sus empresas a costa
del bienestar de sus trabajadores en EEUU.
Por cierto,
estas inversiones en países con salarios bajos tampoco benefician a
los trabajadores de los países "pobres" receptores de
tales industrias, pues aun cuando es cierto que tales inversiones
crean puestos de trabajo, también hay que darse cuenta de que
destruyen muchos más puestos de trabajo en las empresas medianas y
pequeñas locales, que no pueden competir con las grandes empresas
procedentes de los países "ricos", pues las leyes de libre
comercio siempre favorecen a estas últimas sobre las locales, a las
cuales se fuerza a abandonar cualquier tipo de proteccionismo, sin el
cual tales industrias locales no pueden surgir. Hay que recordar, por
cierto, que todos los países hoy desarrollados fueron
proteccionistas a fin de permitir su desarrollo económico. Y que
incluso hoy tales países "ricos" son altamente
proteccionistas. La incorporación de los países subdesarrollados en
tales tratados de libre comercio, imponiéndoles la eliminación de
medidas proteccionistas, los condena al subdesarrollo.
Era
predecible que Trump ganara las primarias del Partido Republicano (y
podría ganar las elecciones a la presidencia de EEUU)
Es
en este contexto que se entiende el éxito electoral del candidato
Trump. Durante las primarias del Partido Republicano, tal candidato
fue el único que exigió la eliminación de los tratados de libre
comercio (desde el NAFTA hasta el nuevo tratado de EEUU con los
países del Pacífico), utilizando una narrativa antiestablishment
(acusando al gobierno federal de facilitar tales tratados) que lo ha
hecho sumamente atractivo para la clase trabajadora estadounidense.
Su postura antiestablishment incluye también una crítica a otra
dimensión del gobierno federal, al cual acusa de favorecer en sus
políticas públicas sociales a las minorías (negros y latinos) y a
las mujeres a través de sus políticas antidiscriminatorias, que se
financian -según él- con los impuestos aportados por la clase
trabajadora blanca. Para entender la capacidad movilizadora entre la
clase trabajadora blanca de esta crítica, hay que ser consciente de
que el sistema fiscal estadounidense tiene muy escasa capacidad
redistributiva vertical (de las rentas superiores a las rentas
inferiores). De ahí que sea percibido por las clases populares como
redistributivo de tipo horizontal (por ejemplo, de la clase
trabajadora blanca a la negra). Los beneficios sociales públicos en
EEUU no son universales (es decir, que todo ciudadano o residente
tiene derecho a ellos), sino que dependen del nivel de renta,
convirtiéndose en programas de tipo asistencial para los pobres,
humildes y necesitados (entre los cuales, la población negra y
latina está sobrerrepresentada). De ahí que el Estado sea percibido
como un Estado asistencial para con los negros (a los que se presume
pobres), con programas financiados por los blancos. Y en esta
percepción el Partido Demócrata es considerado como favorecedor de
esta política social de tipo asistencial, no universal, orientada a
facilitar la integración de las minorías y de las mujeres dentro
del orden establecido, sin cuestionarlo. Y es ahí donde el lenguaje
y la narrativa de Donald Trump, claramente anti políticamente
correcto, empleados en un tono provocativo, se convierten en un
elemento movilizador por sus características antiestablishment. Ni
que decir tiene que este argumento se basa en muchos errores de
percepción, tales como asumir que la mayoría de pobres en EEUU sean
negros o mujeres, lo cual no es cierto. En realidad, la mayoría de
pobres son blancos y hombres.
Los paralelismos entre el
EEUU de hoy y la Europa de los años treinta
Para los que
vivimos -como fue mi caso- nuestra juventud en dictaduras fascistas,
como la liderada por el general Franco en España, nos es fácil
detectar a un fascista cuando lo vemos. Pues bien, Donald Trump tiene
características muy semejantes a las del fascismo europeo: un
nacionalismo extremo de carácter racista y machista, que asigna al
país una superioridad moral, profundamente autoritario, caudillista
y antidemocrático, que alega representar al trabajador sin voz,
explotado por el establishment político del país. Y su aparición
como fenómeno político responde a una situación de gran
cuestionamiento de la legitimidad de dicho establishment. Y es este,
precisamente, el punto en común con lo que ocurrió en los años
treinta en Europa.
El surgimiento del nazismo y del
fascismo fue una consecuencia de la Gran Depresión. El enorme
rechazo hacia el sistema capitalista por parte del mundo obrero hizo
surgir movimientos contestatarios, bien de sensibilidad socialista,
bien de sensibilidad comunista, que amenazaron las estructuras del
poder económico y financiero de Europa. Fue en este contexto que
apareció el movimiento nazi y fascista, con la intención de
destruir y substituir a tales movimientos contestatarios. Y para ello
utilizó lenguajes, discursos y símbolos próximos a aquellos
partidos. Hay que recordar que el nazismo se autodefinió como
nacionalsocialismo, utilizando argumentos que estaban enraizados en
el ideario del movimiento obrero. En España, por ejemplo, los
colores del partido fascista eran los colores del movimiento
anarcosindicalista.
Hoy, la enorme crisis social, causada
por la imposición de políticas públicas neoliberales que han
afectado muy negativamente al estándar de vida de la clase
trabajadora, ha generado un sector profundamente antiestablishment
que han canalizado Trump y el candidato demócrata Bernie Sanders,
los únicos candidatos que hablan de y a la clase trabajadora. La
gran diferencia entre los dos es que mientras los grandes medios han
dado gran visibilidad a Trump (que nunca ha cuestionado a la clase
capitalista, proponiendo políticas tributarias claramente favorables
a estas rentas superiores derivadas del capital), han silenciado a
Bernie Sanders, pues su mensaje socialista entraba en claro conflicto
con dicha clase capitalista. En realidad, canalizar el enfado a
través de Trump era un objetivo de los medios de información, en
lugar de que se hiciera a través de Sanders.
Ni que decir
tiene que la clase capitalista (conocida en EEUU como la clase
corporativa -the Corporate Class-) prefiere a una persona del mismo
establishment, como la Sra. Clinton, que al candidato Trump, en parte
debido a la imprevisibilidad de este último. Pero en este escenario
el mayor "enemigo" es Sanders, al cual había que parar por
todos los medios.
¿Podrá el Partido Demócrata ganar las
elecciones presidenciales?
La otra gran sorpresa del año
político (mayor que la del surgimiento de Trump) fue la candidatura
de Bernie Sanders, un personaje independiente que decidió
presentarse a las primarias del Partido Demócrata, consiguiendo
ganar las primarias de aquel partido en 22 Estados (de un total de
50), recibiendo casi la mitad de todos los delegados elegidos durante
las primarias del Partido Demócrata. La novedad de Sanders era que
ha sido siempre un socialista, presentándose como tal desde el
principio, sin ningún rubor o actitud defensiva. Y en el Senado ha
sido la voz más potente en defensa de la clase trabajadora y otros
componentes de las clases populares. Sus propuestas económicas y
sociales eran claramente socialistas, siendo elementos esenciales de
su programa el incrementar el salario mínimo a 15 dólares por hora,
así como la derogación de todos los tratados de libre comercio,
aumentando el grado de cobertura en el aseguramiento sanitario, y
enfatizando la universalidad de los derechos sociales y laborales,
rompiendo así con la filosofía institucional dominante en las
políticas sociales del Estado federal, que son de carácter
asistencial-benéfico en lugar de universal. Ha sido también
altamente crítico con la política exterior de EEUU, que fue
dirigida por la Sra. Clinton como Secretaria de Estado (rango
homologable al de Ministra de Asuntos Exteriores). En realidad, la
candidatura de Sanders ha sido la más progresista de todas las
habidas en campaña electoral desde la de Jesse Jackson Senior en
1988.
Su éxito fue la gran noticia ocultada por los
grandes medios, que claramente favorecían a Hillary Clinton sobre
Sanders, el cual tenía en contra no solo a la dirección y el
aparato del Partido Demócrata, sino a todos los grandes medios. A
pesar de ello, Sanders consiguió el apoyo del electorado por debajo
de los 45 años, personas que lo apoyaron masivamente.
Las
limitaciones de las políticas identitarias: el resurgimiento de la
clase trabajadora frustrada
El candidato Sanders cambió
la estrategia de las fuerzas progresistas de EEUU, que desde los años
ochenta desenfatizaron la estrategia de movilización de las clases
populares, basada en la realización de que en EEUU había una
estructuras de clases, las cuales estaban ahora claramente en
conflicto entre ellas. La victoria del mundo empresarial era a costa
de la clase trabajadora. En lugar de estas políticas de clase, la
fuerzas progresistas habían enfatizado las políticas identitarias
(a favor de las minorías y de las mujeres) con el objetivo de
favorecer su integración dentro del sistema político-económico
dominante en EEUU. Las instituciones del gobierno federal, en
respuesta a esta estrategia, consiguieron, a través de las medidas
antidiscriminatorias, integrar a tales minorías y a las mujeres
dentro de las instituciones de dicho sistema. La elección de un
ciudadano negro para la presidencia de EEUU muestra el éxito de
estas políticas antidiscriminatorias. Y un tanto semejante ocurriría
en el caso de que la candidata Clinton fuera elegida presidenta. Pero
esta integración en el sistema establecido no ha cambiado el nivel
de vida de la mayoría de negros y mujeres en EEUU, que pertenecen a
la clase trabajadora, y ello como consecuencia de que no han cambiado
las relaciones de clase social en aquel país. La realización de la
importancia de este hecho explica el éxito del candidato Bernie
Sanders, que enfatizó el lenguaje de clases sociales, así como
medidas que beneficiaran a la clase trabajadora. De ahí su apoyo
entre la clase trabajadora no solo blanca, sino también de las
minorías (sobre todo jóvenes y trabajadores). Su éxito muestra las
enormes limitaciones de las políticas identitarias en ausencia de
políticas de clase. A pesar de este éxito, el candidato Sanders no
pudo sobrepasar al aparato del Partido Demócrata, que facilitó la
victoria de la candidata que dio prioridad a los temas identitarios
sobre los temas de clase. Ello ha permitido que ahora sea el
candidato Trump el que monopolice el tema de clase, presentando a la
candidata Clinton como la representante del establishment político
federal del país, lo cual, considerando la biografía personal de la
Sra. Clinton, es difícil de rebatir. Por otra parte, el candidato
Trump, hoy apoyado por los sectores más reaccionarios de la
Corporate Class, es también vulnerable por sus orígenes y prácticas
(siendo sus propuestas fiscales enormemente favorables a los
intereses de tal clase corporativa). Ahora bien, será difícil para
la Sra. Clinton, que es percibida ampliamente como representante del
establishment, poder capitalizar esta vulnerabilidad del Sr. Trump.
Sin lugar a dudas, el candidato Sanders hubiera podido mostrar las
falsedades del Sr. Trump más fácilmente que la Sra. Clinton. Las
encuestas mostraban que Sanders ganaba a Trump por unos porcentajes
mayores que la Sra. Clinton.
¿Qué pasará?
Una
vez eliminado el peligro de Sanders, el establishment político se
siente más seguro con Clinton que con Trump, al cual se opone una
gran amalgama de fuerzas, incluyendo progresistas, que temen la
reducción de la ya escasa democracia existente en aquel país, que
quedaría incluso más reducida con la victoria de Trump. Por otra
parte, la victoria de la candidata Clinton fue acompañada de un giro
hacia la izquierda para conseguir el apoyo de los votantes de
Sanders. En realidad, si el 30% de votantes de Bernie Sanders
trasladaran su apoyo a Trump en lugar de Clinton, el primero ganaría
las elecciones. De ahí el movimiento hacia la izquierda de Clinton,
incluyendo el aumento del salario mínimo (aunque no ha hecho suya la
cifra de 15 euros por hora que pedía Sanders), la denuncia de los
tratados de libre comercio (aunque no ha prometido anularlos), su
distanciamiento de intervenciones que ella había promovido y que
resultaron ser un desastre (como Irak y Libia), y su promesa de
reducir el intervencionismo militar. Y aunque es probable que la
mayoría de votantes de Sanders pase a votar a Clinton, el hecho es
que no es seguro que este apoyo vaya a ser unánime o claramente
mayoritario. El comportamiento de la Sra. Clinton (orientado a
conseguir el apoyo de los republicanos moderados) está desalentando
al electorado sanderista, cuya abstención podría dar la victoria a
Trump. Por otra parte, los medios de comunicación que habían sido
relativamente favorables a Trump ahora se oponen con toda intensidad
a este candidato, mostrando sus grandes incoherencias y puntos
débiles, lo cual está deteriorando su aceptabilidad por parte de
amplios sectores de la población estadounidense. Se abren toda una
serie de interrogantes que añaden una gran inestabilidad a la
situación política del país. Es una lástima que los medios no
informen mejor para entender qué está pasando en EEUU.
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