03 de agosto de 2016
Crédito: espacio público
Odalys Padrón
Odalys Padrón
Europa
tiene una larga tradición democrática. Atenas, en los siglos VII al
V a.C., evolucionó desde una oligarquía, gobierno de unos pocos,
hacia una democracia, gobierno del pueblo. Este logro estuvo
propiciado por el pueblo a través de innumerables rebeliones
populares. No era una democracia plena, ya que se mantuvo la
esclavitud y a las mujeres no les estaba permitido participar en
política, pero era un comienzo. La democracia renació durante la
Ilustración, en el siglo XVIII, con la fundamentación de la
democracia representativa.
Para
Espinosa, el filósofo de Ámsterdam, el mantenimiento, aseguramiento
y garantía de los derechos de las personas es la causa principal de
la creación del Estado. Defendió el derecho de la conciencia
individual a pensar y expresarse libremente. Según Espinosa la
democracia es el gobierno más natural, por ser el más cercano a la
libertad que la naturaleza concede a todos. Su coetáneo, el
británico Locke, abogó por el principio de la división y
separación de poderes como único modo de frenar al poder en el
Estado y garantizar así la libertad. La garantía de derechos
inherentes a la personalidad, como la vida, la libertad, la propiedad
y el derecho a la reparación en caso de ofensa o daño, están en el
contrato social por el que cedemos partes de nuestros derechos para
conferirlos a la organización política de la sociedad: el Estado.
El
francés Montesquieu también estableció la división de poderes
como el marco institucional adecuado para posibilitar la existencia y
el mantenimiento de la libertad que no puede dejarse al albur de que
el pueblo, o su gobierno, esté conformado por personas más o menos
virtuosas y bienintencionadas. Si así fuera, será un plus, un
añadido, que sin duda contribuiría a favorecer el desarrollo y
consolidación de la libertad que debe quedar salvaguardada por
encima del azar, por encima de las virtudes que posean los hombres
que constituyan el gobierno de un país en cada momento. La libertad
debe estar institucionalmente protegida incluso, y especialmente, en
el caso de que los gobernantes sean malvados, o en el caso de que el
pueblo esté corrompido.
Y
con estos antecedentes asistimos estupefactos, hastiados e indignados
al lamentable espectáculo de las antidemocráticas instituciones que
conforman la Unión Europea. Instituciones, que, en su mayoría,
representan los intereses de las grandes empresas financieras
despreciando los intereses de la ciudadanía. Algunos ejemplos de
estas instituciones serían el Banco Central Europeo, la Comisión
Europea, El Consejo Europeo e incluso el Parlamento Europeo. ¿Cómo
pueden hablar de democracia cuando intentan imponernos el TTIP,
Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones, sin facilitarnos
toda la información? Prácticas represivas y abusivas que creíamos
haber desterrado.
Un
TTIP que favorece a las grandes empresas y que posibilitará la
pérdida masiva de derechos que tanto esfuerzo, lágrimas y sangre ha
costado consolidar y que ahora quieren arrebatarnos con alevosía y
sin anestesia. Pretenden rebajar los estándares alimentarios
(ver Ostracismo
del TTIP en el Pacto de Gobierno), acabar con los derechos de la
ciudadanía (ver El
TTIP, una pérdida de derechos), doblegar a los gobiernos
limitando su capacidad legisladora (ver Mutis
por el TTIP en la investidura) y como colofón Greenpeace Holanda
nos advierte de la presión que está haciendo EE.UU. para eliminar
la cláusula, que Europa tiene en vigor, para impedir que ningún
artículo salga al mercado sin previamente haber demostrado que no es
dañino, los americanos pretenden imponer el principio de
comercialización, o sea, que salga el producto al mercado y luego ya
se verá si es dañino.
Cada
día más datos corroboran que la UE se ha creado por y para
favorecer a las élites financieras. Lo confirman noticias como las
que tímidamente han aparecido en algún medio de comunicación donde
se ha desvelado que el Banco Central Europeo (BCE) ha repartido 470
millones de ayudas públicas a Telefónica, Iberdrola y Repsol.
También han recibido ayudas otras empresas como Gas Natural, Red
Eléctrica, Enagás, Abértis, Maphre, Redexis, Siemens, Renault o
Anheuser-Busch. Mientras las élites financieras son favorecidas por
el BCE los Estados miembros, por el artículo 104 del Tratado de
Maastricht y el artículo 123 del Tratado de Funcionamiento de la
Unión Europea, no pueden ser financiados directamente por el Banco
Central Europeo pagando a la banca privada, en concepto de intereses,
más de 350.000 millones de euros anuales. Hay economistas que
demuestran que si el Estado español desde 1989 se hubiera financiado
a un interés del 1% por un Banco Central el peso de la deuda pública
española sería ahora del 15% del PIB y no del 100% actual.
La
conclusión es clara el BCE financia a las grandes empresas mientras
prohíbe financiación directa a los Estados y a las administraciones
públicas alegando que los políticos despilfarrarían a manos llenas
porque podrían endeudar todavía más a sus ciudadanos y avanzarían
sin freno hacia una suspensión de pagos con efectos multiplicados
frente a los que podrían tener ahora mismo. Curioso, no se fían de
los políticos, en algunos casos lo podría entender, pero sí
confían en los directivos de las grandes empresas que según una
encuesta realizada por la consultora EY (antigua Ernest & Young)
el 70% de los directivos considera “habitual” el soborno y la
corrupción, estimándola una práctica usual para generar
beneficios. Además dicha encuesta desvela que el 56% de los
directivos consultados reconoce la existencia de “maquillaje” en
la información financiera de las grandes empresas. Por ello no es de
extrañar titulares como el publicado en 2013 “Corrupción IBEX.
Dos directivos de Acciona trincan 50 millones de euros en una obra de
Zaragoza”
Esta
“filosofía” empresarial no debe resultar desconocida para el
Presidente del BCE, Mario Draghi. Siendo Vicepresidente para Europa
de Goldman Sachs, una de las empresas implicadas en la crisis
financiera por su relación con la hipotecas basura y la venta de
productos ligadas a ellas, se le relaciona con las falsificaciones de
la contabilidad de Grecia ocultando datos sobre el déficit y la
deuda lo que permitió a Grecia entrar en el euro y al banco
estadounidense llevarse un botín de 600 millones de euros. Dado el
historial del Presidente del BCE no sorprende que afirmara que la
retirada de los billetes de 500 euros es por ser instrumentos para
actividades delictivas y quizás éste no sea el verdadero motivo.
Inspectores de Hacienda creen que esta medida no frenará el fraude
ni el blanqueo de capitales. Podría tener relación, como apuntan
algunos periodistas económicos, con los tipos de interés negativos
que están comenzando a verse y que pudieran persuadir a muchos
ciudadanos a sacar su dinero del banco y guardarlo en efectivo con el
propósito de proteger sus ahorros. Esto añadiría presión a las
entidades financieras y la eliminación de los billetes de 500
dificultaría esta opción por razones de espacio. Como ya dijimos,
favorecer a las élites financieras perjudicando a la clase
trabajadora. Lo público al servicio de lo privado.
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