30 de junio de 2016
Crédito: alai
Agencia Latinoamericana de Información
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Sorpresa,
sorpresa. Los trabajadores británicos, muchos de los cuales vieron
declinar su nivel de vida mientras los ricachones de su país se
enriquecían aún más, le dieron la espalda a la Unión Europea y a
una economía globalizada que los maltrata a ellos y a sus hijos.
No
son sólo los británicos los que están sufriendo. La economía
crecientemente globalizada, establecida y mantenida por la elite
económica mundial, maltrata a los pueblos en todas partes.
Increíblemente, las 62 personas más ricas del mundo poseen tanta
riqueza como la mitad más modesta de la población del planeta, unas
3 mil 600 millones de personas. Los muy, muy ricos, disfrutan de un
lujo inimaginable mientras miles de millones de personas sufren de
una pobreza abyecta, del desempleo y servicios de salud, educación,
vivienda y agua potable inadecuados.
¿Este
rechazo de la actual forma de la economía global podría darse en
los Estados Unidos? Puedes apostar que sí.
Durante
mi campaña por la nominación presidencial Demócrata visité 46
Estados. Lo que vi y escuché en demasiadas ocasiones fueron
dolorosas realidades que el establishment político y mediático ni
siquiera reconoce.
En
los últimos 15 años, cerraron casi 60 mil fábricas en el mundo, y
desaparecieron más de 4,8 millones de empleos manufactureros bien
pagados. Buena parte de esto está relacionado con los desastrosos
tratados comerciales que estimulan a las empresas a instalarse en
países de bajos salarios.
A
pesar de significativos incrementos de la productividad, el
asalariado medio de los EEUU gana 726 dólares menos de lo que ganaba
en el año 1973, mientras que la asalariada media gana 1.154 dólares
menos de lo que ganaba en el año 2007, con datos que toman en cuenta
la inflación.
Casi
47 millones de estadounidenses viven en la pobreza. Un estimado de 28
millones no tiene seguro médico, mientras muchos otros disponen de
seguros insuficientes. Millones de personas se debaten contra
intolerables niveles de deuda estudiantil. Tal vez por la primera vez
en la historia moderna, nuestras generaciones jóvenes tendrán muy
probablemente un nivel de vida inferior al de sus padres. Puede ser
alarmante, pero millones de estadounidenses de baja formación
profesional tendrán una esperanza de vida más corta que la
generación precedente y sucumben a la desesperanza, las drogas y el
alcohol.
Mientras
tanto, en nuestro país la décima parte más rica del 1% más rico,
posee tanta riqueza como el 90% más modesto. El 58% de todos los
nuevos ingresos va al 1% más rico. Wall Street y los mil
millonarios, a través de sus “super PACs”, pueden comprar las
elecciones.
En
mi propia campaña, hablé con trabajadores que no logran vivir con
salarios de 8 o 9 dólares la hora; con jubilados que luchan para
comprar las medicinas que necesitan con pensiones de la Seguridad
Social de 9 mil dólares al año; con jóvenes que no pueden acceder
a la universidad. También visité a los ciudadanos estadounidenses
de Puerto Rico, dónde 58% de los niños viven en la pobreza y sólo
poco más del 40% de la población adulta tienen un trabajo o está
buscando empleo.
Seamos
claros. La economía global no está funcionando para la mayoría del
pueblo ni en nuestro país ni en el mundo. Este es un modelo
económico diseñado por la elite económica en beneficio de la elite
económica. Necesitamos un cambio real.
No
un cambio basado en la demagogia, ni en el fanatismo religioso y la
propaganda anti-inmigrantes que caracterizó la retórica de la
campaña por el Brexit, y es el meollo del mensaje de Donald Trump.
Necesitamos
un presidente que apoye vigorosamente la cooperación internacional
que reúne a los pueblos del mundo, reduce el hiper-nacionalismo y
disminuye la posibilidad de la guerra. También necesitamos un
presidente que respete los derechos democráticos del pueblo, y que
luche por una economía que proteja los intereses de los
trabajadores, no sólo los de Wall Street, los laboratorios y otros
poderosos intereses privados.
Fundamentalmente
necesitamos rechazar nuestras políticas de “libre comercio” y
movernos hacia el comercio justo. Los estadounidenses no debiesen
competir con los trabajadores de los países de bajos salarios que
ganan centavos por una hora de labor. Tenemos que derrotar el Tratado
Transpacífico. Tenemos que ayudar a los países pobres a desarrollar
modelos económicamente sustentables.
Tenemos
que terminar con el escándalo internacional que permite que grandes
grupos corporativos y los ricos eludan pagar billones de dólares en
impuestos a sus gobiernos nacionales.
Tenemos
que crear decenas de millones de empleos a través del mundo
combatiendo el cambio climático y transformando el sistema
energético alejándolo de los combustibles fósiles.
Necesitamos
esfuerzos internacionales para reducir el gasto militar en todo el
planeta y ocuparnos de las causas de la guerra: la pobreza, el odio,
la desesperanza y la ignorancia.
La
noción que Donald Trump pudiese beneficiar de las mismas fuerzas que
le dieron la mayoría a los defensores del Brexit en Gran Bretaña
debiese lanzar la alarma en el Partido Demócrata y en los Estados
Unidos. Millones de electores estadounidenses, como los defensores
del Brexit, están comprensiblemente cabreados y frustrados por las
fuerzas económicas que están destruyendo la clase media.
En
este momento crucial, el Partido Demócrata y un nuevo presidente
Demócrata tienen que aclarar que estamos con aquellos que luchan y
que han sido abandonados. Tenemos que crear economías nacionales y
globales que funcionen para todos y no sólo para un puñado de mil
millonarios.
Bernie
Sanders – Senador por el Estado de Vermont y candidato a la
nominación presidencial Demócrata. Publicado en el New York Times
del 29 de junio 2016
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