29 de agosto de 2012
Germán Saltrón Negretti
Especulación
con los alimentos
El
precio mundial de los alimentos se decide en gran parte en el Mercado
de Futuros de Chicago. Desde hace tiempo, el capital financiero ha
entrado a especular con los alimentos. Este 2008, año de crisis, las
grandes empresas de alimentos han incrementado sus beneficios en un
45% de media. Mientras que millones de personas mueren de hambre
anualmente, las multinacionales de la alimentación no paran de
acumular beneficios.
Con
las políticas neoliberales, los países en vías de desarrollo han
abierto las fronteras a la importación de productos agrícolas
provenientes de EEUU i Europa (productos subvencionados que se venden
por debajo del costo de producción ), destruyendo las producciones
locales y se han visto obligados a destinar sus tierras agrícolas a
la producción de alimentos para la exportación ( soja, café,
bananas....) para tener divisas y comprar alimentos.
Los
alimentos viajan miles de kilómetros para ir des del país productor
hasta nuestra mesa, y alimentos que antes producíamos a pocos
kilómetros, ahora los importamos de otros continentes...
Control
de la Producción Mundial de alimentos por parte de Transnacionales
Con
la irrupción de los transgénicos, se ha consolidado un modelo
mundial de producción de alimentos en el que unas pocas empresas
venden las semillas, los fertilizantes y los pesticidas al productor;
después le compran la producción y las mismas empresas la
transportan a la otra punta del mundo hacia las grandes cadenas de
distribución: los supermercados Carrefour o Wal-Mart, presentes en
todo el mundo, que también monopolizan la distribución de alimentos
y nos imponen qué comprar y cómo comprar. Todo el circuito está en
manos privadas y los gobiernos han perdido prácticamente cualquier
posibilidad de definir que alimentos tiene que producir un país.
Agrocombustibles
Los
agrocombustibles llevan al límite este modelo agrícola. Las mejores
tierras que producen alimentos están siendo usadas para sembrar
soja, colza, palma,... cultivos a partir de los cuales fabricar
agrocombustibles. Es decir, la producción de alimentos está
perdiendo terreno frente a la fabricación de combustibles. El
aumento del precio del petróleo ha disparado las inversiones en
fábricas de agrocombustibles, la compra de tierras y las inversiones
de futuro, la cual cosa representa una gran amenaza para la
producción de alimentos en muchos países.
DE
LA CRISIS ALIMENTARIA A LA SOBERANÍA ALIMENTARIA.
Eric
Holt-Giménez 22 septembre 2009 English Español
La
crisis alimentaria actual—creada a lo largo de décadas—es un
aplastante indicador contra la agricultura capitalista y contra los
monopolios corporativos que dominan el sistema alimentario mundial.
El complejo industrial agroalimentario creó la crisis al monopolizar
los insumos industriales, la industria agrícola, las plantas
procesadoras y los comercios de distribución. Las acciones del
complejo industrial agroalimentario y la auto aplicación de
soluciones neoliberales propuestas por las instituciones mundiales
multilaterales que dirigen a los países industriales, se juntan con
el escepticismo, la desilusión y la indiferencia del público
general del Norte, que está más preocupado en el descenso de la
crisis económica global que en la crisis alimentaria. El
neoliberalismo se aferre en su posición y ha encontrado una
resistencia creciente en los más afectados por la crisis—los
pequeños productores de todo el mundo.
Al
concluir la “Ronda de Desarrollo” de Doha sobre negociaciones de
comercio las soluciones presentadas por el Banco Mundial, la
Organización de Alimentación y Agricultura de ONU (FAO, siglas en
ingles), el Grupo Consultivo para Investigación Agrícola
Internacional (CGIAR, siglas en ingles) y la mega-filantropía
proponen acelerar la expansión de la biotecnología, revivir la
Revolución Verde, reintroducir los préstamos condicionados del
Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (FMI) y recrear el
actualmente fragmentado poder de Organización Mundial del Comercio
(OMC).
Estas
instituciones tienen el mandato del capital de mitigar el hambre,
reducir las tensiones sociales y reducir la cantidad de campesinos
productores en todo el mundo— sin introducir cambios sustanciales a
la estructura del sistema alimentario mundial. Las estrategias
neoliberales se oponen por completo a las propuestas agroecológicas
y de soberanía alimentaria que defienden las federaciones campesinas
y las organizaciones de la sociedad civil en todo el mundo, las
cuales buscan transformar el sistema alimentario. La crisis
alimentaria se ha convertido en un punto fundamental en la lucha de
clases sobre el futuro del sistema alimentario, esto lo evidencia los
desacuerdos y las declaraciones de protesta en las recientes
Reuniones Cumbre de Roma, Hokkaido y Madrid, la creciente resistencia
pública en contra del complejo industrial agroalimentario, así como
el aumento, diseminación y convergencia política de los movimientos
sociales a favor de la agroecología, la reforma agraria, la justicia
social y la soberanía alimentaria.
LA
CRISIS ALIMENTARIA
El
año pasado se produjeron cifras récord tanto en la cantidad de
personas pobres sufriendo hambre en el mundo, como en las máximas
cosechas y ganancias de las principales corporaciones industriales
agroalimentarias. La contradicción de aumentar el hambre al mismo
tiempo que aumenta la riqueza y la abundancia realzada por
“rebeliones alimentarias”, no se había visto en décadas. Las
protestas en México, Marruecos, Mauritania, Senegal, Indonesia,
Burkina Faso, Camerún, Yemen, Egipto, Haití y otros veinte países
fueron provocadas por el desmedido aumento en los precios de los
alimentos (ver artículo de Walden Bello y Mara Baviera sobre el
tema). En junio de 2008, el Banco Mundial reportó que el precio de
los alimentos subió 83% en relación a los últimos tres años y FAO
informó que el índice de precio de los alimentos en todo el mundo
aumentó 45% en sólo nueve meses. [1] Mientras que los precios de
las mercancías han bajado debido a la crisis económica y a que los
especuladores han disminuido sus ganancias en las mercancías, los
precios de los alimentos se mantienen altos y no se espera que bajen
a los niveles tenidos antes de la crisis.
Las
numerosas y extendidas protestas no fueron simplemente “motines”
de masas enloquecidas por el hambre. Más bien fueron airadas
demostraciones en contra de los altos precios de los alimentos en
países donde anteriormente tenían sobreproducción de alimentos, y
donde los gobiernos y las industrias ignoraron la apremiante
situación y las demandas populares. En algunos casos sólo fue gente
hambrienta tratando de obtener comida de camiones o supermercados.
Alarmados ante el creciente espectáculo del descontento social, el
Banco Mundial declaró que sin una inyección masiva e inmediata de
ayuda alimentaria, 100 millones de personas en el Sur serían parte
del enorme rango de hambrientos en el mundo. [2] Esta estridente
advertencia avivó de inmediato creencias Maltusianas en la industria
agroindustrial y desencadenó una oleada de heroicas promesas sobre
nuevas semillas genéticamente modificadas de alto rendimiento,
resistentes a cambios climáticos y biofortificadas.
El Banco Mundial
lo llamó un “Nuevo Acuerdo” para agricultura y lanzó un
portafolio de US$1.2 billones para préstamos de emergencia. La FAO
llamó, aunque sin éxito, a los gobiernos de los países miembros de
la OECD (Organización para la Co-operación y el Desarrollo
Económico, siglas en ingles) para financiar con US$30 billones la
reactivación de la agricultura de los países en vías de
desarrollo. Bill Gates el mega-filántropo invitó a corporaciones
multilaterales a seguirlo creando una nueva era del “capitalismo
creativo”, prometiendo que su nueva Alianza para la Revolución
Verde en África (AGRA, siglas en inglés) brindará a cuatro
millones de pequeños productores semillas y fertilizantes.
Con
la cosecha record del 2007, según la FAO, había más de los
necesario para alimentar a toda la población mundial en el 2008—al
menos 1.5 veces lo requerido. De hecho, en los últimos veinte años
la producción de alimentos ha aumentado anualmente 2%, mientras que
el índice de población ha disminuido 1.4% anual.
Globalmente,
no es la población humana la que agota las reservas de alimentos.
Más del 90% de la población pobre es simplemente demasiado pobre
para poder comprar sus alimentos. Los altos precios de los alimentos
son el problema, porque aproximadamente tres billones de personas—la
mitad de la población mundial—sufre moderada o extrema pobreza.
Alrededor de la mitad de la población de los países en vías de
desarrollo ganan menos de dos dólares diariamente. Aproximadamente
20% sufre “extrema pobreza” y gana menos de un dólar al día.
[3] Muchas de las personas clasificadas como pobres son campesinos de
subsistencia, quienes han sido despojados de la tierra y del agua,
por ello no pueden competir con el Mercado global. [4]
Además,
el desvío de gran cantidad de granos para alimentar el ganado
industrial y de vegetales para producir aceite en economías
emergentes, así como la ocupación de tierra y agua para producir
agrocombustibles, ejerce una fuerte presión en el mercado de
alimentos básicos.
No
sorprende que, los mayores monopolios de agroalimentos obtengan de la
crisis alimentaria gigantescas ganancias. En el último trimestre del
2007 cuando la crisis alimentaria mundial despuntaba, las ganancias
de Archer Daniels Midland aumentaron 42%, las de Monsanto 45% y las
de Cargill 86%. La subsidiaria de Cargill, Fertilizantes Mosaic logró
que sus ganancias aumentaran 1,200%. [5]
La
constante concentración de ganancias y poder de mercado en los
países industrializados del Norte, refleja la pérdida de capacidad
en la producción y el aumento del hambre en los países del Sur. A
pesar de la aclamada productividad de las semillas de la Revolución
Verde y a pesar de las campañas sobre desarrollo promovidas durante
décadas—más recientemente la escurridiza campaña Metas de
Desarrollo del Milenio—el hambre per cápita es mayor y la cantidad
de personas desesperadas por el hambre en el planeta ha aumentado de
700 millones en 1986 a800 millones en 1998. [6] Actualmente esta
cantidad se eleva a un billón.
Hace
cincuenta años, los países en vías de desarrollo tenían
anualmente una sobreproducción agrícola de US$ 1 billón, dedicada
al comercio. Después de décadas de desarrollo capitalista y de la
expansión global del complejo agroalimentario industrial, el déficit
de alimentos en el Sur se ha elevado a US$11 billones por año. [7]
La factura de importación de cereales para los países pobres con
déficit alimentario actualmente supera los US$38 billones y la FAO
anticipa que aumentará a $50 billones en el 2030. [8] Que los países
del Sur cambiaran de ser autosuficientes en alimentación a ser
dependientes es producto de la colonización del sistema alimentario
nacional y de la destrucción de la agricultura campesina.
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