26 de octubre de 2015
Crédito: sin permiso
Conor Lynch
Traducción: G. Buster
Conor Lynch
Traducción: G. Buster
El
pasado jueves, el reconocido físico y cosmólogo Stephen
Hawking, dejó caer una verdadera bomba sobre el
capitalismo y el futuro de la desigualdad. Con los rápidos avances
tecnológicos de las últimas décadas (por ejemplo, la tecnología
informática, la robótica), hemos visto crecer las desigualdades
económicas a un ritmo alarmante, y como una especie de clase
plutocrática de propietarios - es decir, los capitalistas - se
volvían inmensamente ricos. Hawking cree que, si las máquinas no
terminan por reemplazar el trabajo humano y produciendo todos
nuestros productos, y continuamos la actual vía neoliberal, estamos
en camino de convertirse en una suerte de distopía con una clase de
grandes propietarios, con una riqueza inconmensurable, y una clase
inferior de desposeídos - es decir, las masas - que vivirán en la
pobreza extrema. En una sesión de “pregúntame lo que
quieras” de Reddit Hawkins escribió:
"Si
las máquinas producen todo lo que necesitamos, el resultado
dependerá de cómo se distribuyen las cosas. Todo el mundo podrá
disfrutar de una vida de lujo ociosa si la riqueza producida por las
máquinas es compartida, o la mayoría de la gente puede acabar
siendo miserablemente pobre si los propietarios de las máquinas
cabildean con éxito contra la redistribución de la riqueza. Hasta
ahora, la tendencia parece ser hacia la segunda opción, con la
tecnología provocando cada vez mayor desigualdad".
La
sustitución del trabajo humano por máquinas ha sido siempre uno de
los temores de la clase trabajadora. Al inicio de la revolución
industrial, ese miedo dio lugar a una reacción violenta de los
trabajador conocida como el movimiento ludita: en Inglaterra, los
trabajadores textiles protestaron contra los despidos y las
dificultades económicas destruyendo equipos industriales y fábricas.
Hoy en día, ocurre de nuevo con la eliminación de muchos puestos de
trabajo fabriles previamente estables en ciudades como Baltimore y
Detroit, sustituidos en gran medida por la automatización. Este tipo
de innovación tecnológica que tiene lugar en toda la historia del
capitalismo es lo que Joseph Schumpeter llamó la "destrucción
creativa", que describió como un "proceso de cambio
industrial que revoluciona incesantemente la estructura económica
desde dentro, destruyendo sin cesar la antigua, creando
incesantemente una nueva”. Schumpeter llamó a este proceso “la
característica esencial del capitalismo".
La
destrucción creativa siempre ha resultado hasta ahora positiva para
la sociedad. Aunque que las innovaciones eliminan puestos de trabajo
para muchos, las nuevas tecnologías han creado históricamente
nuevas industrias y nuevos empleos con ellas. Este proceso inherente
del capitalismo aumenta rápidamente la productividad del trabajador
y por lo tanto hace que los que eran hasta entonces bienes de lujo
pasen a estar al alcance de sectores más amplios de la población.
Las nuevas tecnologías ayudan a producir muchos más productos, que
aumentan la oferta y empujan hacia abajo el precio para satisfacer la
demanda.
Como
he dicho anteriormente, históricamente, la destrucción creativa
termina produciendo nuevos puestos de trabajo después de la
eliminación de los antiguos. Pero actualmente podríamos estar
tomando otra dirección, y la tecnología estaría eliminando
más puestos de trabajo que los que crea.Nada ejemplifica esto mejor
que los "tres grandes" fabricantes de automóviles en 1990
(GM, Ford, Chrysler) en comparación con las tres grandes empresas de
tecnología de hoy en día. En 1990, los fabricantes de automóviles
estadounidenses obtuvieron $ 36 mil millones en ingresos en
total, y emplearon a más de un millón de trabajadores, en
comparación con Apple, Facebook y Google hoy en día, que en
conjunto consiguen más de un billón de dólares en ingresos pero,
sin embargo, sólo emplean 137.000 trabajadores.
Y
¿qué ocurre con la industria manufactura estadounidense en
comparación con el sector financiero? Desde la década de 1950, el
sector financiero ha pasado de alrededor del 10 por ciento de las
ganancias de las empresas nacionales a cerca del 30 por ciento
actual (con un máximo de 40 por ciento a principios de siglo),
mientras que la industria manufacturera ha caído de cerca del 60 por
ciento de los beneficios empresariales a alrededor del 20 por ciento.
Pero lo realmente revelador son los puestos de trabajo en EE UU de
cada sector. El empleo en la industria financiera se ha mantenido
bastante estable en los últimos sesenta años, menos de un 5 por
ciento, mientras que la industria manufactura se ha reducido de un 30
por ciento a menos del 10 por ciento. Esto tiene mucho que ver con la
financiarización de la economía estadounidense, pero también con
el aumento de la automatización. Y esta tendencia se va a acentuar.
Según un estudio de la Universidad de Oxford de 2013, hasta
el 47% de los puestos de trabajo podrían ser informatizados en los
próximos 10 o 20 años.
La
clase media ha sido la más afectada en los últimos decenios, y lo
continuará siendo duramente en las próximas décadas a este ritmo.
De 1973 a 2013, por ejemplo, los salarios medios de los
trabajadores sólo aumentaron un 9,2 por ciento, mientras
que la productividad creció alrededor del 74,4 por ciento. Compárese
esto con el período de post-guerra (1948-1973), en el que la
productividad aumentó en un 96,7 por ciento y los salarios de los
trabajadores el 91,3 por ciento. Al mismo tiempo, el uno por ciento
de los salarios más altos han crecido un 138 por ciento desde 1979,
mientras que la clase propietaria ha visto aumentar su riqueza a un
ritmo acelerado. A finales de la década de los 70, el 0,1 superior
poseía solo el 7,1 por ciento de la riqueza de los hogares en
Estados Unidos, mientras que en 2012 esa cifra se había más
que triplicado hasta el 22 por ciento, que es aproximadamente lo
mismo que posee el 90 por ciento inferior de los hogares. Piénselo.
El 0,1 por ciento de la población posee tanta riqueza como el 90 por
ciento.
Estamos,
como Hawking ha dicho, ante dos posibilidades. El futuro puede
implicar aún más desigualdad si la tecnología sigue reemplazando
la mano de obra y deja a las masas desempleadas y desposeídas (en la
actualidad, esto parece lo más probable), o, si la riqueza se
distribuye de manera más uniforme, todo el mundo puede disfrutar del
"lujo ocioso", o como lo describió célebremente Karl
Marx:
"En
la sociedad comunista, en la que nadie tiene una esfera exclusiva de
actividad, sino que cada uno puede realizarse en el campo que desee,
la sociedad regula la producción general, haciendo a cada uno
posible el hacer hoy una cosa y mañana otra distinta: Cazar por la
mañana, pescar después de comer, criar ganado al atardecer y
criticar a la hora de la cena; todo según sus propios deseos y sin
necesidad de convertirse nunca ni en cazador, ni en pescador, ni en
pastor, ni en crítico”.
El
influyente economista John Maynard Keynes, creía que el futuro del
capitalismo (en contraposición al socialismo o el comunismo, como
Marx creía) brindaría esa existencia tranquila a los seres humanos.
En su ensayo de 1930, "las Posibilidades económicas de
nuestros nietos", predijo que el crecimiento y los avances
tecnológicos que el capitalismo proporcionaba reducirían la semana
laboral media a las quince horas en un siglo, por lo que que hacer el
tiempo libre se convertirá en nuestra mayor preocupación. Sobre el
dinero, Keynes adelantó una esperanzada predicción con su animada
prosa habitual (salvo en su Teoría
General, excepcionalmente
árida).
"El
amor al dinero como posesión -para distinguirla del amor al dinero
como un medio para la satisfacción de las necesidades y los placeres
de la vida -será reconocido como lo que es, una morbilidad algo
repugnante, una de esas tendencias semi-criminales, semi-patológicas
que se dejan con un estremecimiento en manos de los especialistas en
enfermedades mentales".
Keynes
hizo algunas predicciones proféticas en su día, pero esta
no fue una de ellas. Hoy en día, parece que el análisis de Marx del
capitalismo se adapta mejor a las grandes desigualdades económicas y
la movilidad global del capital.
Sin
embargo, nada está escrito en piedra. El auge de Bernie Sanders, por
ejemplo, revela un creciente movimiento dispuesto a combatir el
status quo neoliberal que ha llegado a dominar la política
estadounidense (y mundial). Si la economía continúa su camino
actual, la distribución de la riqueza ya no será sólo una cuestión
moral sobre el nivel de desigualdad que como sociedad estamos
dispuestos a aceptar, sino una cuestión de estabilidad política y
económica. La propiedad del capital en última instancia,
determinará ese futuro, pero hay otros movimientos e ideas políticas
con ese futuro en mente, como la renta básica universal, gracias a
la cual a todos los ciudadanos, una vez que llegan a cierta
edad, se les proporcionaría un ingreso, que permitiría
probablemente sustituir las redes de seguridad tradicionales. Suiza
puede ser el primer país en adoptar esta política, y la
votación probablemente tendrá lugar en 2016. El plan
propuesto proporcionaría un ingreso mensual garantizado de $ 2.600 o
$ 31.200 al año; en otras palabras, lo suficiente para que todo el
mundo pueda sobrevivir y llevar a cabo un trabajo que realmente le
satisfaga. Para la derecha a punto de gritar la palabra que empieza
con M, hay que señalar que muchos conservadores e incluso
libertarios, como FA Hayek, han apoyado esta idea.[1] Tiene
una sorprendente historia de apoyo bipartidista, y podría, por lo
menos, evitar la pobreza extrema en el futuro, si los robots y la
tecnología de la información continúan sustituyendo empleos
humanos.
La
creciente desigualdad en todo el mundo ya no puede ser ignorada, y
hacer frente a este y a otros problemas del capitalismo, como la
degradación del medio ambiente, no sólo es moralmente correcto,
sino lo más pragmático que se puede hacer.
Nota
de la R.: [1] Hayek
nunca defendió la Renta Básica, sí una renta mínima de inserción
o, en todo caso, una renta garantizada condicionada.
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