23 de diciembre de 2015
Crédito: El Universal
Alfredo Toro Hardy
Alfredo Toro Hardy
La
situación del mercado petrolero global no podría ser peor, con los
precios del crudo por debajo de los 35 dólares. De acuerdo a la
Agencia Internacional de Energía la oferta petrolera global se sitúa
en 96,6 millones de barriles diarios, es decir, 1,8 millones de
barriles por encima de la ya abultada de hace exactamente un año.
Esta sobreproducción ha llevado los inventarios de crudo en EEUU a
más de 490 millones de barriles, los mayores desde 1930, mientras
que los globales se sitúan en 1,8 millones, los más altos desde la
crisis económica de 2008.
Ahora bien, por más
desesperanzadora que luzca la situación para los productores
petroleros, se confronta tan solo un ciclo. A fin de cuenta los
países dependientes de este hidrocarburo estamos acostumbrados a
estas alzas y bajas. Inmensamente más preocupante es el hecho de que
el comienzo del fin de la energía fósil acaba de ser acordado por
los 188 estados que conforman la comunidad internacional en la Cumbre
del Cambio Climático de París.
Comienzo del fin
Para
limitar el aumento de la temperatura en no más de 1,5 grados
centígrados, las emisiones globales de dióxido de carbono deberán
tocar pico antes de 2030 y ser eliminadas después del 2050. Tal
decisión asume un inmenso impacto en la medida en las naciones del
mundo entero enviaron un mensaje inequívoco a los inversionistas con
respecto a la prioridad a seguir: el área de la energía limpia. Más
aún, las naciones desarrolladas se comprometieron a una
transferencia de recursos anuales de cien mil millones de dólares a
los países en desarrollo, a partir de 2020, para que puedan
financiar su transición hacia ese tipo de energía.
Lo
anterior ocurre en el momento mismo en que la energía renovable
evidencia un salto tecnológico de grandes proporciones. El costo de
la energía solar ha caído en 85% desde el 2000, mientras que el de
la eólica ha caído en 85% desde finales de los noventa. En ambos
casos se replica la Ley de Moore, identificada con la tecnología de
la información, doblándose cada dos años la capacidad de la
energía solar y cada dos años y medio la de la eólica. Detrás
vienen las energías de la biomasa (la cual se adentra en una segunda
generación), de la geotérmica y de las olas. Pero más allá de
estas el precio de las baterías de litio ha caído en 40% desde
2009, mientras su capacidad de almacenamiento ha aumentado
radicalmente. Ello comienza a brindar competitividad a los vehículos
eléctricos frente a los de pistón. Y así sucesivamente.
Venezuela
se encuentra singularmente poco preparada para enfrentar la era que
se viene encima. Su dependencia del petróleo es casi total, sus
esperanzas de futuro se identifican con unas reservas petroleras que
de acuerdo al consenso alcanzado en París deberán permanecer
mayoritariamente en el subsuelo y el grueso de estas son de petróleo
pesado o extrapesado, es decir, el más contaminante en términos de
emisión de dióxido de carbono. ¿Qué podemos hacer? Algunas
consideraciones básicas lucen evidentes.
¿Qué
hacer?
La primera de ellas apuntaría hacia una
revalorización del gas. A pesar de ser también un combustible fósil
éste es considerado, en función de su mayor limpieza con respecto
al petróleo, como el puente natural hacia la era de la energía
renovable. En tanto tal tiene garantizado una mayor longevidad
comercial. Ocupando el octavo lugar del mundo en reservas de gas
nuestro país puede jugar un papel importante en ese proceso de
transición. Ello implicaría no solo enfatizar la producción de
este hidrocarburo sino reorientarlo hacia la exportación en lugar de
hacia el consumo doméstico como se prevé.
En segundo
lugar, y a la inversa de lo anterior, el petróleo debe ser
crecientemente destinado hacia su procesamiento petroquímico en el
país. Dado que el petróleo se verá sometido cada vez más a
impuestos y desincentivos de consumo en los mercados del mundo, es
importante mercadearlo como producto final en áreas de mayor
resguardo tales como plásticos o fertilizantes. Ello implicará
inescapablemente importantes inversiones en tecnología de captura y
almacenamiento de carbono, tanto al nivel de la extracción como del
procesamiento. En relación a esto último podría citarse el ejemplo
de Singapur que, a pesar de contar con algunos de los mayores centros
petroquímicos y de refinación petrolera del mundo, posee bajos
niveles de contaminación ambiental gracias a la captura y
almacenamiento del carbono generado.
En tercer lugar hay
que avanzar, ya sin escapatoria, hacia la diversificación económica.
Siguiendo ejemplos como los de México a partir del petróleo o de
Chile con el cobre, hay que encontrar opciones productivas. La única
ventaja de hacerlo tarde vendría dada por la posibilidad de
identificar nichos productivos resguardados frente al salto
tecnológico que también se viene encima.
La era del
facilismo rentista terminó. Si los venezolanos no aprendemos a ser
creativos y productivos no habrá salvación posible.
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