9 de noviembre de 2015
Crédito: RT
En
2007 el presidente ecuatoriano Rafael Correa decidió no
renovar el acuerdo que mantenía con EE.UU. para el uso de la base
militar de La Manta. Fue, sin duda, una declaración de intenciones
que dejó a Washington sin uno de sus enclaves estratégicos en la
región. Sin embargo, ante el nacimiento de estos movimientos, EE.UU.
puso en marcha un plan para asegurar su presencia militar. A
este respecto, Ana Esther Ceceña, analista internacional y experta
en geopolítica y militarización, declara que "en el continente
tenemos procesos contrahegemónicos. Es una manera de intimidar a
este otro tipo de procesos y de presionarlos, penetrarlos,
desestabilizarlos y lograr que se establezcan las condiciones de
permisividad casi total".
En
este sentido, en 2008 Washington reactivó la cuarta flota del
Comando Sur, que llevaba fuera de servicio desde 1950.
Posteriormente, en 2009 llegó a un acuerdo con Colombia mediante el
que hasta ahora mantiene 7 bases militares en ese país. "Allí
era jurisdicción del Estado norteamericano, no del Estado
colombiano", comenta la experta Ana Esther Ceceña.
Además,
en los últimos meses el contingente militar ha aumentado en
Perú. Pese a que el Gobierno asegura que se trata de una
cooperación que traerá beneficios para el país, en la calle hay
rechazo a la presencia de militares estadounidenses en territorio
peruano.
Washington
siempre ha tenido un enorme interés por influir en el devenir de
América Latina. Durante décadas instauró regímenes y gobiernos
afines en el marco del Plan Condor. Posteriormente salpicó el
continente de bases militares, todo con tal de controlar esta región
de la importancia estratégica para EE.UU.
Algunos
analistas van más allá y aseguran que sin América Latina no
existiría la hegemonía estadounidense. Ana Esther Ceceña
asevera que "es una política disciplinaria por un lado, pero
por otro es que este continente es muy rico en materias, algunos
recursos naturales que son estratégicos. Y esa es una razón
para instalar bases militares o una presencia de militarización con
el propósito por un lado de controlar esos territorios y esos
recursos y también de inhibir la presencia de competidores en
ellos".
Algunos
gobiernos ya se han alejado definitivamente de la influencia
norteamericana; otros ven con buenos ojos una mayor colaboración en
materia de seguridad. Mientras, los ciudadanos temen que América
Latina vuelva a convertirse en el patio trasero de EE.UU.
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