26 de febrero de 2016
Crédito: Voltairenet.org
Michel Raimbaud
Michel Raimbaud
El peor
ministro de Relaciones Exteriores impuesto a Francia [Laurent Fabius]
finalmente sale del cargo. Tras él deja una diplomacia en plena
bancarrota, desacredita y desmoralizada. Aunque fuesen los mejores
del mundo, nuestros diplomáticos no pueden hacer milagros
cuando se les obliga a defender únicamente expedientes que no tienen
defensa posible, que los ponen sistemáticamente del lado equivocado
de la Historia. Ahí reside el problema.
La
partida de un ministro tan lejano de lo que deben ser las Relaciones
Exteriores, que sólo se despertaba cuando oía el nombre
de Bachar al-Assad, será motivo de lamentos únicamente de parte
de él mismo y de sus cómplices. Pero deben desconfiar los
eternos optimistas, que se llenaron de esperanzas durante el espacio
de un adiós: si nunca estamos seguros de que vaya a suceder
lo peor, que lo mejor llegue a suceder es todavía
menos seguro.
El
que se va era un pilar del «Grupo de Amigos de Siria», cuya
lista de países miembros era la perfecta demostración de la bien
conocida frase “con esos amigos no hacen falta enemigos”.
Retomando la antorcha que Francia blandió durante la agresión de
la OTAN contra Libia, Fabius hizo todo lo que pudo por
poner a nuestro país en la vanguardia de los guerreristas de la
virtuosa «comunidad internacional». ¿Acaso no fue él quien,
entre despechado y goloso, estimaba en julio de 2012 que
«todavía quedan algunas posibilidades de recrudecimiento en materia
de sanciones»?, insistiendo para que Grecia suspendiera la
importación de fosfato sirio.
El
club Elisabeth Arden (Washington, Londres, Paris), que desde hace un
cuarto de siglo pretende encarnar la «comunidad internacional», se
ha transformado estos los últimos años en un directorio de
flageladores que encuentran su fuente de inspiración en los
neoconservadores del «Estado profundo» de los países de
Occidente y de otras regiones del mundo, y que tienen por aliados
privilegiados a los regímenes del Medio Oriente que más afición
sienten por la flagelación como forma de castigo. En 2011,
después de Irak, Sudán, Afganistán, Somalia, Palestina,
Yugoslavia, Irán y Ucrania, entre otros, nuestros padres
flageladores, a pesar de lo absortos que estaban en su tarea
de aquel momento, reservan a Siria un tratamiento especial.
Comienzan así a llover las sanciones desde los primeros días de
primavera.
En
julio de 2012 (por decencia nos abstendremos de mencionar el
nombre del diario y los de los periodistas), aparece en internet un
video con un título en forma de pregunta asesina: «De qué
sirven las sanciones contra Siria?». Este país, señala
el comentario escrito, «es desde hace un año objeto de medidas
de represalia de parte de la comunidad internacional, con un
éxito desigual». Hay que «castigar y ahogar economicamente
al regimen de Bachar al-assad, que reprime de manera sangrienta
a sus opositores: ese es el objetivo». Todavía hoy seguimos oyendo
la misma cancion.
Aquel
video precisa que, el 23 de julio de 2012, la Unión
Europea adoptó un nuevo paquete de sanciones, por décimoseptima vez
en un solo año. La Unión Europea recuerda además que
Estados Unidos, Canadá, Australia, Suiza, Turquía y la
Liga Árabe (secuestrada por Qatar y los regímenes del Golfo)
tomaron medidas equivalentes.
Sin
llegar al extremo de citar una lista interminable de las sanciones
impuestas, renovadas y reforzadas durante los años siguientes,
no resulta inútil recordar de paso, para los distraídos,
los ignorantes o quienes presumen de buenos sentimientos, el guión
general de la obra maestra de los dirigentes occidentales y sus
sádicas burocracias:
1-
Primeramente vienen las sanciones clásicas de «puesta en situación»
por parte del Consejo de Seguridad de la ONU, adoptadas en mayo
de 2011:
Las
primeras medidas de la Unión Europea proscriben (negación de visas)
a 150 personalidades del «régimen sirio» y congelan sus
haberes.
Por
otro lado, unas 50 firmas que «respaldan el régimen» son sometidas
a un boicot. Se encuentran entre ellas 5 organismos
militares, conforme al embargo adoptado «contra las exportaciones de
armas y de material susceptible de ser utilizado con fines
represivos». Se prohíbe así la exportación hacia Siria
de equipamiento, tecnologías o programas informáticos destinados a
vigilar o interceptar comunicaciones a través de internet o por
vía telefónica.
2-
El 10 de agosto de 2011, el gobierno de Estados Unidos adopta
sanciones económicas contra las empresas sirias
de telecomunicaciones y los bancos vinculados a Damasco,
impidiendo a los ciudadanos estadounidenses hacer negocios con el
Banco Comercial de Siria, el Banco Comercial Sirio-Libanés y
Syriatel. Los fondos de esas empresas en Estados Unidos son
congelados, podría decirse robados. Hillary Clinton anuncia al mismo
tiempo un embargo total de todas las importaciones de petróleo y de
productos petroleros provenientes de Siria.
Imitando
presurosamente al amo, la Unión Europea decide varios paquetes de
medidas suplementarios, incluyendo un embargo sobre el petróleo.
La
última andanada apunta a reducir los intercambios comerciales para
estrangular la economía del país.
3-
Vendrían después las sanciones diplomáticas (retirada de los
embajadores para consulta) decididas en el otoño de 2011,
después del doble veto ruso-chino contra el proyecto de resolución
islamo-occidental tendiente a provocar en Siria un proceso al
estilo del que ya se había provocado anteriormente en Libia.
Dado el hecho que Estados Unidos había retirado de Damasco
su embajador de tercer tipo, varios países de la Unión
Europea también se apresuraron a retirar los suyos.
El
entonces ministro francés de Relaciones Exteriores, Alain Juppé,
retiró el suyo por primera vez el 17 de noviembre de 2011:
«error fatal» para el ministro-computadora. Después de un falso
regreso [a Damasco], la partida definitiva [del embajador
de Francia en Siria] se produce en febrero de 2012.
Al ser nombrado jefe de la diplomacia francesa, Fabius irá aún
más allá: en cuanto toma posesión del cargo, Fabius
expulsa a la embajadora de Siria en París, olvidando que
esta diplomática es también representante de su país
ante la UNESCO y que, por consiguiente, el gobierno francés
no puede obligarla a irse.
4-
En 2012, se ordena el cierre de la compañía
aéreaSyrian Air en París y, posteriormente,
se prohíbe todo enlace aéreo entre Francia y Siria e incluso,
más generalmente entre las capitales europeas y Damasco.
Ciertos
expertos declaran contritos que no todo el mundo está
de acuerdo, desgraciadamente, para instaurar un embargo
[contra Siria], lo cual limita los resultados de los
que sí lo hacen. Ha dejado de existir la bella
unanimidad que, desde 1991 hasta 2001, reunió a los 5 miembros
permanentes del Consejo de Seguridad alrededor de las decisiones
auspiciadas por los 3 miembros permanentes occidentales, y esto
constituye un factor determinante que permite quebrar la arrogancia y
la preponderancia de las potencias de la OTAN. Dedos acusadores
señalan a «ciertos países que no juegan como se debe (sic).
Pero,
¿es esto un juego? Rusia y China apoyan el gobierno y
el Estado sirios. Se les insta entonces a que «se unan
a la comunidad internacional» (sic). Siria puede contar también con
la ayuda multiforme de su aliado iraní, pero este último
también se encuentra a su vez bajo el peso de duras
sanciones. Otros países, como Brasil, no apoyan a los
occidentales. Además, en el seno de la Unión Europea algunos
Estados se hacen de rogar y se multiplican las fallas
en la aplicación de los compromisos asumidos en contra de
Damasco.
Este
bloqueo que asfixia progresivamente a Siria es ciertamente difícil
de aplicar. Pero, para consuelo de quienes pretenden que sea
perfecto, es indiscutible la existencia de los resultados
que de él se esperaban. Al cabo de 5 años de
sanciones y saña colectiva contra Siria, el pueblo sirio está
exhausto y vive en condiciones terribles. Nuestros grandes
dirigentes, tan buenos y tan púdicos, ¿desconocen acaso la verdad?
Y no hablamos de la verdad de sus protegidos emigrados, que
viven al calor y a la sombra de sus protectores, sino de
la verdad de los sirios que a pesar de todo se
han mantenido en su país. Lejos del paraíso de la “revolución”
en la que fingen creer los primeros, lejos del paraíso al
que aspiran los yihadistas democráticos y los terroristas moderados,
los sirios de la verdadera Siria están viviendo un
infierno creado por el fanatismo de sus «liberadores» y de sus
aliados turcos o árabes, así como por el sadismo del «Eje del
Bien», padrino de los terroristas y gran ejecutor de castigos ante
Dios.
Las
sanciones han logrado destruir un país que era más bien
próspero, que casi no tenía deudas, autosuficiente en cuanto
a sus necesidades esenciales y globalmente bien situado.
Las sanciones han logrado afectar el tejido nacional sirio,
basado en una tolerancia «laica» bastante ejemplar, aun que
sin lograr destruir su estructura. El objetivo de este
politicida era (y sigue siendo) desmoralizar a los sirios,
llevándolos a perder confianza en la legitimidad de su Estado,
de su Gobierno, de sus dirigentes, de sus instituciones,
de su ejército, dándoles a la vez la impresión de que
Occidente está ahí (¡felizmente!) para «salvarlos del tirano
que los masacra» y acoger en su seno a los refugiados y
tránsfugas.
El
terrible balance ya registrado anteriormente en Irak –un millón
y medio de muertos, entre ellos medio millón de
niños– nos recuerda que las sanciones son un arma de
destrucción masiva que los «dueños del mundo» utilizan con total
cinismo. Madeleine Albright [1],
para quien todos esos muertos no pasan de ser «daños
colaterales», declaró en su momento que «valió la pena».
Hoy vemos el resultado.
En
Siria, no son mejores las intenciones de los «castigos»
occidentales. Lo que buscan es someter a un pueblo que resiste y
obligarlo a aceptar la fatalidad de un cambio de régimen, o al menos
llevarlo a huir, a desertar… aunque para lograrlo haya
que desangrar el país privándolo de su juventud ya formada,
de sus cuadros, que aspiran a vivir mejor en un clima de paz…
aunque haya que convertir a esos refugiados en un pueblo de mendigos,
a merced de todo tipo de traficantes: prueba de ello
son esas mujeres y niños que grupos inquietantes ya instalan
de noche en las esquinas de los bulevares parisinos.
Desde
hace 5 años, nuestros retorcidos políticos, nuestros periodistas
complacientes, nuestros intelectuales extraviados o desviados,
participan –con muy pocas excepciones– en la enorme conspiración
de la mentira que presenta la Siria soberana y legal como
usurpadora y culpable de masacres, mientras que quienes la agreden
y sus padrinos –orientales y occidentales– son presentados como
revolucionarios liberadores.
Además
del horror que infunden las imágenes de esta guerra salvaje, ¿cómo
no sentir náuseas ante la ceguera, voluntaria o no, de
nuestras élites, que prefieren dar crédito a las mentiras de sus
aliados y protegidos, ignorando los innumerables testimonios de las
víctimas que señalan claramente a sus verdugos? ¿Cómo es posible
no sentir náuseas ante esta complicidad asumida, a penas
disimulada por una omerta sistemática? ¿Cómo es posible ver
impasibles el aplomo y el derroche de supuestos “buenos
sentimientos” de quienes modelan nuestra «opinión pública»?
La
solución no es acoger en Europa a los refugiados que de una u otra
manera hemos creado al alimentar la guerra universal de agresión
y la yihad contra Siria. Hay que levantar de inmediato,
sin dilación ni condiciones, las sanciones destinadas a
quebrar la voluntad de todo un pueblo. Hay que
poner fin a la guerra, en vez de dedicarse a agravar
su impacto recurriendo a los métodos despreciables, taimados e
inicuos que son las sanciones al estilo de Occidente.
Hay
que lograr que se haga justicia al pueblo sirio martirizado y
humillado. Y lo más elemental de esa justicia, lo primordial,
es no cubrir con un manto de virtud a los feroces criminales
que, en nombre de la intolerancia, tratan de destruir la Siria
tolerante. Esa justicia implica también no seguir dando nuestro
aval a los flageladores que impunemente castigan soberbiamente a
los demás. Basta ya de mentiras. Basta ya de
hipocresía. Basta ya de supuestas lecciones.
Repitámoslo.
Hay que levantar las sanciones criminales y espurias que están
matando a Siria y su pueblo. Pero hay que hacerlo ahora,
no en un mes o en un año. No es una cuestión de
diplomacia sino una cuestión de honor. Y Francia recobraría
algo de su honor si decidiese, unilateralmente y a título nacional,
el levantamiento de las sanciones.
[1]
Secretaria de Estado bajo la presidencia de 1997 a 2001, bajo la
presidencia de Bill Clinton, Madeleine Albright fue la primera mujer
que dirigió el Departamento de Estado. Nota de la Red Voltaire.
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