05 de marzo de 2016
Crédito: LaIguanaTv
El
ministro de Economía y exvicepresidente de Economía Productiva,
Luis Salas, escribió un artículo publicado hoy mismo 5 de marzo en
el portal del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica
(Celag), defendiendo la política económica del Comandante Chávez.
A
continuación le dejamos el artículo completo:
Hugo
Chávez: en defensa de su política económica y su economía
política
Parece
una pregunta de respuesta obvia, pero en realidad no lo es: ¿Cuál
es (o cuáles son) el (los) criterio(s) para juzgar el éxito o
fracaso de una política económica?
Si
la respuesta parece obvia es porque cualquier persona con un poco de
sentido común respondería: por sus resultados prácticos sobre la
vida de las personas. Sin embargo, en el mundo de los “expertos”
económicos convencionales y del sentido común mediatizado, la
respuesta es muy distinta: se evalúa en base a unos criterios
nominales que poco importa si son ciertos o falsos en la práctica,
si tienen datos o no que los respalden y, que en muchos casos,
incluso contravienen cualquier lógica formal de la más básica.
La
gráfica que acompaña este texto nos muestra la correlación entre
tres variables fundamentales para evaluar el desempeño de una
política económica en cuanto impacto que genera en una economía
nacional y, por ende, sobre la vida de las personas que en ella
habitan. La línea azul mide la evolución del PIB, es decir, el
tamaño de dicha economía. La colorada mide la evolución del
coeficiente de Gini, el grado de desigualdad en cuanto a la
distribución de los ingresos. Mientras que la amarilla mide la
evolución de la pobreza.
El
período va desde 1990 hasta 2013, lo que nos permite comparar la
década inmediatamente anterior a la llegada de Chávez con el
desempeño de la economía durante su presidencia. La gracia de esta
comparación es hacerlo con los años, no sólo de la Cuarta
República, sino con los años en que se aplicaron las políticas de
ajuste neoliberal. Es decir, no estamos comparando simple y
llanamente con el resultado del colapso del puntofijismo rentista,
del modelo fedecamaras de capitalismo parásito dependiente. Sino que
estamos comparando con los años en los cuales se aplicaron a
rajatabla y sin contemplaciones, las mismas políticas económicas
que insistentemente se machaca hoy que hay aplicar para salir de la
situación compleja en la que vive Venezuela.
Pero
yendo al grano, en cuanto al crecimiento del PIB la imagen habla por
sí misma. Digan lo que digan, lo pongan como lo pongan, lo cierto es
que la economía venezolana medida con el más convencional de los
indicadores que puede haber, es más grande –sustancialmente más
grande- después de Chávez. Pero no solo es más grande. Sino que la
evolución de dicho crecimiento tiene una correlación positiva con
la disminución de la pobreza y la mejora en la distribución del
ingreso. Es decir: no solo es más grande, sino más justa e
inclusiva.
Y
esto no es un hecho mecánico: es el resultado de una decisión
política. Y no es mecánico, pues si se toman en cuenta los dos
momentos en que el PIB creció en tiempos en que los Hausman, los
Petkof, los Francisco Rodríguez y los CEO de la Polar como Gustavo
Rossen “decidían” la política económica (lo que obviamente es
un decir, pues no decidían nada, más bien ejecutaban lo que les
recetaban hacer), dicho crecimiento no implicó que la pobreza y la
desigualdad disminuyesen si no exactamente lo contrario. O sea:
crecía la economía y al mismo ritmo crecía la desigualdad y
aumentaba la pobreza. Y valga agregar que el crecimiento del año
1991 no se debió al genio de los paquete boys del segundo gobierno
de CAP, si no al impacto que sobre los precios del petróleo tuvo la
primera invasión de Irak.
Otro
dato digno de destacar es la estabilidad con una ligera tendencia al
alza en el comportamiento del PIB que se observa entre los años 1992
y 1995. Y es destacable pues fíjese cómo contrasta abiertamente con
el crecimiento de la pobreza y la desigualdad, entre otras cosas
apalancado por la criminal estafa bancaria sucedida en aquellos años.
Ahora bien, nótese de igual manera que en el año 1995 se produce
una mejora sustancial de ambos indicadores: ¿tendrá algo que ver
dicha mejora con la suspensión temporal de las medidas neoliberales
aplicadas por el defenestrado CAP? Recuérdese que en el marco de la
emergencia nacional que entonces se vivía como resultado de la
estafa bancaria, Caldera, que llegó por segunda vez a la presidencia
montado en el tsunami popular desencadenado por Chávez y prometiendo
la no aplicación de medidas neoliberales, suspendió a mediados de
1994 una serie de garantías relacionadas con la propiedad privada y
la libertades económicas, lo que supuso el control estatal sobre el
mercado de cambios, el sistema bancario y los precios. Poco le duró
el impulso. A los dos años, bajo la presión de los especuladores
financieros y su propio equipo de gobierno (con Petkof a la cabeza),
se embarcó en la Agenda Venezuela (segundo paquete FMI), lo que
disparó la pobreza a niveles históricos. Solo la aplicación de una
serie de medidas de contención y la manipulación avalada por el FMI
de algunos indicadores (aval sin el cual no es posible dicha
manipulación y con el cual evidentemente el chavismo no cuenta ni ha
contado nunca), no hacen aparecer peor el cuadro.
Con
la llegada de Chávez a la presidencia y la radicalización de las
tímidas medidas de contención de la pobreza a través, entre otros,
del Plan Bolívar 2002, ésta disminuye aún más. En ese momento
aparecieron fedecámaras y sus secuaces entre finales de 2001 (primer
paro patronal) y todo el 2002 (golpe de abril), hasta principios de
2003 (cuando se derrota el sabotaje petrolero comenzado en diciembre
de 2002 por los mismos personajes que Chávez perdonó en abril,
prácticamente los mismos que piden se les perdonen ahora de nuevo),
causando una brutal caída del ingreso nacional y por tanto del PIB
lo cual hizo descalabrar todos los indicadores.
Luego
de superado ese trance, la economía venezolana vivió un
comportamiento poco menos que virtuoso, con la aplicación de
controles de precio, cambio y toda esa serie de medidas de
intervención del Estado en la economía que, se nos dice, son un
fracaso y no hacen que ésta se desenvuelva exitosamente. Dicho
comportamiento solo se vio interrumpido por el impacto de la crisis
financiera mundial, impacto por lo demás global y que desde luego no
es achacable a la política económica, por más que pudiera
discutirse con la ventaja que da ver las cosas desde el retrovisor si
se tomaron las previsiones necesarias. De todos modos, lo cierto es
que de ese trance se salió bastante rápido (lo que de muy pocas
economías del mundo se puede decir) y tuvo poco impacto negativo
sobre la pobreza y la desigualdad, que no aumentaron sino en todo
caso ralentizaron su ritmo de descenso.
Al
cierre de 2012, el último año de ejercicio de gobierno del
Presidente Chávez, la economía venezolana se anotó con un
crecimiento del 5,6% del PIB, casi el doble del promedio mundial de
entonces. Se trató del noveno trimestre consecutivo de crecimiento,
tendencia que se mantuvo hasta el primer trimestre de 2013, ya
entrados en la radicalización de la guerra económica que siguió su
muerte.
Valga
decir, ya para culminar, que los críticos de la derecha y buena
parte de los enrolados en la filas de la izquierda venezolana1,
coinciden en señalar que todo lo que ha venido después es, entre
otras cosas, culpa del despilfarro y el manejo irresponsable de los
recursos públicos realizados durante los gobiernos del Comandante
Chávez. Lo dicen, pero no tienen cómo probarlo. Siendo que lo único
que tienen es el efecto de prueba que implica la repetición
incesante de lo mismo todos los días por todos los medios
disponibles.
En
otros espacios ya hemos demostrado que el ritornelo sobre el impacto
inflacionario del crecimiento de la liquidez monetaria es un
prejuicio que no resiste la más mínima prueba empírica. También
hemos demostrado cómo la desinversión privada es un hecho crónico
que antecede por mucho a la llegada del chavismo, motivo por el cual
no puede achacársele a Chávez y tampoco al Presidente Nicolás
Maduro el que los privados no quieran invertir, por más que de hecho
en términos relativos lo han hecho más durante y después que antes
de Chávez. En cuanto al otro cliché favorito de los monetaristas
amarillos y “rojos rojitos”: el déficit fiscal, tampoco tienen
pruebas que lo acompañen, al menos claro que, como decía, uno asuma
como prueba de algo su afirmación fanática.
Este
tema de déficit fiscal y su vinculación con la inflación lo
tocaremos otro día. Pero solo valga decir por los momentos, que el
estímulo de la demanda por la vía de la distribución progresiva de
la riqueza social, no tiene per se efectos inflacionarios. Si es el
caso de una economía con alta exclusión de su población, desempleo
de su mano de obra y alta capacidad ociosa de sus empresas, que era
el caso de la nuestra cuando la encontró Chávez, el estímulo de la
demanda puede perfectamente cubrirse mediante incrementos de la
producción sin generar aumentos de precios. Y esto en buena medida
ocurrió, debido sobre todo a la entrada de nuevos actores económicos
y al estímulo de la oferta pública (incluyendo importaciones), en
la medida en que la respuesta de la mayoría de los empresarios
locales fue especular con los precios sacrificando la producción.
Pero más allá de todo esto, de lo que decía nos ocuparemos otro
día, ya en lo específico del déficit como causa de la inflación,
lo cierto es que tomando como referencia las cifras del BCV y el FMI,
el déficit fiscal como % del PIB de los años 2006 – 2011, por
ejemplo, fue de 2,0; 4,5; 0,1; -3,7; -2,0 y -2,6 para cada uno de los
años de dicha serie. Sin embargo, la inflación para cada uno de
esos mismos años fue de 17%; 22,5%; 30,9%; 25,1%; 27,2% y 27,6%.
Como se ve claramente, no existe ninguna correlación entre una cosa
y la otra.
Así
las cosas, y esta vez sí para terminar, lo que la realidad real
demuestra es que en lo económico, como en todas las otras materias,
Chávez estuvo y estará muy por encima de lo que sus detractores
(“los economistas del fraude”, como él mismo los llamaba
siguiendo a Galbraith) todos sumados, multiplicados y puestos unos
sobre otros podrán jamás estar. Chávez vive.
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