lunes, 27 de junio de 2016

José Vicente Rangel | El Espejo | El síndrome de la derrota

20 de junio de 2016
Crédito: Ultimas Noticias

José Vicente Rangel | ÚN.- Nunca hubo en Venezuela un liderazgo opositor más errático que el que se conformó a partir del acceso al poder de Hugo Chávez en 1999. Basta un rápido recorrido del período para confirmarlo. Ha sido un liderazgo sin cohesión, sin proyecto de país y sin respeto por el orden constitucional. Cuando […]


Nunca hubo en Venezuela un liderazgo opositor más errático que el que se conformó a partir del acceso al poder de Hugo Chávez en 1999. Basta un rápido recorrido del período para confirmarlo. Ha sido un liderazgo sin cohesión, sin proyecto de país y sin respeto por el orden constitucional. Cuando pareciera tomar un camino correcto, el de la lucha cívica y el respeto a las instituciones, revira de pronto y repite los errores que lo descalifican como adversario confiable. Por eso la constante en quienes dirigen a la oposición es la contradicción. Al extremo de que cuando estos no aciertan le achacan la responsabilidad de sus errores al contrario. Ocurre, concretamente, con la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) con su enfrentamiento con el chavismo y el gobierno de Nicolás Maduro.

El origen de este comentario está en lo que sucede con la oposición a partir del 6 de diciembre de 2015, cuando en las elecciones parlamentarias obtuvo una importante victoria. Esa victoria, juzgada a la luz del comportamiento posterior de la MUD, tiene todas las características de un chocolate envenenado: la oposición no la ha sabido administrar. La arrogancia la desbordó, y sus dirigentes consideraron que habían conquistado algo más que la mayoría en la Asamblea Nacional.


A partir de esa interpretación voluntarista, los líderes de la oposición consideraron que todo les estaba permitido, ejemplo, rivalizar abiertamente con otros poderes públicos, arremeter contra instituciones del Estado como el Consejo Nacional Electoral, el Ministerio Público, el Tribunal Supremo y la Fanb. Aparte de esto incurrieron en otros errores que actualmente afectan el desarrollo de su estrategia de insertarse en la actividad cívica con el puñal de la desestabilización en la manga. Uno de esos errores fue el anuncio del presidente de la nueva Asamblea Nacional, Henry Ramos Allup, de un plazo de seis meses para revocar el mandato de Maduro. Anuncio cuya ejecución era prácticamente imposible como lo confirma el hecho de que el lapso está a punto de vencerse (próximo 6 de julio), y el presidente sigue vivito y coleando en Miraflores. ¿Qué sentido tenía la amenaza? Únicamente el impacto mediático. Solo sirvió para enrarecer más las relaciones entre oposición y chavismo y sacrificar a la Asamblea Nacional como escenario de diálogo. Desde luego, ante el error el recurso fue atribuir la responsabilidad al adversario.

4 No anunciar en enero de este año la activación del revocatorio y proceder de inmediato a su implementación es otro error costoso de la MUD. El retraso de varios meses, consecuencia del debate interno sobre el camino a seguir, determinó la inconfortable situación que hoy encara la oposición. La cual, sin embargo, opta por responsabilizar al chavismo del error en el cual incurrió. Otro caso, si se quiere más patético, es la posición que adoptó la MUD de presionar en la OEA -a través de su inefable secretario general, Luis Almagro- la aplicación a Venezuela de la Carta Democrática Interamericana. Error táctico inexplicable dado que tal iniciativa estaba condenada al fracaso por carecer del apoyo indispensable en el organismo regional. Y también un error por la deplorable imagen de desprecio hacia el país que proyectó la oposición. Algo sin precedente en el plano político y en el manejo de las relaciones internacionales. Por último cabe destacar la increíble posición adoptada por la MUD de rechazo al diálogo, iniciativa que cuenta con amplísimo apoyo nacional e internacional. Sobre este tema volveré en próxima columna.

5 Sintetizando: luego de una victoria importante pero desperdiciada, la situación de la oposición se complica. En vez de consolidar una posición seria, confiable, repite la tendencia que la caracteriza de buscar derrotas, con lo cual estimula las agudas divergencias internas y desata el malestar entre sus partidarios.

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