20 de junio de 2016
Crédito: Ultimas Noticias
José
Vicente Rangel | ÚN.- Nunca hubo en Venezuela un liderazgo
opositor más errático que el que se conformó a partir del acceso
al poder de Hugo Chávez en 1999. Basta un rápido recorrido del
período para confirmarlo. Ha sido un liderazgo sin cohesión, sin
proyecto de país y sin respeto por el orden constitucional. Cuando
[…]
Nunca
hubo en Venezuela un liderazgo opositor más errático que el que se
conformó a partir del acceso al poder de Hugo Chávez en 1999. Basta
un rápido recorrido del período para confirmarlo. Ha sido un
liderazgo sin cohesión, sin proyecto de país y sin respeto por el
orden constitucional. Cuando pareciera tomar un camino correcto, el
de la lucha cívica y el respeto a las instituciones, revira de
pronto y repite los errores que lo descalifican como adversario
confiable. Por eso la constante en quienes dirigen a la oposición es
la contradicción. Al extremo de que cuando estos no aciertan le
achacan la responsabilidad de sus errores al contrario. Ocurre,
concretamente, con la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) con su
enfrentamiento con el chavismo y el gobierno de Nicolás Maduro.
2 El
origen de este comentario está en lo que sucede con la oposición a
partir del 6 de diciembre de 2015, cuando en las elecciones
parlamentarias obtuvo una importante victoria. Esa victoria, juzgada
a la luz del comportamiento posterior de la MUD, tiene todas las
características de un chocolate envenenado: la oposición no la ha
sabido administrar. La arrogancia la desbordó, y sus dirigentes
consideraron que habían conquistado algo más que la mayoría en la
Asamblea Nacional.
3 A
partir de esa interpretación voluntarista, los líderes de la
oposición consideraron que todo les estaba permitido, ejemplo,
rivalizar abiertamente con otros poderes públicos, arremeter contra
instituciones del Estado como el Consejo Nacional Electoral, el
Ministerio Público, el Tribunal Supremo y la Fanb. Aparte de esto
incurrieron en otros errores que actualmente afectan el desarrollo de
su estrategia de insertarse en la actividad cívica con el puñal de
la desestabilización en la manga. Uno de esos errores fue el anuncio
del presidente de la nueva Asamblea Nacional, Henry Ramos Allup, de
un plazo de seis meses para revocar el mandato de Maduro. Anuncio
cuya ejecución era prácticamente imposible como lo confirma el
hecho de que el lapso está a punto de vencerse (próximo 6 de
julio), y el presidente sigue vivito y coleando en Miraflores. ¿Qué
sentido tenía la amenaza? Únicamente el impacto mediático. Solo
sirvió para enrarecer más las relaciones entre oposición y
chavismo y sacrificar a la Asamblea Nacional como escenario de
diálogo. Desde luego, ante el error el recurso fue atribuir la
responsabilidad al adversario.
4 No anunciar en enero de este año
la activación del revocatorio y proceder de inmediato a su
implementación es otro error costoso de la MUD. El retraso de varios
meses, consecuencia del debate interno sobre el camino a seguir,
determinó la inconfortable situación que hoy encara la oposición.
La cual, sin embargo, opta por responsabilizar al chavismo del error
en el cual incurrió. Otro caso, si se quiere más patético, es la
posición que adoptó la MUD de presionar en la OEA -a través de su
inefable secretario general, Luis Almagro- la aplicación a Venezuela
de la Carta Democrática Interamericana. Error táctico inexplicable
dado que tal iniciativa estaba condenada al fracaso por carecer del
apoyo indispensable en el organismo regional. Y también un error por
la deplorable imagen de desprecio hacia el país que proyectó la
oposición. Algo sin precedente en el plano político y en el manejo
de las relaciones internacionales. Por último cabe destacar la
increíble posición adoptada por la MUD de rechazo al diálogo,
iniciativa que cuenta con amplísimo apoyo nacional e internacional.
Sobre este tema volveré en próxima columna.
5 Sintetizando:
luego de una victoria importante pero desperdiciada, la situación de
la oposición se complica. En vez de consolidar una posición seria,
confiable, repite la tendencia que la caracteriza de buscar derrotas,
con lo cual estimula las agudas divergencias internas y desata el
malestar entre sus partidarios.
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