28 de febrero de 2014
Crédito: ámbito financiero
Gabriela Esquivada
Gabriela Esquivada
Los
números hablan: casi 50 millones de estadounidenses son pobres, el
15 por ciento del total. El umbral de pobreza en la primera potencia
mundial es un ingreso por hogar tipo de 23.492 dólares, casi tanto
como el costo anual promedio de una carrera en una universidad
estatal. Entrampado en esta realidad que se cristaliza año tras año,
Estados Unidos sucumbe ante un esquema impositivo absurdo y una
tendencia al recorte del gasto social. VIERNES desanda el camino del
“sueño americano” transformado en pesadilla.
Nueva
York - En 1961 el presidente John F. Kennedy prometió
que los Estados Unidos enviarían a un hombre a la Luna en los
siguientes diez años, y aunque no vivió para verlo, el compromiso
se cumplió. Tres años más tarde, su vice y sucesor, Lyndon B.
Johnson, declaró la "guerra contra la pobreza" en su
discurso del Estado de la Unión, con "resultados no tan
buenos", según el profesor Thomas Corbett, un experto en
el tema que participó en la creación de leyes en el estado de
Wisconsin en la década de 1960, asesoró al Gobierno de Bill
Clinton en la de 1990 y dirigió el Instituto de Investigación
sobre Pobreza de la Universidad de Wisconsin-Madison hasta su
retiro.
La comparación de Corbett en su ensayo
"Ascenso y caída de la pobreza como tema de programas
políticos" se planta en el lugar exacto que este debate alcanza
a cincuenta años de la famosa intervención de Johnson -quien
conocía la pobreza como maestro en Texas, pero también heredó
propuestas de Kennedy-, tras la cual se crearon Medicaid (el acceso a
la salud para pobres y niños), Medicare (el acceso a la salud para
mayores de 65 años y discapacitados) y los programas de vivienda y
educación económicas.
Para algunos (republicanos
que quieren reducir los programas sociales ya menguados, progresistas
que se escandalizan por las cifras), la guerra se ha perdido. Para
otros, la guerra ha logrado victorias en batallas importantes, como
la que presenta la desigualdad récord: sin esos programas, la
pobreza sería muchísimo mayor. Otros piensan que el país dejó de
luchar y por eso hoy el 15 por ciento de sus habitantes son pobres:
casi 50 millones de personas.
"Los Estados Unidos no
perdieron la guerra contra la pobreza: abandonaron el campo de
batalla", dijo a Viernes el profesor Gene Nichol, del
Centro sobre Pobreza, Trabajo y Oportunidades de la Universidad de
Carolina del Norte, uno de los diez estados que superan el índice
nacional con un 17 por ciento de pobres. "A mediados de la
década de 1970, el país había reducido en dos tercios la pobreza
de los ancianos y en el 60 por ciento la de los niños. Todavía
estamos bien en el segmento de los mayores de 65 años, gracias al
seguro social, Medicare y Medicaid. Pero hemos perdido la voluntad de
combatir contra la pobreza en la infancia, y se nota. Casi la cuarta
parte de nuestros niños vive en la pobreza, una gran vergüenza para
la nación más rica del planeta".
La nación más
rica del planeta. La tierra de las oportunidades.
Acaso
porque se supone que aquí todo es posible, hoy sucede la paradoja de
que los Estados Unidos "se hayan convertido, en muchos sentidos,
en la nación avanzada más rica, más pobre y más desigual",
apuntó Nichol. Todo al mismo tiempo. "Aunque somos el país más
rico, nuestros niveles de pobreza, pobreza infantil y desigualdad en
el ingreso están entre los peores del mundo avanzado".
Según
las estadísticas oficiales (que incluyen 2012), la pobreza afecta al
15,1 por ciento de los estadounidenses, o 46,5 millones de
personas.
Si se toma una segunda forma de medición
oficial, que incluye distintos ingresos suplementarios de los
miembros de un hogar, la cifra aumenta al 16 por ciento, o 49,7
millones de personas.
La pobreza es más aguda entre
habitantes negros e hispanos (27 por ciento y 25,6 por ciento
respectivamente), entre menores de dieciocho años (21,8 por ciento)
y, sobre todo, entre niños de menos de seis (24,4 por ciento) y
menores de seis años que viven en un hogar a cargo de una mujer (56
por ciento). Las mujeres son más pobres que los varones (16,3 por
ciento contra 13,6 por ciento) y ganan 70 centavos por cada dólar
que gana un hombre en el mismo empleo.
SER POBRE EN
NÚMEROS
Para una familia de cuatro miembros, vivir con
23.492 dólares al año. El pago anual promedio de una universidad
estatal es de 20.000. Los alimentos -según la medición oficial-
consumen la tercera parte de los ingresos de los pobres. El alquiler
de un departamento de un dormitorio sale un promedio de 900, 700 y
800 de acuerdo con el estado, según avisos clasificados de
Craigslist. Este invierno, el más duro de los últimos 20 años,
implicó cuentas de electricidad más altas que lo habitual: 66
dólares por mes en Florida (FPL), 91 en Carolina del Norte (Duke
Energy) y 130 en Illinois (ComEd). Eso significó en la práctica que
la gente debió elegir comprar alimentos o mantener la casa a 17
grados (62 Fahrenheit). En un país sin estructura de transporte
público eficaz, salvo en algunas grandes ciudades, un automóvil
hace falta para ir a trabajar: un auto económico usado (por ejemplo,
Toyota Corolla 2009) oscila entre 9.000 y 11.500 dólares, y entre
una financiación a cinco años y el seguro (que varía por muchos
factores, desde criterios del estado hasta la historia del conductor)
cuesta entre 200 y 300 dólares por mes. Los gastos de nafta son
variables, pero llenar el tanque de un Corolla, que alcanza para un
poco más de 671 kilómetros, sale un promedio de 35 dólares.
Hasta
aquí el valor intermedio anual suma 20.360 (sin nafta), y no se
mencionaron la salud (la Ley de Salud Accesible u Obamacare, madre de
todas las batallas del actual presidente, se originó en el problema
de casi 50 millones de personas sin seguro médico en un país que no
tiene atención gratuita), la vestimenta, la telefonía, el cuidado o
el transporte de los niños, ni los impuestos; mucho menos, cosas
como los gastos derivados de la educación, el entretenimiento o las
vacaciones.
Este cálculo es hipotético. En la vida
real y en la diversidad que ofrece un país tan grande como los
Estados Unidos, la situación se muestra más dura.
Ross
Fraser, vocero de Feeding America, la ONG nacional más importante
entre las dedicadas a brindar alimentación a personas pobres,
sintetizó para Viernes: "La mayoría de la gente necesita
ayuda porque simplemente no gana el dinero suficiente para
proporcionar a sus familias tres comidas diarias". Fraser
explicó que la organización da alimentos a 37 millones de personas
cada año y que el panorama se ha ensombrecido en los últimos:
"Entre 35 y 38 millones de estadounidenses padecieron
inseguridad alimentaria -el término que se usa para aquellos que no
tienen la certeza de comer todos los días- entre los años 2001 y
2006; esa cifra trepó a 49 millones en 2007, cuando nos golpeó la
recesión. Desde entonces se mantuvo entre 49 y 50 millones de
personas".
Hoy, destacó el comunicador de Feeding
America, "uno de cada siete estadounidenses vive en el límite o
debajo del nivel de pobreza, también uno de cada siete recibe
cupones de alimentos -el Programa de Asistencia Nutricional
Suplementaria, 133 dólares mensuales en promedio o 4,38 por día- y
uno de cada seis vive en inseguridad alimentaria". Según
Fraser, "hace falta financiar programas federales de nutrición:
si se reducen el desempleo y la pobreza, también disminuirá el
hambre".
Corbett cuestiona la manera en que se mide
la pobreza, que prácticamente no ha cambiado desde la década de
1960: "Básicamente, la línea es muy baja y muchas formas de
asistencia gubernamental no se cuentan como recursos de las familias
pobres", dijo a Viernes. Pero ni eso hace que la pobreza
pierda gravedad ni es el centro del asunto: "El problema
verdadero del presente es la creciente desigualdad en el ingreso, la
riqueza y las oportunidades", agregó.
El
presidente Barack Obama se ocupó del tema en un discurso
reciente sobre la falta de movilidad social en los Estados Unidos:
"Esta tendencia a la desigualdad creciente no es única de la
economía de mercado de los Estados Unidos. La desigualdad ha
aumentado en todo el mundo desarrollado (...) Pero esta desigualdad
creciente es más pronunciada en nuestro país y desafía la esencia
misma de quiénes somos como pueblo". Esa inequidad es mala para
la economía, porque fragiliza el crecimiento y hace más frecuente
la recesión; afecta la cohesión social y daña la democracia,
agregó.
El nivel récord de desigualdad no es nuevo. En
2007, justo antes de la crisis, el 1 por ciento que más gana
concentraba el 24 por ciento de la riqueza; cifras exactamente
iguales a las de 1928, justo antes de la Gran Depresión, comparó
Corbett. Por eso opinó: "La desigualdad creciente es un uno de
los temas principales de nuestra época, junto con el calentamiento
global. Ha aumentado desde la década de 1980. Aunque se redujo
brevemente durante esta recesión, ahora está aumentando de modo
dramático otra vez en la medida en que nuestros mercados financieros
se recuperan. Durante los años de Obama en funciones, la tendencia
de la pobreza ha sido hacia arriba. Desde mi perspectiva, él heredó
una economía terrible de su predecesor e hizo un trabajo muy bueno
en evitar que este país y el mundo cayeran en una depresión
catastrófica. Sin embargo, decepcionó a algunos por no utilizar
políticas de estímulo agresivas para espolear el crecimiento
económico y frenar los abusos de los mercados financieros. Claro que
la división política deja sus opciones limitadas".
DESIGUALDAD
QUE SE NOTA
Según cifras oficiales, la clase media
estadounidense se define por un ingreso por hogar de 51.017 dólares
al año. Los profesionales exitosos de campos como el derecho y la
medicina se ubican en la base del uno por ciento que más gana, con
380.000 dólares. Pero ese uno por ciento incluye sobre todo a los
emprendedores de negocios exitosos (entre 1 y 3 millones de dólares
al año) y tiene en su extremo superior a los directores ejecutivos
de las grandes compañías financieras y a las figuras más
destacadas de Hollywood y los deportes, con 10 millones de dólares o
más de ingresos anuales, según ilustra el documental "Inequality
for All" ("Desigualdad para todos"), deJacob
Kornbluth, cuyo hilo lleva el exsecretario de Trabajo de Bill
Clinton y actual profesor de la Universidad de California en
Berkeley, Robert Reich.
Entonces hay una persona que
gana 10 millones de dólares al año. Y otra que gana -límite de
pobreza individual- 11.720. Ambas pagan impuestos. Proporcionalmente,
ambas pagan menos que el que vive en un hogar de 51.017 dólares al
año. Distintas reformas tributarias (la más reciente, durante el
Gobierno de George W. Bush) han dejado los porcentajes de
impuestos estatales y locales sumados en un promedio del 5,6 por
ciento para el 1 por ciento de mayores ingresos, según el Instituto
de Impuestos y Política Económica.
Los hijos de la
primera persona tendrán posgrados en universidades de excelencia.
Los de la segunda tendrán dificultades para terminar el secundario:
el 22 por ciento de quienes viven un periodo de pobreza en su
infancia no termina la escuela, cifra que llega al 32 para quienes
viven más de la mitad de su niñez como pobres, según el Children's
Defense Fund (Fondo de Defensa de la Niñez). ¿Hace falta agregar
que las diferencias de educación generan diferencias de
ingresos?
Así podrían resumirse algunos de los aspectos más
visibles de la desigualdad, aquello que Obama llamó "una
amenaza fundamental al sueño americano, nuestro modo de vida,
aquello que representamos en el mundo".
Erin
Cumberworth, investigadora del Centro sobre Pobreza y Desigualdad de
la Universidad de Stanford, amplió: "La mayor parte de la
desigualdad en los ingresos se impulsa por un aumento en la porción
del ingreso del 5 por ciento que más gana. Los ingresos superiores
han crecido porque el pago medio a los directores ejecutivos se ha
disparado: en 1965 el director ejecutivo promedio ganaba 24 veces más
que el trabajador promedio; en 2009, 185 veces más".
En
su ensayo, Corbett utilizó otro año para comparar: 1973, cuando la
pobreza llegó al punto más bajo en la historia de los Estados
Unidos, el 11,1 por ciento. Entonces un trabajador ganaba 27 veces
menos que un director ejecutivo de corporación; en 2008, 262 veces
menos.
Para Cumberworth, la desigualdad es un asunto muy
distinto del deterioro en la parte inferior del mercado de trabajo,
que en su opinión es un problema mucho más urgente si se habla de
pobreza: "Una cantidad creciente de personas está desempleada o
fuera de la fuerza laboral, y para los trabajadores sin calificación
se vuelve cada vez más difícil encontrar empleo estable".
La
tasa de desempleo ha bajado al 6,6 por ciento, pero en buena medida
porque muchos han dejado de buscar empleo, escribió Jeff
Madrick en su artículo "Obama's Toughest Job" ("El
trabajo más duro de Obama") en The New York Review of Books,
donde discute el modo de medir el problema: "Los niveles de
empleo según población sugieren que la tasa real está más cerca
del 9 por ciento. Las minorías han sido aplastadas. Los jóvenes en
particular han sido magullados".
Hay 11
millones de personas desempleadas. Casi un tercio de ellas no ha
conseguido trabajo en seis meses o más, cifra que llega a la mitad
en estados como Nueva Jersey, Florida o el distrito de
Columbia. Desde el presunto fin de la recesión en 2009, los
empleos que se han creado en el ámbito privado carecen de horarios
regulares o beneficios como seguro de salud, días por enfermedad o
vacaciones, y uno de cada cuatro paga el mínimo (entre 7,25 y 10,10
dólares por hora, según los estados), que en muchos lugares, aun si
se trata de trabajos de tiempo completo (muchos son de menos de 40
horas por semana), no alcanza para vivir.
"El mercado
de trabajo nunca se recuperó del todo luego de una recesión
relativamente suave a comienzos de la presidencia de Bush, en 2001, y
se desplomó al final de su Gobierno, al terminar 2007", reseñó
Cumberworth. "Ha mejorado durante los años de Obama pero no
tanto como hubiéramos esperado tras la recesión. Los problemas del
mercado laboral han crecido de manera continua desde la década de
1970 -el único período de crecimiento fuerte- y la única vez que
nos recuperamos completamente de una recesión fue a finales de la
década de 1990 durante la presidencia de Clinton".
Para
la experta, el problema mayor en la actualidad es "la
imposibilidad de la gente -en especial de aquellos sin título
universitario- para conseguir trabajos lo suficientemente estables y
bien pagos como para mantenerse a sí mismos y a sus familias: una
gran cantidad de gente hace equilibrio en el borde del mercado
laboral, improvisa como puede con empleos breves y/o mal pagos,
beneficios gubernamentales exiguos, trabajo en negro en el mercado
informal y la ayuda de familiares y amigos".
La
vida es una lucha constante para los pobres que trabajan, agregó
Cumberworth. "Un trabajo o un ingreso estable podrían
solucionar muchos problemas en otras áreas como la salud, la
vivienda, el bienestar de la infancia", explicó. "Deberíamos
hacer lo posible para ayudar, desde programas de capacitación para
que la gente tenga los conocimientos que necesitan para los trabajos
que existen hasta estímulos gubernamentales centrados en aquello que
crearía trabajos que no requieren capacitación, como mejorar los
caminos y otra infraestructura; desde mejorar los salarios por medio
de subsidios o de créditos impositivos hasta estrategias más
innovadoras como facilitar información sobre las condiciones
laborales en otras ciudades o estados y acaso inclusive ofrecer
subsidios de traslado para quienes elijan mudarse para aprovechar una
oportunidad de trabajo".
Nichol encuentra un vínculo
político entre la extrema polarización de la riqueza y la pobreza:
"La desigualdad se ha convertido en un problema descomunal en
los Estados Unidos. En términos reales -abrevió- somos los peores
del mundo. En parte se debe a tendencias económicas poderosas. Pero
mucho se debe a más de tres décadas que favorecen a los más ricos
entre nosotros, aquellos que, además, financian nuestras campañas
políticas". Un punto sobre el que llamó la atención el Premio
Nobel de Economía Paul Krugman en The New York Times: "Las
encuestas entre los más ricos han mostrado que ellos -a diferencia
del público en general- consideran que el déficit fiscal es un tema
crucial y favorecen los grandes recortes en los programas de
protección social. Y, por cierto, esas prioridades de las elites han
copado nuestro discurso sobre políticas".
Y las
políticas: los programas tradicionales de beneficios sociales
insumen 59.000 millones, mientras que los subsidios a las
corporaciones (sin contar los 700.000 millones del salvataje a los
bancos en 2008) son de 92.000 millones por año, según la fundación
Think By Numbers (Pensar en Números).
Walmart, una de las
beneficiadas, es una cadena nacional donde hacen las compras la clase
media-baja y la clase baja. En sus cajas han pegado un cartel que
advierte que desde noviembre de 2013 hubo un recorte en los cupones
de alimentos que puede afectar lo que el cliente tiene asignado en su
tarjeta y aconseja que pida a quien lo atienda que verifique los
fondos antes de pasar su compra. Tras la Ley de Agricultura aprobada
a fin de enero, que quita fondos del Programa de Asistencia
Nutricional Suplementaria, los cupones de alimentos se volverán a
reducir.
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