17 de abril de 2016
Germán Saltrón Negretti
La
pobreza extrema está vinculada al conjunto de problemas que
caracterizan la situación de emergencia planetaria, desde la
degradación de los ecosistemas o el agotamiento de los recursos, a
la explosión demográfica y se traduce en enfermedades, hambre
literal y, en definitiva, en baja esperanza de vida. Y esa terrible
pobreza se produce mientras parte del planeta asiste a un
espectacular crecimiento del consumo. Es decir, estamos ante una
pobreza que coexiste con una riqueza en aumento, de forma que en los
últimos 40 años señalan los informes del Banco Mundial y se han
duplicado las diferencias entre los 20 países más ricos y los 20
más pobres del planeta.
El
Banco Mundial asevera, que si no actuamos ahora las desigualdades
serán gigantescas en los próximos años, existiendo el peligro de
que la pobreza acabe estallando como una bomba de relojería. Y no se
trata únicamente de desequilibrios entre países: es preciso salir
también al paso de las fuertes discriminaciones y segregación
social que se dan en el seno de una misma sociedad y, muy en
particular, de las que afectan a las mujeres en la mayor parte del
planeta.
Según
el Banco Mundial, el total de seres humanos que vive en la pobreza
más absoluta, con un dólar al día o menos, ha crecido de 1.200
millones en 1987 a 1.500 en la actualidad y, si continúan las
actuales tendencias, alcanzará los 1.900 millones para el 2015. Y
casi la mitad de la humanidad, no dispone de dos dólares al día.
Como señalan Sen y Kliksberg (2007, pp. 8), “el 10% más rico
tiene el 85 % del capital mundial, la mitad de toda la población del
planeta solo el 1%”. El Banco Mundial con el mayor cinismo propone,
un nuevo compromiso para cumplir con las metas de reducción de la
pobreza para el año 2030, pero no hay programa para recaudar los
fondos necesarios para ayudar a los países pobres.
Los
verdaderos defensores de derechos humanos sostenemos que los
alimentos no son mercancía. Si bien desde hace décadas, en
instancias internacionales, los gobiernos han asumido compromisos
para lograr un planeta que garantice una alimentación digna para
todos y todas, el hambre perdura como un asunto crítico inconcluso.
El no haber cumplido Naciones Unidas con las metas del milenio para
el año 2015, demuestra la incapacidad del sistema agrícola y
alimentario mundial capitalista para satisfacer las necesidades de
los más de 7000 millones de habitantes y de evitar las millones de
muertes anuales en los países en desarrollo por desnutrición
crónica y la degradación ambiental. Comento que es inaudito el
malgastan un billón de dólares anuales en armamento para destruir al
planeta. Por tales razones, considero que nuestros líderes mundiales
deben acudir urgentemente a tratamiento psiquiátrico, para tratar
de salvar nuestro planeta.
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