08 de abril de 2016
Crédito: Aporrea.org
Roy Chaderton Matos
Roy Chaderton Matos
En
mis años de adolescente leí un libro titulado "Huracán sobre
el azúcar", escrito por Jean-Paul Sartre, con motivo de su
visita a Cuba acompañado por Simone de Beauvoir. Más allá del
contenido del libro, abundante en información curiosa, lo que viene
a mi mente es la secuela de huracanes que Cuba ha generado a lo largo
de más de un siglo o aprendido a domeñar en la naturaleza de la
tierra o de los seres humanos (o inhumanos).
Dije
bien al citar un siglo porque Cuba ha venido sufriendo y venciendo
finalmente al Huracán Imperial. Bastaría remontarnos a 1897, al
comienzo puntual de la dictadura mediática, cuando la cadena Hearst
desató la campaña anti española para crear las condiciones
político-sociales que culminaron en la voladura del "Maine",
desencadenaron la guerra hispanoamericana e interfirieron en la lucha
de Cuba por su independencia.
Desde
entonces, el uso de la fuerza contra Cuba se convirtió en una
perversa rutina imperial; primero apoyando a dictadores civiles o
militares para expoliarla y luego desatando en los últimos más de
cincuenta años toda su fuerza contra los libertadores de Cuba en el
siglo XX (Bahía de Cochinos, incendio de plantaciones y cultivos,
voladura de La Coubre, voladura de un avión de pasajeros, intento de
magnicidios, sabotaje de un barco polaco en Miami, asedio
internacional, asesinato de diplomáticos cubanos en Nueva York y,
sobre todo, y comprendiéndolo todo, el Bloqueo genocida).
No
por la magnanimidad de un Premio Nobel de la Paz que no se ha
inhibido de destruir países y achicharrar inocentes a fuerza de
bombas, sino más bien por una inteligente jugada política que
desestimó "expertos" y atendió a pragmáticos, se produce
la sucesión de decisiones oportunas pero que no superan el huracán
del bloqueo, todavía soplando, ahora con pretensiones de "brisita".
Este
no es el fin de la guerra fría en nuestro continente, son tiempos de
muchas guerras calientes en diversas geografías regionales, aunque
en el caso específico de Cuba se trata del reconocimiento de la
derrota imperial mientras que en los países progresistas del
continente se ensayan nuevas formas de desestabilización, sin
embargo con igual propósito de destruir democracias soberanas y
procesos de justicia social.
Hay,
como una evolución de la operación "Condor" de ayer a la
operación "Águila Calva" de hoy. A pesar de los rugidos
mediáticos, parece que estos no son los tiempos de los Marines sino
de la sempiterna CIA, la NED, los súbditos endógenos y las quintas
columnas.
Curioso
el tema de los huracanes. Pienso en el huracán de la justicia social
(Independencia de Cuba, Reforma Agraria, Reforma Urbana,
Alfabetización, salud y educación gratuitas, cultura para todos,
solidaridad internacional pasiva y activa, etc…) que se ha
instalado en Cuba durante más de medio siglo como contrafuerza al
inmisericorde huracán del Imperio. Curiosamente también de la nueva
institucionalidad cubana derivaron políticas para controlar otros
huracanes: Los naturales; Cuba tiene hoy el mejor sistema de
protección civil de Las Américas.
Así
vino Obama a Cuba, sin festejos ni fanfarrias, a testimoniar con su
presencia ante un pueblo valiente, sobrio, noble, alegre y
respetuoso, al que el Imperio no pudo hacerle bajar la cabeza. Por
eso hoy el Imperio tiene que a acostumbrarse a reconocer a una Cuba
que mira de frente, sin pestañear. Es una tregua a los métodos
tradicionales que quizás no vuelvan una vez superados, además de un
esfuerzo de laboratorio para crear formulas edulcorantes sobre la
tierra del azúcar para seducir, contaminar y, eventualmente,
intoxicar las mentes sin las rudezas obvias del pasado que no termina
de irse.
En
esta nueva etapa seguramente Cuba aprovechará los mejores ejemplos
de la cultura y del ingenio estadounidense para beneficio de su
pueblo y, al mismo tiempo, seguramente estará vacunada contra la
horrible televisión del Norte, con su carga de violencia y
banalidad, predicadores enloquecidos, degenerados "reality
shows", consumismo desbordado, entre otros.
La
verdad histórica es que la montaña cubana no fue a Obama sino que
Obama tuvo que ir a la montaña cubana. Con su visita a Cuba, el
Emperador reconoció la victoria cubana; por eso, en un esfuerzo
estéril para compensar completó su tour desde la patria de los
indomables Castro con un visita al manso Macri, heredero espiritual
de la dictadura fascista argentina.
De
todas estas reflexiones, se desprende una lección muy simple: CUBA
NI SE SOMETE NI SE SEDUCE…
…y
sin el permiso de una celebérrima cantante me animo a exclamar
¡¡¡AZÚCAR!!!
*
Socialista cristiano
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