Domingo, 16/03/2014
Por: Luis Britto García
La manifestación que intentó
destruir el edificio de la Fiscalía el 12 de febrero con saldo de dos muertos,
seis decenas de heridos y cinco vehículos incendiados decía protestar
contra la inseguridad. Las cifras sobre
la inseguridad en Venezuela vienen de una Encuesta Nacional de Victimización y
Percepción de Seguridad Ciudadana 2009, (Caracas, mayo 2010) realizada por el
INE, que entre otras inconsistencias
percibió que ese año 21.132 homicidios habrían causado sólo 19.113 víctimas, y
nos asignó una exorbitante tasa de 75,08 homicidios por 100.000 habitantes.
Pero basándose en el conteo
real y objetivo de cuerpos del delito,
el ministro del Poder Popular para Interior y Justicia Rodríguez Torres
declara el 28 de diciembre de 2013 que la tasa real de homicidios para ese año
es de 39 por cada cien mil habitantes, casi la mitad de la percibida por
encuestas (AFP).
La divulgación de estas cifras
desmontaría por sí sola la campaña de pánico fraguada por medios de
comunicación y ONGs, según las cuales la
tasa de homicidios en nuestro país sería más del doble de la de Colombia y más
de cuatro veces la de Irak (Crisis Group N°38, 17 de agosto 2011). Pero por una
u otra razón los medios de servicio público no han divulgado la verdad con el
énfasis suficiente.
Parece que nuestro país
hubiera sido víctima durante un quinquenio de una operación de Guerra
Psicológica para exacerbar el pánico y detonar violencias contra la inseguridad
destinadas en realidad a derrocar por el terror al gobierno bolivariano
democráticamente electo, que en las últimas elecciones obtuvo el 75% de las
alcaldías, con una ventaja de diez puntos y medio del total de los votos sobre
la oposición.
TERRORISMO
CONTRA DEMOCRACIA
Todos los que han seguido las agresiones violentas
en Venezuela habrán advertido las siguientes características: -Se
focalizan primero en 19, luego en 9 y
finalmente en 6 y en 2 municipios de clase media o media alta, gobernados por alcaldes opositores, algunos
en estados fronterizos.
-Los alcaldes opositores y
sus policías municipales fomentan y protegen las violencias, al punto de que
agentes de la Policía de Chacao asesinan a una agente del Servicio Bolivariano
de Inteligencia que detiene a uno de los violentos, y se hace necesario que el
Tribunal Supremo de Justicia, respondiendo a demandas de sus vecinos, inste a las alcaldías a abrir las vías
bloqueadas.
Los participantes se
presentan ante los medios como jóvenes estudiantes, pero luego son suplantados
por adultos, encapuchados y marginales, al extremo de que de 1.529 detenidos en
un mes de violencias, (la inmensa mayoría liberados a las pocas horas) sólo un
tercio son estudiantes.
En lugar de manifestar
pacíficamente, los violentos cortan las vías en las alcaldías opositoras,
impiden por la fuerza el paso a los vecinos y los secuestran en sus hogares,
los asfixian quemando basura y
destruyen árboles, señalizaciones,
edificios públicos, instalaciones eléctricas y telefónicas, transportes
colectivos y de alimentos.
Los terroristas recurren a
la amenaza, la agresión física y al asesinato con disparos en la cabeza y tiros
por la espalda y trampas contra personas, para finalmente progresar hacia el
saqueo y el cobro de peaje.M-Los terroristas utilizan armas de fuego con
mirillas láser, son seguidos por sombras que recogen los casquillos para evitar
la identificación de las armas, y esgrimen artefactos para destruir neumáticos,
bombas de fragmentación y trampas contra personas.
Se pertrechan regularmente
de dinero, alimentos, ropas, capuchas, sustancias incendiarias y armas en
centros de acopio cercanos a los disturbios, algunos de los cuales han sido
allanados en jurisdicción de las alcaldías opositoras. Las arremetidas
terroristas recurren durante cuatro semanas, período inusual para
manifestaciones espontáneas, que por el contrario evidencia una coordinación,
organización, entrenamiento y
financiamiento de largo alcance.
Las acciones terroristas no
tienen una finalidad en sí mismas, sino
la de simular para los medios un
escenario de supuesta guerra civil en 6 y finalmente 2 de los 335 municipios de
Venezuela. Las mencionadas son prácticas, tácticas o logísticas que no
presentan ni la más remota semejanza con las de un movimiento estudiantil o
juvenil.
Mucho menos había contado ningún movimiento juvenil del mundo
con el sospechoso y automático respaldo de
la Sociedad Interamericana de Prensa, la cual dedica en todos sus diarios
afiliados una página diaria a denigrar de Venezuela; ni de la inmensa mayoría
de los medios privados, que exaltan los delitos de los opositores mientras
ocultan las masivas y contundentes manifestaciones por la paz de las mayorías
bolivarianas.
Y en ningún caso movimientos
estudiantiles o juveniles aceptarían ni gozarían del apoyo del ex presidente colombiano Uribe, quien trata
de recoger un millón de firmas contra nosotros; del presidente de la OEA, el
cual intentó enviar una comisión investigadora al país, del Alto Comisionado de
Derechos Humanos de la ONU quien pide a
Venezuela que enjuicie a los responsables de ataques contra manifestantes
antigubernamentales.
(http://www.ultimasnoticias.com.ve/noticias/actualidad/politica/onu-pide-a-venezuela-enjuiciar-la-muerte-de-manife.aspx#ixzz2tX88l5ZO), del Secretario de Estado estadounidense,
y de la Cámara de Representantes de ese país, la cual deplora la
inexcusable violencia perpetrada contra líderes opositores y manifestantes en
Venezuela".nNi uno solo de tales organismos y políticos se han movilizado jamás a favor de jóvenes ni
estudiantes: siempre lo han hecho a favor de
intervenciones imperiales atroces contra gobiernos democráticos o
nacionalistas.
Mediante la perpetración de actos violentos,
terroristas encapuchados sólo intentan justificar un golpe de Estado, una
intervención extranjera, o el establecimiento de un territorio liberado que
legitime una secesión de los ricos estados fronterizos.
TERRORISMO
DE ALQUILER
Hace
una década alerto contra una infiltración paramilitar que suplanta al hampa criolla, domina comercio
informal y contrabando de extracción,
impone alcabalas, cobra vacunas, trafica personas y estupefacientes,
legitima capitales, regenta bingos y casinos, compra empresas de transporte y
de producción, asesina sindicalistas agrarios y urbanos, y que podría impedir la movilización popular
(La paz con Colombia. Caracas, Ministerio de Comunicación e Información, 2008).
He reiterado la advertencia en libros como La cuestión colombo-venezolana, en
colaboración con Iraida Vargas, Mario Sanoja, Eva Golinger, Miguel Ángel Pérez
Pirela y Sergio Rodriguez, con prólogo de Piedad Córdoba, Caracas, Editorial Ipasme, 2012, y La
invasión paramilitar. Operación Daktari, en colaboración con Miguel Ángel Pérez
Pirela, Caracas, Correo del Orinoco, 2012.
Estamos ante la materialización de estas
advertencias. Una red de agentes de perturbación focalizados en las principales
alcaldías opositoras no podría sostenerse durante casi un mes sin apoyo de una
compleja red terrorista. Lo advierte
también en inteligente artículo Julio Escalona:
4) El capital financiero
transnacional se ha ido asociando al narcotráfico, tráfico de armas, de
personas, lavado de dinero, comercio de esclavos, etc. Es probable que en lo
descrito se pueda estar dando un vínculo entre sectores financieros asociados a
la oposición de extrema derecha, precisamente, con el crimen transnacional y
los problemas de seguridad que azotan a la sociedad venezolana y a otras de
nuestro continente latinocaribeño. Esa asociación es otra de las fortalezas de
la derecha fascista que se mueve en Venezuela.
Por esas y otras vías el
capital financiero se relaciona con la formación de grandes ejércitos privados
y en general a la privatización de la guerra. Esos ejércitos privados han
participado en las guerras de Irak, Afganistán, Libia, Siria, Colombia; en la
desestabilización de gobiernos, invasiones, sicariato, atentados, sabotaje...
Son ejércitos de mercenarios, que eufemísticamente son llamamos contratistas
civiles.
El microtráfico de drogas es
una variante del crimen transnacional, que como ya señalé se relaciona con la
formación de pandillas, con los enfrentamientos entre ellas, la generalización
de atracos, secuestros exprés, el sicariato y las más diversas formas de criminalidad.
Esta es una de las raíces de los problemas de seguridad en Venezuela, México,
Colombia, EEUU... Por supuesto, la seguridad tiene raíces internas (aun cuando
hoy día es muy difícil definir la frontera entre lo interno y lo externo); pero
las redes del crimen transnacional se van extendiendo por los intersticios de
la sociedad venezolana. No es una simple amenaza circunstancial. Tiene una
tremenda significación estratégica como grave amenaza a la seguridad del
Estado, a la estabilidad de las instituciones y para la paz y la vida cotidiana
de nuestra sociedad, para la economía, para la salud, etc. Es un componente
esencial de la estrategia de desestabilización permanente.
5) Han aprendido de la
política social basada en la dádiva y el terror impulsada por Pablo Escobar y
el Chapo Guzmán, inspirada en la más antigua tradición mafiosa. Apoyándose en
el estímulo a los intereses individuales y a métodos ilegales, orientados a
socavar al Estado y las relaciones de solidaridad, los grupos
narco-paramilitares han venido perfilando algo así como una política social
mafiosa.
Un aspecto es la política de
microcréditos, que en su desenvolvimiento puede vincularse con el microtráfico
de drogas, que llegado el caso puede suministrar fondos para cancelar los
créditos recibidos. Es una múltiple subordinación.
Usando los fondos acumulados
a través de acciones delictivas van distribuyendo créditos entre la población
pobre con diversos fines (consumo, microempresas, pequeños negocios, problemas
familiares...), pero con el claro propósito de construir redes de poder e ir
suplantando al Estado venezolano. Con los microcréditos, combinados con la
extorsión, el chantaje y el miedo, han ido echando las bases de una política
social en correspondencia, como ya dije, con la más antigua tradición mafiosa
(La estrategia imperial de ingobernabilidad permanente contra el gobierno
bolivariano, 05-03-2014). El fenómeno también ha llamado la atención de Raúl
Zibechi, en su penetrante artículo Derechas con look de izquierda:
En todo caso, las derechas
han sido capaces de crear un dispositivo popular, como el que describe Rafael
Poch, para desestabilizar gobiernos populares, dando la impresión de que
estamos ante movilizaciones legítimas que terminan derribando gobiernos
ilegítimos, aunque estos hayan sido elegidos y mantengan el apoyo de sectores
importantes de la población. En este punto, la confusión es un arte tan
decisivo, como el arte de la insurrección que otrora dominaron los
revolucionarios (Alai-América Latina, 7-3-2014).
Debemos afrontarlo: así como
las aspiraciones imperiales de dominar nuestra industria de los hidrocarburos y
la presencia paramilitar son constantes con las que habrá que lidiar a largo
plazo, también debemos prever una prolongada alianza entre ambos factores para
desatar una escalada de violencia política, que se está sumando a la ya
excesiva violencia del hampa común.
La aparición de esta nueva
violencia terrorista de origen político y con conexiones internacionales obliga
a considerar el problema de la seguridad a la vez desde el punto de vista
geográfico, social, económico, político, estratégico, cultural e internacional,
mediante la coordinación de todos los órganos de los poderes públicos y todas
las fuerzas sociales para la adopción de medidas a la altura de la gravedad de
la situación.
No termina de comprender la
ultraderecha venezolana las dimensiones del monstruo que está animando para la
persecución de sus intereses mezquinos. En la inauguración de la Conferencia
Permanente por la Paz convocada por el presidente Maduro, alertó José Vicente
Rangel contra la instauración en Venezuela de una cultura de la muerte. O la desactivamos, o nos desactiva a
todos.
Luis Britto García
Escritor, historiador,
ensayista y dramaturgo.
brittoluis@gmail.com
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