12 de abril de 2016
Crédito: Inter Press Service (IPS)
Traducción: Verónica FIrme
Traducción: Verónica FIrme
Pocos
países no se vieron salpicados por los documentos filtrados y
divulgados este mes por el Consorcio Internacional de Periodistas de
Investigación (ICIJ, en inglés). Los llamados papeles de Panamá
revelaron que hay unos 12 jefes de Estado, algunos en funciones y
otros no, entre los 143 dirigentes políticos, familiares y allegados
que utilizaron paraísos fiscales de forma secreta.
El ICIJ divulgó
el 3 de abril los documentos que revelan oscuros y secretos acuerdos
financieros que involucran a algunas conocidas figuras adineradas,
además de otras en cargos de poder.
El
escándalo muestra a las verdaderas víctimas del sistema financiero
global, y no son los amigos de ningún primer ministro. Las
desigualdades económicas siguen perjudicando y atentando contra el
progreso y la cohesión social.
La
organización Oxfam calculó en 2015 que algunas de las 62
personas con más dinero concentraban tanta riqueza como las 3.600
millones más pobres.
Para
combatir la desigualdad, el Foro Económico Mundial identificó
algunas soluciones que incluyen educación, reformas a las políticas
impositivas y de bienestar social, así como el desarrollo de la
fuerza laboral. Son alternativas reales y fundamentales para miles de
millones de personas.
Para
reducir la brecha entre privilegiados y desfavorecidos, la elite
global debe saldar algunas viejas deudas. La Red de Justicia
Impositiva estima que las personas más adineradas
concentran entre 21 y 35 billones de dólares de valores no gravados.
El
extraordinario número de gobernantes involucrados en los papeles de
Panamá refleja el alcance de la corrupción existente en los
gobiernos a escala local y nacional.
Los
millones de millones de dólares robados o escondidos de las
autoridades fiscales por las figuras públicas involucradas, y a
veces ambos, son los que faltan para trabajos de caminería, escuelas
y salud pública. No solo los ricos se hacen más ricos, sino que los
pobres sufren una opresión sistémica.
Cuando
el Estado no puede o no cubre las necesidades básicas de los
sectores más vulnerables, la delincuencia prospera. Las
organizaciones criminales pueden transformarse en las principales
proveedoras de servicios sociales y terminan arraigándose en las
comunidades al punto que se ganan la confianza de la población y se
infiltran en el gobierno local.
Así,
funcionarios mal pagados quedan vulnerables y ceden a la tentación
de la corrupción, pues los Estados desfinanciados no pueden
otorgarles lo que ganan con los sobornos.
El
Banco Mundial estima que alrededor de un billón de dólares se
destinan todos los años al pago de sobornos. No podemos permitirnos
seguir ignorando la corrupción, que representa alrededor de cinco
por ciento del producto interno bruto anual, unos 2,6 billones de
dólares, casi 20 veces más de los 134.800 millones de dólares que
se otorgan a la asistencia oficial al desarrollo.
Los
lectores de este artículo podrán no estar entre las 62 personas más
adineradas, pero tienen acceso a la educación, a Internet y a una
prensa gratuita, que es más de lo que tienen más de miles de
millones de personas en el mundo.
Debemos
reconocer y defender al periodismo que expone y denuncia las grandes
desigualdades e injusticias. No podemos dar por descontadas las
libertades y las oportunidades que tenemos.
Además,
debemos luchar, no por lo que tenemos, sino por lo que merecemos,
para empezar “la honestidad, la transparencia y la integridad de
nuestros gobernantes”, lo que impulsó a Birgitta Jónsdóttir, una
manifestante de Islandia, a reclamar un cambio.
Ella
no es la única descontenta. Las protestas continuaron en ese país
europeo aun después de la renuncia del primer ministro Sigmundur
Davíð Gunnlaugsson, dos días después de que estallara el
escándalo de los papeles de Panamá y se conociera su participación
en inversiones en paraísos fiscales.
En
Sudáfrica, la ciudadanía sigue protestando por los negocios en que
están involucradas sus autoridades y sus familias, y ahora que los
papeles de Panamá revelaron la participación del sobrino del
presidente Jacob Zuma en contratos petroleros en República
Democrática del Congo, las manifestaciones seguirán.
Las
y los ciudadanos que gozan de la libertad de realizar protestas
pacíficas deben luchar por la transparencia para las miles de
millones de personas que no pueden alzar su voz.
Las
próximas elecciones presidenciales de Estados Unidos deben
analizarse desde una nueva perspectiva, con la información que
aportaron los papeles de Panamá. Los candidatos han tratado de
distanciarse de Washington y sus enredos institucionales, pero los
votantes deben comenzar a reclamar que, en cambio, se alejen de los
dudosos fondos que financian sus campañas.
El
sistema de financiación de las campañas electorales en Estados
Unidos deja muchos vacíos legales, que permiten que las
corporaciones y fundaciones escondan millones de dólares, no muy
diferente a los paraísos fiscales que ocultan miles de millones de
dólares para dirigentes políticos y empresariales.
Aun
en un país tan rico como Estados Unidos, 15 por ciento de la
población es pobre. El costo de los servicios sociales que a menudo
se considera inviable es ínfimo al lado de los billones de dólares
escondidos por la evasión fiscal.
No
hay ningún dirigente político estadounidense implicado en los
papeles de Panamá hasta donde se sabe, pero los documentos filtrados
ofrecen a los votantes la posibilidad de reevaluar el sistema
económico y político de su país.
Para
quienes no tenemos miles de millones de dólares en el bolsillo, aún
nos queda una herramienta preciosa: nuestras voces. Debemos alzar la
voz a través de la prensa y expresarnos mediante los procesos
electorales para garantizar la transparencia de nuestros gobiernos.
Los
papeles de Panamá son como una libreta de calificaciones global y
hay demasiados dirigentes políticos e instituciones con mala nota;
que esta información nos haga a todos y todas pelear sin tregua por
procesos políticos justos y transparentes en todas partes.
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