19 de abril de 2016
Crédito: CubaDebate
“House
of Cards” es un dramatizado de corte político, que acapara la
atención internacional desde su estreno el 1 de febrero del 2013.
Como parte de su trama se adentra en el enrevesado sistema político
norteamericano y su “democracia”, a partir de la ambición de sus
protagonistas por llegar a lo más alto del poder político en ese
país, a cualquier precio. Logra desnudar y mostrar casi tal cual
son, desde el argumento del guion hasta la escenografía, todos los
entresijos, inmoralidades y corrupción de la política
norteamericana.
La
caracterización del personaje de Claire está contrapuesta al simple
significado que conforman las palabras “derechos humanos”. Sería
una burla y hasta parte del cinismo asociarla en su condición de
“first lady” como defensora de aquella Declaración Universal que
en 1948 aprobó la Asamblea General de la ONU “como ideal común”
de todos los pueblos del mundo.
Sin
embargo, la vida transcurre más allá del plató. Y Robin Wright, la
actriz que interpreta tan brillantemente este papel, acapara
titulares por estos días, no por el protagónico en cuestión, sino
por la denuncia al ultraje de sus Derechos Humanos como mujer en
Estados Unidos.
Wright
reveló en una
reciente entrevista concedida a Judith Rodin,
presidenta de la Fundación Rockefeller, la presión que tuvo
que ejercer sobre Netflix, empresa del entretenimiento encargada de
la serie, para recibir un pago igualitario con respecto a su
compañero y coprotagonista Kevin Spacey (Frank Underwod).
Su
reclamo parece sui generis, pero se une al de millones de mujeres que
día a día ansían por ver cumplido este derecho en Estados Unidos.
La afamada actriz planteó en la entrevista:
“Es una pandemia, enfrentémoslo, la desigualdad. Las mujeres ganan el 82% de sus contrapartes masculinas, más o menos en promedio. Tienes que avergonzarlos y culparlos, y yo lo hice con mi programa recientemente. Les dije: quiero ganar lo mismo que Kevin (Spacey). Porque el paradigma es perfecto un ejemplo para usar, porque hay pocos programas de TV en los que el patriarca y la matriarca sean iguales y lo son en House of Cards. Revisé estadísticas y el papel de Claire Underwod es más popular que el de él durante un tiempo en esa temporada, así que capitalicé ese momento. Les dije: o me pagan o lo vuelvo público. Y lo hicieron”.
Robin
traza su estrategia y habla de avergonzar y culpar, de paradigmas, de
competencia y popularidad. Pero, ¿dónde quedan los instrumentos
legales que amparan los derechos que le están siendo negados?
La
Declaración Universal de los Derechos Humanos expresa que: “todos
los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos…”
y más adelante agrega que “toda
persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario
por trabajo igual”.
Estados Unidos fue una de las 58 naciones que el 10 de diciembre de
1948 firmó dicha Declaración.
Y
porque la vida tiene esa paradoja que desafía el más común de los
sentidos, nos encontramos con que fue precisamente a una mujer
norteamericana, Eleanor Roosevelt, viuda del presidente de EE.UU
Franklin Delano Roosevelt, quien tuvo la responsabilidad de presidir
la Comisión encargada de elaborar y proponer este documento.
Pero
más allá del lenguaje virtuoso de tan trascendental Declaración,
esta constituyó acicate para que se conformaran 61 instrumentos
internacionales de Derechos Humanos sobre diversos tópicos, entre
ellos precisamente los que protegen la igualdad de género, incluido
el trabajo y el salario, sea hombre o mujer. Cabe mencionar por
ejemplo: el “Convenio
relativo a la igualdad de remuneración entre la mano de obra
masculina y la mano de obra femenina por un trabajo de igual
valor(1953)
o “La
Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de
Discriminación contra la Mujer (1979)”.
Esta última señala que, “Los
Estados Partes adoptarán todas las medidas apropiadas para eliminar
la discriminación contra la mujer en la esfera del empleo…”
y se adentra en los derechos a iguales condiciones y salarios.
Y
viene entonces a comprenderse la causa principal del reclamo de la
actriz Robin Wright. Ninguno de estos dos instrumentos de Derechos
Humanos figura en la lista de los 18 que Estados Unidos apenas ha
suscrito y por lo que se aprecia tampoco cumple como debiera la
Declaración Universal, que reconoce y que tanto usa a su antojo.
Sin
embargo, Cuba, nación a la que desde ese país pretenden moralizar
en paños muy menores, la situación es bien diferente. Entre los 44
instrumentos internacionales de los que la Isla es Parte, se
encuentran los dos citados con anterioridad que protegen a la mujer
de cualquier tipo de discriminación. Además, la Constitución de la
República deja clara la igualdad salarial, sin distinción de sexo;
y el Código del Trabajo, actualizado y aprobado en el 2014, consagra
este derecho fundamental y además se proyecta en la protección de
la mujer en el área laboral.
En
los últimos meses el Presidente de los Consejos de Estado y de
Ministros, General de Ejército Raúl Castro Ruz, ha sido enfático
en la politización que se pretende contra Cuba en la manipulación
inmoral del tema de los Derechos Humanos. Frente al Presidente Obama,
durante su visita a La Habana en marzo pasado, señaló:
“¿Qué
país los cumple todos…? Ninguno, unos cumplen unos, otros cumplen
otros…. habrá otros que cumplan más, y muchos que cumplen menos.
No se puede politizar el tema de los derechos humanos, eso no es
correcto.”
Meses
antes, durante el debate general del 70 período de Sesiones de la
Asamblea General de las Naciones Unidas, el 28 de septiembre de 2015,
expresó que es inaceptable “que
se distorsione la promoción y protección de los derechos humanos,
utilizándolos de forma selectiva y discriminatoria para validar e
imponer decisiones políticas.
…
A
pesar de que la Carta nos llama a “reafirmar la fe en los derechos
fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona
humana”, el disfrute de los derechos humanos continúa siendo una
utopía para millones de personas.”
El
caso de Wright es una muestra, eso sí microscópica, del doble
rasero en la manipulación del tema y a la vez el reflejo de las
utopías pendientes. Su caso es la excepción de la regla. Su
victoria, la de haber logrado una remuneración por igual trabajo
respecto a un hombre, de cerca de medio millón de dólares por cada
capítulo, no fue un acto de justicia o reivindicación social del
sistema, sino de conveniencia comercial. Continuarán en el espectro
social norteamericano toda una legión de mujeres discriminadas.
Un
reporte en el sitio digital de CNN en español de noviembre del 2015
señala que en Estados Unidos, las mujeres ganan, más o menos, dos
tercios de lo que los hombres reciben por el mismo trabajo, situación
que ha empeorado respecto al año anterior. Actualmente el país
ascendió a la posición 74 (en el 2014 ocupaba la 65) en cuanto a la
igualdad salarial entre 145 naciones. Pero el panorama no es
alentador. Según el Foro Económico Mundial en su más reciente
informe sobre la Brecha de Género Global, este problema tardará 118
años en solucionarse.
La
cuarta temporada de “House of Cards” superó las anteriores y
dejó una estela de expectativas e incógnitas. En este escenario me
pregunto si para la próxima entrega, Claire Underwod lanzará un
proyecto legislativo por la igualdad de la mujer en la esfera
laboral, y así ver cumplido este derecho aunque sea desde la
ficción, o entrará en un dilema matrimonial y presidencial por
ganar ella lo mismo que Frank Underwod. Estará por verse.
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