sábado, 24 de febrero de 2018

"LA VIDA VALE POR EL SENTIDO QUE LE IMPRIMIMOS". FREI BETTO.




















Creo que fue 34 años atrás, en 1984, cuando la redacción de El Caimán Barbudo se llenó con parte de los jurados del Premio Casa de las Américas. Entre ellos estaba un hombre joven, vestido de gris, de pelo negro medio encrespado, que hablaba “portuñol”. De la literatura saltamos a la sociología y la política, hasta que descubrí que se trataba de Carlos Alberto Libânio Chisto, Frei Betto, sacerdote, teólogo de la liberación.
Ese día habló de que su libro El acuario negro se publicaría por Casa y le pedí un cuento de adelanto para mi Saurio. Él accedió, me entregó la pieza cuyo título da nombre al volumen, y esto fue lo primero, si no me equivoco, que se le publicó en Cuba.
Después me encontré con Betto en la presentación de aquel libro, cuando ya su texto Fidel y la religión estaba a punto de salir. Nos topamos dos o tres veces más; hasta que en el contexto de la última Feria Internacional del Libro, a la entrada del Hotel Nacional, me lo encontré con una guayabera azul, el mismo pelo encrespado pero ya gris, y su dulce saludo de siempre.
Quise entrevistarlo, me dio su tarjeta, le escribí y me respondió enseguida: “Estimada Paquita: contesto en portugués. Puede pedir a Esther Pérez hacer la traducción. Amistad y paz, Betto”. La dirección de correo que me envió era conocida pero no hurgué mucho en la memoria.
Cuando recibí la respuesta: “Paquita: Sí, la traduzco y se la mando. Siempre es un gusto traducir a un hermano. Esther”, comprobé una vez más que el “azar concurrente” existe y no es locura lezamiana. Ella, Esther, es la amada, amante, amiga, colaboradora, esposa de mi admirado Fernando Martínez Heredia, el que me acuñó con una sonora carcajada electrónica como “la querida del Moro”, es decir de Marx.
Entonces, Lezama, gracias a esos múltiples azares que concurrieron, hoy Betto vuelve al Caimán, que lo recibe como lo que es: uno de los amigos más leales de Cuba y de Fidel.
Evidentemente, que tu padre fuera periodista influyó en ti a la hora de emborronar cuartillas… ¿Pero qué sacaste de tu madre, una excelente cocinera, escritora de libros de cocina regional? ¿Te gusta jugar con la elaboración de alimentos?
Tanto mi padre como mi madre, ambos escritores, influyeron en mi vocación literaria. Leían mucho y tenían en casa una excelente biblioteca. Y mi madre me legó el gusto por la cocina. Escribí con ella dos libros de cocina traducidos en Cuba: El fogoncito y Sabroso viaje por Brasil. Escribí también un libro con mis propias recetas: Comer como um frade, divinas receitas para quem sabe por que temos um céu na boca (Comer como un fraile, divinas recetas para quien sabe por qué tenemos un cielo en la boca). Mi madre y yo tuvimos el honor de cocinar varias veces para Fidel y Raúl.
De tu mamá debes haber heredado tu vocación religiosa… ¿Cómo fue ese proceso? Si tu nombre es Carlos Alberto Libânio Chisto, ¿por qué Frei Betto?
Betto es el apodo de Carlos Alberto y también de Roberto. Lo adopté con dos T porque en mi grupo de amigos del barrio había varios Betos y yo quería marcar la diferencia. Mi madre era una mujer con mucha fe cristiana y me legó ese valor. Mi padre era un cristiano anticlerical. Afortunadamente, mi madre pensaba como la Teología de la Liberación antes de que esta existiera…
¿Qué aprendiste de los dos períodos de cárcel que sufriste?
La respuesta sería larga. La cárcel me viró al revés. Aprendí que es posible vivir con muy poco y que la vida vale por el sentido que le imprimimos y no por los bienes que poseemos. Mi biografía, publicada en Cuba, lo muestra. También el libro lanzado en la Feria del Libro de la Habana 2018, Lo que la vida me enseñó, de la editorial Caminos.
¿Y de las favelas?
Aprendí que debemos estar del lado de los pobres aunque aparentemente no tengan la razón.
¿Cuál fue tu primer libro publicado?
Fue Cartas da prisão (Cartas de la prisión), en 1974, que mereció una nueva edición en Brasil en diciembre de 2017. Ha sido traducido a muchos idiomas.
En Acuario negro, el primero de tus libros que se publicó en Cuba, hay diez cuentos y todos se relacionan con Minas Gerais. ¿Por qué?
Porque nací en Minas Gerais y, como decía el poeta Carlos Drummond de Andrade, se sale de Minas, pero Minas no sale de uno… Mi novela Minas de oro, publicada en Cuba, narra 500 años de la historia de Minas Gerais.
¿Qué sentiste con la publicación de Fidel y la religión, su acogida en diversos países y la cantidad de ejemplares salidos de las imprentas?
Fue la primera vez que un jefe de Estado de un país socialista y líder de un partido comunista habló positivamente de la religión, de ahí el impacto mundial. Es mi libro más vendido y traducido a otras lenguas.
Según Internet tienes más de 50 títulos publicados. ¿Cuántos dedicados a niños y niñas? ¿Qué importancia le concedes a la literatura para “los enanos”, como amorosamente les llama Silvio?
Tengo 62 libros publicados y ya entregué uno más a la editorial, sobre educación,. Para los niños escribí El fogoncito, Sabroso viaje por Brasil, El comienzo, el medio y el fin; La niña y el elefante, Maricota y el mundo de las letras; Uala, el amor, todos traducidos en Cuba por la editorial Gente Nueva.
Entre los múltiples premios que has recibido está el José Martí. ¿Qué significa para tí?
Un honor muy grande, que me hace sentir cubano de corazón.
Trabajaste en el gobierno de Lula, incluso lo conoces desde décadas atrás. ¿Ves alguna posibilidad de un nuevo mandato?
Espero que Lula pueda ser candidato de nuevo este año. Lo que están haciendo con él es una gran injusticia. Estamos luchando para que prevalezca la verdad.
Amas desmesuradamente al ser humano, tus acciones lo demuestran. ¿Nunca sentiste tentación por el amor hacia una mujer como novia o esposa?
No tengo añoranzas de la familia que no formé. Y me siento muy amado por el afectuoso grupo de amigos y amigas que me rodean.
¿Y qué esperas del mundial de fútbol de Rusia? ¿Ganará el equipo del “juego bonito”?
¡Espero que Brasil venza en la copa de Rusia!
En Frei Betto está presente un alto sentido de lealtad y amistad. Ha defendido con vehemencia a Cuba y a la Revolución, sin dejar de tener puntos discrepantes o diferentes a los nuestros, y los hemos analizado y discutido de modo constructivo entre revolucionarios y verdaderos amigos, como se comprueba en el diálogo sostenido entre ambos, publicado por él, bajo el título Fidel y la religión”, dice Fidel en el prólogo a tu biografía. ¿Qué sentiste el 25 de noviembre cuando supiste que ese gigante había pasado a otra dimensión?
Sentí la pérdida de un hermano mayor, de quien fui amigo íntimo. En mi libro El paraíso perdido. Viajes al mundo socialista, traducido en Cuba, narro muchos episodios de nuestra amistad.

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