German Saltrón Negretti.
En 1974, la Conferencia Mundial
de las Naciones Unidas sobre la Alimentación, estableció como objetivo:
"dentro de una década ningún niño se irá a dormir con hambre… ningún ser
humano se verá afectado por la desnutrición". Hoy, alrededor de 2.500
millones de personas padecen hambre en todo el mundo. Más de 100 millones son
de América Latina y el Caribe, región que produce y exporta alimentos en el
planeta, pero también donde hay mayor desigualdad e injusta distribución de la
riqueza. La FAO, en la XXXIV Conferencia realizada en México y Naciones Unidas en el año 2.000, acordó acabar con el hambre pero ni siquiera
se ha reducido.
Buenos propósitos, pero magros
resultados. ¿Por qué? Por insistir en soluciones capitalistas de los grandes consorcios,
pero que benefician con creces a los grandes intereses que se mueven en este
campo sobre la base, entre otros, de dos mitos: la escasez y el incremento de
la producción y la eficiencia. La realidad es que no hay falta de alimentos,
pues el sector campesino está en capacidad de producir alimentos para todo el
mundo.. En los años 60, como "solución" se impulsa la llamada
revolución verde de la agricultura que con el tiempo terminó por establecer un
reparto cada vez más injusto, la pérdida de diversidad biológica y de los
suelos fértiles, y una creciente dependencia alimentaria supeditada al
agronegocio. Impulsada por centenares de corporaciones que logró el control
monopólico del sistema alimentario global.
De hecho, desde la década de los
90, comenzó una nueva fase del capitalismo hegemonizada por el capital
financiero y las corporaciones transnacionales, que pasan a controlar la
producción y el comercio mundial de los principales rublos alimenticios.
Situación que repercute en cambios estructurales en la producción agrícola,
basado en el monocultivo, con el uso extensivo de la tierra, el empleo de
agrotóxicos y de la mecanización, y la imposición de semillas propietarias y
transgénicas como es el caso de Monsanto. Los bienes comunes como la tierra, el
agua, la energía, los minerales, etc, se tornan en mercancías. Y es así que la
presencia de actores financieros en el sistema alimentario global ha dado paso
para a la manipulación especulativa del mercado de alimentos, porque ahora
éstos se negocian en las bolsas de valores internacionales en dólares. El FMI se
vio en la necesidad de declarar una crisis alimentaria mundial en el 2007.
Los organismos internacionales de
derechos humanos deben declarar que la alimentación no es una mercancía. Los/as
productores/as de alimentos, mujeres, hombres, pequeños agricultores, pueblos
indígenas, pescadores artesanales, habitantes de los bosques y trabajadores/as
agrícolas, deben ser revalorizados/ as por ser actores y actrices claves para
su construcción; no deben ser subestimados por políticas ni programas, y que
solo lo toman en cuenta para explotarlos. Eliminar a las corporaciones
transnacionales que controlan las semillas y las mejores tierras, tales como
Monsanto. De no tomar las medidas urgentes, la crisis alimentaria continuará agravándose
en el mundo y el hambre mundial hará desaparecer la especie humana a menos que
antes se produzca una guerra nuclear.
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