Kabul entre el caos y las llamas: EEUU acaba paralizado en el infierno de Afganistán
Los atentados en Kabul muestran el grado de inestabilidad que Afganistán vive hoy. También confirmaron que los talibanes están lejos de ejercer un control efectivo sobre los territorios que conquistaron. Además, el ataque subrayó la incapacidad de Estados Unidos de organizar una salida digna.
Hoy en día es difícil imaginar un lugar más tenebroso que la capital afgana, Kabul. Después de que los talibanes —organización terrorista proscrita en Rusia— se hicieran con el control de la mayor parte de Afganistán, muchas familias se dirigieron al aeropuerto de Kabul.
Tenían la esperanza de lograr escapar del país, controlado ahora por islamistas radicales. Entre quienes intentaban huir había personas que cooperaron con la coalición internacional durante los 20 años de presencia estadounidense.
Temían que los talibanes los castigaran por su trabajo, y estaban dispuestos a sacrificarlo todo para huir de un país destrozado por el conflicto interno.
Ni los talibanes ni Estados Unidos hicieron lo suficiente para proteger a la gente desesperada en el aeropuerto Hamid Karzai. Los servicios de inteligencia alertaban sobre la posibilidad de un ataque terrorista en la capital. La falta de una reacción adecuada a una amenaza inminente es una muestra más de la fallida política de EEUU y de sus aliados en Afganistán.
En general, la evacuación que llevan a cabo Washington y sus aliados militares en el aeródromo transcurre muy lentamente y con violaciones de derechos civiles.
Los eventos de los últimos días son la quintaesencia de la política norteamericana en la región. Siembran el caos y luego abandonan el lugar después de haberlo dejado en llamas. El destino de los individuos que le ayudaron a sembrar el caos no le importa mucho a Washington. Ya vimos aviones con automóviles a bordo en vez de civiles que sueñan con escapar del nuevo Afganistán.
Aunque el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se comprometió a evacuar a la mayor cantidad posible de afganos, reconoció también que es imposible salvar a todos los que quieran huir.
El presidente habla
Para Estados Unidos los atentados del 26 de agosto dañan seriamente su reputación. Pero lo que de verdad enfureció a la cúpula dirigente de Estados Unidos fue la muerte de soldados estadounidenses en esos ataques. Y ese fue el tema clave de la intervención de Joe Biden que se celebró pocas horas después de la tragedia en el Hamid Karzai.
En su discurso el dirigente estadounidense enfatizó que su país nunca perdonará a los autores del atentado ni olvidará lo sucedido. Biden se mostró dispuesto a atacar a los terroristas del ISIS —organización terrorista proscrita en Rusia y otros países— que asumieron la autoría de los ataques en Kabul.
Sin embargo, que Washington ordenara bombardear los territorios bajo control talibán podría obstaculizar la retirada de sus tropas, dado que el nuevo gobierno del país no toleraría acciones que socavasen su autoridad.
Durante la conferencia de prensa el presidente estadounidense asumió su responsabilidad ante los últimos acontecimientos en el país asiático, pero volvió a culpar a su predecesor, Donald Trump, de haber llegado a un acuerdo con los talibanes. Biden insinúa que sus manos están atadas, aunque es obvio que cuenta con todas las herramientas necesarias para mantener la situación bajo control.
Asimismo, el presidente habló de la heroicidad de los soldados estadounidenses que fallecieron a causa del reciente ataque, pero estas víctimas son excesivas y se habría podido evitar su muerte si se hubiera prestado atención a los informes de la inteligencia.
En la actualidad, Kabul se enfrenta a un vacío de poder porque ninguna de las partes —ni EEUU ni los talibanes— es capaz de proteger a los civiles.
Los terroristas actúan
Para los talibanes los recientes sucesos tienen dos caras. Una buena y otra mala. Por un lado, los atentados demuestran que la organización no controla la situación en la capital afgana. Motivo por el que los ataques han causado un gran daño a la reputación del grupo y pusieron en entredicho que puedan ser una fuerza capaz de mantener el orden en todo el país.
Los talibanes, por su parte, fueron más allá, y acusaron a Estados Unidos de ser responsable de los atentados porque sus militares y sus aliados ejercen el control sobre el Hamid Karzai.
Por otro lado, la mayoría de los fallecidos y heridos eran personas que huían de la nueva realidad en el Afganistán controlado por los talibanes. En otras palabras, fueron los traidores. Así los ven los terroristas.
Asimismo, los recientes ataques son una señal de los terroristas de ISIS. Desde hace dos años Rusia y la coalición antiterrorista internacional derrocaron a los radicales en Siria. También se han conseguido avances significativos en la lucha contra los yihadistas en Irak. Pero ISIS tiene células en otros países, y Afganistán no es una excepción.
ISIS todavía no ha aceptado su derrota y es capaz de perpetrar ataques a gran escala contra civiles y militares. Esta organización terrorista, de hecho, volvió a recurrir a las mismas tácticas salvajes con las que aterrorizaba a la población en Oriente Medio. El problema de la existencia de ISIS resulta ser más importante que la llegada al poder de los talibanes.
Uno puede pensar que los 6.000 combatientes con los que cuenta ISIS en Afganistán son insuficientes, pero hace pocas semanas los expertos internacionales decían lo mismo sobre los 70.000 talibanes mal equipados que contrarrestaban a los 200.000 efectivos del Ejército afgano, con acceso a armamento más moderno.
La amenaza que representan los yihadistas de ISIS es muy real, y hay que tomársela muy en serio.
Mujeres afganas en el aeropuerto de Kabul
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