martes, 23 de enero de 2018

CRITERIOS PARA MEDIR LA POBREZA DEL SISTEMA CAPITALISTA


Compilar Germán Saltrón Negretti
Comienzo fijando algunos criterios, tales como pobreza absoluta al número de ciudadanos que en un determinado país, viven por debajo de un cierto umbral de renta, que el Banco Mundial suele fijar en 1$ o 2$ por día, traducido a la moneda y precios locales. Este concepto se refiere a la capacidad de satisfacer las necesidades mínimas de subsistencia. La pobreza relativa se mide a través del número de ciudadanos con renta inferior a un determinado umbral específico de cada país, como puede ser el 50% de su renta media.
Igualmente, la pobreza se mide mediante la denominada “brecha de pobreza” (poverty gap), que tiene en cuenta no sólo la proporción de pobres, sino el grado de pobreza en que se encuentra.   En 1970, 1.400 millones de personas, casi un 40% de la población mundial, vivía bajo la línea de pobreza extrema de 1$/día; en 1990, dicha tasa de pobreza se había reducido al 26%, pero debido al crecimiento poblacional, el número de pobres era el mismo. En el año 2000 la población mundial excedía de 6 mil millones de personas. Una de cada 5 personas, 1.200 millones vivían con menos de 1$/día. La mitad de la población  mundial, casi 3 mil millones de personas, vivía con menos de 2$ por día. En la OCDE, con 1.300 millones de personas no había incidencia de pobreza absoluta.
La desigualdad es un concepto diferente, pero relacionado con la pobreza. Se refiere habitualmente a las diferencias de renta entre ciudadanos, y se mide mediante la comparación entre la renta percibida por determinados porcentajes de la población de mayor y menor renta: a modo de ejemplo, podría decirse que la renta del 10% de la población con mayor renta en un determinado país es 15 veces superior a la del 10% de la población con menor renta.
Alternativamente, la desigualdad puede medirse a través de los índices de Gini o de Atkinson, que se basan en toda la distribución de la renta. En 2000, el 20% más rico recibía el 74% de la renta mundial, y el 2% más rico de la población mundial poseía la mitad de la riqueza mundial, mientras que el 20% más pobre recibía únicamente el 2% de la renta. El Producto Interno Bruto de las 48 naciones más pobres, una cuarta parte de los países del mundo) es menor que la riqueza de las tres personas más ricas.
Estas cifras revelan la tremenda magnitud y gravedad del problema humano que se vive fuera del reducido núcleo de nuestras sociedades desarrolladas. Además, creo que el análisis y la evaluación de las implicaciones que tienen la pobreza y la desigualdad debe realizarse de manera diferenciada en tres tipos de países: las economías desarrolladas, las economías en desarrollo que presentan una evolución positiva de su renta media, y los países que forman lo que P. Collier denomina el Club de la Miseria (Bottom Billion), pues la incidencia de la pobreza absoluta y la gravedad de sus implicaciones de las situaciones de desigualdad y pobreza es muy distinta de uno a otro grupo. Es evidente que las consecuencias de tener una renta inferior a un 50% de la media nacional no son las mismas en países como EEUU o España que en países del África subSahariana.
Por otra parte, en los países de la OCDE no hay incidencia de pobreza absoluta, pero hay situaciones claras de desigualdad y pobreza relativa. En “The Spirit Level”, Richard Wilkinson y Kate Pickett, utilizan datos del Human Development Report de 2006, calculando las veces que la renta del 20% de ciudadanos de mayor renta excede de la del 20% de ciudadanos con menor renta. Entre los 23 países considerados, Singapur con 9,8 veces, EEUU con 8,2 veces y Portugal con 8,0 aparecen como los 3 países con mayor desigualdad, mientras que Japón con 3,8 veces, y Finlandia, Noruega, Suecia y Dinamarca, con niveles ligeramente más altos, aparecen como los países con menor desigualdad.
En esta relación, España aparece en la zona media, con un índice de 5,4, similar al de Francia y Canadá. Establecidos estos conceptos básicos, volvamos a considerar los posibles objetivos de la política económica. Indudablemente, una rápida eliminación de la pobreza absoluta debe ser el objetivo prioritario de la economía del desarrollo. Para ello,  el mejor mecanismo es un crecimiento económico robusto, pues, dada una determinada distribución de la renta, la pobreza absoluta es consecuencia de una reducida renta media. La pobreza relativa está relacionada con la desigualdad en la distribución de la renta; su reducción es un objetivo menos urgente que la lucha contra la pobreza absoluta, pero también es importante.
Los cambios en la pobreza se producen, bien por variaciones en la renta media, o por cambios en la distribución de la renta y, por lo tanto, el verdadero reto en el diseño de la lucha contra la pobreza reside en entender las posibles interacciones entre crecimiento económico y distribución. En este análisis de relaciones entre crecimiento, desigualdad y pobreza, hay que resaltar lo que se considera que son los tres resultados fundamentales, antes de analizar las propuestas de política económica apropiadas para la lucha contra la pobreza.
Es lógico pensar que la preocupación de un gobierno responsable debe ser el bienestar de sus ciudadanos. Por consiguiente, si la política macroeconómica se define en torno a la tasa de crecimiento del Producto Interior Bruto, es porque se considera que establecer el entorno que permita desarrollar las posibilidades de crecimiento de una economía y mantenerlas de manera estable, es un buen modo de maximizar el bienestar. Y, sin embargo, la tasa de crecimiento del PIB, utilizada en la presentación y seguimiento de la política macroeconómica, proporciona una indicación incompleta de lo que sucede en el país, al no recoger el modo en que la renta generada por dicho crecimiento se distribuye entre la población.  

El crecimiento económico influye sobre la asignación de los recursos entre sectores productivos, sobre los precios relativos de los bienes, sobre las remuneraciones que reciben los factores productivos (trabajo, capital físico, capital humano, tierra) y, por consiguiente, también sobre la distribución de la renta. Salvo que ésta creciera en la misma proporción para todos los ciudadanos, su distribución variará con el crecimiento, aunque es fácil imaginar circunstancias bajo las cuales dicho crecimiento, pueda conducir tanto a una distribución de la renta más igualitaria como a una distribución más desigual. 

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