31 de octubre de 2015
Germán Saltrón Negretti
La
esclavitud es una reliquia aterradora del pasado, pero cerca de 21
millones de personas son víctimas de trabajo forzoso en todo el
mundo, atrapadas en empleos que les han sido impuestos por medio de
la coacción o del engaño y que no pueden abandonar, según un nuevo
informe de la Organización Internacional del Trabajo. La región de
Asia y el Pacífico representa el número más alto de trabajadores
forzosos en el mundo 11,7 millones (56%) del total, seguida por
África, con 3,7 millones (18%) y América Latina, con 1,8 millones
(9 %).
En
trabajo forzoso, 3 de cada 1.000 personas en todo el mundo. 18,7
millones de trabajadores (90%) son explotados en la economía
privada, por individuos o empresas. De este número, 4,5 millones
(22%) son víctimas de explotación con fines sexuales y 14,2
millones (68 %) son víctimas de explotación con fines laborales en
actividades económicas como la agricultura, la construcción, el
trabajo doméstico o la industria manufacturera. 2,2 millones (10%)
realizan trabajo forzoso impuesto por el Estado, por ejemplo en las
cárceles, o por ejércitos nacionales o fuerzas armadas rebeldes.
Más
de 2 millones de mujeres y niños son sometidos a la servidumbre
sexual en el mundo, la mitad de los cuales se calcula son traficados
por la fuerza, el engaño o la coerción económica. Además, las
fuentes sugieren que entre 100.000 y 200.000 mujeres y niños,
algunos de apenas seis años de edad, son traficados anualmente a
través de las fronteras, con fines de explotación sexual. La
mayoría de estas personas no alcanzan a 30 años. Mueren de SIDA y
de otras enfermedades de transmisión sexual, de falta de salud, de
abuso físico y psicológico, de violencia y de uso indebido de
drogas.
El tráfico de personas es uno de los problemas de derechos
humanos más graves de nuestro tiempo. Sin embargo, esta situación
trágica ha despertado una respuesta mínima de parte de la mayoría
de los gobiernos del mundo.
Este
fenómeno se ve aumentado por diversos factores, entre los que cabe
mencionar la pobreza, los conflictos y la intranquilidad política, y
actitudes de género que provocan desigualdad en las oportunidades y
una indiferencia general por la suerte de las mujeres y las niñas.
El advenimiento de la globalización ha exacerbado el problema
creando lo que algunos denominan oportunidades de mercado para los
traficantes de seres humanos y quienes los explotan.
La
liberalización de las fronteras ha incrementado las oportunidades
para la migración ilegal, y se conecta con su venta para la
explotación sexual, la actividad se torna un mejor negocio. El
tráfico de personas constituye el tercer lugar por los lucros que
genera, después del narcotráfico y el comercio de armas. La
pobreza mundial y la esclavitud de los seres humanos dos flagelos que
deben avergonzar a los gobiernos de este planeta que sostienen al
sistema capitalista.
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