Septiembre de 2009
Crédito: Guillermo Pajoni
Herramienta debate y crítica Marxista
Herramienta debate y crítica Marxista
El
sistema capitalista está en crisis. Venimos escuchando a diario esta
frase y entiendo que resulta importante tratar de divulgar (pues no
me considero un experto para analizarla desde el punto puramente
económico) porqué se produce esta crisis y que implicancia tiene o
tendrá en la vida de los seres humanos que habitan el planeta, en
especial en los trabajadores sujetos permanentes de nuestra
disciplina
Estamos
ante una crisis que tiene características mundiales, como es mundial
el sistema capitalista que, en su desarrollo globalizador (que le es
inherente) abarca todas las regiones del planeta.
El
sistema capitalista es un sistema de relaciones de producción que
abarca a todos los países y que en su desarrollo produce
cíclicamente crisis de diversa envergadura e importancia,
dependiendo de múltiples factores cuyo análisis excede las
posibilidades de este artículo, pero históricamente podemos afirmar
que así sucede.
Y
me permito regresar a un artículo que escribí en noviembre de 1998
en oportunidad de las Iras. Jornadas Rioplatenses de Derecho Laboral
organizadas por la Asociación de Abogados Laboralistas en Colonia
(Uruguay) y donde bajo el título “Lógica capitalista y reforma
laboral” intenté describir el funcionamiento del sistema
capitalista en los aspectos que hace al esquema de relaciones
sociales de producción, la competencia, el mercado, la plusvalía y
la tasa de ganancia como aspectos que llevan inexorablemente a las
cíclicas crisis del sistema.
Describir
el funcionamiento del sistema nos va a permitir desbrozar las reales
causas de las crisis, los eventuales responsables objetivos y en
algunas instancias subjetivos, las salidas y posibilidades que la
crisis genera y en definitiva las medidas coyunturales y de fondo que
pueden adoptarse según sean los intereses que se defiendan o
intenten defender.
Voy
a tomar el artículo citado e incorporaré aquellos elementos que me
parecen relevantes en la actual situación para concretar aquello que
parecería como un análisis teórico y abstracto.
Como
sabemos, la ganancia es el fin esencial y primordial del capital,
pues solo con la ganancia y su acrecentamiento puede competir y
eventualmente triunfar en esa competencia contra los otros
capitalistas. Los capitalistas no solo necesitan la ganancia para sí
sino también para vencer en la lucha competitiva con otros
empresarios que pretenden vender el mismo producto. Como se sabe,
nadie produce para las necesidades de la población en forma armónica
y concertada, sino que se produce anárquicamente y obviamente como
no puede haber acuerdo previo entre los empresarios sobre cuanto hay
que producir para la sociedad, cada uno produce de acuerdo a sus
intereses y pretensiones y trata de desalojar del mercado al
competidor. Para ello, es fundamental ganar en la competencia y ganar
en la competencia implica obtener una tasa de ganancia superior al
otro para así “copar” el mercado. No deja de resultar
tragicómico escuchar a los líderes políticos mundiales hablar de
un “capitalismo ético” considerando la realidad del
funcionamiento del sistema. Uno no sabe si son ignorantes o tratan de
tomarnos a nosotros como ignorantes, aunque sin duda me inclino por
la segunda opción. La remanida frase de “si lo tienen todo para
que quieren más” no va para los capitalistas, pues si no quieren
más, el otro le gana en la competencia y se queda sin “nada”.
Como se ve, no es un problema subjetivo, sino de la lógica de
funcionamiento del sistema. Si sos capitalista tenés que actuar de
esa manera, no hay otra opción, como no la hay para el sistema.l
La
obtención de esta tasa de ganancia deviene
esencialmente del plus valor que obtiene el capitalista como
consecuencia del trabajo que otras personas realizan a su servicio.
Como sabemos, la teoría del valor desarrollada por Carlos Marx no ha
sido hasta el presente rebatida por teoría económica alguna y
verifica en la práctica concreta su veracidad. El trabajador vende o
alquila en el mercado su fuerza de trabajo a cambio de un salario, y
lo hace como si fuera una mercancía más en el universo de
mercancías que produce el sistema capitalista. No fantaseemos con
aquella pretensión de que el trabajo no es una mercancía, o que
manifestemos nuestra oposición a que lo sea. En el sistema
capitalista el trabajo es una
mercancia, más allá de los “buenos
deseos” de quienes prefieren no ver la realidad y considera que se
trata de cuestiones puramente subjetivas las que son en definitiva
definiciones objetivas propias de esta sociedad. Por ello, el
paradigma del trabajo decente tiene un límite insalvable en esta
sociedad.
Tenemos
entonces como primer punto, que la fuerza de trabajo es una mercancía
de la cual el capitalista obtiene la plusvalía que le permite
acumular capital. Esta plusvalía, primariamente, es la diferencia
entre lo que paga el empresario por la mercancía fuerza de trabajo y
lo que esta mercancía le produce. Para aclarar este punto, es de
resaltar que al trabajador no se le paga por lo que produce sino por
lo que “vale” recuperar su fuerza de trabajo para al día
siguiente volver a producir para el empleador. Obsérvese como dato
ratificante en la práctica de lo expuesto, que para determinar los
aumentos salariales una de las pautas esenciales que se considera es
el valor de la canasta familiar o la inflación producida en
determinado período. No se analiza cuanto produce el trabajador sino
cuanto necesita para consumir ese trabajador. Este precio podrá
variar según las circunstancias económicas, sociales y políticas,
pero más allá de sus variaciones, siempre se abonará un valor por
debajo de lo que efectivamente produce ese trabajador. Esa diferencia
entre lo que se paga y lo que produce es la plusvalía, o sea el
mayor valor que produce el trabajador con relación a lo que se le
paga. Es como si produjera durante ocho horas, pero solo se le abonan
cinco horas que son las necesarias para que recomponga su fuerza de
trabajo y la de su grupo familiar. Como ya dijimos esto es relativo
en cuanto a montos y alcances, pero invariablemente se mantiene esta
diferencia conceptual entre lo que se produce y lo que se paga, pues
allí está la ganancia del empleador. De no ser así, el empleador
tendría pérdidas y desaparecería del mercado.
Siguiendo
con este análisis, parafraseando a todos los liberales y sin
necesidad de recurrir a pensadores “mal vistos” por el sistema,
la competencia es el motor del funcionamiento del capitalismo. Más
allá de las monstruosas consideraciones de “valor” que se hace
sobre lo que significa la competencia para los seres humanos, si es
indudable que el sistema capitalista no puede funcionar sin la
competencia, sin “el libre mercado”. Y aquí me permito otra
digresión. El Estado puede intervenir y de hecho siempre ha
intervenido en el funcionamiento del mercado, esencialmente para
arbitrar entre los diversos sectores del capital en su lucha
intercapitalista, como así también regulando su relación con las
otras clases sociales, pero obviamente dentro de los márgenes del
sistema y sin revertir las bases de la competencia y las condiciones
del mercado. Cuando actúa sobre las leyes que el mercado impone
“naturalmente”, este reacciona y termina con estos “desvaríos”.
Ello sin perjuicio de que el Estado forma parte de la organización
social y por tanto está sometido permanentemente a las presiones que
las clases sociales y sectores inclusive de la misma clase dominante
le presentan. De allí vienen que no se puede identificar Estado con
gobierno, pues el Estado es lo genérico sobre el cual cada gobierno
actuará a mérito de la situación concreta, pero también
resaltando que su límite son los márgenes del sistema y por tanto
el Estado es su defensor, salvo obviamente una situación
revolucionaria que hiciere saltar por los aires todas las
instituciones hasta ese momento vigentes.
Pero
volviendo al mercado, como ya dijéramos, en la “competencia
se trata invariablemente de ganar, pues si no se gana se pierde”,
perogrullada que permite comprender la necesidad de los capitalistas
de competir hasta el fin y en este caso ganar significa, como
indicara, eliminar a la competencia y abrir el camino al monopolio, y
la competencia en este sistema se da obviamente entre empresas. Y
cómo se gana en esta competencia? Acordemos que en general los
salarios son similares entre empresas que se dedican a la misma
actividad y que en consecuencia los precios de las materias primas
utilizadas son en términos generales idénticos, pues hasta es
habitual que se le compren al mismo capitalista. Y aunque así no lo
hicieran, los valores del mercado imponen un precio promedio de
acuerdo a la cantidad de trabajo socialmente necesario para la
producción de la mercadería o producto de que se trate. Como
consecuencia de ello, el valor de las mercancías que no es otra cosa
que la cantidad de horas de trabajo socialmente necesaria para su
producción sería similar, o es similar entre productos iguales
realizados por diversos empresarios. Pero siempre hay diferencias
entre el precio que surge de esta definición y el precio que puede
establecer cada empresario. Por ejemplo, es evidente que el precio
medio va a ser establecido conforme el desarrollo de los medios de
producción “medios” hasta ese momento, por lo que quien se ha
atrasado tecnológicamente se va a encontrar en una situación
desventajosa, pues deberá resignar parte de su ganancia, pero por
otra parte quien ha obtenido una ventaja tecnológica que le permite
producir más que la “media social”, obtendrá mayor cantidad de
mercancías que los otros capitalistas, obteniendo así lo que se
denomina una ganancia extraordinaria, la que podrá mantener hasta
que los demás empresarios accedan a esa nueva tecnología. Este
fenómeno permanente en la sociedad capitalista genera dos cuestiones
fundamentales: por una parte la concentración de los capitales como
consecuencia de la eliminación de los derrotados en la competencia,
lo que hace que la concentración sea cada vez mayor y la competencia
se haga más aguda y generalizada con consecuencias cada vez más
graves para la sociedad. Y por otra parte el desarrollo tecnológico
convalida la tendencia decreciente en la tasa de ganancia del
capital. En el primer aspecto podemos constatar que alrededor de 200
corporaciones perciben ingresos superiores a la de todos los países
del mundo salvo las grandes potencias (comentario de Atilio Borón y
que se puede verificar en cualquier estadística seria sobre el
particular), lo que da muestra de la total concentración del
capital. Más aún, en estos días las noticias sobre compras y
fusiones producto de la crisis abarca a las principales empresas
multinacionales.
El
segundo punto a considerar en este análisis es entonces la tendencia
decreciente de la tasa de ganancia del capital, situación que se
produce por la competencia y el desarrollo tecnológico.
En
efecto, como indicara precedentemente, el capital revoluciona
permanentemente las fuerzas productivas, única forma de tener éxito
en la competencia con los otros capitales, competencia que como
señalara precedentemente está ínsita en el sistema capitalista, y
que además todos los supuestos teóricos levantan como bandera del
desarrollo económico. Pero es justamente este desarrollo tecnológico
el que afecta la tasa de ganancia del capitalista, aspecto que paso a
explicar. La necesidad del permanente desarrollo tecnológico
determina que cada vez más se invierta en lo que se denomina capital
constante, frente al capital variable que no es otro que la mano de
obra. O sea que cada vez el capitalista invierte más en los
“fierros” y toda la estructura tendiente a su desarrollo que en
trabajadores, visto asimismo que en determinadas coyunturas, al
desarrollo tecnológico lo acompaña la expulsión de mano de obra,
atento que las máquinas en principio desplazan a los trabajadores.
Esta doble situación genera invariablemente que la tasa de ganancia
del capitalista disminuya. La tasa de ganancia emerge de la división
entre el capital constante (máquinas, herramientas, etc.) y el
capital variable (fuerza de trabajo). A mayor crecimiento del capital
constante menor tasa de ganancia y a menor crecimiento del capital
variable también menor tasa de ganancia. Y esto es lo que se da en
esta etapa de la sociedad capitalista, la cual necesita de una
tremenda destrucción de fuerzas productivas y desvalorización de
capitales para poder restituir su tasa ganancial, aunque esta
supuesta recuperación históricamente no rompe la tendencia
decreciente ya indicada, tendencia que día a día se agudiza, pues
las contradicciones ínsitas del sistema capitalista llevan
necesariamente a que esta ley se cumpla inexorablemente.
La
tendencia progresiva de la cuota general de ganancia a bajar solo es,
pues, una expresion caracteristica del regimen capitalista de
produccion del desarrollo ascendente de la fuerza productiva
social del trabajo. Esto no quiere decir que la cuota de ganancia no
pueda descender también transitoriamente por otras razones, pero
ello demuestra como una necesidad evidente derivada de la misma
naturaleza de la producción capitalista que, a medida que ésta se
desarrolla, la cuota general media de plusvalía tiene necesariamente
que traducirse en una cuota general de ganancia decreciente. Como la
masa de trabajo vivo empleada disminuye constantemente en proporción
a la masa de trabajo materializado, de medios de producción
consumidos productivamente que pone en movimiento, es lógico que la
parte de este trabajo vivo que no se retribuye y se materializa en la
plusvalía guarde una proporción constantemente decreciente con el
volumen de valor del capital total invertido. Y esta proporción
entre la masa de plusvalía y el valor del capital total empleado
constituyen la cuota de ganancia, la cual tiene, por tanto, que
disminuir constantemente...El descenso de la cuota de ganancia
expresa, pues, la proporción decreciente de la plusvalía misma con
respecto al capital total invertido y es, por tanto, independiente de
cualquier eventual distribución de la plusvalía entre diversas
categorías (El Capital, Carlos Marx, Tomo III, pags. 213
y ss. Edición Fondo de Cultura Económica, Méjico).
Asimismo,
el citado autor resalta que hay situaciones
que
contrarrestan y neutralizan los efectos de esta ley general, dándole
simplemente el carácter de una tendencia, razón por la cual
presentamos aquí la baja de la cuota general de ganancia como una
tendencia a la baja simplemente... (Obra citada, pags. 232 y ss.).
Como
causas que contrarrestan o neutralizan esta tendencia, señala el
autor las siguientes: 1) aumento del grado de explotación del
trabajo; 2) reducción del salario por debajo de su valor; 3)
abaratamiento de los elementos que forman el capital constante; 4) la
superpoblación relativa; 5) el comercio exterior; 6) aumento del
capital-acciones… O sea que nos encontramos con una sociedad donde
la competencia genera invariablemente el desarrollo tecnológico; que
éste desarrollo tecnológico hace que se suplante el trabajo vivo
(trabajadores) por el trabajo muerto (maquinarias y materias primas);
que se verifique entonces que la cuota de ganancia real del
empresario disminuya; que el desarrollo tecnológico genere una
producción mayor de bienes; que a su vez y como una necesidad de
restablecer la tasa de ganancia el capitalista trate de aumentar la
explotación de los trabajadores y/o bajar sus salarios; que esta
situación determine que se produzcan mayor cantidad de mercancías y
menores posibilidades para la población para acceder a su consumo, o
sea que se produzcan bienes que no pueden venderse y se dificulte el
retorno al capitalista del capital invertido para volverlo al proceso
productivo. Si a esto agregamos que en estas condiciones la
concentración del capital se exacerba y que ante la falta de
liquidez producto de la imposibilidad de realización de los bienes
producidos, el riesgo empresario es mayor y en consecuencia las tasas
de interés se elevan pues los bancos se cubren ante la posibilidad
de prestar dinero con peligro de no retorno, nos encontramos con
todos los ingredientes genéricos de una crisis en el sistema en
general, más allá de las obvias particularidades de cada país o
región y los tiempos en que puede darse esta situación descripta.
Y
esta descripción se verifica en la actual crisis. Si bien se
enfatiza en que la crisis nace por la especulación financiera, como
una manera de resaltar “culpas” y así no debatir la raíz de la
cuestión, es justamente la baja de la tasa de ganancia y su
desarrollo en la producción, distribución, intercambio y consumo,
aspectos todos de la misma relación social de producción, la
generante de la crisis. En definitiva, la crisis del sistema la
produce el mismo sistema en su propia dinámica. Y debatir esto
significa debatir el sistema en sí y es por ello que se desvía la
discusión a supuestos errores subjetivos, que más allá de que se
produzcan, no son la causa inicial ni esencial del problema. En un
muy interesante artículo del “Grupo Marxista” publicado en
Internet bajo el título “La llamada crisis del sistema
capitalista” se señala que
para
“explicar” a los explotados esta nueva crisis, siguiendo su
impostora metodología tradicional de vender gato por liebre, todos
los “expertos” y demás intelectuales orgánicos e inorgánicos
de la burguesía, adscriptos directa o indirectamente a los distintos
Estados capitalistas, han coincidido en hacer pasar la causa
fundamental de la presente crisis, por uno de sus efectos:
el crédito. Lo hicieron para poner la conciencia de los
explotados lo más lejos posible de la verdad económica; tanto como
para que no podamos saber nunca dónde están las causas de lo que
pasa. Hacen un vació de conocimiento en torno a las leyes
objetivas de la economía política que explican el
movimiento del capital, para llenarlo con la vieja tontería política
subjetivista del recurso a chivos expiatorios “ad hoc”, como
la codicia por parte de algunos banqueros que no se
sabe quienes son, o la falta de controles estatales
internacionales sobre las finanzas privadas. Se trata de que la
irracionalidad del sistema capitalista quede por completo a salvo en
la conciencia de las mayorías sociales absolutas explotadas. Como si
la “codicia” no estuviera objetivamente determinada y los Estados
no fueran rehenes del capital financiero internacional. Que no es el
capital bancario sino su fusión con el gran capital
que explota trabajo ajeno en la industria, el comercio y los
servicios a escala internacional.
Y
es así que nos contaron que en virtud de que los capitales se
volcaron a las hipotecas como negocio rentable, otorgaron créditos a
quienes no podían pagarlo sin controlar esta situación y por ello
se desencadenó la crisis financiera en ese rubro que se extendió a
todas las actividades. Y nos mienten descaradamente, pues no se dice
que esos capitales buscaron esa salida financiera porque se había
producido una baja en la tasa de ganancia y por tanto los capitales
inexorablemente buscan mejores ganancias. Que justamente en virtud de
buscar mitigar esa baja, se aumenta la explotación de los
trabajadores (una forma de contrarrestar la tendencia y para lo cual
se aumenta la jornada de trabajo, tercerizan servicios, precarizan
trabajos, disminuyen salarios, etc.) y ello implica que éstos no
puedan afrontar las deudas (entre ellas la hipotecaria) y que por
ende y a fin de evitar la quiebra, el Estado y la banca privada
otorga créditos para que puedan pagar las cuotas (forma de prolongar
en el tiempo agravando la crisis futura) y que aún así no las
pueden pagar y se profundiza la crisis. Y obviamente también omiten
de que la crisis no es financiera sino global del sistema. Allí se
manifestó pero como ya se señaló la tendencia a la baja de
ganancia se materializó y generó la crisis. Citando nuevamente
dicho artículo, se reitera que
no
hay una dicotomía entre el capital productivo y el capital
especulativo, como se nos quiere hacer ver. Se trata del mismo
capital en diferentes condiciones de existencia. La prueba está en
que cuando la Tasa de Ganancia se recupera el capital especulativo o
ficticio deja de ser significativo, y en plena expansión de la
producción con la Tasa de Ganancia sostenidamente al alza,
prácticamente desaparece porque se reintegra a la producción. Los
intelectuales burgueses nos presentan esta dicotomía para que veamos
la realidad del sistema capitalista en crisis, más pequeña y al
revés, como cualquier imagen reflejada en un espejo cóncavo dentro
de una cámara oscura. Por tanto, las crisis no son crisis
financieras del capital especulativo sino crisis del sistema en su
conjunto, como lo fueron siempre.
Y
esta crisis presenta además dos ingredientes fundamentales que no se
pueden dejar de lado en esta instancia. La crisis del sistema
económico y social conlleva dos subcrisis que son la alimentaria y
la ambiental.
En
el artículo “Orígenes comunes de la crisis económica y la crisis
ecológica” publicado en la revista Herramienta,
Francois Chesnais resalta que
Uno
de los rasgos más importantes de la situación que se abrió en el
2007, es la conjunción entre la crisis económica mundial y la
profundización de la crisis climática con gravísimos efectos
sociales de impacto mundial. Se suma la crisis alimenticia, en gran
medida provocada directamente por las políticas comerciales que se
pusieron en marcha hace ya 20 años. La rapidez con que avanza la
crisis climática, afectando a las poblaciones de los países más
pobres y vulnerables, nos indica sufrirán los impactos combinados de
la recesión mundial, del calentamiento y de los efectos de las
políticas agrícolas que se impusieron a muchos países. Todo esto
implica un cuestionamiento a la civilización en cuanto tal, pero es
seguro que los gobiernos lo abordarán como si se tratase de mantener
el orden, tanto a nivel nacional como internacional (véanse las
medidas de la Unión Europea contra la inmigración). Los efectos de
los cambios climáticos, así como también la resistencia popular
que ellos provocarán en algunas partes del mundo, pueden ser tan
fuertes que indudablemente repercutirán sobre la economía y
agravarán la recesión. La conjunción entre la crisis económica
mundial y el avance de la crisis climática (con toda su gravedad) no
es algo fortuito. Las raíces de ambas crisis son las mismas: la
naturaleza del capital y de la producción capitalista. Pero esto es
algo que sólo pudo verse claramente con la liberalización y la
desreglamentación del capital y, consecuentemente, su completa
mundialización y exacerbada financiarización. Estos son los
procesos los que explican, por un lado los rasgos originales de la
crisis (en la que la subproducción de mercancías y la
sobreacumulación de capacidades de producción, se combinan con el
desmoronamiento de un monto gigantesco de capital ficticio), y por el
otro lado la aceleración de las emisiones mundiales de CO2, después
y a despecho de que los efectos de esto sobre el clima fueran
claramente establecidos.
En
nuestro país, los problemas emergentes de la explotación minera y
de hidrocarburos con más la total desprotección ante la utilización
del agua por parte de estos sectores económicos (veto a la ley de
defensa de los glaciares), se presentan como los más agudas
preocupaciones y donde el Estado nacional y provinciales siguen
mirando para otro lado, tema que merece una consideración especial
que excede este resumen..
Asimismo,
Eric Toussaint en otro artículo publicado en la misma
revista Herramienta denominado
“Habría que salvar el modelo capitalista imperial?” señala que
en
2007-2008, más de la mitad de la población mundial ha visto
degradarse fuertemente sus condiciones de vida porque ha tenido que
enfrentarse a una gran subida de los precios de los alimentos. Esto
ha originado protestas masivas, por lo menos en una quincena de
países, en la primera mitad de 2008. El número de personas
afectadas por el hambre aumento de varias decenas de millones, y
cientos de millones más han visto restringido su acceso a los
alimentos (y, en consecuencia, a otros bienes y servicios vitales.
En
el mismo sentido, señala que
La
crisis alimentaria mundial pone al descubierto el motor de la
sociedad capitalista: la búsqueda del máximo beneficio privado a
corto plazo. Para los capitalistas, los alimentos sólo son una
mercancía que hay que vender con el mayor beneficio posible. El
alimento, elemento esencial de la conservación de la vida de los
seres humanos, se ha transformado en un simple instrumento de
beneficio. Hay que poner fin a esta lógica mortífera. Hay que
abolir el control del capital sobre los grandes medios de producción
y comercialización y dar la prioridad a una política de soberanía
alimentaria…También en 2007- 2008 ha estallado la mayor crisis
internacional económica y financiera desde 1929. Si no existiera la
intervención masiva y concertada de los poderes públicos que se han
lanzado al auxilio de los banqueros ladrones, la crisis actual ya
habría adquirido mayores proporciones. También en este terreno la
interconexión es sorprendente. Entre el 31 de diciembre de 2007 y
finales de septiembre de 2008, todas las Bolsas del planeta
conocieron unas bajadas muy importantes, que han ido del 25 al 35% en
las Bolsas de los países más industrializados hasta el 60% en China
pasando por el 50% en Rusia y Turquía.
El
montaje colosal de deudas privadas, pura creación de capital
ficticio, acabó por estallar en los países más industrializados
empezando por Estados Unidos, la economía más endeudada del
planeta. En efecto, la suma de la deuda pública y privada de Estados
Unidos asciende, en 2008, a 50 millones de millones de dólares
(contando las deudas del Estado, los hogares y las empresas, N. de
T.), es decir el 350% del PIB. Esta crisis económica y financiera,
que ya ha golpeado a todo el planeta, afectará cada vez más a los
países en desarrollo de los que algunos todavía se creen a salvo.
La globalización capitalista no desconectó unas economías de
otras. Al contrario, países como China, Brasil, la India o Rusia
tampoco han podido librarse de esta crisis. Y estamos empezando.
En
un articulo de Pedro Echeverría publicado en Argenpress y
titulado “Méjico: La crisis no viene de fuera, de muy adentro del
sistema opresor”, resalta que
En
las crisis capitalistas (todas las veces) casi todos pierden pero hay
unos pocos que sí ganan. Sólo pierden los pobres, las clases medias
y algunos pequeños ricos que no pudieron competir o se equivocaron
en los negocios. Pero pregúnteles a los fabricantes de armas para
las guerras, a los compradores de negocios fracasados en quiebra, a
los negociantes de petróleo a la baja, a los que monopolizan y
embodegan productos para luego venderlos caros, a los hábiles dueños
y jugadores de las bolsas de valores que en una jugada se embolsan
cientos de millones, a los altos funcionarios políticos (con sus
familiares y amigos) que se enteran antes de una devaluación o a los
que reciben rescates muy arriba de su “pérdidas”. En las crisis
económicas no “todos pierden”; no seamos tontos al creer en las
palabras de los grandes capitalistas y los medios de información que
están a su servicio. Las crisis sirven para apachurrar más a los
débiles y para que los ricos sean más ricos.
Pero
lo grave es que también se naturaliza que así sea. En efecto, si
hay crisis se interpreta que “debe” haber despidos y/o
suspensiones y/o rebajas salariales y/o subsidios a empresas. Se
adopta este criterio con una alarmante naturalidad y entonces el tema
en discusión es como se hace para que haya menos despidos, menos
suspensiones o menos rebajas salariales, pero no se discute porque
“deben” producirse estas situaciones, o porqué no se producen o
se generan otras conductas tanto desde las organizaciones sociales
como desde el Estado. No nos preguntamos porqué la crisis la deben
pagar los trabajadores; no nos preguntamos porqué la crisis no la
pagan los empresarios, los financistas, los especuladores, en
definitiva los eternos beneficiarios del sistema. Analizemos. Porqué
tiene que haber despidos? Simplemente porque el empresario pretende
mantener su ganancia aún en crisis, y para ello pagar a menos
trabajadores y menores salarios es su forma ideal de mantener el
lucro amenazado por la crisis. Entonces que sean los que en mejor
posIción económica están quienes soporten el mayor peso de la
crisis y por tanto se mantenga el trabajo y más aún, se aumenten
los salarios para permitir un mayor consumo que permita adquirir los
productos que justamente no se venden como consecuencia de la crisis.
Que se cambie la ecuación. La crisis debería generar políticas de
Estado que esencialmente tiendan a proteger a las potenciales
víctimas que no son otros que las grandes mayorías sociales que
viven de su trabajo, ante la clara amenaza del empresariado de
proceder a los despidos en masa. Y esto se convalida en la
actualidad. La O.I.T. ya habla de 51 millones de futuros despedidos
para el presente año, cifra que seguramente va a ser superada por la
realidad de la crisis. El Fondo Monetario Internacional prevé el
peor nivel de crecimiento global desde 1945, y cuando el F.M.I.
menciona estas cifras, no tengamos dudas de que la realidad será
mucho más grave. Y digo “debería” porque también deberíamos
preguntarnos si los Estados y los gobiernos que coyunturalmente lo
ocupan, van en definitiva a defender los intereses de las mayorías
populares o al sistema que genera su misma existencia.
Es
de resaltar lo expresado por Jorge Beinstein en su artículo “En la
ruta de la decadencia. Hacia una crisis prolongada de la civilización
burguesa”, en el sentido que
el
ingreso en un tiempo de desorden general nos están señalando que el
mundo burgués no se encuentra ante una enfermedad pasajera, una
“crisis cíclica” más al interior del gran ciclo, único y
supuestamente vigoroso del capitalismo sino ante una crisis de enorme
amplitud donde las enfermedades se multiplican no por un capricho del
destino sino porque el organismo, el sistema social universal, esta
muy viejo. (Herramienta Nº 41, pag 25)
En
un artículo titulado “La explosión mundial del desempleo”
publicado por Argenpress en
enero de 2009 y cuyo autor es Joaquín Rivery Tur se destaca que
“con poquita imaginación es muy fácil dibujarse el cuadro de un planeta atacado por el capitalismo en su peor fase. Entre las especulaciones y fraudes financieros, la caída de la producción, la baja del consumo y el ataque despiadado al medio ambiente, el mundo está en peligro.Si usted quiere completar el cuadro puede añadir pérdidas récord de las empresas, cierre de fábricas, quiebras de bancos… y el aspecto que más golpea a los seres humanos: el desempleo.La recesión global ha llevado a tantos despidos que suman millones y millones los hombres y mujeres quienes han perdido el sustento en América y Eurasia. No hablo de África, el continente olvidado por las naciones ricas, al cual se le pronostican siglos enteros de hambre.Si alguien quiere tener idea de la profundidad de la crisis en la cual está sumido el capitalismo mundial, baste señalar que la depresión económica ha detenido la emigración ilegal del Sur al Norte, porque hoy las posibles perspectivas septentrionales están muy reducidas.La estampa más elocuente quizás la brinde el retraimiento de los cruces ilegales entre México y Estados Unidos y algo más, el regreso de muchos mexicanos y centroamericanos ilegales desde territorio norteamericano a sus lugares de origen al no encontrar trabajo.Los africanos, eternos proveedores de mano de obra barata para aquellos trabajos que los europeos no desean hacer, piensan varias veces las cosas antes de lanzarse a la aventura peligrosa de cruzar el Mediterráneo.En el continente, en octubre de 2008, la tasa de desocupación fue del 7,7 por ciento en la zona euro y los pronósticos para 2009 son más negros aún, especialmente para España, con tres millones 200 mil parados, 14 por ciento de la población activa.En dicho país más de 827 mil hogares cuentan con todos sus miembros desempleados, un indicador que duplica la cifra de 2007.En números redondos, en las naciones del euro hay 12 millones de desempleados y 17 millones en la Unión Europea, y todo va empeorando significativamente hasta llegar, tal vez, a 20 millones hacia los últimos meses del 2009.Resulta difícil en estos momentos calcular la cifra exacta de parados en Estados Unidos debido a que todos los días las grandes firmas anuncian cierres de plantas y despidos por miles. Se habla de más de diez millones de personas sin trabajo.La drástica disminución de las demandas de computadoras hizo que la Corporación Intel descargara abiertamente sobre sus trabajadores las consecuencias de la crisis, y eliminará entre cinco y seis mil puestos de trabajo en el sector manufacturero.La famosa Microsoft creada por Bill Gates no se queda fuera. A pesar de la filantropía del magnate, en los próximos 18 meses cinco mil de sus trabajadores tendrán que pedir seguro de empleo, según reconoció el presidente de la empresa Steve Ballmer en el portal especializado AllThingsDigital.América Latina es parte de este mundo. Si bien los países del MERCOSUR, Venezuela, Bolivia y algunos otros parecen en mejores condiciones para capear el temporal —no sin mojarse— los estados centroamericanos y México, por sus estrechos lazos con la economía norteamericana, llevarán la peor parte.Perú, con su economía también muy amarrada a la de EE.UU. por el Tratado de Libre Comercio, es fuertemente golpeado por el desempleo, sobre todo en el caso de los miles de trabajadores de los sectores minero y metalúrgico, debido a que la crisis derrumbó los precios de los productos básicos y frenó inversiones. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Latinoamérica registrará a lo largo de 2009 una legión de 2,4 millones de desempleados.Tanto desempleo provoca excitación social, y si la creciente inquietud de los sin trabajo se une a los problemas enumerados al inicio de estas líneas, la situación se hace realmente explosiva. Veremos qué ocurre al profundizarse la crisis.
La
O.N.U. informa que el hambre aumentó significativamente en los
últimos dos años: en el mundo ya hay más de 1.000 millones de
personas que la padecen, la cifra más alta de la historia, y 3.000
millones de desnutridos, esto es casi la mitad de la población
mundial de 6.500 millones…La directora del Programa Mundial de
Alimentación remarcó que con menos del 1% de las inyecciones
económicas que han hecho los gobiernos para salvar el sistema
financiero global, se podría resolver la calamidad de millones de
personas que son víctimas de la hambruna (Clarín del 17
de setiembre de 2009, pag. 24). Obvio que esta forma de distribución
no es casual y corresponde también a la lógica del sistema.
En
este cuadro, resulta imprescindible exigir
políticas de Estado que garanticen el trabajo y acrecienten el nivel
salarial para proteger los derechos humanos fundamentales que van a
ser sin duda agredidos aún más por la clase social dominante. Y
para ello, la prohibición de los despidos sin causa debe ser
legislada para así garantizar las fuentes de trabajo y también
permitir que los trabajadores puedan inclusive defender su nivel
adquisitivo y mejora de su posición económica ante la crisis.
Terminemos con que a los trabajadores se les aplique la teoría del
derrame pero al revés. Aquí lo que se derrama es la crisis de
arriba hacia abajo. Los de arriba la generan conforme la lógica del
funcionamiento del sistema del cual son beneficiarios, y la derraman
hacia abajo para que se deposite en el fondo del piso y así quedan
libres de la misma y la sufren los que justamente están abajo. En el
barrio le llamábamos la ley del gallinero
Y
también debemos ser concientes que las políticas de Estado que
exigimos no se van a producir sin una movilización constante,
permanente, solidaria de las grandes mayorías sociales en defensa de
sus derechos humanos y sociales.
Se
nos puede decir que no hay producción pues no hay consumo y por ello
no hay trabajo. Que mantener trabajadores sin trabajo es un
contrasentido en esta sociedad. Y ese es el problema. En esta
sociedad parece que quien dispone que se trabaje o no es una clase
social ultraminoritaria que se apodera de la riqueza que socialmente
se produce y luego dispone quien trabaja o no. Pues si hay poco
trabajo, que el mismo se distribuya entre los trabajadores sin merma
salarial, lo que obviamente generará menores ganancias, pero entre
la ganancia y la vida del trabajador no creo que exista discusión
posible.
Podrá
decirse que entonces el empresario cierra la fábrica y se va a su
casa. Pues que lo haga, pero en ese caso deberá legislarse que
fábrica que cierra, fábrica que queda en manos de los trabajadores
que con ayuda del Estado tratará de mantenerla funcionando.
Acordemos
en algo esencial. Ninguna de estas soluciones de coyuntura,
garantizan la solución del problema esencial de un sistema de
relaciones de producción que está enfermo y al que solo le falta
que la sociedad se decida a reemplazarlo, pero permitirá en la etapa
proteger a las mayorías sociales dentro de los límites estrechos
que el sistema impone ante una crisis que tiende a transformarse en
humanitaria.
Me
permito solo señalar mi coincidencia con el rechazo a supuestas
salidas keynesianistas a las cuales suele recurrir el capital en
épocas de crisis, para poder continuar luego en estos ciclos
reiterados de explotación y miseria para los pueblos del mundo, más
aún cuando vivimos una época histórica donde con mayor claridad se
manifiesta la senilidad del sistema. En este sentido, Ricardo Antunes
en su artículo “La sustancia de la crisis” (Herramienta Nº
41, pag. 101), señala que
Si
el neokeynesianismo de estado todo privatizado es la
respuesta encontrada por el capital para su crisis estructural, las
respuestas de las fuerzas sociales del trabajo deben ser radicales.
Contra la falacia de la “alternativa” neokeynesiana que siempre
encuentra acogida en varios sectores de la “izquierda” que actúan
en el universo del Orden –”alternativas” condenadas al fracaso,
como demostró Mészáros analizando el siglo XX, pues se inscriben
en la línea de menor resistencia del capital– el
desafío ya estaba indicado en su artículo “Política Radical y
Transición hacia el Socialismo” (escrito en 1982 y publicado en
Brasil por la primera vez en 1983, y que consta en este libro). Allí
estaba presente tanto la distinción crucial entre la crisis de
tipo estructural y sistémica y las crisis
cíclicas coyunturalesdel pasado, así como la necesidad de
una política radical, al contrario de las alternativas
(neo) keynesianas y a las cuales el capital recurre en sus momentos
de crisis.
Analizando
los datos del 2003, resaltábamos en el articulo citado al
inicio de esta nota, que
en
los principios del siglo XXI Estados Unidos se encuentra en una
crisis y estancamiento que hace peligrar su futuro como poder
hegemónico del planeta; En Europa, Francia y Alemania se encuentran
en una etapa de recesión marcada y que se acentúa año a año;
Japón sufre una recesión que ya lleva casi una década. Una crisis
más del sistema está a la vuelta de la esquina.
No
fuimos adivinos ni genios, solo divulgamos lo que ya muchos
pensadores habían vaticinado con conocimientos y estudios que la
ciencia social ha desarrollado.
Y
en este sentido, destaco que
Paralelamente
con esta centralización del capital o expropiación de muchos
capitalistas por unos pocos, se desarrolla en una escala cada vez
mayor la forma cooperativa del proceso de trabajo, la aplicación
técnica consciente de la ciencia, la explotación sistemática
organizada de la tierra, la transformación de los medios de trabajo
en medios de trabajo utilizables sólo colectivamente, la economía
de todos los medios de producción al ser empleados como medios de
producción de un trabajo combinado, social, la absorción de todos
los países por la red del mercado mundial, y, como consecuencia de
esto, el carácter internacional del régimen capitalista. Conforme
disminuye progresivamente el número de magnates capitalistas que
usurpan y monopolizan este proceso de transformación, crece la masa
de la miseria, de la opresión, del esclavizamiento, de la
degeneración, de la explotación...La centralización de los medios
de producción y la socialización del trabajo llegan a un punto en
que se hacen incompatibles con su envoltura capitalista. Esta salta
hecha añicos. Ha sonado la hora final de la propiedad capitalista.
Los expropiadores son expropiados. (El Capital, Carlos Marx,
Tomo I, pag. 648/49).
Quiero
aclarar que esto no significa que se esté hoy necesariamente ante
una crisis invariablemente terminal, pero sí que sin duda estas
crisis son también una tendencia, que agudizan cada vez más la
incompatibilidad a que hace mención Carlos Marx en su obra.
Conclusiones:
-
Estamos ante una crisis del sistema capitalista que se produce por las contradicciones intrínsecas del sistema. No nos viene de afuera, esta en los nudos del mismo sistema, por lo que defender al capitalismo es sostener también esta lógica perversa basada en la explotación del hombre, en su degradación y miseria.
-
Esta crisis tiene características particulares, pues se extiende a la crisis del medio ambiente, crisis alimentaria, crisis energética con consecuencias que pueden ser catastróficas para la vida humana.
-
El sistema capitalista no tiene una salida integral para la humanidad, y solo puede sobrevivir en base a generar una grave crisis humanitaria.
-
Los poderes institucionales, más allá de los obvios matices que generan las diversas situaciones sociales en cada país, han salido al salvataje del sistema, y los derechos humanos fundamentales solo, y en algunos casos emergentes de la movilización popular, son protegidos tangencialmente y siempre que la situación no se agrave. Los Estados han puesto y ponen sus mayores esfuerzos en subsidiar a las empresas mientras ponen freno a todo reclamo por parte de los trabajadores. Se trata de evitar el conflicto social que puede generar la crisis, pero no se avanza en políticas de Estado que efectivamente protejan al trabajador ocupado o desocupado, su salario y sus necesidades sociales.
-
Son necesarias normas legales que prohíban los despidos, garanticen la estabilidad laboral, generen aumentos salariales reales, determinen que ante el cierre de establecimientos sean los trabajadores quienes continúen con la explotación; reparto de las horas de trabajo sin merma salarial; libertad y democracia sindical; garantizar un salario igual a la canasta familiar para ocupados y desocupados.
Reiterando
lo que ya expusiéramos en la “Editorial” de la revista La
Causa Laboral Nº 39
en
la coyuntura, y tal como lo anticipáramos en números anteriores, el
peso de la crisis está golpeando la espalda de los trabajadores.
Nuevamente estamos viviendo las consecuencias de la aplicación de
una regla de oro del sistema: convidados de piedra en las épocas de
bonanza y socios en las crisis. Regla que es tan inmoral como
vigente. Lo que ayer pronosticábamos hoy es una cruel realidad:
despidos, suspensiones, recortes de salarios, reducción de la
jornada laboral, eliminación de derechos, etc., son para los
trabajadores el pan nuestro de cada día. Una realidad que el
discurso oficial pretende ocultar con estadísticas que omiten
reflejar lo que ocurre en el mega sector informal de la economía.
Ante
ello, una vez mas demandamos medidas efectivas para proteger la
estabilidad laboral, comenzando por la prohibición de los despidos
sin causa, cuya violación permita al trabajador afectado demandar la
reinstalación en su puesto de trabajo u optar por una reparación
económica lo suficientemente onerosa como para desalentar esas
conductas patronales. Este derecho debe ser acompañado de
disposiciones que impongan una mayor carga impositiva a quienes han
obtenido ganancias extraordinarias en los últimos seis años, para
así generar un fondo para ayudar a las pequeñas empresas a sostener
las fuentes de trabajo. De esa manera, quienes más ganaron, y nos
consta que fueron muchos y a valores que superan la media
internacional, serán quienes sostendrán con su aporte las fuentes
de trabajo y no como ahora que se utilizan fondos de ANSES a
esos efectos e inclusive favoreciendo a esos sectores enriquecidos.
Los fondos de ANSES debieran utilizarse para arribar al tan necesario
82% móvil para los jubilados, otro de los temas pendientes de
prevalente urgencia.
También
reclamamos una nueva Ley de Riesgos del Trabajo que recepcione no
sólo la doctrina expresa de los fallos de la Corte Suprema, sino lo
que en ellos está implícito: que el nuevo sistema debe poner el
acento en la protección efectiva de la vida y la salud de los
trabajadores, que constituyen derechos humanos fundamentales, y que
todo el andamiaje jurídico, con base en los preceptos
constitucionales, debe tributar a su realización. En este
esquema, la participación de agentes con fines de lucro es
absolutamente incompatible con estos objetivos.
Conclusión
final
Pero
en definitiva, lo que no se puede modificar es la rueda de la
historia, y es allí donde las contradicciones del sistema
explicitadas deben explotar y de hecho lo hacen, pero para que ello
signifique que también explote el sistema, habrá que crear las
condiciones subjetivas que nos permitan terminar con aquella
resignación y comprender que si hay algo en realidad utópico en
esta etapa de la humanidad, es la ilusión de recrear un “capitalismo
nacional” o “serio”, y que el único camino posible pues
tenemos al sujeto para llevarlo adelante, es el socialismo. Y esto ya
deja de ser una frase hecha o una postura utópica. De toda la
información suministrada en este documento y la realidad que el
sistema capitalista nos impone día a día, no cabe duda que el
problema es justamente este sistema y que toda salida que no implique
destruir esta organización de la sociedad, significará nuevos
fracasos, más hambre, más miseria, más desocupación para la
humanidad. No sabemos si esta es la crisis terminal del sistema, pero
si sabemos que si no acabamos con el sistema, el sistema acabará con
la humanidad.
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