Sábado, 01/11/2014
Por: Víctor Álvarez R
El neo-rentismo socialista es un modelo de dominación que se basa en el uso intensivo de la renta petrolera para financiar la inversión social y crear una red clientelar que le sirve de apoyo social. Debido a la contracción del aparato productivo interno y su incapacidad para generar nuevos empleos al ritmo que crece la población económicamente activa, el neo-rentismo socialista tiende a acentuar el papel empleador-clientelar del Estado, el cual no logra generar un trabajo realmente emancipador y liberador, toda vez que éste queda mediatizado por la lógica opresiva del Estado burocrático que funcionariza y somete a la fuerza de trabajo. En tales circunstancias, la dominación se logra a través de un sistema de premios y castigos para asegurar la lealtad de los seguidores políticos, comprar la simpatía de grupos ambivalentes y castigar o disuadir a los adversarios.
Este modelo confunde la sociedad con el Estado. Asume que desde el entramado burocrático se representa y defiende el interés social, a pesar de las enormes contradicciones que la sociedad tiene no solo con el mercado sino también con el Estado. Al igual que el capitalismo rentístico, el neorrentismo socialista se sustenta en el extraordinario poder político, económico y social que confiere el control de la renta petrolera.
Expresiones distintas del mismo modelo de acumulación extractivista
El capitalismo rentístico y el neo-rentismo socialista son expresiones distintas del mismo modelo de acumulación extractivista. El neo-rentismo socialista funcionó a la perfección mientras los ingresos petroleros crecieron exponencialmente y resultaron más que suficientes para financiar la inversión social y alimentar los canales para distribuir la renta. Con la reconstrucción de la OPEP, el restablecimiento de las cuotas, la recuperación de los precios del petróleo, el pago de dividendos por parte de las filiales de PDVSA y el considerable aumento de las regalías, el ingreso fiscal de origen petrolero resultó más que suficiente y postergó la necesidad de aumentar la presión fiscal sobre el sector privado. Pero con el estancamiento de la producción petrolera y la caída de los precios en el mercado internacional, este modelo nuevamente ha entrado en crisis.
Según su Informe de Gestión, PDVSA extrajo 2.898.000 bdp en 2013, 2.905.000 en 2012 y 2.985.000 en 2011. La producción ha venido declinando y ahora los precios del petróleo están cayendo. Para calcular el ingreso neto en divisas que recibe el país, hay que restar el consumo interno de 750.000 bdp. Al saldo de 2.148.000 se deben descontar los envíos a Cuba, PetroCaribe y Alba, equivalentes a 300.000 bdp. Y a esta nueva cifra hay que deducir las entregas a China por un mínimo de 230.000 para cubrir los tramos A y B del préstamo y 100.000 para el tramo C; aunque según el Informe de Gestión, PDVSA realmente entregó 475.000 en 2013, 449.00 en 2012 y 415.000 en 2011. Si se restan 300.000 de los acuerdos y 330.000 de China, quedan 1.518.000 bdp para exportar. A un precio de 100 $/b por 365 días da un ingreso de $ 55 mil 400 millones. Pero a 75 $/b la cifra cae a $ 41 mil 500 millones. ¿Alcanzará esta cantidad para cubrir las exportaciones esenciales, cancelar la deuda interna y mantener al día los pagos de la deuda externa?. Veamos.
Las importaciones que llegaron a su máximo de $ 59 mil millones en 2012, tendrán que ser reducidas por debajo de $ 40 mil millones. Las amortizaciones anuales y pagos de cupones para la deuda soberana en divisas y la de PDVSA superarán los US $ 11 mil millones anuales para los próximos tres años. A esto hay que sumar la deuda interna en divisas a aerolíneas, sector alimentos, fármacos, automotriz, etc. que supera los 12 mil millones. A suma de $ 63 mil millones hay que agregar los pagos por indemnizaciones y fallos del CIADI. Como puede apreciarse, los egresos en divisas son muy superiores al ingreso estimado, incluso en el mejor escenario de precios del petróleo por encima de los 100 $/b. Así las cosas, para garantizar las importaciones esenciales que el Estado realiza, seguramente la deuda interna con el sector privado se pospondrá, sobre todo si se priorizan los pagos de la deuda externa.
Fin de la política fiscal pro-cíclica
En lugar de ahorrar en tiempos de bonanza para encarar los tiempos de escasez, el neo-rentismo socialista se sustenta en una política fiscal pro-cíclica con aumentos del gasto público cada vez que aumenta el ingreso petrolero y recortes presupuestarios cuando cae el ingreso. El mandato del artículo 321de la CRBV de activar el Fondo de Estabilización Macroeconómica -concebido para estabilizar los gastos del Estado ante las fluctuaciones de los ingresos ordinarios-, ha quedado como letra muerta. En ausencia de este mecanismo amortiguador, la economía venezolana sigue expuesta a los shocks externos que se presentan debido al comportamiento errático del mercado petrolero.
El anclaje cambiario y la sobrevaluación del bolívar terminaron siendo un costoso subsidio que ya no soporta ni Pdvsa ni el fisco. A la tasa de 6.30 Bs/$, el monto en bolívares que recibe la compañía no le alcanza para pagar una nómina de más de 140 mil trabajadores, honrar su deuda con proveedores y contratistas, y transferir fondos a las misiones sociales. A esa tasa de cambio ni siquiera puede mantener al día sus obligaciones fiscales, razón por la cual entrega pagarés al Tesoro Nacional que luego éste intercambia por efectivo en el BCV, propiciando un desproporcionado crecimiento de la liquidez monetaria en un mercado con creciente escasez, lo cual atiza la inflación, eleva la demanda de divisas escasas y ensancha la brecha entre la tasa oficial y el paralelo.
La devaluación fiscalista
Tanto el capitalismo rentístico como el neo-rentismo socialista suelen apelar a la devaluación como el mecanismo más rápido para corregir el déficit fiscal. Como el Estado es el perceptor del mayor porcentaje del ingreso petrolero, en lugar de confrontar los intereses de los contribuyentes, le resulta más fácil vender las divisas a un precio mayor. El Estado automáticamente obtiene cuantiosos ingresos que le permiten corregir el déficit, sin pagar el mayor costo político que implica atacar las verdaderas causas macroeconómicas del deterioro fiscal. La política cambiaria se utiliza así con fines fiscales, toda vez que la devaluación es, en los hechos, un impuesto cambiario. Un margen de maniobra para paliar la caída de los precios del petróleo y su impacto en el ingreso fiscal se encuentra en la revisión de los acuerdos de cooperación internacional. Así como ya se reestructuraron lo pagos a China, queda pendiente la revisión de PetroCaribe y los acuerdos de cooperación energética para compensar la caída del ingreso en divisas.
El panorama petrolero está cambiando estructuralmente y lo peor que nos puede pasar es que no nos demos cuenta. La difusión de las tecnologías de la información mejoran la eficiencia y facilitan el cambio de la matriz energética en todo el mundo, EE.UU. tiende a ser autosuficiente con su producción de petróleo de esquisto, la OPEP sigue perdiendo terreno frente a los productores No OPEP, la economía mundial está en franca desaceleración, incluyendo a China, y ni siquiera los sucesos geopolíticos de Ucrania y el grito de guerra contra el Estado Islámico han tenido impacto. En tales circunstancias, resulta poco probable un rebote de los precios del petróleo en el corto plazo. Esto sentencia el agotamiento del neo-rentismo socialista y nuevamente nos lleva a retomar la tantas veces pospuesta transformación de la economía rentista e importadora en un nuevo modelo productivo exportador.
Sin embargo, a los ajustes macroeconómicos, a las medidas de cambio estructural y a la erradicación de las prácticas clientelares se les atribuye un costo político que el gobierno no está dispuesto a pagar en la antesala de las elecciones parlamentarias. La racionalidad económica queda subordinada a la lucha por el poder. Ganar las elecciones presidenciales, parlamentarias o regionales siempre será la prioridad. Si se pierden los comicios, otros serán los que controlen el reparto y uso de la renta.
No basta con reducir el desempleo: hay que generar trabajo emancipador
En circunstancias de restricciones económicas y presupuestarias como las que plantea la actual caída de los precios del petróleo, el gobierno ya no puede seguir subsidiando empresas estatales que no son estratégicas. Estatizar no es socializar. Resulta escandaloso que en empresas públicas secuestradas por el burocratismo -de las cuales los trabajadores no se sienten copropietarios sociales sino explotados y donde se reproducen los mismos conflictos obrero-patronales de la IV República-, se cancelen millardarias sumas de dinero por concepto de bonos de productividad y hasta dividendos, cuando lo que arrojan son cuantiosas pérdidas. Esa práctica, lejos de expresar valores socialistas, revela la mentalidad rentista que espera que todo lo pague el petróleo. Semejante desviación del neo-rentismo socialista solo podrá superarse a través de nuevas formas de propiedad social bajo el control de los trabajadores directos y de la comunidad organizada. No se trata solo de bajar el nivel de desempleo sino de liberar al trabajo de la explotación del capitalismo rentístico y de la opresión del neo-rentismo socialista. Esto implica avanzar de la estatización a la socialización de la propiedad para generar un verdadero trabajo emancipador y liberador. Este es el mejor incentivo para mejorar el desempeño en esas empresas propiedad de los trabajadores, dignificar el trabajo y transformar la cultura rentista que pretende vivir de ingresos que no son fruto del esfuerzo productivo, en una nueva cultura sustentada en el principio socialista que propone: de cada quien según su capacidad y a cada cual según su trabajo.
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