Miércoles, 05/11/2014
Por: Alfredo Toro Hardy /El Universal
Desde hace veinte años los economistas occidentales vienen advirtiendo sobre el colapso inminente del modelo económico chino. En un artículo publicado en Forbes el 23 de febrero de este año, Eamonn Figngleton enumeraba muchas de estas predicciones fallidas y hoy risibles. Sin embargo, y a pesar de que la economía china desmiente una y otra vez a estas voces de Casandra, la consistencia de propósito de quienes ven el fin del crecimiento de esa economía a la vuelta de la esquina, resulta sorprendente. Toca el turno ahora a Lant Pritchett, académico de Harvard y a Larry Summers, exsecretario del Tesoro estadounidense, quienes en un trabajo conjunto se suman a esta tradición ("Asiphoria meet regression to the mean", National Bureau of Economic Research, october 2014).
El excepcionalismo chino
Lo novedoso del planteamiento de Pritchett y Summers es que a diferencia de los anteriores, basados en proyecciones, el suyo se sustenta en el pasado. Es decir, en el análisis de 28 "episodios de súper rápido crecimiento económico", los cuales se caracterizaron por tasas superiores al 6% anual. Según su conclusión, luego de ocho o más años de acelerada expansión económica los 28 países estudiados revirtieron su crecimiento a un modesto promedio de alrededor de 2,1% al año. Ello los lleva a afirmar que China dejará atrás su ciclo expansivo en fecha próxima, para situarse en niveles modestos de crecimiento. Así, sin más, cierran el capítulo chino, sin darse cuenta que si de precedentes se trata ya China los rompió todos. Su episodio de súper crecimiento económico lleva 35 años continuos y entre 1983 y 2013 la tasa promedio de éste alcanzó al 10,12%. ¿Por qué a los estadounidenses les resulta tan fácil hablar del excepcionalismo de su país y tan difícil reconocer el ajeno? Por lo demás, las razones por las cuales China puede tener largos años de importante crecimiento económico por delante parecen sólidas. Las mismas han sido desarrolladas por el suscrito en un libro reciente (The World Turned Upside Down: The Complex Partnership between China and Latin America, London, World Scientific, 2013). Entre éstas cabría citar las siguientes.
Crecimiento para rato
Primero, el volumen de su población en edad laboral. Algunas voces agoreras insisten en que dicho país está llegando al denominado "punto de inflexión Lewis". Es decir, esa etapa en una economía emergente en la que la mano de obra comienza a escasear, trayendo consigo inflación y disminución del crecimiento económico. China disponía para 2013 de una población en edad laboral de 977 millones de personas que para 2015 subirá a 993 millones. Cierto, la política de un solo hijo irá reduciendo el número de nuevos entrantes al mercado de trabajo y estos serán 30% menos dentro de diez años. No obstante, la magnitud misma de las cifras involucradas hace risible hablar de escasez de mano de obra.
Segundo, el ambicioso proceso de urbanización y desarrollo de infraestructuras en marcha. Si bien las zonas costeras del país alcanzaron ya su madurez económica, quedan aún gigantescos espacios interiores aptos para reproducir altas tasas de crecimiento económico. Hacia ellos apuntan las estrategias de desarrollo urbano y de infraestructuras, las cuales aspiran a trasladar a 340 millones de personas del campo a las ciudades en las próximas dos décadas y media. Ello se traducirá en cientos de nuevas ciudades así como en una inmensa red de infraestructuras.
Tercero, la capacidad para desatar la inmensa fuerza contenida del consumo doméstico. Al efecto existe una gran disparidad entre una de las tasas de ahorro doméstico más altas del mundo, cercana al 40% del PIB, y una baja tasa de consumo privado: 36% de su PIB frente a 70% en Estados Unidos. China se adentra en el momento Henry Ford, cuando los obreros pueden adquirir lo que producen. Más aún, para 2020 China contará con una clase media de 700 millones de personas, equivalente al 48% de su población total.
Cuarto, el margen de crecimiento posible a partir del actual PIB per cápita. El ingreso per cápita en China es de un quinto del estadounidense lo que lo coloca al nivel de Japón en 1961, Taiwán en 1975 y Corea del Sur en 1977. Ello apareja dos consideraciones. De un lado, dada la dimensión poblacional de China basta con que su ingreso per cápita sea de un cuarto del de Estados Unidos para superar al PIB de ese país. De allí en adelante quedará un amplio margen de crecimiento disponible. Del otro, a partir del punto en que Pekín se encuentra actualmente, Japón, Taiwán y Corea del Sur disfrutaron de largos años de crecimiento a altas tasas.
Neil Irwin recordaba en el New York Times del pasado 24 de octubre la predicción del Premio Nobel en Economía Robert W. Fogel, según la cual en 2040 la economía china será siete veces mayor a la de Estados Unidos hoy y tres veces mayor a la de ese momento.
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