Viernes, 31/10/2014
Por: Gustavo Márquez Marín
El contrabando es un factor que determina la escasez con su secuela inflacionaria. Para enfrentarlo el gobierno adelanta un “plan de choque” que en dos meses y medio produjo la incautación de 9.745 toneladas de alimentos para consumo humano, 3.049 toneladas de alimentos para animales y 5.250 toneladas de materiales estratégicos. Un “botón” que muestra la cuantía de un fenómeno, que lejos de disminuir se reproduce como monte siguiendo el mismo patrón del narcotráfico.

Las Casas de Cambio cucuteñas, en sintonía con las de Ureña y San Antonio, han asumido de facto el papel de “autoridad cambiaria venezolana paralela” y de centro de lavado del narcotráfico y el contrabando, aprovechando el estatus legal que le dio el Estado colombiano y la debilidad estructural del sistema de control de cambio venezolano. Controlan el grifo que abre la brecha entre el cambio oficial y el paralelo. Al crecer esta, aumenta el estímulo al contrabando y a su vez, el incremento de este último presiona hacia la devaluación del cambio paralelo, en un círculo vicioso infernal que está carcomiendo las economías de ambos países.
En semejantes condiciones se hacen inviables las relaciones económicas binacionales. Ha llegado la hora de que nuestro gobierno le exija al homólogo colombiano, el desmontaje de su sistema cambiario paralelo y el inicio de un diálogo bilateral transparente que permita el restablecimiento de la legalidad y la mutua recuperación de la gobernanza económica extraviada.
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