Publicado 14 febrero 2018. TELESUR.
Por Ilka Oliva Corado.
“Pos verdad” o fake news
–como gusta decir a Donald Trump- porque se oculta la verdadera dimensión del
gasto militar de Estados Unidos haciéndoselo aparecer como menor de lo que realmente es en
un intento por escamotear ante la vista de la opinión pública el desenfreno
militarista de un imperio que debilitado en su hegemonía política, intelectual
y moral.
Días
atrás el presidente Donald Trump dio a conocer su proyecto de presupuesto para
2019 que contempla un enorme déficit fiscal (que tratará de trasladarlo a los
demás países, sobre todo a los de la periferia) y un presupuesto militar,
eufemísticamente llamado de “defensa”,
de (716.000 millones de dólares) según informa la cadena CNBC. (Ver:
https://www.cnbc.com/2018/02/12/trumps-2019-defense-budget-request-seeks-more-troops-firepower.html).
Este monto incluye 24.000 millones de dólares destinados a la modernización del
programa nuclear que, en algunos comunicados aparecía desligado del gasto
militar, como si se tratara de inversiones para la producción de centrales
atómicas.
Estos datos son algunas de
las “pos verdades” a los cuales nos tiene acostumbrados el imperialismo
norteamericano. “Pos verdad” o Fake news –como gusta decir a Donald Trump-
porque se oculta la verdadera dimensión del gasto militar de Estados Unidos
haciéndoselo aparecer como menor de lo
que realmente es en un intento por escamotear ante la vista de la opinión
pública el desenfreno militarista de un imperio que debilitado en su hegemonía
política, intelectual y moral, como diría Antonio Gramsci, se repliega en sus
capacidades destructivas para contener por la fuerza su inexorable declinación
en un sistema internacional que ya ha asumido un formato definitivamente
multipolar.
Hace muchos años que el
gasto militar se convirtió en el principal motor de la economía norteamericana
y fuente de fabulosas superganancias para el complejo
militar-industrial-financiero que gira en torno a la producción de armamentos.
En una suerte de perversa “puerta giratoria” las ganancias de este complejo se
transfieren, en una pequeña porción, a la clase política.
Sus empresas y lobbies son
los indispensables financistas de las onerosas carreras políticas de
representantes, senadores, gobernadores y presidentes, prostituyendo
definitivamente el funcionamiento de la democracia en Estados Unidos y abriendo
las puertas para la constitución de la corrupta plutocracia que hoy gobierna a
ese país.
Presidentes y legisladores,
envueltos en un falso celo patriótico, retribuyen los favores recibidos
concediendo jugosas contraprestaciones materiales a las empresas del sector,
todo lo cual se traduce en una desorbitada, absurda e innecesaria escalada del
gasto militar.
Esta
corruptela explica que más de la mitad de los miembros del Congreso de Estados
Unidos sean millonarios, cuando la proporción de estos en la sociedad
norteamericana es de apenas 1.4 %.
(http://cnnespanol.cnn.com/2014/01/10/la-mayoría-de-los-miembros-del-congreso-de-ee-uu-son-millonarios/
)
No es de extrañar, en
consecuencia, que desde la Guerra de Corea en adelante Estados Unidos no haya
conocido un solo año sin tener tropas combatiendo en el exterior. Tampoco lo es
que, pese a los optimistas anuncios oficiales, el gasto militar haya aumentado
aún luego de la desaparición de quien durante los largos años de la Guerra Fría
fuera su enemigo fundamental: la Unión Soviética. En este sentido, la operación
propagandística del imperio pregonando los supuestos “dividendos de la paz”
como fuente de una renovada ayuda al desarrollo quedó rápidamente al desnudo.
Ni se mejoró la asignación de recursos para reducir la pobreza dentro de
Estados Unidos ni se los canalizó para facilitar el progreso económico y social
de los países de la periferia. Todo lo contrario, la escalada sin techo del
gasto militar prosiguió su curso inalterado.
Sorprende
entonces la aceptación sin beneficio de inventario de la cifra del presupuesto
militar que la Administración Trump anunciara recientemente. Según los cálculos
más rigurosos el gasto militar total de Estados Unidos ya traspasó el umbral
considerado -hasta no hace mucho como absolutamente insuperable, como una
frontera escalofriante- de un billón de dólares, es decir, un millón de
millones de dólares, lo que equivale aproximadamente a la mitad del gasto
militar mundial.
Tradicionalmente la Casa
Blanca ocultaba la verdadera dimensión de su exorbitante presupuesto militar y
los medios de comunicación del imperio reproducían esa mentira. En el caso actual aquel va mucho más allá de
los 716.000 millones de dólares recientemente declarado por la Casa
Blanca. Esa cifra no incluye otros
emolumentos derivados de la presencia bélica de EEUU en el mundo y que también
deben ser considerados como parte del presupuesto militar del imperio. Por ejemplo, la Administración Nacional de Veteranos
(VET) que tiene a su cargo ofrecer atención médica a los heridos en combate
hasta el fin de sus vidas y de asistir a quienes regresan del frente
desquiciados psicológicamente tiene un presupuesto para el próximo año de
198.000 millones de dólares.
(https://www.militarytimes.com/veterans/2018/02/12/va-spending-up-again-in-trumps-fiscal-2019-budget-plan/)
A esta descomunal cifra hay que agregarle otros dos ítems, con datos muy poco
transparentes y disimulados en el presupuesto federal: los destinados a la
contratación de “asesores” para misiones especiales (vulgo: mercenarios) y los
“gastos de reconstrucción” para ocupar o transitar por áreas previamente
destruidas por la aviación o los drones de EEUU.
Si
se suman todos estos componentes se llega a una cifra que supera el billón de
dólares. Para comprobar la irracionalidad criminal de este presupuesto nótese
que tan sólo el gasto de la VET equivale a poco menos que el gasto militar
total de China, que asciende a 215.175 millones de dólares y que el segundo
presupuesto militar del planeta. O con
el presupuesto de la Federación Rusa, que es casi tres veces inferior al de la
VET: 70.345 millones de dólares; o con el del ultra-enemigo de EEUU, Irán
12.383 millones de dólares.
¿Cómo
justificar tan fenomenal desproporción? Inventando enemigos, como el ISIS, o
dando pie a delirantes conspiraciones acerca del peligro que Rusia, China, Irán
o Corea del Norte representan para la seguridad nacional norteamericana. Pero
la verdad es que el gasto militar ayuda a mover una economía de lento
crecimiento y, sobre todo, alimenta al complejo armamentístico que financia a
los políticos que convierte en millonarios.
Pese a eso la dirigencia
estadounidense insiste en la vulnerabilidad de la seguridad nacional norteamericana
y no cesa de mantener a su población sumida en el miedo, un efectivo
dispositivo de dominación. Por último, con tal brutal desequilibrio de fuerzas
en el plano militar Washington reafirma su vocación de seguir siendo el
gigantesco gendarme mundial presto a actuar en cualquier lugar del planeta para
poner al capitalismo a salvo de toda amenaza.
En cualquier lugar pero
sobre todo en Nuestra América, reserva estratégica de un imperio amenazado. La
contraofensiva lanzada en los últimos años y la creciente belicosidad en contra
de Cuba y Venezuela son pruebas harto elocuentes de esa enfermiza vocación por
impedir que la tierra siga girando y congelar la historia en el punto en que se
encontraba al anochecer del 31 de Diciembre de 1958, en vísperas del triunfo de
la Revolución Cubana.
Todos estos esfuerzos serán
en vano, pero mientras tanto están haciendo un daño enorme y hay que detenerlos
antes de que sea demasiado tarde porque la humanidad está en peligro. CREDITO. NOTICIAS TELESUR.
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