18 de diciembre 2015
Crédito: Robert Hunziker
Rebelion
Traducido al español por Sinfo Fernández
Rebelion
Traducido al español por Sinfo Fernández
La
ley de Murphy ha encontrado un hogar permanente en Fukushima: “Si
algo puede salir mal, saldrá mal”.
Por
ejemplo, el cesio radioactivo presente en los túneles de Fukushima
se disparó de repente hace poco en más de 4.000 veces las medidas
similares de hace un año. Este espeluznante/inmenso incremento en
los niveles de radiación alcanzó los 482.000 becquerelios por
litro. TEPCO está tratando de investigar el motivo de ese enorme y
anómalo aumento (“Radiation Spikes in Fukushima Undergrounds
Ducts”, NHK World, 9 diciembre 2015). En el transcurso de un año,
un aumento de 4.000 veces sea donde sea no es, ni augura, nada bueno.
No
sólo eso sino que la barrera construida en la planta de energía
nuclear de Fukushima, para impedir que con un poco de suerte el agua
contaminada no se filtre al océano, está escorándose y ha llegado
a tener una grieta de aproximadamente 483 metros de longitud a lo
largo de su base. El muro tiene 805 metros de largo y 29,8 metros
bajo tierra.
En
efecto, una barrera oceánica: “Los niveles más altos de radiación
desde el accidente nuclear de Fukushima, Japón, en 2011, están
apareciendo en el océano frente a la costa oeste de América del
Norte, informaron los científicos de la Woods Hole Oceanographic
Institution” (“Higher Levels of Fukushima Radiation Detected Off
West Coast”, Statesman Journal, 3 diciembre 2015).
Afortunadamente, hasta ahora, los niveles detectados se mantienen
todavía por debajo de los límites de seguridad establecidos por el
gobierno de EEUU.
Mientras
tanto, TEPCO lucha con uno de los desastres más desconcertantes de
todos los tiempos con una cifra media de más de 7.000 trabajadores
diarios. Las dificultades para conseguir trabajadores en el lugar son
inimaginables. Se ha llegado a contratar por las calles a personas
sin techo para que hagan los trabajos de descontaminación más
peligrosos.
Las
Olimpiadas de 2020 en Tokio
Más
vale que la situación mejore cuanto antes porque las Olimpiadas
están previstas para 2020, lo que me trae a la mente el peligroso
corión perdido, el derretido núcleo caliente chisporroteante de la
planta 2, pero afortunadamente, crucemos los dedos, no ha ido a parar
al suelo esparciendo los letales isótopos de forma irregular y
extendiéndose por todas partes. Sin embargo, nadie sabe dónde se
encuentra este Desaparecido Corio-Wally del
Mundo Nuclear.
Mientras
tanto, Greenpeace/Japón acusa a la Agencia Internacional de la
Energía Atómica de rebajar los riesgos que para la salud supone el
desastre de Fukushima de 2011 y denuncia que está actuando de común
acuerdo con el primer ministro japonés en un intento por
“normalizar” el desastre (“Greenpeace Japan: IAEA Downplays
Dangers of Fukushima Disaster”, Sputnik News, 9 febrero 2015).
¡De prisa, de prisa, las Olimpiadas se acercan!
Un
enfoque astuto del problema de la excesiva radiación consiste en
aumentar los “límites permisibles”: “El nivel anual permisible
de exposición a la radiación ha sido peligrosamente aumentado en
Japón tras el accidente del 11 de marzo. Para quienes habitan en las
áreas afectadas, se ha incrementado de 1 milisievert (mSv) a 20 mSv.
El gobierno aumentó el límite anual de exposición a la radiación
de los trabajadores nucleares de 100 mSv a 250 mSv en ‘situaciones
de emergencia’”, según declaraciones de Mitsuhei Murata,
director ejecutivo de la Japan Society for Global System and Ethics y
exembajador japonés en Suiza (“Nuclear Diaster and Global
Ethics”, UN World Conference on Disaster Risk Reduction, 16
marzo 2015).
Cuando
se aumentó el “nivel permisible” de radiación, la Asociación
Médica de Japón afirmó: “No está nada clara la base científica
utilizada para decidir ese aumento de 1 mSv a 20 mSv”.
Además,
según Physicians for Social Responsability, no hay un nivel seguro
de radiación. Y a propósito de la situación de Fukushima: “En el
caso de los niños, es inadmisible que se incremente el nivel
permitido a 20 milisieverts (mSv). Los 20 mSv exponen a un adulto
entre 500 al riesgo de padecer cáncer ; en el caso de los niños,
esta dosis les expone a un riesgo de padecer cáncer de 1 entre 200.
Y si están expuestos a esta dosis durante dos años, el riesgo es de
1 entre 100. En modo alguno este nivel de exposición puede
considerarse ‘seguro’ para los niños”.
Estudios
recientes confirman que la “exposición a bajos niveles de
radiación puede provocar cáncer”, en concreto: “No importa que
las personas estén expuestas a dosis bajas prolongadas o a altas y
agudas, la asociación observada entre la dosis y el riesgo serio de
padecer cáncer es similar por unidad de dosis de radiación”
(Fuente: British Medical Journal: “Low Doses of Ionizing
Radiation Increase Risk of Death from Solid Cancers”, Agencia
Internacional para la Investigación del Cáncer, OMS, 21 octubre
2015).
En
agudo contraste con la posición de Japón, los círculos oficiales
de Chernobyl tienen una opinión diferente sobre la “exposición
anual de radiación permisible”, en concreto: “El límite
radioactivo que prohibía que la gente viviera en la zona de 30
kilómetros alrededor de la zona de exclusión de la planta nuclear
de Chernobl se fijó en 5 mSv/año cinco años después del accidente
nuclear. Más de 100.000 personas fueron evacuadas de esa zona y
nunca volverán” (Greenpeace/Japón). ¡Jamás de los jamases!
Las
consecuencias de los desastres nucleares no desaparecen fácilmente.
Por ejemplo, Chernobyl está ya enfrentándose a una nueva crisis. La
durabilidad del deteriorado sarcófago original, que está
pudriéndose, expira en los próximos doce meses. Sin embargo, el
nuevo sarcófago que lo reemplazará, la cúpula metálica más
grande del mundo, no se podrá acabar a tiempo porque andan escasos
de fondos (615 millones de euros).
Además
de los conflictos internos de Ucrania con ciudadanos prorrusos, el
país tiene graves dificultades financieras. Todo esto equivale a
poner más “palos en la rueda” contra la proliferación de
reactores nucleares (Por cierto, China tiene sobre la mesa 400
reactores en proyecto). ¿Quién está seguro de que un reactor
deteriorado no termine en manos de un país con apuros económicos?
¿Qué pasará entonces?
Ucrania
cuenta, de momento, con quince reactores nucleares que siguen en pie
entre el silbar de las balas y los cohetes de gran alcance. Es
posible, de forma lamentable, que Ucrania se haya convertido en el
polvorín de un holocausto nuclear en medio del fuego de cañón, del
estrépito de los tanques y de los misiles tierra-aire. Ahí está,
por ejemplo, el caso del vuelo 17 de Malaysia Airlines derribado por
un misil, al parecer por accidente, el 17 de julio de 2014, en el que
murieron las 298 personas que iban a bordo.
Mientras
tanto, volviendo a Japón, el aumento del nivel anual de exposición
permisible ante la radiación no ha escapado a la atención
internacional. Según el Dr. Ian Fairlie, ex director del
Secretariado del Comité CERRIE sobre Riesgos Internos de Radiación
del gobierno del Reino Unido: “El gobierno japonés ha llegado
demasiado lejos, hasta el punto de aumentar el límite de radiación
para los ciudadanos japoneses de 1 MSv a 20 mSv al año, mientras sus
científicos se esfuerzan para convencer a la Comisión Internacional
para la Protección Radiológica (ICRP, por sus siglas en inglés) de
que acepte este enorme incremento”.
Pero,
esperen un momento; el Comité Olímpico Internacional (COI) ha
designado ya a Tokio para las Olimpiadas de 2020. ¿Es posible que el
COI esté poniendo el carro delante de los bueyes, muy, muy por
delante?
En
cuanto al recién establecido límite más alto aceptable japonés
para la radiación: “Eso no sólo no tiene rigor científico,
también es inadmisible”, (Dr. Fairlie, “Unspoken Death Toll of
Fukushima: Nuclear Disaster Killing Japanese Slowly”, Sputnik
International, 8 agosto 2015). Después de todo, a partir de una base
fáctica, los términos “sin rigor científico e inadmisible” son
acusaciones fuertes.
Sin
embargo, el COI ha aprobado ya Tokio 2020 y gentes de todo el mundo
estarán haciendo planes para asistir. Con todo, si el COI está de
acuerdo con las caprichosas condiciones respecto a la radiación de
Japón, entonces, ¿debería estar también todo el mundo de acuerdo?
Bien…
Todo
ello me trae a la mente lo siguiente: Si un canario en el pozo de la
mina avisa del sucio vientre que se esconde en la planta de energía
nuclear, es decir, adhiriéndonos a la ley de Murphy, que las cosas
que pueden ir mal, irán mal, entonces, ¿qué ocurre con las
potenciales consecuencias de las grandes plantas nucleares en zonas
de guerra? ¿Cómo se aplicaría la ley de Murphy en una zona de
guerra? La respuesta más cómoda es: Ni se te ocurra pensarlo
siquiera.
Aun
así, los 430 reactores nucleares que hay en el mundo son “tremendos
blancos perfectos”. Según el exembajador Murata, los reactores
nucleares son “el problema más grave de seguridad del mundo”.
Así
pues, Fukushima puede ser algo más que el niño del poster sobre la
fragilidad de la energía nuclear frente a las fuerzas extremas de la
naturaleza; es también el niño suplente del poster al que acechan
los peligros del terrorismo y de las zonas de guerra cuando “todo
lo que puede salir mal, saldrá mal”, por ejemplo, un avión
derribado sobre Ucrania.
Los
reactores nucleares son tan peligrosos como las armas nucleares
(Murata)
Se
han lanzado cohetes hacia las instalaciones nucleares en Israel.
“Hamas reivindicó su responsabilidad de los cohetes, afirmando que
había intentado alcanzar el reactor nuclear. Militantes de las
Brigadas Qasam de Hamas dijeron que habían lanzado cohetes de largo
alcance M-75 en dirección a Dimona” (The Jerusalem Post, 9 julio
2014).
Como
he mencionado anteriormente, Ucrania alberga quince reactores
nucleares en medio de una zona de guerra. ¿Qué pasaría si un
misil, de forma accidental o deliberada, impacta sobre un reactor
nuclear? ¿Aporta Fukushima alguna pista sobre las consecuencias de
un desastre así?
Suponiendo
que Fukushima sea realmente un indicador de lo notablemente bien que
los desastres nucleares se ajustan a la ley de Murphy, probablemente
implique que “las cartas están ya echadas”.
P.S.:
“El futuro de los Juegos Olímpicos está en riesgo. Como creo en
el espíritu de los Juegos Olímpicos y en el Movimiento Olímpico
estoy abogando por una retirada honorable a fin de que Japón dedique
los máximos esfuerzos en controlar la crisis de Fukushima”,
Mitsuhei Murata, exembajador del Japón en Suiza y director ejecutivo
de Japan Society for Global System and Ethics, Tokio, 28 octubre
2015.
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