12 de diciembre de 2015
Crédito: Aporrea.org
German Yépez Colmenares
German Yépez Colmenares
Es
necesario tener claro que el triunfo obtenido por la oposición
agrupada en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) en estas
elecciones parlamentarias del domingo pasado, cuando el CNE culminó
la totalización y le adjudicó 112 diputados frente a los 55
logrados por el chavismo organizado en el Gran Polo Patriótico
(GPP), tiene múltiples implicaciones para la vida cotidiana de
aproximadamente 30 millones de habitantes que conformamos este país.
La situación puede proyectarse hacia el futuro como una mezcla de
bailes de joropo con golpes tocuyanos, ante lo cual es indispensable
adquirir varios pares de alpargatas y/o cotizas para enfrentar y
aguantar las exigentes circunstancias que progresivamente marcarán
el ritmo de la lucha política nacional. El enfrentamiento entre los
dos proyectos políticos, económicos y sociales que representan el
Gran Polo Patriótico y la Mesa de la Unidad Democrática entra en un
escenario de confrontación intensa, institucional y un aumento
progresivo de las tensiones.
El
título de este artículo deriva de la característica de Venezuela
como un país cuyos ingresos en divisas por la venta de petróleo
representan alrededor del 97 % de su total. Es decir que el resto de
las actividades económicas que se desarrollan en la nación, tanto
desde el sector privado como desde lo público dependen
fundamentalmente de lo que se denomina la Renta Petrolera. Los 101
años de explotación nacional de este importante y estratégico
recurso energético han permitido construir la mayor parte de la
infraestructura física, los bienes, servicios y la vida o cultura
predominante de quienes desde esos años habitamos esta nación.
Durante más de 80 años este recurso y particularmente sus mayores
beneficios estuvieron bajo el control de las grandes empresas
petroleras de los Estados Unidos y Europa. A partir del 2005, después
de superar el criminal paro petrolero y asumir definitivamente el
Poder Ejecutivo el control de Petróleos de Venezuela Sociedad
Anónima (PDVSA), es cuando el Estado comienza a utilizar una parte
mayoritaria de los ingresos petroleros para saldar la inmensa deuda
social con millones de venezolanos y venezolanas ubicados
fundamentalmente en los segmentos B, C, D y E de la pirámide
socio-económica, los cuales representan alrededor del 90 % de la
población.
Durante
este año 2015 la caída internacional de los precios del petróleo
ha significado para Venezuela una disminución da más del 50 % de
los ingresos internacionales o divisas. Durante 2014 el promedio del
precio del barril de petróleo venezolano estuvo alrededor de los 89
$ y en este año 2015 ha descendido hasta un promedio de 42 $,
manteniéndose en estos días de diciembre en torno a los 31 $ por
barril. Sobre esta dramática caída de los ingresos de divisas
internacionales se organizó fundamentalmente la operación de
saboteo y desestabilización económica que el gobierno denominó la
guerra económica. Además este año el gobierno nacional canceló
miles de millones de dólares a los acreedores internacionales como
parte del pago de la deuda externa adquirida y la heredada de los
gobiernos anteriores. Igualmente se garantizaron los recursos para
cubrir el gasto público y la inmensa inversión social que durante
estos 17 años han permitido mejorar sustancialmente las condiciones
de vida de millones de venezolanos y venezolanas.
A
través de este intenso y extenso proceso de re-distribución de los
beneficios económicos obtenidos por la venta de petróleo, ha sido
posible beneficiar a millones de compatriotas ubicados en los
sectores sociales de clase media (B) y fundamentalmente a los más
golpeados y excluidos de la sociedad ubicados en las áreas humildes
y de mayor pobreza (C, D y E), donde también se encuentran la
mayoría de los miembros de las etnias originarias que habitan en
varios estados del país. Políticas de empleo y leyes de protección
a los trabajadores, aumento permanente del número de pensionados e
incremento de los montos paralelo a los incrementos del salario
mínimo, instrumentación de créditos de banca pública y privada
con bajos intereses y lapsos iniciales sin pagar, construcción
masiva de viviendas a muy bajos precios y miles de estas totalmente
gratis para las familias con mayores limitaciones económicas y en
pobreza extrema, educación gratuita desde maternal hasta superior,
escuelas bolivarianas con alimentación incluida, distribución
gratuita de medicamentos para enfermedades crónicas, distribución
subsidiada y gratuita de alimentos, acciones permanentes de
protección salarial, establecimiento obligatoria del bono de
alimentación, pago de prestaciones sociales y pasivos laborales.
Dotación masiva de computadoras y tabletas para estudiantes desde la
primaria hasta el nivel universitario, masificación del deporte y
programas de protección a los equipos dedicados a la alta
competencia para los ciclos olímpicos. Muchas acciones legales y
financiamiento para las actividades privadas, públicas y
comunitarias del campo y la ciudad. Permanentes inversiones para las
más diversas actividades artísticas y estéticas, así como la
conformación de numerosas universidades para dar cabida a los
cientos de miles de jóvenes egresados de la secundaria y además una
política permanente de misiones educativas para garantizar el acceso
desde primaria hasta educación superior a personas de mayor edad y
quienes no habían podido acceder al sistema educativo formal.
Todo
esto y muchas iniciativas orientadas a mejorar las condiciones de
vida de la mayoría de habitantes del país, se han mantenido como
consecuencia de una firme posición gubernamental y de estado para
utilizar el petróleo y sus beneficios económicos como instrumento
de inclusión étnica y social. Nunca antes en Venezuela se había
producido un proceso tan intenso y democrático de distribución de
la Renta Petrolera en tan sólo 17 años. Para llevarla adelante ha
sido inevitable enfrentarse a los poderes económicos e imperiales a
nivel internacional, así como gobiernos poderosos, sectores
empresariales nacionales, sectores académicos, gerenciales y
políticos del país, quienes militan y defienden frontalmente las
políticas neoliberales dirigidas desde organismos como el Fondo
Monetario Internacional y cuyas características gubernamentales son
las restricciones sociales-laborales, privatizaciones de los recursos
estratégicos y los activos públicos nacionales, maximizar las
ganancias de los empresarios, alineamiento internacional con las
políticas imperiales de los EEUU y sus socios de la OTAN y
finalmente la exclusión social de las grandes mayorías de la
población, esas identificadas socialmente como sectores C, D y E,
sin dejar de golpear severamente a los sectores B identificados como
clases medias.
El
plan de saboteo y desestabilización acentuado durante todo el año
2015, consistió en producir menos cantidades de bienes o artículos,
ocultar otra parte de lo producido e importado, desviar cantidades
hacia el contrabando externo, aún cuando la mayoría de las empresas
transnacionales y nacionales recibieron las asignaciones de dólares
preferenciales o subsidiados por parte del gobierno nacional en todos
estos años entre 2006 y 2015. Durante este tiempo han obtenido
dólares a Bs 4,30, luego 6,30 y finalmente 12,0. Esta situación
denominada por el gobierno venezolano como guerra económica ocasionó
un intenso desabastecimiento de alimentos, medicamentos, productos de
limpieza personal y del hogar, repuestos para vehículos automotores,
equipos electrodomésticos y otros productos. Una de las
consecuencias inmediatas fue la conformación de grandes, incomodas y
agotadoras colas para intentar adquirir algunos de los productos
vendidos gradualmente. Otra consecuencia de la escasez es el
establecimiento de precios especulativos en los artículos que se
comercializan y por supuesto un proceso inflacionario inducido que
afecta a todos los habitantes del país y con mayor intensidad a las
grandes mayorías que vivimos de salarios y bonificaciones
compensatorias. Paralelamente se ha desarrollado un ataque
planificado y sistemático contra el valor del bolívar en su paridad
cambiaria con respecto al dólar, situación que se agrava ante la
reducción de la cantidad de divisas en dólares que ingresan por la
caída internacional de los precios del petróleo.
La
oposición política venezolana fue apoyada por una gran cantidad de
medios de comunicación privados nacionales e internacionales, además
de reconocidos voceros de partidos políticos de la derecha
latinoamericana y europea, diversos funcionarios de los gobiernos de
los EEUU, España y Colombia, por funcionarios con cargos en
organismos internacionales multilaterales y en una campaña de
marketing político orientado a producir un proceso progresivo de
alienación y manipulación sistemática dirigida hacia toda la
población venezolana. El objetivo era lograr sembrar en la
percepción emocionalmente alterada por las limitaciones y
recurrentes molestias para adquirir bienes y el aumento exagerado de
los precios, que la responsabilidad de estos problemas correspondían
exclusivamente al gobierno presidido por el Presidente Nicolás
Maduro y la dirigencia del chavismo. Paralelamente lograron promover
la falsa ilusión que asociaba su posible victoria electoral con la
solución inmediata de estos problemas económicos altamente
sensibles. Ofrecieron al electorado chavista y también a los
indecisos que al ganar acabarían con las colas, pagarían los
salarios en dólares, bajarían los precios de los productos y
adicionalmente entregarían los títulos de propiedad de las cientos
de miles de viviendas construidas y asignadas por el gobierno a
través de la Gran Misión Vivienda Venezuela Fue así como lograron
convertir la escasez, la especulación, el bachaqueo, la devaluación
derivada del ataque a la moneda en su paridad cambiaria y la
inflación inducida en los principales referentes de la campaña
nacional y las campañas electorales en las 24 entidades federales y
en los 335 municipios que agrupaban los 87 circuitos electorales.
Mucha gente desde el chavismo directivo y también desde las mayorías
populares que lo conforman señalaron en diversas ocasiones como
sospechoso que la oposición no realizaba una intensa y visible
campaña. Los opositores y sus estrategas de marketing asumieron que
su campaña consistiría en aferrarse al profundo malestar que
ocasionaban todas esas alteraciones promovidas, sostenidas y
multiplicadas por ellos y los empresarios que los apoyan. Esa
presencia negativa expresada, vivida y padecida diariamente por
millones de venezolanos y venezolanas se convirtió en su principal
paquete propagandístico frente a las tradicionales cuñas, afiches,
micros, festivales musicales, programas de opinión, movilizaciones,
caravanas, reparto de folletos y actos masivos que organizaba el PSUV
y el Gran Polo Patriótico.
Esta
importante e inocultable derrota en las elecciones parlamentarias
contra el chavismo no puede convertirse en un escenario propicio para
repetir la historia de las organizaciones de izquierda venezolana
entre las décadas de 1960 y 1980. De la derrota militar y política
de la insurgencia guerrillera que intentó derrocar los gobiernos de
la recién establecida democracia, presididos por Rómulo Betancourt,
Raúl Leoní y Rafael Caldera, surgieron pugnas, acusaciones,
frustraciones, odios y resentimientos entre antiguos camaradas que
habían sobrevivido a la lucha insurreccional urbana y rural. De allí
surgieron las divisiones en el Partido Comunista de Venezuela (PCV)
que dieron origen al Partido de la Revolución Venezolana (PRV), el
Movimiento al Socialismo (MAS), Punto Cero (.0), Tendencia
Revolucionaria (TR). Por el lado de las peleas internas en seno del
Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) surgirían Bandera Roja
(BR) y Organización de Revolucionarios (OR). Estas divisiones
motivadas por la derrota y cargada de odios y resentimientos entre
antiguos compañeros y camaradas, le permitieron al imperialismo
norteamericano, la burguesía venezolana y los partidos mayoritarios
de la derecha nacional agrupados como Acción Democrática y Copei,
garantizar el dominio y control sobre el Estado, el Gobierno y la
Sociedad hasta el 6 de diciembre de 1998 cuando una mayoría popular
decide darle su apoyo electoral a la opción revolucionaria,
insurgente, radical y constituyentista liderizada por el Teniente
Coronel del Ejército (en situación de retiro) Hugo Rafael Chávez
Frías.
La
oposición ha señalado por diversas vías que adelantarán desde la
Asamblea Nacional un conjunto de iniciativas legislativas y políticas
para intentar acorralar, debilitar y desestabilizar al gobierno
nacional dirigido por el Presidente Constitucional de la República
Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, hasta lograr su
derrocamiento. Frente a estos claros objetivos de la oposición
parlamentaria que inicia su gestión el próximo 5 de enero de 2016,
el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), las organización
agrupadas en el Gran Polo Patriótico (GPP), los movimientos
identificados con las conquistas y objetivos del proceso liderizado
por el bolivarianismo-chavismo venezolano, deben analizar con amplio
sentido crítico, táctico y estratégico los resultados electorales
y las perspectivas políticas que se avecinan. Yo sugiero, desde mi
condición de venezolano que se identifica con las amplias conquistas
sociales, étnicas, económicas, educativas y CULTURALES en general
alcanzadas en estos 17 años, que los dirigentes y activistas del
PSUV y sus aliados deben desarrollar un trabajo intenso, esforzado,
creativo y transversalizado por la humildad para encontrar
rápidamente los caminos que le permitan re-encontrarse,
re-conocerse, re-conectarse y fundirse con la inmensa mayoría
humilde, trabajadora y bolivariana que habitamos en este país.
Mantener el vínculo con los 5.600.000 bolivarianos que les dieron su
apoyo y trabajar para recuperar la relación con los 2 millones de
bolivarianos-chavistas que se inhibieron en las elecciones y
acercarse a los 200 mil que votaron por la oposición agrupada en la
MUD y con aquellos miles que votaron nulo de manera consciente. De
esa mayoría humilde y trabajadora provienen la inmensa mayoría de
dirigentes y militantes del bolivarianimo-chavismo. El Libertador
Simón Bolívar, quien provenía de una de las familias más ricas de
la inmensa Caracas, comprendió entre 1814 y 1816 que la única
posibilidad de lograr la derrota del imperio español y conquistar la
independencia para Venezuela y Suramérica era en estrecha y fundida
alianza con la mayoría de pardos, llaneros pobres, negros libres y
esclavos, etnias originarias y parte de los ricos hacendados ganados
como él para la emancipación.
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