El secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, nombró a Elliott Abrams, veterano diplomático de la era Reagan y Bush, como enviado especial para Venezuela. Le encargó la tarea de ayudar a Estados Unidos a 'restaurar la democracia' en el país latinoamericano.
El nuevo enviado especial es bien conocido en Latinoamérica, tanto por haber ocultado información sobre el caso Irán-Contra como por su intento de desacreditar informes de la masacre de casi 1.000 personas por un batallón militar entrenado por Estados Unidos en El Salvador.
Tanto la venta de armas como la financiación de la Contra estaban prohibidas por el Senado estadounidense.
En otro caso, Abrams intentó tergiversar información sobre la mayor matanza masiva en la historia reciente de América Latina: la masacre de casi 1.000 hombres, mujeres y niños ocurrida en diciembre de 1981 en la aldea salvadoreña de El Mozote a manos de unidades militares entrenadas y equipadas por Estados Unidos.
© AP PHOTO / MANUEL BALCE CENETA
Pompeo describió a Abrams como un "veterano de la política exterior experimentado, con principios y de mente dura". A su vez, el nuevo enviado declaró que "esta crisis en Venezuela es profunda, complicada y peligrosa, y quiero empezar a trabajar en esto lo más pronto posible".
Sin embargo, no todos los observadores latinoamericanos están de acuerdo con la designación.
"Elliott Abrams, al igual que su colega neoconservador John Bolton, cree en el uso del poder por Estados Unidos para derrocar regímenes que a Washington no le gustan, no para negociar con ellos", dijo William LeoGrande, un profesor de la Universidad Americana que se especializa en política latinoamericana y política exterior de Estados Unidos.
"Es una persona equivocada para el trabajo de enviado venezolano, porque mientras los militares sigan siendo leales a Maduro, la única salida a la crisis venezolana es algún tipo de acuerdo negociado", destacó.
Tuvo un conocimiento avanzado de los planes del golpe y alentó a los conspiradores a seguir adelante con los esfuerzos mientras se desempeñaba como asistente especial del presidente George W. Bush. También apoyaba al líder golpista Pedro Carmona, quien supuestamente visitó la Casa Blanca varias veces en los meses previos al intento de golpe. La Administración Bush reconoció a Carmona por las 47 horas que reclamó el poder.
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