Con el gobierno paralizado y Rubio al oído de Trump, EEUU es más peligroso que nunca para Venezuela
No hay nada mejor que un conflicto en el extranjero para tapar los escándalos internos de Estados Unidos. Y hay señales de que Venezuela podría ser la próxima víctima de esa máxima del sistema político norteamericano.
Washington decidió dar un portazo a las relaciones con Caracas justo cuando la administración de Donald Trump sufre la parálisis gubernamental más prolongada de la historia y todos los días aparecen nuevas noticias sobre la trama de corrupción republicana en las elecciones presidenciales de 2016.
Si algo quisieran los asesores de la Casa Blanca es que la prensa se dedicara a hablar de otra cosa.
La diplomacia estadounidense decidió el miércoles desconocer el gobierno electo de Nicolás Maduro y respaldar la asunción ilegítima de Juan Guaidó, el presidente de la Asamblea Nacional en desacato. Países del llamado Grupo de Lima, a excepción de México, se sumaron a la acción estadounidense.
En la práctica, la medida constituye una ruptura de relaciones y una violación del derecho internacional. Maduro respondió declarando el fin de todos los nexos diplomáticos y políticos con Estados Unidos.
El presidente venezolano dio 72 horas a los funcionarios estadounidenses para que abandonaran el país, pero el secretario de Estado, Mike Pompeo, aseguró que no acatarán la orden de un gobierno que desconocen.
El escenario es el más tenso en los últimas dos décadas de Revolución Bolivariana.
“Todas las opciones están sobre la mesa”, aseguró Trump a la prensa el miércoles al ser interrogado sobre una posible intervención militar.
Altos asesores y funcionarios de la Casa Blanca han reiterado esas amenazas durante las últimas horas, incluido el secretario de Estado, Mike Pompeo.
Las mentes maestras
La política hacia América Latina de la actual administración republicana se mantiene secuestrada por un pequeño, pero radical, grupo de asesores y congresistas cercanos a Trump, que cuentan con un largo historial de agresiones contra gobiernos progresistas en la región, en especial hacia Cuba.
De acuerdo con fuentes cercanas a la Casa Blanca y citadas por la prensa estadounidense, los detalles sobre la decisión de reconocer a Guaidó fueron finalizados en una reunión el martes en la noche en la Casa Blanca.
Además del presidente Trump y el vicepresidente, Mike Pence, la lista de asistentes incluye al asesor de seguridad nacional John Bolton, los senadores de la Florida Marco Rubio y Rick Scott, el representante Mario Díaz-Balart, así como el nuevo gobernador de la Florida, Ron DeSantis.
La lista coincide con los principales defensores del endurecimiento del bloqueo contra Cuba, quienes recientemente amenazaron con la activación del Título III de la Ley Helms-Burton.
Rubio, Bolton y Díaz-Balart han sabido aprovechar la coyuntura actual para aumentar sus niveles de influencia en el presidente y tratar de dar el salto final contra Venezuela, Nicaragua y Cuba.
Con el gobierno clausurado, las estructuras de decisión estadounidense como el Consejo de Seguridad Nacional y el Departamento de Estado trabajan con el personal indispensable, lo que abre una vía para acciones expeditas con pocos contrabalances internos.
Rubio, quien tiene un asiento en el influyente Comité de Relaciones Exteriores del Senado, es una de las mentes maestras detrás de la política republicana hacia América Latina.
Fue él uno de los primeros en pedir a Trump que desconociera a Maduro y aupara a Guaidó.
Durante una intervención en el Congreso el 15 de enero pasado, Rubio exigió además que el Departamento de Estado expulsara a todos los diplomáticos bolivarianos y los sustituyese por otros nuevos nombrados por la Asamblea Nacional en desacato.
El senador cuenta con relaciones cercanas y apoyo de Bolton, un halcón de la época de Bush que llegó a asegurar que Cuba producía armas biológicas, y Pompeo, antiguo director de la CIA cuando inició la operación de los supuestos ataques acústicos contra diplomáticos en La Habana.
Rubio tiene más ideas sobre los pasos a seguir. En su cuenta en la red social Twitter defendió una prohibición sobre las importaciones de crudo venezolano o que el dinero que se obtenga de esas transacciones vaya directo a las manos de Guaidó.
También propuso incluir a Venezuela en la lista unilateral de países que apoyan el terrorismo que elabora Washington, lo cual se podría tomar como excusa para escalar las agresiones.
Rubio cuenta en el Senado con un nuevo aliado, el exgobernador de Florida, Rick Scott.
“Fui a la Casa Blanca ayer y hablé con el presidente sobre qué hacer en Venezuela”, dijo el senador Rick Scott en una conferencia de prensa el miércoles. “Necesitamos declarar a Venezuela como un estado terrorista, claramente lo es”.
Tras exigir que se impongan amplias sanciones al sector petrolero de Venezuela y se tomen más medidas contra el régimen de Maduro, Díaz-Balart exigió por parte que Estados Unidos espere y vea qué sucede en las horas y días posteriores al anuncio de Guaidó.
“Hay muchas cosas ahora que pueden suceder. Este es un momento importante en Venezuela”, señaló el representante por la Florida.
Una tormenta perfecta
Venezuela lleva años en la mira de los Estados Unidos, pero los últimos acontecimientos en la región y a lo interno de la nación suramericana parecen haber convencido a Washington de que este es el momento indicado para el asalto final.
Por un lado, se ha producido un cambio en la correlación de fuerzas entre la izquierda y la derecha regional, que en la actualidad favorece a los intereses norteamericanos, con gobiernos de corte similar al de Trump ubicados en puestos claves como los de Brasil, Argentina y Colombia.
Apenas unos años atrás, cualquier maniobra injerencista de Estados Unidos contra una nación soberana de la región habría provocado rechazo generalizado y la movilización de instituciones fuertes como la Unión de Naciones Suramericanas y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
Pero la derecha regional, con el respaldo norteamericano, ha ido minando desde sus bases las estructuras de integración soberana que se lograron durante la década pasada.
La Casa Blanca fue preparando el camino de una agresión en la Organización de Estados Americanos, pero incluso allí enfrentó posiciones contrarias, lo que dio surgimiento al llamado Grupo de Lima.
Fue ese grupo de naciones, a excepción de México, el primero en sumarse a la maniobra estadounidense y reconocer a Guaidó.
Al mismo tiempo, las condiciones internas en Venezuela se fueron deteriorando tras años de violencia y guerra económica, cuya superación ha consumido casi la totalidad del tiempo de gobierno de Maduro y generado desconcierto en una parte de la población.
El escenario se complementa con la asunción de un líder derechista joven, prácticamente desconocido en la comunidad internacional, como presidente de la Asamblea Nacional en desacato.
Miembro de las filas políticas de Leopoldo López, preso por su participación en actos de violencia masiva, Guaidó cumple los requisitos que busca Washington. Por un lado, es lo suficientemente joven como para no asumir las responsabilidades de la clase política de la Cuarta República, que dejó una herencia de subdesarrollo y corrupción antes de dar paso a la Revolución Bolivariana.
La imagen de Guaidó, que se vende como la del hombre común de Venezuela, va en sentido contrario a la de los llamados escuálidos de la derecha local, blancos y adinerados en un país mayoritariamente mestizo.
Con un peón en el terreno y despejada la preocupación de un rechazo mayoritario en la región, la opción de una intervención o acción contra Venezuela se vislumbra más clara para los asesores de Trump.
De acuerdo con la legislación estadounidense, el Congreso debe autorizar al presidente a iniciar una guerra. Sin embargo, el Ejecutivo tiene prerrogativas para actuar en casos que considera una emergencia o una amenaza a la seguridad nacional, el término que empleó Barack Obama para definir la importancia de los acontecimientos en Caracas y el mismo que ha mantenido Trump.
Republicanos y demócratas se encuentran divididos por la insistencia de Trump en reclamar cinco mil millones de dólares para la construcción de un muro en la frontera con México, lo que ha provocado el cierre parcial del gobierno.
Pero Trump podría utilizar el tema de Venezuela como una cortina de humo y un elemento aglutinador entre ambos partidos. Tradicionalmente, los conflictos externos y las guerras generan consenso en el aparato político norteamericano.
La resistencia pasa por mantener la unidad
La posibilidad de una agresión militar estadounidense contra Venezuela ha dejado de ser una posibilidad para convertirse en una de las principales amenazas contra la soberanía y la autodeterminación venezolanas.
El gobierno de Maduro ha sabido sortear todo tipo de amenazas, desde la guerra económica interna a las sanciones internacionales. La clave de su éxito el respaldo popular que cuenta el chavismo y la unidad cívico-militar.
Ambos factores son trascendentales en en las semanas y meses que se avecinan.
Las autoridades militares se mantienen firmes con el gobierno legítimo y el ordenamiento constitucional.
La Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) de Venezuela ratificaron este jueves como legítimo presidente y comandante en jefe a Maduro, al tiempo que expresaron su enérgico rechazo a “las acciones injerencistas” que pretenden instalar un gobierno paralelo.
“Reconocemos como legítimo presidente de la República Bolivariana de Venezuela, nuestro comandante en jefe, al ciudadano Nicolás Maduro Moros, quien resultó electo por gran mayoría de los votantes, en elecciones libres universales, directas y secretas, celebradas el pasado 20 de mayo de 2018”, subrayó el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López.
La FANB, “no aceptará jamás a un presidente impuesto a la sombra de oscuros intereses ni autoproclamado al margen de la ley, tampoco se subordinará nunca a una potencia extranjera o a un gobierno que no sea elegido democráticamente por el pueblo venezolano”, añadió.
Potencias globales como Rusia y China también han mostrado su apoyo al gobierno de Maduro, resquebrajando el intento de aislamiento global al que aspira Washington.
Otro factor clave en el futuro cercano es la denuncia internacional de los planes estadounidense por todas las vías posibles y el reclamo de que Washington respete los derechos de un país soberano.
Un pueblo y un ejército unidos contra la agresión externa y una opinión pública activa en la denuncia de los planes injerencistas, pueden ser elementos suficientes para disuadir a quienes en Washington aspiran a cubrir la basura propia con la sangre ajena.
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