Análisis
29/01/2019
Escribo estas primeras líneas cerca de la medianoche del miércoles 23 de enero. La velocidad con la que se suceden los hechos obliga a ordenarlos. En la ruleta de la historia, hay truhanes apostándole fuerte al caos y a la desmemoria.
Afuera, la violencia es un rumor lejano. Ese rumor ha vuelto a instalarse entre nosotros desde el día lunes: al llamado de un pequeño grupo de efectivos de la Guardia Nacional a desconocer al Presidente Nicolás Maduro, ocurrido durante la madrugada, le han seguido varios focos de violencia en el oeste de la ciudad, en horas de la noche. Catia, El Valle, La Vega, La Pastora: todas parroquias populares.
El martes por la mañana, Juan Guaidó, Presidente de la Asamblea Nacional, escribía en Twitter que las protestas en el oeste de Caracas demostraban “que no hay talanqueras que saltar. Aquí todos quedamos en el mismo corral: sin luz, sin agua, sin medicinas, sin gas y con un futuro incierto” (1). Pronto quedaba muy claro que se trataba de una estrategia: a diferencia de 2014 y 2017, cuando la violencia se expresó fundamentalmente en los territorios controlados por el antichavismo, casi siempre zonas acomodadas, en esta oportunidad se concentrarían en las zonas populares, al menos en una fase inicial. En efecto, durante la noche no se presentó un solo incidente en el este de la ciudad, y recrudeció la violencia en el oeste, más o menos en los mismos lugares de la jornada previa.
El mismo martes, Mike Pence, Vicepresidente estadounidense, se refería al Presidente Maduro como “un dictador sin derecho legítimo de poder” que “nunca ha ganado la presidencia en una elección libre y justa”, y expresaba su apoyo a las intenciones de Guaidó de “declarar a Maduro como usurpador y pedir el establecimiento de un gobierno de transición” (2).
Este miércoles, minutos después de la auto juramentación de Guaidó como “Presidente Encargado”, vino el reconocimiento de la Administración Trump, y de inmediato la previsible seguidilla de presidentes alineados con Estados Unidos: Mauricio Macri, Iván Duque, Jair Bolsonaro, Lenín Moreno… Más temprano, habían llegado los primeros reportes de violencia en el estado Amazonas. Alrededor de las 7 de la noche, se hablaba de víctimas mortales en Barinas, Táchira, Portuguesa, Yaracuy… El golpe de Estado en marcha dejaba su estela de violencia.
II
Si de algo no es posible acusar al gobierno estadounidense es de inconsecuente: no solo se apresuró a reconocer la dictadura de Pedro Carmona Estanga, quien se autojuramentó como Presidente de la República el 12 de abril de 2002, sino que se negó a reconocer la victoria de Nicolás Maduro el 14 de abril de 2013, hecho que, pese a ser más reciente, es mucho menos recordado (3). Para Estados Unidos no es nuevo esto de desconocer Presidentes legítimos y apoyar dictadores, y poco o nada le importa si el diputado Guaidó, ahora “Presidente Encargado”, resultó electo en comicios organizados por el mismo Poder Electoral que organizó las presidenciales del 20 de mayo pasado, en las que resultó reelecto Maduro.
No es nueva tampoco la violencia: al desconocimiento de los resultados de las elecciones presidenciales de 2013 le sucedió una oleada de violencia política antichavista que dejó un saldo de once muertos. Además, fueron asediados o violentados treinta y cinco centros de salud públicos (Misión Barrio Adentro), dos hospitales, treinta y nueve instalaciones de la red pública de distribución de alimentos, dieciocho medios alternativos y comunitarios, siete sedes regionales del Consejo Nacional Electoral, entre otras instalaciones públicas y establecimientos privados (4).
De acuerdo al relato dominante sobre Venezuela, ha habido dos grandes “ciclos de protestas antigubernamentales” desde que Nicolás Maduro asumió la Presidencia: la primera entre febrero y junio de 2014, y la segunda entre abril y julio de 2017. Uno más violento que el otro. Estaríamos, en consecuencia, en presencia del tercer “ciclo”, iniciado el 21 de enero pasado. Pero esto es completamente falso. Esta versión de los hechos omite de manera deliberada la oleada de violencia del 15 al 19 de abril de 2013.
A tal punto han ganado terreno el ocultamiento y la desmemoria, que cualquiera que lea el siguiente relato concluirá sin dudarlo un instante que se trata de algún episodio ocurrido durante las violentas jornadas de 2017: “De esos lesionados hay una persona que la quemaron viva, o sea, pretendían matarla quemándola. La incendiaron viva. Fíjense los niveles de agresividad y de violencia que en este momento tiene un grupo de personas. ¿Tú sabes lo que es un hermano venezolano tratar de quemarlo vivo? Eso es terrible” (5). Sin embargo, se trata de un extracto de las declaraciones que ofreció la ex Fiscal General de la República, Luisa Ortega Díaz, el 16 de abril de 2013.
Estos hechos no caben en el relato dominante porque la mayoría de las víctimas mortales eran chavistas, y ninguna antichavista. Pero ¿qué ha ocurrido en la sociedad venezolana desde entonces? ¿Qué traumas ha sufrido? ¿Qué mutaciones ha experimentado? ¿Qué explica que aquellas terribles circunstancias resulten ajenas al propio chavismo?
Desde entonces la sociedad venezolana está en shock, y esa es una historia de la que muy poco se ha contado. La importancia de contarla tiene que ver en buena medida con el hecho de que hay fuerzas muy poderosas interesadas en que nos quedemos sin memoria. Y contarla pasa también por recuperar nuestro lenguaje o, como escribía recién un amigo, “volver a hablar sobre Venezuela en nuestro propio idioma”.
Esto último vale no solo para quienes luchamos en Venezuela, sino para quienes, en cualquier parte del mundo, luchan por la igualdad y la justicia, y por evitar la catástrofe capitalista. La pérdida de capacidad heurística de nuestros marcos interpretativos es algo que nos afecta a todos por igual, en mayor o menor medida. Y para ser capaces de transformar primero es preciso comprender.
Hoy Venezuela nos interpela. Nos plantea un serio desafío. Evadir el tema por tratarse de un asunto “tóxico” no puede seguir siendo una opción. Tenemos que ser capaces de sobreponernos a la intoxicación discursiva de los poderes fácticos globales. Ya solo poner en duda el relato de la “crisis humanitaria” es un paso importante. Lo que no significa, de ninguna manera, negar los graves problemas. Pero solucionarlos pasa por develar el entramado de relaciones de poder y saber tras aquel discurso. Nuestro punto de partida no puede ser precisamente aquello que es necesario explicar.
Sin duda alguna, en nuestro país está en marcha un experimento. Sin habérselo propuesto, ni mucho menos, el “Presidente Encargado” ha empleado una metáfora que sirve para ilustrarlo: estamos en un “corral”, sometidos a situaciones-límite. Y pretenden llevarnos al matadero mientras nos hablan de democracia y libertad (6).
Por lo pronto, llama la atención el cuasi-silencio respecto de las víctimas mortales en días recientes. Algunos medios antichavistas han hecho las consiguientes reseñas, con el sesgo correspondiente. Provea, alguna vez, hace mucho, una organización de derechos humanos respetable, ha vuelto a sumarizar de la manera más irresponsable: “La muerte de estos 27 venezolanos eleva a 242 el total de fallecidos en protestas desde que Maduro asumió el poder en 2013” (7).
Pero lo cierto es que las víctimas no han tenido, ni de cerca, la centralidad en el discurso antichavista que tuvieron en 2014 y 2017. ¿La razón? Muy similar a la de 2013: eran pobres en su gran mayoría. Como comentaba una amiga: sus nombres no fueron tendencia en Twitter, ni serán estampados en las franelas que se usarán en las marchas, ningún influencer hablará de ellos.
No todos estamos en el mismo “corral”. Solo la mayoría. Para ellos no aplican las palabras del Vicepresidente estadounidense, Mike Pence: “Estamos con ustedes” (8).
Notas
(1) Juan Guaidó [@jguaido]. (22 de enero de 2019, 9:52). Las protestas en el Oeste #Caracas demostraron que no hay talanqueras que saltar. Aquí todos quedamos en el mismo corral: sin luz, sin agua, sin medicinas, sin gas y con un futuro incierto. Todos estamos sumergidos en esta crisis, menos el usurpador. #MañanaNosReencontramos
Recuperado de https://twitter.com/jguaido/status/1087709559479767040
(2) Mike Pence [@VP]. (22 de enero de 2019, 11:32). As the good people of Venezuela make your voices heard tomorrow, on behalf of the American people, we say: estamos con ustedes. We are with you. We stand with you, and we will stay with you until Democracy is restored and you reclaim your birthright of Libertad.
Recuperado de https://twitter.com/VP/status/1087734655804194819
(3) Eva Saiz. Estados Unidos se niega a reconocer a Maduro como Presidente de Venezuela. El País, España. 16 de abril de 2013.
(4) Foro Itinerante de Participación Popular. Las víctimas de la arrechera. Caracas, Venezuela. Junio de 2013.
(5) Últimas Noticias [Últimas Noticias]. (16 de abril de 2013). Fiscal Luisa Ortega Diaz ofrece balance de fallecidos y lesionados [Archivo de video]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=_CvHciI2P7o
(6) RT en Español [@ActualidadRT]. (23 de enero de 2019, 18:32). Los paralelos en el trato de EE.UU. a Venezuela en 2019 y a Libia en 2011. Recuperado de https://twitter.com/ActualidadRT/status/1088202749597175810
(7) Provea. Asesinato de 27 personas en protestas 2019, eleva a 242 el total de fallecidos en manifestaciones durante la era Maduro. 25 de enero de 2019.
(8) Mike Pence [@VP]. (22 de enero de 2019, 11:32). As the good people of Venezuela make your voices heard tomorrow, on behalf of the American people, we say: estamos con ustedes. We are with you. We stand with you, and we will stay with you until Democracy is restored and you reclaim your birthright of Libertad.
Recuperado de https://twitter.com/VP/status/1087734655804194819
https://www.alainet.org/es/articulo/197826
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