¿Por qué los multimillonarios abandonan la Tierra? La confesión del fracaso del sistema capitalista.
© REUTERS / Joe Skipper. CREDITO SPUTNIK.
"Por qué la humanidad, en lugar de entrar en un estado verdaderamente humano, se hunde en un nuevo género de barbarie". Un buen amigo me planteó este dilema. La frase, contenida en el famoso libro 'Dialéctica de la ilustración' lo mantenía repasando una y otra vez los acontecimientos del mundo sin conseguir una respuesta que le convenciera.
No sé si haya una sola respuesta, pensé sin decírselo.
Mientras caminaba fuera de su oficina, pude entender que la misión no era tanto resolver esa especie de acertijo, sino incitar la curiosidad. El trabajo ya estaba hecho. A partir de ese momento no pude apartarme de aquel párrafo.
La ventana espacial de Overton
Esta semana aún seguían siendo noticia los viajes espaciales hechos por los multimillonarios Jeff Bezos y Richard Branson. Hipótesis emergentes señalaban el hecho de que fuese posible que se tratase de un montaje, una especie de reedición de los señalamientos hechos contra Kubrick y el primer alunizaje estadounidense, o una loca y verdadera carrera por capitalizar en la bolsa de valores.
Ahora bien, qué significan verdaderamente para la humanidad en general estos viajes. Aportan efectivamente algo nuevo, algo bueno, prometedor o por el contrario deben generarnos severas suspicacias. Un nombre asomó entre la espesa niebla: Joseph Overton.
Vicepresidente senior del Centro Mackinac de Políticas Públicas hasta que muriese en un trágico accidente, Overton generó una idea que poco a poco ha servido para interpretar el caótico mundo de hoy día.
Conocida como la Ventana de Overton, este concepto hace referencia a "la gama de ideas que el público está dispuesto a considerar y aceptar". Un político que desee materializar su aspiración a ocupar algún cargo que implique ganarse el voto popular, debe entender que hay ideas que polarizan las sociedades y debe alejarse de ellas. Sin embargo, en el espectro de estos polos de cosas impensables, existe una brecha o "ventana" de lo que en un determinado momento se considera aceptable.
Lo que nos explica Overton es que hay ideas que antaño era consideradas tolerables, como la esclavitud, y sin embargo, la ventana hoy día se ha movido de tal manera que lucen repudiables. Ahora bien, el truco aquí, y es en lo que invierten millones de dólares las grandes consultoras es enseñar a los políticos a moverse dentro de las ventanas..., aunque invierten muchos más en enseñar cómo mover la ventana.
¿Por qué pienso en esto, dónde se cruza este concepto de la ciencia política con nuestros carismáticos viajeros espaciales? Veamos simplemente unos datos.
El viaje de Jeff Bezos al espacio costó según algunos cálculos unos 5.500 millones de dólares. Las turbinas incandescentes del Blue Origin incineraron 550 millones de dólares por minuto. Son solo cifras, dirán. En todo caso, se trata de su dinero, dirán.
Un análisis de la firma ProPública, reseñado por el New York Times, demostró que 25 multimillonarios de Estados Unidos, entre los que se encuentra Bezos, Elon Musk y Michael Bloomberg "pagaron relativamente poco —y en ocasiones nada— en impuestos federales de ingresos entre 2014 y 2018". Bezos agradeció "desde el fondo de su corazón" a los clientes de Amazon, el haber podido viajar al espacio "porque ustedes pagaron todo esto", dijo al concluir su costoso periplo.
Joel Berg, CEO de la organización no gubernamental Hunger Free América, estimó que con 25.000 millones de dólares es posible acabar con el hambre en Estados Unidos.
"La gente que pasa hambre en Estados Unidos no es perezosa. Ellos son pobres. Simplemente no ganan lo suficiente para alimentar a sus familias. Esa es la realidad con la que tengo que lidiar y con lo que Just Harvest se enfrenta a diario", indicó Berg al presentar un informe sobre las estrategias que serían necesarias implementar para que "42 millones de estadounidenses", dentro de los que se encuentran 13 millones de niños, puedan acceder a dietas saludables y seguras.
A pesar de este dato, podrían citarse cientos, hay un tono de celebración en los medios de difusión corporativos. Como si estuviésemos entrando a una especie de era dorada donde estos multimillonarios representan la medida de todas las cosas.
No obstante, lo que parece quedar claro y debe ser expuesto sin filtros, es que los vuelos espaciales de los multimillonarios son una autoconfesión de la inviabilidad del capitalismo neoliberal como sistema socioeconómico. No es, por lejos, una señal de victoria.
Un informe titulado Riesgo de seguridad relacionado con el clima: una propuesta de escenario futuro, del centro de investigación Breakthrough—National Centre for Climate Restoration (NCCR), plantea que la humanidad podría ver amenazada su existencia para el año 2050, si no se hace nada por detener el calentamiento global.
El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC) es mucho menos optimista. Sitúa en el año 2030 la fecha en que será irreversible el daño al planeta causado por la acción humana. Dicho de otro modo, será el año en que comience la extinción de la especie.
Si en la década de los 50, la cultura popular estadounidense (que colonizaría al imaginario colectivo de la Tierra) mostraba que la humanidad se dirigía a una especie de civilización idílica con una vida de abundancia y bienestar cortesía de los adelantos tecnológicos. Tal parece que unos 70 años después, y con un sistema de consumo infinito que devastó un planeta de recursos limitados, no hay espacio para todos en esas arcas de salvación que aspiran a colonizar las estrellas. La utopía quedó para los multimillonarios, el apocalipsis, para los demás.
Moviendo la ventana para aceptar el fin.
Ahora bien, ¿Cómo es posible que todo esto ocurra en la más absoluta desatención y desinterés? ¿Es un asunto de las dificultades más cotidianas, o se trata de lo de siempre, de una gran operación de ingeniería social para que aceptemos resignado el apocalipsis que le estamos heredando a nuestros hijos e hijas?
El articulista Evgueni Gorzhaltsán, denunciaba la utilización de la Ventana de Overton, como una técnica que puede resultar mucho "más eficaz que la carga nuclear como arma para destruir comunidades humanas".
En un análisis publicado en 2014, explicaba cómo ocurría el proceso de aceptación de ideas que simplemente son francamente reprochables, por decir lo mínimo. Para esquematizarlas, tomemos una idea como reducir la población mundial.
Primera etapa: de lo impensable a lo radical
Es posible que si dijésemos que habría que legalizar la reducción poblacional con el fin de mitigar las presiones sobre el planeta, este debate en la actualidad no tendría mucha prensa. Se hallaría en el nivel más bajo de la ventana de posibilidades de Overton. Se consideraría, impensable, imposible, tabú.
Explica Gorzhaltsán que "para cambiar esa percepción, se puede, amparándose en la libertad de expresión, trasladar la cuestión a la esfera científica, pues para los científicos normalmente no hay tema tabú".
Por tanto, procederíamos a realizar serios seminarios internacionales sobre filosofía, antropología e incluso historiografía donde queda claro que la desaparición de grandes grupos poblacionales son fenómenos bastante comunes en la historia de la humanidad.
Se comienza el proceso para "garantizar así la transición de la actitud negativa e intransigente de la sociedad a una actitud más positiva". Por supuesto, las redes de medios de difusión corporativa se harían eco de grupos dispersos en internet que proclaman la necesidad de, por ejemplo, aceptar el darwinismo social. El resultado de esto es que en la primera etapa de Overton, el tabú desaparece y el tema inaceptable empieza a discutirse.
Segunda etapa: de lo radical a lo aceptable
Gorzhaltsán sugiere que en esta etapa continúa el frente científico avanzando. Cualquiera que se niegue al debate tendría que ser estigmatizado como "un hipócrita intolerante". También se debería crear un eufemismo para potabilizar el fenómeno, incluso mezclándolo con otras nociones emergentes que ayuden a este enmascaramiento.
Reducción poblacional, pasaría a llamarse "disminución de las personas que generan presiones financieras" (Lagarde dixit), hasta que lleguemos hasta el transhumanismo (para quien pueda pagarlo por supuesto). Libros, conferencias internacionales, películas, todo está puesto en la mesa con el fin de posicionar el nuevo enfoque.
Tercera etapa: de lo aceptable a lo sensato
En este punto, comienzan a surgir ideas de este estilo: "Las implicaciones financieras de que la gente viva más de lo esperado [el llamado riesgo de longevidad] son muy grandes. Si el promedio de vida aumentara para el año 2050 tres años más de lo previsto hoy, los costos del envejecimiento —que ya son enormes— aumentarían 50%. El riesgo de longevidad es un tema que exige más atención ya, en vista de la magnitud de su impacto financiero y de que las medidas eficaces de mitigación tardan años en dar fruto".
Conforme estas declaraciones se hacen más frecuentes, comienza una operación mediática para presentar a quienes se oponen a estas ideas como si fuesen "enemigos radicales cuyo papel es representar la imagen de psicópatas enloquecidos, oponentes agresivos".
Habría "expertos y periodistas en esta etapa", prestos a demostrar que asuntos como la toma de decisión de reducir la población no es un hecho nuevo, sino que en ocasiones "hasta fue necesario", en pro de un bien superior.
Cuarta etapa: de lo sensato a lo popular
En este punto, según refiere Gorzhaltsán, los medios de difusión, "con la ayuda de personas conocidas y políticos" (influencers), ya hablan abiertamente sobre la reducción poblacional como una necesidad. Solo basta ver la cantidad de películas y series que aparecen en las cadenas de streaming mercadeando y potabilizando las distintas distopías, para darse cuenta. También ocurre que se busca "la humanización" de quienes promueven la reducción poblacional "mediante la creación de una imagen positiva de estos diciendo, por ejemplo, que ellos son las víctimas" y que la circunstancia los obliga a tomar tan difíciles decisiones.
Quinta etapa: de lo popular a lo político
En la etapa final, se afina la maquinaria legislativa para dejar asentadas las decisiones. Convertirlas en leyes. "Los grupos de presión se consolidan en el poder y publican encuestas que supuestamente confirman un alto porcentaje de partidarios de la legalización". Gorzhaltsán considera que "esta es una técnica típica del liberalismo que funciona debido a la tolerancia como pretexto para la proscripción de los tabúes. Durante la última etapa del movimiento de las ventanas de Overton de lo popular a lo político, la sociedad ya ha sufrido una ruptura, pues las normas de la existencia humana se han alterado o han sido destruidas con la adopción de las nuevas leyes".
"Por qué la humanidad, en lugar de entrar en un estado verdaderamente humano, se hunde en un nuevo género de barbarie". Porque nos hemos dejado convencer de que las ideas no son importantes. Que la guerra imaginacional no existe, aún y cuando precede, dirige y alimenta todas las guerras en el planeta.
Jeff Bezos incinera los impuestos de los estadounidenses, mientras estos le aplauden porque los ha conquistado psíquicamente. Nadie quiere quedarse fuera del acontecimiento, aun cuando ese futuro no los contemple. Si el fetichismo de la mercancía impulsó la voracidad del modelo de consumo que arrasó el planeta Tierra, los símbolos que viajan por las redes digitales ha impuesto un régimen cognitivo que ha arrasado con la idea más íntima y personal de cada ser humano, la de la autopreservación del individuo. ¿Acaso el trabajador que votó para evitar que se creara un sindicato en Amazon, contó cuántos asientos tenía la nave espacial de su empleador? Por supuesto que no.
Siempre volvemos a lo mismo, se nos han impuesto unas tecnologías de la desesperanza. El significado del viaje espacial es el contenedor de una idea terrible, los poderes fácticos se niegan a cambiar el sistema y solo se preparan para abandonar todo en el punto de no retorno. Debemos pasar a la contraofensiva estratégica, mover la ventana hacia la esperanza, la justicia y la solidaridad. No queda ni tiempo... ni otra opción.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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