17:24:00 Barometro Latinoamericano
Por Diego Olivera Evia:
Las derechas de Suramérica son sumisas a EEUU
Nuevamente EEUU aplica su concepción imperial, la propuesta de Donal Trump de retomar la concepción imperial del presidente Monroe, que recurre a variados mecanismos de penetración a América, retomando el principio de la política exterior de Estados Unidos de no permitir la intervención de las potencias europeas en los asuntos internos de los países del hemisferio americano, esta visión de Monroe se resumía en la frase «América para los americanos», .pero la realidad implicaba que el ataque contra México, implico la secesión del 40 por ciento de esta nación, de la anexión de Puerto Rico, como miembro de EEUU, para ahora no apoyarlo en una destrucción de la economía y llevando a la miseria, ejemplo la actitud de Trump, que repartía papel higiénico, burlándose de los puertorriqueños, característica de un mandatario bipolar.
El retorno al plan Cóndor, estrategia utilizada en la década de los sesenta hasta los noventa, crearon una crisis de terror y militarismo, ante el avance de procesos progresistas como el gobierno de Salvador Allende, en Chile con un golpe criminal de miles de chilenos asesinados, de la misma manera los golpes de Brasil, de Argentina, Uruguay, Bolivia, aplicando el modelo neoliberal en las economías de Sudamérica a sangre y fuego, torturas, violaciones a luchadoras sociales, a asesinatos de luchadores, creando 3 décadas de impunidad y muerte. Estos hechos están vigentes en la memoria de los pueblos, en nuevos mecanismos de un modelo seudo imperial, fortificado por nuevos presidentes de ultraderechistas, en Argentina, Brasil, Chile, Perú, Colombia, Paraguay, Ecuador, bajo la nueva teoría del fascismo Clásico.
Pero, el imperialismo, el colonialismo y la guerra no son de por sí el fascismo. El fascismo es un movimiento de masas, basado en la clase media y en los desempleados, que se moviliza de diversas formas, incluidas milicias paramilitares, para destruir los derechos y las organizaciones autónomas de trabajadores y propiciar la guerra, en beneficio del gran capital transnacional y de los latifundistas, que en Latinoamérica están listos a poner a funcionar sus bandas armadas, como Attila en Novecento.
A diferencia de otras formas de autoritarismo, el éxito del fascismo es garantizado por la movilización masiva de la clase media, pueblo que ataca al “enemigo” de la nación, sean los judíos, los comunistas, los negros, los refugiados, los musulmanes, los mexicanos.
Como decía el filósofo nazi Martin Heidegger, “en esas condiciones puede parecer que no hay enemigo. La exigencia radical es encontrar el enemigo y colocarlo en evidencia o tal vez crearlo, para enfrentarlo… con el objetivo de la exterminación total”. El estado que persigue al enemigo, según coinciden los teóricos del nazismo, no es tanto la institución jurídica, sino el ser del pueblo intrínsecamente unido a su líder (Heidegger), no el aparato mecánico estatal, sino el pueblo organizado por el movimiento nazi dirigido por su Führer, fuente del derecho (Rosemberg); así, no es el derecho el que establece el orden, sino el orden impuesto por “el movimiento” el que engendra el derecho (Schmitt).
En el siglo XXI el papel del enemigo es asignado en Europa y Estados Unidos a los migrantes, especialmente los refugiados; a los musulmanes “terroristas”. En América latina sigue señalándose a los “comunistas”, a la izquierda política, como era en la época de la Doctrina de la Seguridad Nacional.
Pero, cada vez más, en el norte y en América latina, los homosexuales son blanco predilecto, la “ideología de género”, rótulo asignado a la investigación científica de la homosexualidad y a los derechos de los homosexuales y transgéneros. Esto no es nuevo. La homofobia fue uno de los ganchos que el nazismo usó para ganar a sectores religiosos. Fue atacada la teoría del “tercer sexo” de Magnus Hirschfeld y sus libros sobre la homosexualidad del hombre y la mujer y sobre los travestis.
Las derechas de Suramérica son sumisas a EEUU
Esta nueva etapa de fascismo criollo ha sido la bandera de Trump y su gabinete de la muerte y la impunidad de sus políticas intervencionistas, como la expansión del fascismo siendo Brasil, Chile, Argentina y Colombia, los brazos armados de las acciones contra Venezuela, Bolivia en el área sudamericana, y a nivel caribeño contra Cuba y Nicaragua, de la misma manera campañas contra el presidente de México López Obrador, bajo el lema de Trump y Bolsonaro de eliminar los modelos socialistas o progresistas.
Parte de esta estrategia divergente, es destruir los proyectos progresistas, es imposible comprender los rumbos actuales de América Latina, tanto sus virajes históricos recientes cuanto su crisis actual y sus posibles alternativas, sin considerar la trayectoria de la izquierda latinoamericana. Si en su nacimiento la izquierda del continente fue tributaria directa del movimiento obrero europeo, generando movimientos con un fuerte componente ideológico y poco enraizamiento en cada país, en el transcurso del siglo XX la izquierda latinoamericana fue ganando en músculos y en raíces, pasando a protagonizar de forma central los grandes acontecimientos vividos por el continente, especialmente después de las tres primeras décadas del siglo pasado.
La izquierda latinoamericana fue, durante el primer período de su historia, marcada por el surgimiento del movimiento obrero en Europa, con formas de organización sindical elementales y primeras expresiones partidarias - socialistas y comunistas- paralelamente al fuerte fenómeno inmigratorio, que trajo al continente las experiencias europeas, especialmente de España, de Italia y de Portugal. Países como la Argentina, por su mayor desarrollo económico relativo, y Chile, por el carácter de su economía minera, fueron protagonistas de las primeras grandes experiencias de masa del movimiento sindical, base social original de la izquierda en el continente.
Aunque gran parte de las economías del continente fuese agrícola, las dificultades de organización de los trabajadores del campo, dada la brutalidad de la dominación, que mantenía extensamente formas de explotación precapitalistas, motivaron que la izquierda latinoamericana surgiese ligada a los primeros momentos del proceso de industrialización y de la clase obrera urbana o vinculada a la producción minera. Argentina y Chile son ejemplos claros de tales procesos, para luego devenir en el neoliberalismo.
Pero ahora en el modelo fascista instalado en América Latina, ha devenido en una sumisión al modelo de Trump, que usa a estos mandatarios como peles o perritos sumisos, como Guaidó, un inmoral fascista y asesino, la nueva iniciativa del mandatario estadounidense, que desde Washington vino la orden de Liquidar UNASUR alianza militar progresista, por inventar a PROSUR con un nombre manipulado, por una verdad entreguista PRONORTE, lo que muestra una vez más la falsedad del Grupo de Lima, sin poder legal a usurpar la propuestas democráticas, ante una oleada fascista, racista, homo fóbica, esta le realidad de un continente Latinoamericano en manos de violencia y muerte.
diegojolivera@gmail.com
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