miércoles, 29 de agosto de 2018

SOBRE COLOMBIA. LA VERDAD DUELE. POR NÉSTOR PÉREZ. CRÉDITO APORREA.ORG.

Por:  

Nunca un país había sido objeto de tanta injerencia externa, de tanto acoso, de tanto manoseo -para ponerlo en lenguaje popular- como Venezuela. Hay una sincronizada actividad de medios de comunicación, analistas políticos y económicos, expresidentes, exjefes de gobierno, parlamentarios, ONGs, burócratas internacionales, y, por supuesto, redes sociales que, permanentemente, sólo se ocupan de lo que sucede o no sucede en el país.
Que están pendientes de recabar información, no importa la fuente ni la veracidad, para divulgarla de inmediato. Con una premura que relega a cualquier otra noticia, así ésta tenga más actualidad e importancia. Lo que cuenta es que el tejido de infamias, la cayapa canalla, o la escoria, se dejen sentir dentro y fuera del país para socavarlo.
¿A qué obedece el fenómeno? ¿Qué lo motoriza? Hay muchos problemas en áreas y países que, si a ver vamos, tienen más importancia que Venezuela. Donde sistemáticamente se violan los derechos humanos y hay altísimos niveles de corrupción. Donde la institucionalidad es precaria -o no existe-. Donde las elecciones son una farsa. Donde se impone, por sobre la voluntad popular, el dominio de poderosos grupos económicos. Países controlados por el narcotráfico y conectados al terrorismo. Todo lo cual es una realidad que afecta las relaciones internacionales. Sin que los que se atribuyen el derecho a juzgar y decidir acerca de quiénes son demócratas y quiénes no; quiénes respetan o violan los derechos humanos; quiénes auspician o protegen la corrupción y a los corruptos, se pronuncien. Por el contrario, se solidarizan o guardan silencio.
No pretendo asumir el rol de aquellos que critico, pero es insólito que mientras en México se violan, masivamente, los derechos de la población; se asesinan a diario estudiantes y periodistas, y donde la corrupción y los cárteles de la droga dominan a las instituciones, el silencio de la comunidad internacional sea cuasi-total. En cambio, sobre Venezuela se abate una virulenta campaña de descrédito basada en hechos inexistentes, en grotescas exageraciones, en cloacales especulaciones mediáticas. Y, ¿qué no decir de la situación de los derechos humanos y la corrupción en Estados Unidos, Grecia, España, Arabia Saudita, Pakistán, India, otras naciones europeas, respecto a droga, tortura, masacres, desaparición forzada de personas, o la protección a banqueros prófugos y nexos con el lavado de dinero que alimenta el sistema financiero?

Para quienes dudan de la existencia de una conjura contra Venezuela –tramada a lo interno por algunos factores de oposición, y alentada en el exterior por poderes con amplios recursos económicos y mediáticos–, si actúan de buena fe seguramente se habrán dado cuenta de que lo que ocurre no es cuento. La ofensiva, es en apariencia, contra el mediocre y corrupto gobierno de Maduro, pero en el fondo es contra Venezuela. Contra sus instituciones. Contra el derecho soberano de los venezolanos para trazarse su propio destino. Se trata, ya no hay duda, de una ofensiva contra una nación con la mayor reserva petrolera del mundo, las mayores reservas de oro de América Latina y una de las reservas más importantes de gas. Que tiene una ubicación geopolítica excepcional y un pueblo pacífico (que no invade países), democrático (en un contexto latinoamericano), que asumió una política de cambio social que se proyecta, para aquellos que participan de la aventura contra el país, como mal ejemplo para la región.
El propósito es cada vez más claro: ponerle la mano a Venezuela. Desmontarla institucionalmente. Acabar con el Estado venezolano como lo han hecho en otras naciones. Como lo hicieron, para citar un caso, con Libia. Libianizarnos para que desaparezca lo que existe. Para que nos matemos y se imponga el caos que serviría de excusa a una intervención extranjera.
Entendiendo ese contexto, es importante señalar que si lo que sucede en Colombia no tuviera tanta repercusión en Venezuela y en otros vecinos, sería ocioso ocuparse del tema colombiano. Pero lo que pasa constantemente en ese país incide desgraciadamente sobre nosotros, no ahora sino desde hace mucho tiempo.
Hechos de carácter histórico que tienen que ver, por ejemplo, con la posición de Santander frente a Bolívar, la concepción geopolítica anexionista de Londoño, el despojo territorial en la Guajira y el Tratado Santos-López -5 de abril de 1941, suscrito en la Villa del Rosario de Cúcuta-, que como lo confesara López años después con angustia, lo firmó dada la debilidad militar de nuestro país. Dicho tratado garantizó la navegabilidad de Colombia en ríos venezolanos y comprometió, sin contrapartida para Venezuela, la soberanía nacional.
Colombia es un vecino muy incómodo. Es triste decirlo, pero es así lo cual no necesariamente implica desprecio hacia su pueblo. Hacia ese pueblo que ha producido grandes artistas, novelistas, poetas, pintores, escultores, folkloristas, deportistas, cantantes, juristas de primera calidad; que también demuestra una singular capacidad para prodigarse en la actividad empresarial y comercial; que ha llevado la manufactura, la moda, los productos agrícolas, la floricultura a competir con éxito en los mercados internacionales, ese pueblo se merece un reconocimiento especial.
Pero esa realidad mágica y creativa que es Colombia tiene su talón de Aquiles en una clase política, refractaria al cambio, inescrupulosa y capaz de cualquier aventura, desde aprovecharse del delito hasta convertirse ella misma en factor criminógeno. Clase política habilidosa y culta que arribó a la conclusión pragmática de que una manera de triunfar en la política y en la vida es apoyándose en el delito. Por eso se alió a los esmeralderos en su época, le sacó el jugo a los años dorados de la marihuana y asumió con todos los hierros el negocio de la cocaína y otras drogas, para convertirse en el 2015 en el primer productor del planeta, dominar el mercado y penetrar el sistema financiero mundial.
Venezuela es quizás, apartando a un gran porcentaje del pueblo colombiano, la víctima más importante de esa mezcla letal de política con delito que procede del vecino. La violencia se cebó en el pueblo colombiano y obligó a más de cinco millones de colombianos a emigrar a nuestro país. También convirtió el territorio nacional en receptáculo de las más diversas formas del delito: narcotráfico, guerrilla, delincuencia común, contrabando, sicariato, contrabando, al extremo que en Venezuela un porcentaje elevadísimo del fenómeno delictivo tiene su origen en la criminalidad que Colombia expulsa de su vientre enfermo. Lamentablemente, para un número importante de colombianos residentes en nuestro país, esa práctica es parte de su sustento de vida cotidiano.
Guardando la distancia -tiempo, contexto, personajes, circunstancias-, estamos ante una provocación de una porcentaje elevado de pobladores de ascendencia colombiana en nuestro pais, similar a la de su antiguo canciller Barco con la corbeta Caldas el 9 de agosto de 1987. Ambas inexplicables, pero indudablemente deliberadas. ¿Qué motivó a Barco a meter la nave de guerra colombiana en aguas jurisdiccionales del Golfo de Venezuela? ¿Subestimó al gobierno y al pueblo venezolano? ¿La creencia arraigada en el liderazgo colombiano de su superioridad sobre el venezolano? ¿Acaso piensan, del otro lado de la frontera, que aún pueden montar provocaciones impunemente?
Claro está: hay diferencias entre lo ocurrido con el Caldas hace 28 años y lo del fenomeno del bachaqueo, paramilitarismo, secuestros, BACRIMs, narcotráfico y demás males que se han ido instalando en la sociedad venezolana por décadas. Es obvio que tanto el gobierno de Chávez como varios anteriores al mismo, cargan con una importante cuota de responsabilidad al haber sido tan generosos y permitir que cientos de miles de inmigrantes indocumentados y conocidos capos/pranes carcelarios se asentaran en nuestro territorio, tejiendo un cultivo de crimen organizado que mantiene en vilo a gran parte de la poblacion venezolana. Un vilo que genera un toque de queda inconsciente al que se ven sometido la mayoría de sus pobladores debido a la orgía criminal de asesinatos, secuestros y robos que se producen en nuestras grandes ciudades, especialmente durante los fines de semana.
Por lo tanto, los problemas se dan con un porcentaje importante del pueblo colombiano radicado en Venezuela y con la macolla formada por quienes siempre han estado al frente de los gobiernos colombianos, liberales o conservadores. Venezuela ha sido, en el tiempo, blanco de actitudes inamistosas y, muchas veces, desconsideradas de ese sector social y político. Eso sin contar el poderoso aparataje mediático colombiano que siempre se caracteriza por satanizar y exhibirse en contra de todo lo que ocurre en Venezuela.
El bachaqueo es un fenómeno relativamente nuevo en nuestro país, pero del otro lado de nuestra frontera, se ha convertido en un modelo de vida en los últimos años, cuya infraestructura del crimen organizado se da primordialmente en las "Casas de Cambio" que impulsan una perversión cambiaria entre el bolívar y el peso (deliberadamente por regulaciones hechas en el año 2000 por el Estado colombiano, lease resolución externa 8, explicado de forma ejemplar por el presidente de la asociación "Colombianos en Venezuela", Juan Carlos Tanus), pero además, debemos tomar en cuenta los límites entre ambos países; son 2219 km; en ese extenso kilometraje, conviven cuatro estados venezolanos: Zulia, Táchira, Apure, y Amazonas con 7 departamentos colombianos: La Guajira, Cesar, Norte de Santander, Boyacá, Arauca, Vichada y Guainía.
Todo esto hace muy compleja la situación en la frontera; se llevan todo lo que pueden, empezando por el principal producto derivado del petróleo: la gasolina; la compran prácticamente "regalada" para comercializarla a precios exhorbitantes y especulativos. En ese negocio han estado metidos, algunos militares sin ninguna conciencia patriótica, para ellos solamente priva el deseo inmenso de enriquecerse, como ha quedado demostrado en los últimos meses con la captura infraganti de varios efectivos de alto rango, acostumbrados a vivir de manera vanidosa; para ellos no existe bandera, ni patria, solamente los billetes y si son dólares mejor, más en estos momentos, cuando la inflación está golpeando a propios y extraños, sin vislumbrarse en el horizonte los paliativos para frenar este tren desbocado.
La frontera presenta una realidad difícil de ocultar; del otro lado se cuentan por millares las personas agolpadas, esperando ver la puerta abierta para seguir en un permanente bachaqueo, dirigidos por las mafias de ambos lados; las gráficas no mienten, la mayoría son jóvenes desempleados de Colombia, sin otra alternativa para subsistir. Este cierre de frontera y estado de excepción, demuestran una realidad innegable: el contrabando y el bachaqueo abastece a la economía colombiana perjudicando y desangrando a la economía venezolana.
Ante todo esto y las recientes deportaciones de inmigrantes indocumentados colombianos, los medios de comunicación de ese país han tergiversado la noticia de una forma infame, reaccionando de forma irracional y cizañera ante medidas legales y soberanas que se están tomando para expulsar a los delincuentes colombianos que hay en Venezuela.
A los colombianos de bien, que son muchos, se les debería caer la cara de vergüenza, cada vez que se produzcan en los noticieros del mundo, noticias como las deportaciones, ya que un grupo de colombianos está delinquiendo en cualquier parte del mundo, incluso en varios paises de América Latina. ¿Cómo hay colombianos que se sienten orgullosos de esto? La hipocresía y el tratamiento de héroes por parte de los medios colombianos ante los deportados es nauseabundo ¿Cómo eso podría despertar en ellos un sentimiento de fraternidad y solidaridad ante personas que por años se han dedicado a dañar la economia y la paz de Venezuela? Nuestro país es cada vez más inseguro y peligroso, por este tipo de inmigrantes indocumentados, ya que el resto de la comunidad colombiana parece haberse integrado y quiero pensar que en su mayoría, respetan nuestras leyes y orden constitucional.
Los gobiernos sucesivos de los presidentes Uribe y Santos no parecen haber favorecido la integración de la población colombiana en Venezuela. Las estadísticas lo dicen: nunca como en los años del 2002 a 2012 se ha producido tal flujo de inmigrantes hacia los países vecinos. Visto desde el estado Miranda, pero creo que la percepción es parecida a partir de los estados Táchira, Mérida, Zulia, Amazonas, Apure y Barinas, la impresión insalvable es la de una invasión incontrolada hacia Venezuela, la cual produce una nueva "Gran Colombia" -no muy deseada- con su epicentro en la parasitaria ciudad de Cúcuta.
Una verdadera invasión. Si se consultan los manuales y teorías de la población, le explican científicamente a uno que una nación no puede soportar más de 7 % de extranjeros nativos de un país vecino sin tener la impresión de ser sumergidos. Más allá de ese umbral, el sentimiento se transforma en agresividad o xenofobia activa, cada vez mayor, en la nación receptora. ¿Cuáles son las cifras correspondientes, actualmente, en Venezuela? La presencia colombiana aquí, huyendo de la guerra y la miseria en su país, alcanza la enorme cifra de 16% a 20%. Como si se produjera la avalancha de 10 millones de venezolanos hacia Colombia. En Petare, por ejemplo, la proporción de colombianos alcanza probablemente más de un tercio de la población total. En consecuencia, se está produciendo un éxodo de los petareños o demás venezolanos nativos hacia las zonas bajas de Miranda, y sus casas iniciales son inmediatamente compradas por colombianos.
La presencia de estos nuevos vecinos es avasallante en los hospitales públicos y CDI; y, por supuesto, en los Pdval, Mercal y otros supermercados. Los demás servicios públicos (transporte, educación, empleos) son ocupados prioritariamente por los hermanos colombianos… que no suelen tener reflejos de cordialidad, ni fraternidad, para con el venezolano receptor.
Es innegable que a pesar de todo, la hospitalidad venezolana, cordial y bonachona, es muy grande. Pero uno siente que se está llegando a unos topes inquietantes. De los "antiguos" colombianos (antes de los años 80) conocíamos su respeto, cordialidad, amable discreción; mientras que en los últimos años nos estamos calando una horrorosa pesadilla de delincuencia desbordada y salvaje. Algunos colombianos, honestos y sinceros consigo mismos, presentes en los barrios desde hace 50 años también admiten y comentan lo que a ellos también les hacen sufrir.
Hemos constatando la presencia muy numerosa, y frecuentemente incómoda, de colombianos y colombianas en nuestro país. Seis millones de neogranadinos en un país de treinta millones de venezolanos. Sería el equivalente a diez millones de venezolanos en la Colombia de hoy. ¿Nos soportarían, en esa misma cantidad? De esta realidad, se desprenden varias observaciones.
Uno: la falta de agradecimiento para con Venezuela y sus habitantes. El colombiano es acogido, aquí, con una hospitalidad poco común. Los beneficios de las misiones sociales que brinda el Gobierno venezolano son para todos y todas, sin distinción de nacionalidad. Y sin embargo, el recién llegado no encuentra motivo para agradecer. Frecuentemente todo lo recibe, o lo arrebata, pero todo lo critica, todo lo ve inferior a lo que ha conocido en su país. En todo, Colombia sería mejor y superior a Venezuela. No hace falta sino mirar a los océanos de mensajes por las redes sociales y murmullos en las barriadas populares (con grandes concentraciones de colonias colombianas) para confirmar tal visión de desprecio por nuestro país y las dificultades que enfrentamos actualmente.
Dada su insatisfacción y resentimiento hacia lo criollo, uno se pregunta por qué carajos tuvieron que exiliarse a Venezuela millones de vecinos si sienten que en Colombia todo es mejor. Una segunda nota es, lamentablemente, la viveza egoísta: el saqueo sistemático de los productos subsidiados para su exportación clandestina, o su reventa a precios prohibitivos en nuestro mercado informal. Indelicadeza, quién lo negará. Ruina para Venezuela. Podríamos añadir otras notas negativas, más álgidas aún; en especial en cuanto a violencia, cultivo de la ilegalidad, etc.
Pero, ¿cuál es el propósito de esta denuncia? Reconozcamos en primer lugar que no aporta realmente ningún elemento nuevo. Tampoco se podrá tildar de invitación a la xenofobia, salvo a suponer que el venezolano no tendría el derecho de desear la aplicación de las pocas leyes destinadas a protegerle. Más allá de los aspectos legales, quisiéramos solicitar de estos inmigrantes más respeto y mayor sentido de la justicia, porque no parecen serles espontáneos. No hay derecho para que esta nueva "Gran Colombia" tenga que ser signada por el desprecio al pueblo hospitalario, el venezolano, humillado por el pueblo invitado.
La verdad tal vez duela pero realmente el pueblo colombiano ha exportado un gran numero de compatriotas que les han ganado una pésima reputación alrededor del mundo, no sólo en Venezuela. Actualmente, los ciudadanos de ese país solamente pueden ingresar sin visas a tan sólo 66 países del mundo. Mientras tanto, los venezolanos podemos ingresar sin visas a 134 países del mundo.
En España, Brasil y varios países de América Latina, Colombia también queda MUY MAL parada y hay muchos colombianos que han dado pie a tan mala fama. Por ejemplo, según cifras oficiales, en las cárceles venezolanas, apróximadamente un 30% de los reos son de ascendencia colombiana. No es poca cosa que durante el año 2014, los emigrantes colombianos se constituyeron como el segundo grupo en toda América Latina (después de los mexicanos) sino también que se habían ubicado entre los colectivos que encabezan el mayor número de deportados en naciones como PerúPanamáEcuadorChile y en el top 10 de los deportados por Estados Unidos y España, llevando a que incluso un reconocido programa televisivo colombiano reseñara en Agosto del 2014, con el nombre de "¿Colombianos Indeseables?"; esta desagrable y humillante realidad.
Una realidad en la que sus connacionales se dan a conocer no por su vallenato y cumbia, sino tristemente por sendas acciones delictivas. Seguramente no todos los colombianos sean "narcotraficantes, prostitutas, estafadores, guerrilleros, paramilitares, traficantes de armas y de drogas, etc " pero de que hay un porcentaje significativo, lo hay!
De que tenemos problemas con muchos ciudadanos del vecino país que vienen a cometer delitos graves y perturbar la paz social, tenemos. Eso agravado por el hecho de que el gobierno colombiano no ha podido o querido encargarse de los ciudadanos de su país, presos en nuestras cárceles e incluso debido a la misma podredumbre del Estado colombiano, se encarga de extraditar de forma rutinaria a muchos de sus compatriotas a los Estados Unidos. Igual existen europeos, gringos, asiáticos, y de muchas otras nacionalidades que vienen a Venezuela a delinquir y con ellos debemos ser igual de duros.
Muchisimas personas alrededor del mundo han tenido muy malas experiencias en el trato con colombianos; eso no se niega insultando! Más bien se debe tomar como indicativo de que ya es hora de que los colombianos muestren otra cara! El asunto no se remedia insultando a aquellos que señalan estas realidades indiscutibles sino más bien con la decisión de que los colombianos decentes muestren el lado positivo de Colombia y que si se encuentran residenciados en el extranjero, respeten y cumplan a cabalidad con las leyes de sus países receptores; al igual que dentro de su país se encarguen de ir generando una sociedad más justa y equitativa a la cual estos millones de colombianos residenciados en Venezuela puedan volver.
Si un extranjero, en este caso, colombianos en Venezuela, cumplen con todos los requisitos legales para estar en nuestro país y deciden quedarse cumpliendo con todos los estamentos legales, no hay quien le prohíba hacerlo, pero si están indocumentados, violando la normativa legal, asesinando, secuestrando, contrabandeando, en fin, delinquiendo por doquier, nuestras autoridades tienen toda la potestad y el deber de deportarlos de manera inmediata a su país. En las OLP que se están dando a cabo en varios estados del país, a estos ciudadanos colombianos con prontuarios criminales, hay que deportarlos inmediatamente con todo el peso de la ley. Ya es hora de su gobierno en su país natal les resuelva su situación.
Bienvenidos sean si se quieren ganar la arepa de forma honrada y sin chanchullos de ningún tipo y deportación a los que no. Así de sencillo! Me importa un pito que RCN, NTN24 y todos los colombianos chillen y patalean, la verdad duele. Queremos gente que aporte a la sociedad, no que sean un problema social para nuestra maltrecha economía.
En ningun momento, Venezuela subscribió tratado internacional alguno para resolverle de forma permanente los problemas de la guerra civil colombiana, del paramilitarismo, la guerrilla, los secuestros y la corrupción a ese país. Venezuela no debe pedir disculpas o arrepentirse de hacer cumplir las leyes migratorias en nuestro territorio. Nuestro país nunca invadió Colombiano causó un desastre humanitario allí para tener que hacer malabarismos y extralimitarse para proteger de forma extraordinaria a ciudadanos indocumentados que de forma irresponsable (si no son criminales y nunca aprovecharon los cientos de operativos de cedulación express llevados a cabo por el SAIME durante estos últimos años) o deliberadamente delinquiendo, violaron los términos de su estadía en nuestro país.
Una estadía que por cierto el gobierno venezolano en toda su generosidad y mediante resoluciones legales estableció un plazo de 10 años (2004-2014) para que todos los colombianos residentes en Venezuela regularizaran su situación migratoria. A muchos se les olvida que según cifras oficiales, entre el 2012 y el 2014, casi 500 mil ciudadanos colombianos ingresaron de forma ilegal a Venezuela. A estas alturas, es competencia exclusiva del gobierno de Colombia que debe garantizarles todos sus derechos humanos, no el de Venezuela.
En Venezuela, especialmente gracias al despilfarro, la corrupción, la falta de productividad de las empresas privadas, altos índices de criminalidad y homicidios, el distorsionado referencial/control cambiario conjuntamente con los bajos precios del petróleo y la crisis económica mundial, ya tenemos suficientes problemas en casa para estar lidiando y contemplando los problemas de las casas ajenas.
Venezuela no tiene por qué seguir importando el producto de las pésimas políticas de Estado de los gobiernos colombianos. Ya es hora de que esa sociedad y ese gobierno dejen la burla sobre el desabastecimiento en Venezuela y su fanfarronería sobre sus relaciones con Estados Unidos, sus TLCs, sus bases militares y sus grandes artistas internacionales para que admitan de una buena vez el fracaso y el colapso de su sistema social y se declare en emergencia humanitaria a la ONU.
Y a los venezolanos que andan pidiendo disculpas a los deportados, basta de hipocresías, especialmente cuando muchos de ellos, chillaban con las misiones de médicos cubanos o se referían a muchos colombianos como vulgares sirvientas domésticas.
Ante situaciones que tensan las relaciones con Colombia – nunca se dan por culpa de Venezuela –, conviene recordar a dos patriotas venezolanos que dejaron un legado de alerta: Pedro José Lara Peña, quien le dio basamento jurídico a las reivindicaciones territoriales nacionales; y Andrés Eloy Blanco, que en el antiguo Congreso Nacional dejó esta frase para la posteridad un 6 de Junio de 1941: "En un siglo, Venezuela ha perdido la quinta parte de su territorio -lo dijo refiriéndose al vecino del costado oeste- sin disparar un tiro"…
Si bien es cierto que Nicolás Maduro es uno de los peores presidentes en la historia de Venezuela, tiene mucha razón en admitir que nuestra frontera con Colombia se pudrió y debe permanecer cerrada hasta que pueda ser reconstituida en un territorio donde se restablecer la paz, la convivencia y el respeto a las leyes. De la misma forma, se debería estudiar seriamente la propuesta de solicitarles visa de ingreso a los ciudadanos colombianos que deseen venir a nuestra frontera. Ya basta de tanto abuso y delincuencia!
Es necesario querer, proteger, defender y como bien dijo nuestro querido Renny Ottolina, "llenarse de nuestro país; porque hay muchos por ahí que como también nos decía Renny, no lo hacen, porque: "¿cómo se va a amar al país si no se le respeta? ¿cómo se le va a respetar si no se le admira? ¿cómo se le va a admirar si no se le conoce? Mientras el país sea exhaltado, más oportunidad hay porque se crea un clima de optimismo y de creatividad; más oportunidad hay de ayudar al que está mal…"
elpandepiquito@gmail.com

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