Carta esperanzadora del Papa sobre la Amazonía
Opinión
27/02/2020
Los grandes medios de comunicación han reducido la recién Carta apostólica del papa Francisco sobre la Amazonía a un título negativo: “El papa dice ‘no’ al sacerdocio de los casados, al diaconado de las mujeres y a los ritos amazónicos”. Más bien el papa deja la puerta abierta y prefiere que las sugerencias vengan de los que trabajan en la Amazonía. Ellos expresaron sus angustias, alegrías, reflexiones y propuestas en el Documento final del Sínodo o Encuentro eclesial, que tuvieron con el papa en octubre pasado. El mismo papa presenta su Carta como un ‘complemento’ de dicho documento, invita a leerlo detenidamente, lo confirma y expresa sus sueños sobre la Amazonía. Recordemos que la temática del Sínodo y de la Carta papal es: “Amazonía, nuevos caminos para la Iglesia y para una Ecología Integral”.
La Carta del papa llama la atención porque, generalmente, los criterios y las orientaciones vienen del Vaticano para luego ser cumplidos en las distintas Iglesias. No hay nada de eso en esta Carta, más bien el papa propone dejarse inspirar por el Documento final del Sínodo y tomar decisiones con ‘audacia’. El papa deja la iniciativa a las Iglesias de los 9 países que tienen territorio amazónico. Es un cambio, se podría decir, ‘trascendental’ en la tradición de la Iglesia católica, donde siempre todo partía “de arriba”. Esa nueva práctica del papa Francisco fue también una característica del Sínodo sobre la Amazonía donde se habló con mucha libertad y respeto y donde se hicieron propuestas muy concretas. Eso se llama, en lenguaje eclesiástico, “sinodalidad”, o sea, ‘caminar juntos, dejándonos guiar por los pobres’: una de las grandes novedades del pontificado del papa Francisco. En la Iglesia católica, el término ‘democracia’ es una palabra prohibida: Imagínese ‘¡dejarse guiar por el pueblo de los pobres!”… tal como lo hizo Jesús. Entonces ¡a vivir la ‘sinodalidad’ en la Iglesia y la sociedad!
En su carta, el papa Francisco insiste sobre 4 espacios donde hay que intervenir fuerte y audazmente. Además de lo eclesial están lo social, lo cultural y lo ecológico. En lo social el papa invita a ser profetas y profecía, según el ejemplo de Jesús, en palabra y en hechos. Significa, por una parte, denunciar todo lo que destruye tanto la naturaleza como la vida, la dignidad y la identidad de los pueblos amazónicos y, por otra, anunciar que el Bien vivir es una Buena Nueva llena del Evangelio de Jesús de Nazaret, porque pone primero y por encima de todo las personas, el bien común y la protección de la naturaleza.
En lo cultural están las tareas de la inculturación y la interculturalidad, eso es, como Iglesia, encarnarse en las culturas amazónicas y dejarse guiar por las sabidurías y las expresiones religiosas de los pueblos amazónicos. Así se podrá, con el protagonismo de los mismos habitantes de la Amazonía, salvar a los pueblos en vía de desaparición, rescatar las cosmovisiones indígenas y emprender nuevas maneras de ser sociedad e Iglesia.
En lo ecológico, como escribe el papa Francisco, los pueblos amazónicos tienen mucho que aportar a la Humanidad entera que está en marcha hacia un suicidio global. Su ‘bien vivir’ es un ejemplo de relaciones humanas respetuosas de las personas como de la naturaleza. Ofrecen su espiritualidad para ayudarnos a salvarnos juntos del colapso en el que nos encontramos todo el planeta, consciente o inconscientemente.
Todo esto conlleva emprender una nueva manera de ser Iglesia al servicio de la Amazonía, de los pueblos que la habitan y de su naturaleza, pero con un nuevo método: en sinodalidad, es decir, juntos al interior de la Iglesia, juntos con los pueblos amazónicos, juntos con todas y todos que trabajan a su favor.
Mirando la Carta papal desde este punto de vista, es muy esperanzadora, porque lo que se hace y va a hacer en la Amazonía conforme a los sueños del papa Francisco repercutirá en toda la iglesia y la sociedad. Es una invitación para todas y todos “los hombres y mujeres de buena voluntad” (los destinatarios de la Carta papa), a ser protagonistas en las Iglesias y los lugares donde vivimos de una Iglesia renovada y un sociedad inclusiva y participativa.
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